jueves, diciembre 11, 2014

La temperada: preámbulos y alumbrado.

Al salir a vacaciones de fin de año sabíamos que pronto iríamos a temperar a La Graciela, la finca familiar localizada a orillas del río Chinchiná. Claro que tocaba esperar unos días mientras las mamás organizaban todo, además de llevarnos a motilar, al odontólogo y a una revisadita con el doctor Jairo Villegas. Porque la estadía era de mes y medio, y solo los papás madrugaban para subir a trabajar.

Por fin llamaban a decir que después de almuerzo pasaba el camión a recoger corotos y muchachitos, operación que se repetía donde las tres hermanas: Lucy, Gracielita y mi mamá. La Mona, como le decían a Lucy, llamaba varias veces a advertirle a mi madre que revisara bien para que no se le olvidaran la mitad de las cosas, porque ella la conocía… Y es que así la finca estuviera bien dotada, debía hacerse un trasteo con todas las de la ley; de manera que a cargar colchones, ropa de camas, lavadora, canastas de gaseosa, ollas y cuanto trasto hiciera falta.

Al caer la tarde llegábamos a la finca y nos tirábamos de ese camión a corretear como locos, igual que los perros cuando los sueltan, y lo primero era ir al guayabal, el potrero donde pastaban las bestias, a mirar cuáles estaban disponibles para las cabalgatas. Sin embargo el tío Roberto, quien era el alma de la temperada, siempre conseguía prestados otros semovientes para satisfacer la demanda. Entonces el programa era estar pendientes de la llegada del viaje con los animales para verlos desembarcar.

Desde el primer momento empezaba la cantaleta de las mamás: que vengan a ayudar, que sacudan los zapatos para entrar a la casa, que se quiten los cadillos, que a lavarse las manos, que cuidadito pues… Cada matrimonio tenía su cuarto, donde se acomodaban con los bebés, mientras que al resto de primos nos repartían, por sexos y edades, en habitaciones llenas de camarotes. Esa primera noche, antes de armar la mesa del tute y sacar el aguardiente, el tío Roberto nos recordaba las reglas y condiciones: los turnos para montar a caballo -según la edad-, hasta dónde podíamos ir, cuánto tiempo, además de ayudar a desensillar y bañar las bestias. La prohibición de ir solos al río, los horarios de las comidas y cuáles de los hijos mayores podían sentarse a la mesa con los adultos, y otras tantas indicaciones por el estilo.

Desde el primer día preguntábamos cuándo empezaba la pólvora, sin la cual era impensable la Navidad, y nos respondían que el día del alumbrado. Llegada la fecha esperábamos con ansias la caída de la tarde, cuando el tío abría el cuarto de los aperos y empezaba a repartirles a los mocosos, que desde temprano esperábamos en fila, papeletas, buscaniguas, silbadores, velitas romanas y pliegos de totes. Los adultos echaban los voladores y para los globos participábamos todos: unos se trepaban a la chambrana, otros cogían las puntas, los que se turnaban para echar china, y la metida del hisopo encendido que estaba a cargo de un grande. Después quedaba darle las tres vueltas antes de soltarlo, lo que hacíamos por turnos.

Desde temprano le encargaban a un trabajador que trajera unas guaduas, las partiera en cuatro latas y las doblara para enterrarles las puntas, lo que formaba un arco perfecto para instalar las velas en los cañutos y así improvisar un adorno bellísimo. A media noche se remataba la faena con una culebra de papeletas que enredaban en la portada. Todavía cuento mis dedos y me asombra que nunca nos hubiera pasado nada.

Complicarse la vida.

Debemos tener presente que la vida es una sola, muy corta por cierto, y en nuestras manos está hacerla agradable y productiva. Sobre todo quienes tienen una existencia cómoda, sin afugias económicas, y sin embargo se quejan de su suerte y envidian a los demás. Y cada vez son más los menores que sufren depresión, ansiedad, estrés y angustia existencial, lo que además se refleja en úlceras y desórdenes gástricos; muchos deben visitar al siquiatra sin siquiera alcanzar la adolescencia.

La sociedad parece desorientada y muchos no encuentran su identidad, por lo que a diario aparecen movimientos, creencias, modas y tendencias que reciben adeptos a granel, sobre todo de una juventud que se nota desubicada e irresoluta. Esas enguandas requieren condiciones, disciplina, lealtad y sin duda influyen en la personalidad de sus seguidores. Un ejemplo son las barras bravas, donde jóvenes inseguros y desubicados se escudan en los tumultos para desfogar sus instintos.

O los tales Emos, palabra relacionada con las emociones, que se basan en una filosofía de tristeza y aislamiento. Un mechón sobre la cara, el pelo liso y flechudo, la mirada baja, el rostro adusto, visten prendas negras y ajustadas, y comparten solo con personas afines. Se declaran incomprendidos, rechazados y acostumbran cortarse la piel, lo que lleva con frecuencia al suicidio. Muchos adolescentes incursionan en esas cofradías por mortificar a los papás y por ello recomiendan esperar a que maduren para que dejen la pendejada.

Los Cabeza rapada, aparte de carecer de pelo en la testa, presentan tatuajes, calzan botas militares y visten prendas llamativas que resaltan su musculatura. Son homofóbicos, racistas y dependen de un líder que los manipula a su antojo. En general son ignorantes, apocados, resentidos y se envalentonan con el respaldo de una pandilla violenta y pendenciera. Los Metaleros son similares a los anteriores, pero mechudos, pacíficos y solo piensan en su música. Se la pasan con unos palitos golpeando cualquier cosa mientras llevan el ritmo, bailan empujándose unos a otros, y tienen un caminado y una forma de hablar muy particulares; típico de gambas y marihuaneros.

Otros se complican la vida con asuntos menos radicales, como los vegetarianos, que se obsesionan con la alimentación e investigan los productos antes de consumirlos. Practicarlo en casa no es problema, pero al salir pasan muchos trabajos. Porque rechazan una presa de pollo, el pescado o un buen filete, los tildan de cadáveres, y algunos tratan de convencer a los demás del disparate que cometen al consumirlos. Por su parte prefieren lechuga, papa cocinada, verduras al vapor y de sobremesa yogur o té verde. 

Más complejos y obsesivos son los veganos, porque no ingieren ningún alimento de procedencia animal. Si es trabajoso planear el almuerzo en una casa donde se consume dieta normal, no quiero imaginar lo que será diseñar un menú variado con tantas restricciones; ni hablar de llegar a un parador de carretera a preguntar qué pueden ofrecerles. También son comunes quienes aseguran que comen de todo, pero a la hora de la verdad son complicados y exigentes, porque cualquier preparación diferente a lo básico los espanta y a todo le sacan pero.

Es normal que todos tengamos resabios, pero algunos se pasan de la raya. Como no poder dormir con cualquier ruido o reflejo de luz; o los escrupulosos que ven suciedad en todo y sufren lo indecible; ni qué decir de los que quieren mantener el carro como lo sacaron del concesionario. Dejarse abrumar por ese tipo de chocheras solo produce ansiedad, estrés, mal genio, angustia y desazón. Como es de bueno vivir sin tanto perendengue. 

martes, noviembre 25, 2014

Todo es malo.

Cualquier gobierno, por bueno y eficiente que sea, necesita una oposición que lo controle y fiscalice. Esa talanquera es sana y eficiente para que el poder no se suba a la cabeza y el mandatario de turno resulte convertido en sátrapa; las empresas también requieren de un control interno que haga auditoría a los procesos, para así evitar desfalcos y malos manejos. La oposición política es común en las democracias y desde sus trincheras se maquinan estrategias para contrarrestar el poder del partido ganador, situación que genera roces y enfrentamientos, pero que sin duda asegura una administración transparente y eficaz.

Nuestro país está dividido entre amigos y opositores del gobierno Santos, lo cual según los resultados de las recientes elecciones está repartido en iguales proporciones. El expresidente Uribe luchó por mantenerse en el poder, así fuera en cuerpo ajeno, y al no lograrlo decidió dedicarse a torpedear todo lo que haga su rival político. Entonces sus seguidores desde el Congreso, los medios de comunicación, los gremios, la industria, los gamonales de provincia, además de millones de compatriotas que anhelan verlo de nuevo en la Casa de Nariño, se tomaron a pecho eso de criticar a Santos sin detenerse a analizar por un momento lo que tanto le reprochan. Simplemente todo es malo, y punto.

Dedico muy pocas columnas a la política, pero en las que traté el tema puede verse que a los diferentes presidentes, incluido Uribe, les alabé sus logros y de igual manera critiqué lo que me pareció censurable. Nadie puede tildarme de apoyar el gobierno de Santos, nunca hice campaña a su favor o me declaré seguidor de sus políticas, excepto el apoyo que he expresado desde un principio al proceso de paz. Porque tengo esperanza de que por fin salgamos de una pesadilla con la cual convivo desde que tengo uso de razón, y aunque soy consciente de que no alcanzaré a disfrutar de la tan anhelada paz, sueño con que nuestra descendencia sí pueda hacerlo.

En la mesa del café, el corrillo de la esquina, las redes sociales o donde se junten varias personas, el tema obligado es rajar del gobierno de Santos; como si este hubiera inventado la corrupción o fuera el culpable del caos en la salud, de la bomba pensional, de la inoperancia de la justicia… Mientras tanto nadie reconoce sus aciertos, como la entrega de 100 mil viviendas gratis para las gentes menos favorecidas; al referirse al programa dicen que son apartamentos diminutos, que los entregan sin acabados y que además deben vivir en comunidad, a lo que no están acostumbrados. Pero no piensan en esa familia del estrato más bajo, que vive arrumada en una pieza de inquilinato, sin esperanzas ni ilusiones, y que de pronto recibe las llaves de una vivienda propia. Semejante bendición.

Y qué tal el programa de entregar 10 mil becas para los mejores estudiantes del país, que pertenezcan a los estratos bajos, para que se eduquen en cualquiera de las 33 universidades que fueron catalogadas como las mejores de Colombia. Además les proporcionan ayuda económica para su manutención, todo en un préstamo que se condona en su totalidad al momento de graduarse. Qué oportunidad para tantos jóvenes que podrán asegurarse un futuro próspero y exitoso.

Nuestra economía está cada vez más fuerte, somos atractivos para la inversión extranjera, estamos a punto de poder viajar a Europa sin visa, las grandes obras de infraestructura empiezan a verse, el proceso de paz avanza… A quienes no reconocen estos logros les digo que definitivamente no hay peor ciego que el que no quiere ver.

Criticones de oficio.

Debería implantarse de nuevo el civismo como materia obligatoria del pensum escolar. Inculcar a los menores cariño por su terruño, respeto a los símbolos patrios, la importancia de cumplir las normas, solidaridad, buen comportamiento y en general todo lo que aporte para hacer de ellos ciudadanos ejemplares. Repetirles hasta el cansancio que antes que ser buenos profesionales, excelentes deportistas, artistas destacados o lo que escojan para su futuro, deben ser buenas personas. Después de cumplir con esa condición pueden contar con que les irá bien en la vida.

La asignación puede dedicar un capítulo completo a evitar que las nuevas generaciones hereden de sus mayores el vicio, arraigado con fuerza entre nosotros, de criticar por criticar. Porque somos campeones en sacarle pero a todo, porque sí, porque no, casi siempre sin conocer el tema ni tener razones suficientes para emitir un concepto. Basta con que alguno exprese una opinión negativa sobre cualquier cosa para que todo el mundo se largue a criticar sin compasión. Muy diferente –por ejemplo-, cuando un eminente profesional comenta los defectos de una obra pública realizada en la ciudad, con explicaciones válidas, cifras, razones y conocimiento de causa, pero que lo haga cualquier perico de los palotes sin saber de lo que habla me parece atrevido.

Hace unos años la administración municipal de turno contrató con un artista local para exponer esculturas de su autoría en la avenida Santander y otros sitios de la ciudad. Quién dijo miedo: qué cosa tan ñuca, cómo se les ocurrió semejante absurdo, por qué pagaron ese dineral; alguno dio una cifra y en cada repetición la aumentaban. Pero pocos comentaron que los visitantes quedaban boquiabiertos ante semejante belleza, sobre los turistas que hacían fila para tomarse fotos con las esculturas, de los comentarios positivos y elogiosos que hacían en otras ciudades respecto a la iniciativa de nuestra alcaldía.

Para continuar el bulevar de la avenida Santander debieron robarle unos centímetros a la calzada y eso dio pie a miles de críticas, porque según los opinadores de turno la vía quedaría intransitable por estrecha. Pues construyeron el andén -amplio, agradable y funcional-, y ahora nadie se acuerda de que la avenida era treinta centímetros más ancha.

Desde siempre los manizaleños nos quejamos porque construyen todos los edificios iguales, cajones sin gracia ni diseño, y ahora que levantaron el Parque médico en el sector de El Cable, hay que oír los comentarios: esa vaina quedó torcida, qué cosa más fea, no se parece a ninguno del sector, qué diseño tan raro. Por fortuna muchos reconocemos el esfuerzo del constructor para presentar un edificio novedoso y llamativo, que seguro se convertirá en icono de la ciudad.

Inauguraron el Parque del agua y no faltan los que sentados en una banca le sacan peros y echan números para calcular cuánto se robaron; cuentan las luminarias y les ponen precio, aproximan los metros de tubería, motobombas, jardines y demás mobiliario, sin tener idea del tema. Ni riesgos de reconocer que es una belleza, y que además le dará vida y desarrollo a un sector estratégico de la ciudad.

A los criticones acostumbro preguntarles la causa de su rechazo y después me atrevo a decirles que si se topan algo parecido en una capital europea, seguro buscarán retratarse a su lado. Pongo ejemplos de obras y edificaciones similares y localizadas en otras latitudes, y del éxito que tienen, y hago hincapié en los aspectos positivos que les veo. Aunque muy pocos cambian de opinión, estoy seguro de que la observación les queda sonando y es posible que en el futuro sea otra su actitud.

Memorias de barrio. (9)

El mayor tesoro que tuvimos los de mi generación fue disfrutar de una libertad absoluta. Como las familias eran tan numerosas, las mamás nos destetaban desde muy pequeños porque siempre había hermanitos todavía de pañales que requerían más cuidados y atención. Bastaba entonces que el muchachito aprendiera a ir solo al baño para dejarlo salir a la calle con sus hermanos mayores, lo que sucedía desde que teníamos tres o cuatro años. En esa época en los barrios se respiraba tranquilidad y los peligros eran pocos, y no existía el temor a que nos pisara un carro porque muy pocos transitaban por las calles.

Mis primeros años los viví en el barrio Estrella y en esa época sabíamos quien habitaba cada una de las casas del vecindario; era una comunidad muy allegada porque casi todos los infantes estudiábamos en El Divino Niño, un kínder que operaba en la esquina de abajo de la falda de la calle 61. El padre Fernando Uribe regentaba los destinos de la parroquia, su palabra era respetada y acatada, y algunas beatas le colaboraban en todo lo necesario. Los domingos antes de mediodía nuestra familia materna se reunía en casa de la abuela Graciela para asistir en grupo a misa de doce, pero nuestra mayor ilusión eran unas empanadas deliciosas que vendían en los bajos de la casa cural y que sin falta los mayores compraban al terminar el oficio religioso; aunque nunca nos daban más de dos dizque porque nos tirábamos el almuerzo.

Muy pocos vendedores ambulantes recorrían el barrio, aunque de vez en cuando aparecía el que vendía unas chupetas puntudas de colores llamativos que exhibía engazadas en un palo que cargaba al hombro. Los adultos decían que no debíamos comerlas porque eran artesanales y no tenían envoltorio, lo que facilitaba a las moscas asentarse en ellas, pero eran muy provocativas y a nosotros nos encantaban. Muchas entretenciones encontrábamos en la calle, aunque sin duda nuestra mayor ambición era que cualquier pariente nos regalara una moneda por hacer un mandado o sacar buenas notas en el colegio, para visitar una de las tantas tiendas que funcionaban en el sector.

En el kínder entregaban un informe a fin de mes para calificar el rendimiento de los alumnos, y si era bueno, la abuela Graciela nos regalaba un billete de peso. La recomendación siempre era que no lo gastáramos todo de una vez, porque era mucha plata, pero hacíamos oídos sordos y procedíamos a darnos gusto comprando mecato. La tienda La Alaska y la abundancia Estrella ocupan hoy los mismos locales, después de más de sesenta años; esta última se caracterizó por ser lugar de tertulia de algunos borrachines consuetudinarios que ocupaban una mesita al fondo del local, donde jartaban aguardiente hasta que salían como unas micas para la casa; varias generaciones de alcohólicos han pasado por allí.

Frente al Club de tenis quedaba La Raqueta, de don Julio “Dormido” Montoya, y dos cuadras hacia abajo una tiendita que regentaba el patriarca de la familia Bermúdez, propietarios de La Estrella, personaje muy galante con las señoras del vecindario. En la avenida Santander la panadería La Victoria, en el mismo sitio desde entonces, y en la esquina de la falda de la calle 59 estaba La Rioja, de don Rafa, la cual trasladó después a un local enseguida de La Estrella. Donde él desocupó en la avenida montaron otra tienda, pero allá nos tenían prohibido ir porque era frecuentada por un chofer de bus al que le decían Paloquemao y que tenía fama de ser más dañao que agua de florero.

Un diablo genial.

Hace años participé como entrevistador en un programa de Telecafé que buscaba resaltar personajes del Eje cafetero, quienes por no pertenecer a la política o a la farándula pasaban desapercibidos. Supe entonces de un satanista pereirano a quien llamaban El Papa negro. Aunque me sonó a charlatanería lo contacté por teléfono, conversación que cambió mi parecer al escuchar a un tipo serio, muy bien expresado, con humor y sin duda inteligente e ilustrado. Cuadré de inmediato todo lo necesario y quedamos de vernos en una fecha determinada.

Ese domingo fuimos a recogerlo y como había investigado acerca de la vida de Héctor Escobar Gutiérrez, lo imaginaba estrambótico o al menos diferente al ciudadano común; porque supe que joven escandalizaba a las viejas pacatas y rezanderas, al recorrer las calles con unos cuernos que improvisaba peinándose unos cachumbos con gomina para semejarse a Lucifer. Por el contrario encontré un hombre afable y simpático, quien en la charla previa a la entrevista me pidió no insistir acerca del satanismo, ya que por esos tiempos desaparecieron muchos niños en Pereira y los rumores lo señalaban a él como culpable de tan infame proceder. Por fortuna comprobaron que el asesino era Luis Alfredo Garavito.

Ese día descubrí en Héctor a un poeta extraordinario y nació entre ambos una amistad que mantuvimos por teléfono y correspondencia, un entrañable carteo a la antigua porque era renuente a ingresar a la cibernética. Entonces me confesó que lo del satanismo era una manera de ir contra la corriente, de rendirle culto a lo prohibido, de no comulgar con las normas establecidas. La idea nació de querer sacudir a una sociedad mojigata que se escandalizaba con las misas negras que realizaba para atemorizar a tanto beato hipócrita y solapado. Después regó la bola que él leía el tarot, porque de algo tenía que vivir, y había que ver la fila de viejas encopetadas que salían dichosas dizque porque el Diablo les había leído el futuro, cuando lo único que oían era una sarta de babosadas que brotaban de su magín.

Alguna vez compartí un delicioso intercambio epistolar con Bernardo Cano, Berceo, desde su exilio voluntario en La Florida, y Héctor desde su Pereira natal, donde yo ejercía como enlace porque ellos no se conocían. Ahora con la muerte del poeta me quedo sin dos amigos geniales y rememoro unas rimas con las que respondió cuando quisimos conocer la definición de satanista:

Ser satanista, Pablo, es ser sincero/ sólo consigo mismo hasta la médula,/ al registro civil, la vieja cédula,/ hasta al número pi y por ende al cero./ Es ser como el voraz oso hormiguero,/ es conservar el alma siempre incrédula,/ es burlarse de aquella casta Édula,/ de la Biblia y la fe del carbonero. / Es no creer en nada, !excepto en uno!/ pero en uno no más, no en otro alguno,/ porque el Ego es el dios del satanista./ Ser satanista es ser, !oh amigo Pablo!/ disfrutar del pecado como el Diablo/ y a Cristo escarnecer cuando se enquista./ II- Es atizar el fuego que nos quema,/ es echarle carbón a los infiernos,/ es no creer en dioses sempiternos,/ es ser de los cristianos la postema./ Es no callar la boca que blasfema,/ es ir bajo los más crudos inviernos,/ es sabernos mortales y no eternos,/ es lucir en la frente el triple emblema./ Ser satanista es ser como es el mundo:/ terrífico, salaz, plácido, inmundo,/ es ser del polo opuesto, lo contrario./ Todo esto es ser un satanista;/ por ello, viejo Pablo, ten tu vista/ enfocada hacia el goce y no al osario.

miércoles, octubre 29, 2014

Paseos escolares.

Lo que sucedió a los estudiantes que naufragaron en el río Amazonas cuando disfrutaban de la semana de receso no deja de ser un lamentable accidente; y estos ocurren sin previo aviso, a cualquier hora, sin importar las circunstancias. Entonces salen los medios de comunicación a buscar un culpable, el fiscal promete una investigación exhaustiva, el Congreso convoca a debate para aclarar el incidente, el defensor del pueblo mete basa y pasados los días, cuando ocurre algo peor, el asunto se olvida definitivamente. Algunos compañeros y amigos de la muchacha fallecida la recuerdan con cariño, pero solo la familia queda con el dolor inmenso de la pérdida.

Que una de las lanchas iba sin luces, la otra sin permiso, que salieron más temprano de lo permitido y otras tantas infracciones, lo cual es el común denominador en un país donde nadie cumple las normas. Si en las principales ciudades todo el mundo hace lo que le da la gana, qué podemos esperar de un territorio olvidado, en medio de la nada. Además, a las tres de la mañana está igual de oscuro que a las cinco, y que se encuentren dos lanchas de frente, en semejante inmensidad de río, es una desafortunada casualidad. Ahora en muchos colegios resolvieron suspender los “viajes pedagógicos” a esa región, dizque para evitar una tragedia. Como quien vende el sofá…

Y así los llamen viajes pedagógicos, salidas académicas o trabajos de campo, no dejan de ser paseos donde los jóvenes dan rienda suelta a una libertad que no tienen en sus hogares. Se pasan por la galleta a los profesores acompañantes para tomar trago, fumar marihuana y volarse de noche para irse de rumba. Quien desconozca esa realidad es que no ha vivido. Otra cosa que llama mi atención, es que les ha dado por decirles niños a unos jóvenes de 17 y 18 años que tiene más espuela que cualquiera; y las niñas son unas señoritingas hechas y derechas. De milagro no suceden más tragedias, porque son miles los paseos de ese tipo donde son comunes los excesos y el peligro acecha.

Durante el bachillerato nos llevaban a un paseo al año. En un bus alquilado salíamos madrugados para el zoológico de Pereira, con don Abraham Cardona como acompañante, y en una parada para entrar al baño comprábamos de contrabando cervezas Carla, novedosas por el envase no retornable. Nos las tomábamos al escondido del profesor y al bajarnos en el zoológico ya íbamos con la risa floja; allá mamábamos gallo, jodíamos al por mayor y poco nos faltaba para meternos a la jaula del tigre. Luego seguíamos hacia Cartago, al balneario La Esperanza, donde disfrutábamos la piscina toda la tarde y a ratos les arrastrábamos el ala a algunas bandidas que llegaban al sitio, que por ser día de semana casi siempre estaba vacío.

Ahora en los colegios más cachacos inventaron un destino diferente para cada curso –La Guajira, Gorgona, San Agustín, Amazonas- y para la excursión de los que se gradúan varía el destino según el estrato del plantel: A Santa Marta en bus; San Andrés con Plan 25; Panamá y Punta Cana; Buenos Aires y los más encopetados de Bogotá se van de correría por Europa. Eso sin hablar de los viajes a participar en competencias deportivas, en avión y a hotel cinco estrellas. Colegios donde la pensión mensual de un estudiante cuesta millón y medio de pesos, y además deben costearle estos adicionales que se vuelven casi obligatorios. Porque así muchos papás no tengan plata para mandarlos, cómo no darles ese gusto a los niños… Va y se frustran.

Maltrato animal.

Admira la forma como aumenta con el paso del tiempo el compromiso de las personas con la conservación y el cuidado de los animales. Son escalofriantes las cifras acerca del número exagerado de especies que se han extinguido en las últimas décadas, a pesar del esfuerzo de organizaciones medioambientales que se dedican a estudiarlos y protegerlos. Sin embargo, la mayoría de quienes se declaran defensores de los animales solo se refieren a los caballos carretilleros y a los toros de lidia, y parecen desconocer el trato que reciben algunos de los que conforman su dieta habitual.

A diario comen huevo al desayuno sin saber que las gallinas ponedoras pasan su existencia en jaulas diminutas que no les permiten siquiera pararse y con el pico recortado para que no malogren los huevos. Animales convertidos en máquinas que ingieren alimento por una punta y expulsan excremento por la otra, y cuya vida productiva está calculada con exactitud. Luego las desechan al feriarlas en las plazas de mercado donde los más pobres encuentran la manera de comer gallina, así sean flacuchentas y desabridas.  

Hay que saber algo sobre la crueldad que soportan durante su crianza muchos de los animales que suplen nuestras necesidades, además de otras modalidades de abuso contra estos seres irracionales. Peleas de gallos son el pan de cada día y los combates ilegales de perros mueven grandes fortunas entre los apostadores, quienes disfrutan del espectáculo mientras los animalitos son masacrados. Para conocer sobre el maltrato animal basta ingresar a Youtube y buscar videos que muestran cómo alimentan a los gansos que producen los hígados para el famoso paté; o ver desollar zorros vivos para aprovechar sus pieles; y cómo miles de tiburones son devueltos al mar después de cortarles las aletas. Infinidad de documentos escalofriantes existen al respecto.

En mi casa siempre tuvimos perro, gato y muchos otros animales, pero estos vivían en el patio sin las comodidades de los humanos. El gozque en su perrera alimentado con sobrados; el gato iba y venía a su antojo; las palomas volaban libres y a las gallinas les torcíamos el pescuezo cuando les tocaba el turno. Sin dramas ni pendejadas por el estilo. Crueldad me parece tener un perrito confinado en un apartamento, y que además le corten cola y orejas dizque por estética; peor aún encerrar los gatos, tan amigos de recorrer vecindarios y cazar alimañas.     

A quienes invierten tanto dinero al mes para mimos y sostenimiento de una mascota -alimento, veterinario, ropa, juguetes, medicamentos, peluquería, guardería, etc.-, les propongo que destinen una suma igual para apadrinar un niño pobre y así asegurarle una buena alimentación durante sus primeros años. La nutrición en esa etapa, desde el vientre materno hasta los 5 años, es crucial para el desarrollo del cerebro; así el niño tendrá la oportunidad de estudiar y ser alguien en la vida.

Para empezar pueden participar mañana en la “Vidatón” 10K, una carrera atlética organizada por la Fundación Nutrir y el Club Activo 20/30, la cual busca recolectar fondos para alimentar a los infantes de Caldas y Chocó. A las 8 de la mañana inicia la competencia en la avenida Santander, frente al Instituto Universitario. En primer lugar parten los profesionales, siguen los corredores aficionados y por último salen quienes quieran caminar el recorrido; en el Centro comercial Fundadores pueden inscribirse y recibir el kit correspondiente. Es una oportunidad para compartir con la familia y los amigos, pero sobre todo colaborar con una noble causa. E insisto, averigüen cuánto cuesta apadrinar un niño al mes para que comprueben que es más barato que sostener una mascota.

¡Estoy inmunda! (II).

Si una mujer se levanta de malas pulgas es mejor no abrir la boca, porque cualquier comentario puede convertirse en garrotera. Sobre todo si está inconforme con su aspecto y preciso debe arreglarse para asistir a un evento donde precisa verse muy bien; porque aunque supuestamente ella se esmera en su apariencia para lucir atractiva a las miradas masculinas, en realidad se interesa más por el veredicto que viene de sus congéneres. Cualquier invitación le causa ansiedad y angustia mientras resuelve qué ponerse, escogencia que depende del tipo de ágape; si es elegante, informal, al aire libre, según la hora, etc. Con anticipación acomoda prendas encima de una cama como simulación de mudas posibles.

Si la señora tiene modo simplemente compra el trusó necesario, con cartera, calzado y accesorios. Quien no puede permitirse ese gasto empieza con tiempo a conseguir prestado con familiares y amigas de confianza, porque a ellas nunca les satisface lo que tienen en el closet. Varios días antes del compromiso empieza el desfile para medirse las diferentes opciones, casi siempre de noche. Entonces aparece ante el marido, quien mira concentrado el televisor, para que dé el visto bueno. Él asegura que está bien, de afán para no perder el hilo del programa, actitud que la ofende y por ello sale furiosa a ensayar otra muda.

Durante horas se mide, camina en puntillas para evitar el taconeo, se para frente al espejo y detalla su trasero, insiste con el marido para que opine y por fin se decide; claro que falta consultar con las amigas, quienes por teléfono le darán un dictamen acerca de su escogencia. Debido al clima caluroso opta por ropa ligera y chanclas, muy elegantes por cierto, pero preciso ese día amanece toldado y frío, y cuando a media mañana empieza a lloviznar se enfurece porque ahora no sabe qué camino coger. Entonces uno, de sapo, trata de tranquilizarla al decirle que no se preocupe, que siga con su plan y simplemente lleve un saquito para el frío. ¿Un saco?, ahí está usted pintado –comenta airada-, como si fuera tan fácil. ¡Los hombres sí son…!

Para depilarse existe la opción del especialista que aplica rayos laser para desaparecer los vellos de forma permanente. Otra técnica es la cera, aterradora porque consiste en arrancarlos a los jalones y eso incluye rincones de la anatomía bastante sensibles. El resto recurre a la “Prestobarba” y en la ducha se afeitan donde corresponda, mientras que para las cejas prefieren las pinzas tradicionales. Quienes prefieren arreglarse las uñas lo hacen tarde en la noche, cuando no queden oficios pendientes, porque después de echarse la primera capa quedan inhabilitadas.

Lo último antes de vestirse es la maquillada, que ya dominan, y solo queda pendiente lo más complicado: el arreglo del pelo. Aunque fue a la peluquería hace poco y en principio quedó feliz con lo que le hicieron, ya no le agrada el resultado y mientras se detalla masculla insultos contra el mariquetas de turno: porque le dejó el pelo muy claro y con un corte que no sabe manejar. Y empieza el julepe con el secador y el cepillo, para un lado, para el otro, que este cachumbo no me asienta y el pelo de atrás no voltea.

Las mujeres son esclavas de togas, extensiones, chocoliss, acondicionadores, tinturas, iluminaciones, masajes capilares, cremas reconstituyentes y demás tratamientos, mientras que uno se levanta tarde, desayuna, lee el periódico, se mete al baño y prontico está arreglado. Por fin salen y mientras bajan en el ascensor, ella se mira por última vez en el espejo y reitera: ¡Estoy inmunda!

¡Estoy inmunda! (I).

La vanidad es innata del ser humano y aunque varía según el género, son pocos a quienes no les importa cómo se ven. Desde pequeñitas las bebés intentan peinarse frente al espejo, juegan a maquillarse y piden a la mamá que les pinte las uñas. En cambio los hombres empiezan a preocuparse por su apariencia cuando púberes incursionan en el juego de la coquetería. En la actualidad ha incrementado la vanidad en los varones hasta llegar a extremos, como los metrosexuales, que acuden al salón de belleza para corte de pelo, arreglo de uñas, mascarillas y tratamientos para la piel. En el vestir también hay cambios porque antes todos andábamos desgualetados, con ropa sencilla y barata, y ahora muchos prefieren prendas de marca y a la medida; y las gafas finas y a la moda, la billetera y el cinturón hacen juego, y varios pares de zapatos completan el ropero.

Las mujeres son vanidosas sin importar la ocasión y recuerdo que mi madre no le abría la puerta a un domicilio sin pasarse el cepillo por la cabeza y aplicarse colorete; y a las hijas, sobrinas o nueras que lo necesitaran, les decía con prudencia que se hicieran algún beneficio. Porque no cabe duda de que no hay mujeres feas sino mal arregladas y son pocas las que pueden salir a la calle con la cara lavada, sin gota de maquillaje.

Quien conviva con una pareja femenina está acostumbrado a unos rituales muy definidos. Todas coinciden en su arreglo personal y los hombres debemos ser prudentes para evitar encontrones, porque el descontento con su figura les genera mal genio y depresión. Con frecuencia se levantan de mala vuelta y después de entrar al baño, de pronto exclaman: ¡Estoy inmunda! Y hacen carantoñas, se arriman al espejo, giran un poco y se observan de cuerpo entero, estiran la piel de la cara para disimular las arrugas, abren la boca y observan sus dientes, hasta que deciden no mirarse más y al salir comentan que definitivamente no tienen remedio.

De la vanidad se lucran industrias y profesiones, porque aunque son productos y tratamientos costosos, las personas destinan parte de sus recursos para mejorar la figura. Cremas, lociones, pomadas y demás ungüentos se venden como pan caliente, y los procedimientos dermatológicos son innumerables. A diario aparecen técnicas novedosas, equipos avanzados y medicamentos especializados que ofrecen soluciones a problemas de la piel; además, para muchas personas la vanidad se convierte en una obsesión.

También está la visita al esteticista que ofrece innovadores procedimientos que sobre el papel no representan ningún riesgo, pero que con frecuencia fallan y las consecuencias son devastadoras; porque la ansiada belleza puede convertirse en una deformación permanente. Productos como el Botox (toxina botulínica), utilizado como medicamento para tratamientos neurológicos, ahora se aplica como solución temporal a las arrugas; muchas abusan de sus bondades y quedan irreconocibles porque pierden las líneas de expresión.

Cuento aparte son las cirugías estéticas y es increíble que mujeres bonitas abusen del quirófano hasta cambiar su fisonomía, con tal de buscar una perfección que jamás alcanzarán. Esas que nunca están satisfechas con su imagen y además sienten un terror visceral ante el envejecimiento. Es natural que sin importar la edad las mujeres quieran verse bien, pero que lo hagan de una manera acorde a su condición porque se ven ridículas aquellas que imitan las modas de las más jóvenes; se visten como tales y se peinan igual. Hay que envejecer con dignidad y las “cuchibarbis” deben tener claro que los años no perdonan, y que aunque la mona se vista de seda…

jueves, octubre 16, 2014

Mal augurio.

Me pregunto si en nuestro país desconocemos el significado de la palabra planeación, porque se ven unas incoherencias por la absoluta falta de prever lo que viene, que francamente. Desde Planeación Nacional hasta la dependencia que lleva ese mismo nombre en cualquier entidad pública o privada, a diario se cometen errores infantiles por falta de proyección. Con la condición generalizada que quienes incurren en semejantes torpezas nunca son castigados ni destituidos.

Muestra fehaciente de falta de planeación es lo que ocurre en el país con el embate para realizar obras de infraestructura, indispensables para tener éxito en el modelo de economía global. Durante años oímos hablar de tratados de libre comercio con diferentes países, sobre todo Estados Unidos, y no se escatimaron esfuerzos para sacar adelante los ansiados intercambios comerciales. Por fin lograron firmar con los gringos, el más luchado de todos, para seguir después con naciones de todos los continentes y encontrar de esta manera un amplio mercado para nuestras exportaciones.

Pues los tratados están vigentes desde hace varios años y las tan necesarias obras todavía en pañales. Trabajan en pocos frentes, otros están adjudicados y muchos apenas recorren el proceso licitatorio. De manera que quienes estamos curtidos en eso de oír falsas promesas y de ver al ministro de turno pintar pajaritos de oro, sabemos que para ver las mega-obras terminadas deberá correr mucha agua bajo el puente. Cómo pretenden que creamos si lo único que conocemos son incumplimientos, obras inconclusas, demandas, demoras injustificadas, desaciertos y chanchullos.

Varios botones de muestra: En 1930 iniciaron la construcción del Empire State, con tecnología de la época, y catorce meses después inauguraron el que sería el edificio más alto de mundo durante cuarenta años; en Manizales tardaron veinte años en construir el Palacio Nacional, inaugurado a mediados de 1980. Otro asunto que me asombra es ver a los constructores de la Autopista del Café buscar soluciones para el tramo correspondiente a la entrada a Chinchiná, donde una falla geológica los ha obligado a improvisar distintas opciones para la vía. Me pregunto si no sabían del problema, porque yo lo conozco desde hace más de cincuenta años. Ahí arrancaba la carreterita para El Rosario y en ese primer tramo, que bajaba hasta el puente que se llevó la avalancha de 1985, la vía se hundía con regularidad; al final ya parecía una montaña rusa.

Cuando suponíamos que el túnel de La Línea estaba próximo a entrar en funcionamiento, ahora le nace otra pata al cojo. El vicepresidente Vargas Lleras, quien aceptó el cargo con la condición que no sería de adorno y por el contrario exigió para él los ministerios de Vivienda y Obras públicas, que son los que mueven plata y consiguen votos, advirtió desde su elección que le quitaría la concesión al actual contratista del túnel. Y el uno explica por qué y el otro se defiende, y ambos parecen tener razón, mientras los ciudadanos quedamos viendo un chispero.

En entrevista radial le preguntaron al vicepresidente por Aeropalestina y evadió el tema para referirse a obras en los aeropuertos Matecaña y El Edén. Insistieron con la pregunta y respondió que al proyecto se le ha invertido mucho dinero y no se ven adelantos, que faltan varios terraplenes y para terminar esa primera etapa se requieren seiscientos mil millones de pesos. Y repitió la cifra en un tono que no augura nada bueno, porque si en el pasado varios presidentes y ministros se comprometieron con la obra y no salieron con nada, qué podemos esperar ahora si quien manda la parada en infraestructura la ve con malos ojos.

Mandada a recoger.

Son comunes las disputas entre ciudades vecinas, eternos conflictos que muchas veces se desconoce su origen y sin embargo perduran entre la gente gracias a la tradición oral. Los habitantes de las tres principales ciudades de nuestra costa caribe se echan puyas y vainazos, todos están convencidos de que su terruño es el mejor, situación que genera interminables discusiones que nunca llevan a ninguna parte. Lo mismo pasa entre Medellín y Cali, que después de superar la pesadilla de los carteles del nacotráfico quedaron contrapunteadas; y en Bogotá no faltan los que aseguran que prefieren estar presos en la capital que sueltos en Tunja.

La animadversión existente entre quienes habitamos las ciudades del llamado Eje Cafetero, sobre todo Manizales y Pereira, es latente y así muchos no sintamos antipatía hacia nuestros vecinos, hacemos chistes y comentarios que buscan fastidiar al amigo o conocido oriundo de la Perla del Otún. Entonces ellos nos llaman patifríos y nosotros les decimos pereirutas, y a los de Armenia armeñucos mientras ellos también nos endilgan algún sobrenombre displicente.

Leí con interés los artículos y comentarios publicados recientemente en este periódico acerca del origen de la vieja disputa que mantenemos con Pereira, información que la mayoría desconoce y sin embargo le echan leña a diario al asunto para así heredar la absurda aversión a sus descendientes. El hecho de que en sus inicios ambas ciudades pertenecieran a diferentes estados soberanos es razón suficiente para que desde entonces existieran roces; nosotros procedíamos del estado de Antioquia cuyos habitantes eran godos, rezanderos y tradicionales, los mismos que se referían a sus vecinos del sur despectivamente como “Los negros del Cauca”, estado al que pertenecía Pereira.

Nuestro departamento fue creado en 1905 como una estrategia geopolítica del gobierno de entonces, e imagino que las principales ciudades aspirarían a ser la capital del nuevo ente territorial; al ser escogida Manizales, las otras debieron sentir celos y malestar ante la decisión. Ese mal sabor aumentó con el paso del tiempo y en 1966 se dio la separación, primero del Quindío y poco después de Risaralda. Entre las muchas razones expuestas para determinar el origen de la disputa entre ambas ciudades no encuentro la que oí a Gustavo Castaño Abad, con quien conversé en varias ocasiones acerca de la historia regional.

A principios del siglo XX Manizales fue una ciudad muy importante gracias a la exportación de café, negocio que trajo riqueza y prosperidad, y por ello las principales entidades bancarias, casas exportadoras y organismos del estado se asentaron aquí. Cuando en la década de 1920 la ciudad fue víctima de tres incendios que redujeron a escombros gran parte del centro administrativo, el país se solidarizó para levantarla de nuevo de entre las cenizas. Sin embargo, corrió el rumor que una comisión de notables pereiranos viajó a Bogotá para proponerle al Presidente de la República que trasladara a la vecina población las entidades y negocios que habían perdido sus sedes en la tragedia, actitud que fue tomada por los manizaleños como una traición imperdonable.

Sin importar el origen de la malquerencia conviene olvidarla y ahora debemos esforzarnos en trabajar por una gran ciudad región, fértil, pujante y estratégicamente ubicada en el corazón de la zona andina colombiana. Mientras tanto seguiremos con las puyas, chistes y mamadera de gallo entre unos y otros, porque el humor debe perdurar. De tantos cuentos me causó mucha gracia el del arquitecto Robert Vélez cuando en una reunión de amigos surgió la manida discusión acerca de cuál ciudad había crecido más; él se inclinaba por Manizales mientas otro de los contertulios apoyaba a Pereira, hasta que decidieron hacer una apuesta para dirimir la cuestión.

El otro hizo la tarea y cuando volvieron a reunirse esgrimió datos conseguidos directamente en el DANE, los mismos que dictaminaban que en el más reciente censo Pereira tenía mayor número de habitantes. Entonces al querer el hombre cobrar por ventanilla, Robert le dijo que existía un malentendido porque al hacer la apuesta ellos nunca habían mencionado habitantes sino gente, y que gente gente, había más en Manizales.

Temas de corrillo.

En Manizales nos convencimos de que San Pedro no es amigo de las corridas de toros, pero sin duda le gusta menos el festival de teatro; sobre todo el que se realiza al aire libre, que es el más perjudicado con el mal tiempo. Y así la función sea en recinto cerrado, una noche lluviosa y fría invita a la gente a quedarse en casa. Este año pensé, antes de empezar el evento, que por fortuna en esta oportunidad no tendríamos que hacer fuerza por el invierno porque desde hace algún tiempo disfrutamos de un clima soleado y agradable. Pero no fue sino que empezara el festival para que desde la misma noche de la inauguración apareciera la lluvia durante casi una semana; por fortuna para el final regresaron los días despejados y calurosos.

Ante semejante sal, un amigo comentó que eso se llama “La maldición de Pimiento”. Entonces recordé que mientras Monseñor José de Jesús Pimiento se desempeñó como Arzobispo de Manizales (1975 a 1996), se presentaron algunos desacuerdos entre el eminente prelado y las directivas del festival. La ciudadanía ya sentía malestar por algunas medidas tomadas por el Arzobispo y lo tildaban de estricto y retrógrado, como cuando prohibió a las mujeres ir a misa con minifalda, escote y demás “prendas impúdicas”. Además las parejas que no estaban unidas por el santo vínculo del matrimonio y tenían un hijo, debían viajar a otros departamentos para bautizarlo; y hubo curas que suspendían la misa para hacer retirar parejas que según ellos vivían en pecado, por escoger la unión libre o el matrimonio civil.

Con la evolución del teatro desaparecieron las obras tradicionales, con un argumento digerible y los diálogos en español, fáciles de entender y además entretenidas. Se impuso entonces una tendencia más visual donde la expresión corporal se encarga de la comunicación entre actores y público; se me ocurre que el cambio se debió a que los participantes proceden de los cinco continentes y no hay otra manera de entendernos con un grupo húngaro o coreano. Con la nueva modalidad se volvió común que algunos actores aparezcan en el escenario en pelota y esa vaina no le gustó ni poquito a Monseñor Pimiento, quien de inmediato puso el grito en el cielo y acusó al festival de inmoral y libertino.

Hace dos o tres décadas el festival de teatro era una especie de feria de mitaca, porque la ciudad se llenaba de turistas, los medios de comunicación del país mandaban corresponsales que cubrían el evento para los más importantes periódicos y se hacían emisiones en directo para los noticieros. En las calles podían verse los teatreros que con sus fachas llamaban la atención y en general el ambiente era alegre y festivo. Todas la noches, y como una especie de remate del día, se presentaban conciertos en la Plaza de Bolívar con famosas orquestas y reconocidos artistas, lo que convocaba personas de todo tipo que aprovechaban la ocasión para alzarse la bata y rumbear hasta el amanecer.

En ese entonces la logística era deficiente y por ejemplo lo referente a los baños públicos dejaba mucho que desear, por lo que los asistentes utilizaban el atrio de la catedral para sus necesidades fisiológicas, las entradas laterales como amoblado improvisado y además dejaban el entorno tapizado de botellas de aguardiente vacías. Y como los teatreros le jalan a la maracachafa, las nubes de humo invadían la imponente basílica. Pues parece que desde entonces San Pedro se solidarizó con Monseñor Pimiento y de ahí viene el cuento de la tal maldición, que condena al festival de teatro a celebrarse bajo la lluvia y el frío.
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Dijo Fernando Londoño en su columna que el hacker Sepúlveda fue un invento para tirarse en la campaña de Oscar Iván, que por eso se vino abajo y perdió en la segunda vuelta. Entiendo entonces que la reunión que vimos en el video nunca se realizó y es un montaje orquestado por los contrincantes, lo que me deja perplejo ya que no encuentro razón para que Zuluaga esté dedicado a dar explicaciones acerca de lo sucedido. Basta con someter el material a un peritaje exhaustivo, en el exterior de ser necesario, para enterarnos de una vez de que se trata de un documento espurio. Mientras no exista esa comprobación nunca podrán convencerme de que dicha reunión fue algo distinto a una conspiración para boicotear el proceso de paz y así demeritar la campaña del contrincante. Me ofende que el columnista nos crea pendejos y en lo único que estoy de acuerdo con él es que Oscar Iván es un tipo recto, lo mismo que Luis Alfonso, pero no debemos olvidar que el que entre la miel anda…
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Imagino cómo será la presión que soporta James Rodríguez con todo el mundo (literalmente) pendiente de cómo juega cada partido. Esas contrataciones millonarias y en exceso publicitadas no dan tiempo al jugador de acomodarse al equipo y por el contrario se espera de él que sea una estrella desde el primer momento. Muy distinto a llegar sin tanto aspaviento y ganarse el puesto por méritos propios, como le había sucedido hasta ahora. Ojalá la suerte lo acompañe y no termine como David Beckham, quien de futbolista talentoso pasó a ser modelo y figura de la farándula.

Lista de mandados (II).

Después de aprender a manejar la mejor forma de calmar fiebre era hacer los mandados de la casa. Claro que había que hacerse rogar un poquito para que no se notara la gana, y además para lograr algo a cambio por tanto comedimiento. Podía ser una buena propina y la promesa del préstamo del carro para salir a dar una vuelta con la novia, o a cocacoliar por la avenida Santander. Un programa diario era pedir el carro un momentico después de almuerzo, para ir con los amigos a pasar varias veces frente al colegio Santa Inés y ver las sardinas que a esa hora ingresaban a la jornada de la tarde.

Pero mejor sigo con la lista de los mandados porque eran tantos que no alcanzo a enumerarlos. Bueno Pedro, como tiene que arrimar donde Ovidio pase al frente a La Licuadora y le pregunta a Gustavo si me revisó la plancha; y que no me salga con que hay que comprar otra, porque no tengo plata. Que le haga cualquier pasamanería para que funcione hasta que pueda mercarme una nueva. ¡Ay!, siquiera me acordé: vaya a la cocina y que le entreguen la parrilla de las arepas, se la lleva a Madrigal y le recomienda que la necesito de urgencia.

Pedrito, hoy necesito que vaya al almacén Cónsul; guárdese bien este talonario, paga el club y se fija que le pongan el sello de cancelado. De una vez decile a Eduardo Giraldo que quiubo pues que no me gano nada; él me aseguró que eso es muy fácil y que el ganador deja de pagar las cuotas. Llevo un año muy cumplida con esa pendejada y ya estoy jarta. Se viene por la carrera 23 y antesitos del Parque de Caldas, entre donde el señor que remienda porcelanas a ver si ya tiene un payaso que mandé a pegar; yo allá no vuelvo mijito, porque en ese zaguán me salió un ratón. Casi me despacho y por poquito dejo caer un trabajito que me acababa de entregar.

De ahí bájese por la calle 29 hasta la carrera 18 y en Sancotolengo pregunte por Hernán Vélez. Si lo encuentra, dígale que no me ha calculado cuánta tela le compro para tapizar el sofá; y que si él tiene un trasporte conocido para que lo recoja en la casa. Si no está, entre a un café que hay en la esquina que él se la pasa allá; pero insístale para que le dé el dato, porque ese señor es como para zamarriarlo. Creo que para morirse de repente se echa tres días. De venida voltea a mano derecha en la bomba que hay después del Instituto Universitario, como quien sale para Villamaría, y antes de llegar al final de la falda pare donde las señoras que arreglan colchones. Déjeles 20 pesos que ellas saben para qué son. 

Amá, ¿esas cuchas son las que llaman Las Ratonas? Calle esa boca… cuidadito se le sale delante de ellas. Pero que apodo más bien puesto ma, porque de verdad son igualitas: bigotudas, dientonas, grises y puntudas. Pedrito, por caridad, no diga más ociosidades que me voy a orinar de la risa. Listo ma, hágale pues, qué más será… De ahí bájese por la calle 50 y en la panadería de La Argentina me compra una parvita surtida, ahí está la lista; y arrime de una vez donde la costurera a ver si me manda un encargo que quedó pendiente. Luego al barrio Lleras donde Baltasar por unas garras de su hermano que mandamos a remontar, y unos zapatos míos azules a los que había que ponerles tapas en los tacones. Búsquelos en ese morro de pecuecas que mantiene arrumadas, porque ese viejito ya no da pie con bola; y como además se mantiene a medio pelo…

No olvide recoger la ropa de cama en el Hogar Santamaría, bajando hacia Jabonerías Hada; y pague también la entrega de la semana pasada, porque ese día no llevé plata y me la fiaron. Suba hasta El Málaga y pídale a Emiliano unos palitos de paleta y un frasco de Colbón, para una enguanda que tiene que hacer un muchachito de estos para el día de la madre; a las madres es a las que nos toca fregarnos con esas pendejadas. Por último, eche al carro un banquito de la cocina que se dañó y llévelo a San Rafael; se lo entrega a Fray Escalante y recuérdele que él me los hizo hace unos años, para que no empiece con la cantaleta que para qué compro cosas ordinarias. Solo necesita unos puntos de soldadura y que le eche una pinturita de una vez.            

De una, pero si llama mi apá a preguntar por el carro dígale que son muchos mandados y me demoro; yo averiguo a ver si tengo que recogerlo a las seis. Bueno Pedrito, revise que lleve todo para que no tenga que devolverse. Me extraña amá, yo acaso soy… ¡Cuidadito pues con lo que dice! Listo amasita, pero entretenga el perro porque se monta al carro y no hay quién lo baje; no lo llevo porque el chandoso se enloquece a ladrarle a todo el que se arrime. ¡Ah!, y acuérdese que de ahí saco para tomar el algo. ¡Chaito pues!

Lista de mandados (I).

Uno de los mayores sueños de cualquier adolescente es llegar a la edad en que pueda tramitar su licencia de conducción. Es común que los infantes pidan al papá que les deje llevar el timón cuando recorren una vía terciaria, después quieren meter los cambios y por último se acomodan con un cojín y estirándose al máximo tratan de manejar el carro, así sea por unos pocos metros. Mientras se presenta el chance de dar una palomita al timón el muchachito pregunta todo lo referente al funcionamiento del vehículo, por qué necesita gasolina, cómo opera la caja de cambios, cuánta velocidad puede alcanzar, dónde se enfría el aire acondicionado y demás inquietudes por el estilo.

Ahora la ley exige adelantar un curso de conducción donde deben cumplirse cierta cantidad de horas al volante, para después recibir la licencia así el aspirante esté runcho en la materia; y como todo lo nuestro, le dicen al novel conductor que debe volver después para recibir las clases teóricas. Como es lógico ninguno acata esa orden y por ello se quedan sin saber acerca de señales de tránsito, normas en las vías, responsabilidades del conductor y demás minucias. En cambio nosotros aprendimos desde la pubertad porque mi mamá necesitaba ayuda con la cantidad de mandados que resultaban a diario en la casa; entonces no había tecnología y electrodomésticos, muebles y demás trebejos se dañaban con regularidad.

Recuerdo que aprendimos en el viejo DeSoto por las noches, yo apenas alcanzaba los pedales, acolitados por mi mamá y aprovechando que mi papá llamaba a decir que se demoraba. Con mi hermano Felipe, un año mayor, cogíamos la Paralela que entonces era una vía ancha con frondosos Urapanes a los costados; nos turnábamos al timón mientras el acompañante hacía críticas y correctivos. Los policías de tránsito eran muy pocos y solo operaban de día y en el centro, y un permiso de conducción se conseguía por unos pocos pesos en la oficina del Tránsito que quedaba en el Edificio de La Licorera, por la carrera 20. En cuanto a mandados cada familia tenía sus preferencias, y hago una lista de los más comunes que se ofrecían en mi casa; además la forma como mi madre hacía las recomendaciones del caso.

A ver mijo, lo primero es que cambie este cheque porque estoy sin un peso. Vaya a la bomba Palogrande y le dice a Manuelito; si le pone pereque, entre a la oficina que Mercedes Ángel le hace el favor. Si es verdad que no tienen, le toca ir primero al centro y arrimar a La Colmena, que ahí Toño y Josefina siempre mantienen efectivo. Espere ma, le digo una cosa, cuando termine de hacer los mandados me presta el carro porque… Ya le dije que sí, no friegue más y arranque de una vez. Pero es que después sale uno de mis hermanos con que mi apá se lo había prometido a él y… Que no, es que no entiende o qué; el carro es para usted pero primero me hace las vueltas. Listo, pero me da paladita porque uno con carro pero sin plata…

Bueno, como va a empezar por el centro vaya al almacén Artístico y le dice a Evelio que si está listo un trabajito que le encargó su papá hace días. Seguro él no se acuerda, por lo que le toca entrar hasta el taller de marquetería y buscar dos acuarelas de Teodoro Jaramillo; ¿se acuerda?, unas que estaban colgadas en el corredor. Fíjese que estén bien enmarcadas y se las trae, y a Evelio que después arregle con su papá. Y no se demore allá, porque me parece verlo embobado en esa vitrina antojándose de lo que vendan.

Después le lleva este paño a don Carlos Aldaz, pero acuérdese que él ya no está al lado del edificio San Vicente; desde hace días cerró La Quinta Avenida y ahora tiene la sastrería en la casa. Busque usted en el cuaderno las medidas que le tomó a su hermanito y dígale que es para el pantalón que le va a hacer para la Primera Comunión; él ya está muy turulato y después quién sabe con qué me sale. Y adviértale que lo necesito para el otro sábado. Amá, pero es que me da tentación de risa desde que fui allá chiquito y como el viejo tiene ese tic que parece negando a toda hora, le pregunté por qué no me quería hacer el uniforme; a usted también le dio un ataque de risa y nos tuvimos que ir para La Ecuatoriana. No mijito, deje la bobada que usted ya está muy grande; haga la vuelta que yo no tengo tiempo de ir hasta allá.

Espere ma, recuérdeme dónde es que vive ese cucho. Ponga cuidado: por la carrera 25, media cuadra antes del colegio Nuestra Señora. Sí, ya me acuerdo, al frente del cenadero de Chila. Exacto; luego arrime donde Ovidio y le dice que lo quiero ahorcar. Que si es que la plata mía no vale o qué; desde hace seis meses le mandé a pintar dos mesas de noche y esta es la hora en que no las tiene listas. Adviértale que la semana entrante voy por ellas y que más le vale cumplirme, porque no respondo.

viernes, septiembre 05, 2014

Seguro se confundió.

En la Grecia antigua los actores de teatro utilizaban máscaras, llamadas entonces personas, para reflejar la característica del rol que representaban: tristeza, alegría, ferocidad, asombro, malicia y demás estados anímicos. Después la palabra pasó a referirse a los ciudadanos con derechos, contrario a los esclavos que no eran considerados personas. Del mismo vocablo viene personalidad, que identifica las características de cada ser humano en su forma de pensar y de comportarse; así como en lo físico cada persona es única e irremplazable, la personalidad cumple con esa misma condición. Durante nuestra existencia sufrimos algunos cambios conductuales, pero al llegar a la madurez lo normal es que tengamos definido cómo somos y cómo nos comportamos.

Para mayor claridad cada quien puede exponer ciertas conductas que no van con su forma de ser o sus gustos, sin decirlo de una manera definitiva, porque es prudente tener claro que la vida es larga y nunca se sabe qué puede suceder. En mi caso refiero algunos patrones de lo que definitivamente no me gusta, para que si alguien sospecha haberme visto en una situación determinada, sepa que me confundió con otro porque son mínimas las posibilidades de que yo estuviera en tal escenario.

Por ejemplo si creen reconocerme en las afueras de un restaurante mientras hago fila para esperar que desocupen una mesa, no hay peligro de que sea yo. Es de las cosas que más detesto cuando visito Bogotá, donde es común ver el fenómeno, porque opino que fila para comer se hace en la cárcel o en un hospicio, pero mientras sea pagando no me le mido a esa humillación; con el mal genio que produce el hambre, para prestarse uno a semejante absurdo. Menos todavía si esa persona asegura que yo, para matar el tiempo durante la espera, leía concentrado un libro de Paulo Coelho; no le jalo a esas lecturas espirituales o de ayuda personal porque solo dicen cosas que la gente quiere oír, las mismas que no logran deducir por mantener el cerebro en vacaciones.

No existe posibilidad de que alguien se tope conmigo en la sala de espera de una bruja de esas que adivinan el futuro o donde un astrólogo de los que hacen la Carta Astral. Nunca podrá un fulano convencerme de que Marte o Saturno influyen en mi personalidad y suerte futura; con lo lejos que están esos planetas. Tampoco le como cuento a sanadores, quirománticos y demás vividores; si esos personajillos tuvieran ese don maravilloso, no trabajarían de sol a sol atendiendo incautos. Es fácil deducir que si alguien sabe lo que sucederá mañana, se gana el Baloto y a rascarse la barriga.

Me confunden con otro si creen verme en unos retiros espirituales o en trance con los brazos en alto mientras entono salmos en una celebración religiosa. Hace mucho tiempo descubrí que no necesito intermediarios para manejar mi espiritualidad, cuando fui consciente de que ella está en la mente de cada ser humano y por lo tanto es única y personal. Tampoco hay riesgo de toparse conmigo en un coctel político o cualquier otro evento donde pululen los lagartos; no me atan intereses económicos con nadie, ni debo favores y tampoco tengo compromisos de ningún tipo.  

Está equivocado quien asegure haberme visto pasear un perrito faldero, mientras espero que haga popó para recogerle la caca. ¡Ni muerto! Mucho menos si el chandoso tiene moños en las orejas y está vestido con pinta dominguera. O el que jure que yo estaba en una tienda de discos en la sección de pop latino y que no podía decidirme entre Ricky Martin y Enrique Iglesias. Tampoco me verán nunca en un velorio o en el entierro de alguien, porque he dicho reiteradamente que al único que pienso ir es al mío, y eso porque toca.      

Es remota la posibilidad de que me vean en un concierto de cualquier tipo, y menos aún si es de música del despecho, regetón o salsa; o en un centro comercial mirando vitrinas a ver de qué me antojo; o en un Mac Donalds enfrentado a un súper combo con hamburguesa doble carne, papas fritas y un litro de gaseosa; o en una película del estilo de Sherk, El Hombre Araña, Avatar, Robocop, Transformers y demás pendejadas. Me confunden si quien creen que soy está reunido con otras personas y se dedica a chatear o a hacer y recibir llamadas por el teléfono celular; para eso los aparatos modernos guardan la información de quién nos solicita, para llamarlo apenas nos desocupemos.

Conmigo es más fácil que se topen un domingo por la tarde en Chipre, mientras disfruto del paisaje y veo desfilar gente de todos los pelambres; o en el restaurante Mogollón a punto de despachar una chuleta de cerdo; y pueden confirmar mi identidad si en una fiesta me oyen comentarle al mesero que reparte copas de champaña, que si tendrá mejor un aguardientico por ahí. Soy de lavar y planchar, sencillo y sangriliviano, poco asiduo a sitios elegantes y en cambio disfruto pasear en carro y visitar los mecatiaderos de Manizales y sus alrededores. Y si alguien asegura que yo estaba dándole vueltas a la cancha del estadio al trote a las cinco de la mañana, ese sí que se pifió. Yo nunca madrugo.

Excelente opción, pero…

Desde que Bogotá optó por Transmilenio muchas ciudades del país siguieron el ejemplo, porque definitivamente la congestión vehicular es un mal general. El desorden vial representa demoras en el desplazamiento de los ciudadanos, lo que además les causa perjuicios, estrés y mal genio. Ni qué decir de la contaminación, el ruido intenso, desorden, anarquía de conductores irresponsables, peligro para los peatones, depravados y ladrones que aprovechan los tumultos, y tantos factores que convierten el traslado diario en una pesadilla para los usuarios.

El alcalde Peñaloza implementó los buses articulados para descongestionar la capital, pero la inoperancia de posteriores administraciones que no siguieron el plan establecido de crecimiento causó la saturación del sistema y por ello está a punto de colapsar, ya que no da abasto ante la alta demanda de pasajeros. En otras ciudades como Pereira metieron el carril exclusivo para el transporte masivo a las malas, porque no cabía, y por ello el tránsito del resto de vehículos es aún más caótico debido a que el espacio para transitar es mínimo; supe que en Bucaramanga sucede algo similar.

En nuestra ciudad empiezan a prenderse las alarmas por el asunto de la congestión vehicular, sobre todo a ciertas horas y en determinadas zonas donde los atascos son cada vez más comunes. Circulan demasiados vehículos y las vías son obsoletas e insuficientes; y el solo hecho de buscar un sitio para parquear es toda una odisea. La solución para muchos es que la gente no use el vehículo particular y se desplace en transporte público, pero son pocos los que optan por dejar el carro entre el garaje para irse a una esquina a esperar la buseta que los lleve a su destino, la que además debe tener cupo disponible. Oscuro panorama para una ciudad como la nuestra que no tiene posibilidad a la vista de contar con un sistema de transporte masivo.

Porque mientras en otras capitales implementan esa modalidad, en unas mejor que en otras, aquí es imposible sacarle a cualquier avenida un carril exclusivo para el transporte masivo; ninguna puede darse el lujo de ceder siquiera un metro de espacio. Pensar en un sistema de metro es utópico, porque tendría que ser aéreo o subterráneo y la topografía de la ciudad demandaría una inversión inalcanzable para nuestro presupuesto. Sin embargo, ahí está la solución a la vista y parece que a nadie le interesara implementarla para el resto de la ciudad. Me refiero al cable aéreo que nos comunica con el vecino municipio.

Acostumbro ir a comer chorizos a Villamaría y ahora descubrí una forma deliciosa de desplazarme hasta allá. Con un grupo de amigos dejamos el carro en un parqueadero a media cuadra de la estación del cable de Fundadores, procedemos a comprar en la taquilla los tiquetes de ida y regreso de una vez, hacemos la fila y en pocos minutos abordamos la góndola que nos lleva hasta la estación de Los Cámbulos. Allí hacemos trasbordo a otra góndola que en pocos minutos nos deja en el parque central del pueblo. Es viernes al caer la tarde y las calles están llenas de gente, chalanes que pasean en sus caballos, venta de mazorcas asadas, en un jeep Willis improvisado como café ofrecen deliciosas variedades de la bebida, ventorrillos y demás atractivos hacen que el ambiente parezca de feria.

Escogemos mesa en un bar localizado en el marco de la plaza, en la parte exterior para poder ver todo lo que sucede alrededor. Música maravillosa, Ron Viejo de Caldas y buena atención, hacen del momento algo inolvidable. Al rato pedimos que nos guarden la mesa, con botella incluida, mientras vamos a comer chorizos en un negocio familiar localizado a cuadra y media de la plaza, donde además venden unas empanadas deliciosas. De regreso al bar, satisfechos y alegres, nos preguntamos por qué hemos viajado a pueblos lejanos a hacer ese mismo programa, con los costos que ello representa, si tenemos a la mano uno de idénticas características.

Al regresar en el cable comentamos por qué Manizales no implementa el servicio para las diferentes zonas, si lo único que tiene son ventajas. Rápido, cómodo, no produce contaminación, silencioso, sin congestiones, con una vista espectacular, atrae turismo y muchos otros beneficios. Qué tal una red con estaciones en diferentes sectores de la ciudad, con ramales que sirvan además a lugares retirados como La Enea, El Tablazo, La Linda, Morrogacho o La Florida. Eso sí, deben implementar el sistema de buses alimentadores porque me dicen personas que viven en Villamaría en sectores como La Pradera, alejados del centro, que mientras no existan esos buses ellos no pueden usar el cable por la imposibilidad de pagar dos pasajes.

Por alguna razón el tema no está siquiera sobre la mesa y he oído decir que se trata de los transportadores, quienes patrocinan las campañas para el Concejo Municipal y de esa manera se aseguran de que la iniciativa no tenga futuro. Nos queda la opción de votar por el candidato a la alcaldía que se comprometa a construir siquiera dos líneas nuevas, y así en adelante hasta que la red cubra toda la ciudad. Muchos me tildarán de soñador y no les falta razón, porque si no funciona el de Los Yarumos con toda esa infraestructura sin estrenar…