martes, septiembre 29, 2009

Cuentos obsoletos.

Da tristeza ver cómo pierden vigencia las cosas a una velocidad vertiginosa, debido a que el mundo anda desbocado. Después de cumplir la humanidad los primeros dos mil años de la era moderna, ya nada conserva su actualidad y por el contrario en menos de un año pasa a ser obsoleto. Un ejemplo bien común son los aparatos electrónicos: compra usted una computadora moderna y sofisticada para estar acorde a los requerimientos técnicos del momento, y en menos de seis meses se topa con el inconveniente que determinado programa no corre en su máquina porque esta no tiene la capacidad necesaria para procesarlo. Entonces cabe a la perfección aquello que asegura que todo lo del pobre es robado.

Lástima grande comprobar que los cuentos infantiles, que durante tantas generaciones alimentaron la imaginación de los niños en todos los rincones del planeta, ahora no tienen vigencia porque las condiciones del medio no se acomodan en nada a sus inocentes argumentos. Los muchachitos de ahora son muy diferentes a los de antes, por lo que les va a ser difícil entender semejantes narraciones tan simples; y cuando miren con ojos saltones al adulto que hace el relato, no va a ser por asombro o interés, sino porque lo ven como a un imbécil ingenuo y desactualizado.

El cuento de Caperucita roja era creíble para cualquier mocoso porque hacerle un mandado a la mamá era algo natural y hasta obligatorio, y más si se trataba de llevarle un encargo a la abuelita. Hoy en día le piden ese favor a una zamba y seguro va a responder que qué oso andar por ahí trasteando sobrados, que mejor la catana pida un delivery. Que si quiere ella se lo paga, pero que no va a suspender su juego de video por nada del mundo. Además, a las sardinas de ahora no se las comen los lobos, se las comen los amigos.

El famoso relato de Blancanieves tampoco tiene validez. Si usted le sale con ese rollo a un zambo de 8 años, seguro se preguntará a quién se le puede ocurrir que si una viejota de esas características se aparece en el rancho de un combo de enanos, la van a tratar como a una princesa. Con la fama de arrechos que tienen los enanos, seguro le hacen una vaca muerta de padre y señor mío. Y el dichoso príncipe que ni se aparezca por allá, porque también la lleva.

La historia de Hanzel y Gretel va a ser incomprensible para cualquier infante en la actualidad. Primero que todo porque si ahora los niños son sobreprotegidos y los papás no los dejan ir solos ni al baño, cómo se le ocurre que los van a abandonar en un bosque. En segundo lugar, cualquier culicagao tiene celular y basta con llamar a la casa para que de inmediato vayan a rescatarlos. Si de puro de malas el teléfono está descargado o no tiene señal, ahí está el de la hermanita; y si los dos aparatos están jodidos, recurre al reloj que seguro cuenta con las funciones de GPS, brújula, altímetro y conexión con Google Earth.

Narraciones tan inocentes como la de Pinocho no tienen cabida en la mente inquieta y activa de un niño moderno. Si a un viejo cacreco le da por armar muñequitos de madera es porque tiene que ser del otro equipo, y ese cuento de que con las mentiras se le crece la nariz no se lo traga nadie, porque entonces sus papás no podrían entrar a la casa debido al tamaño de sus apéndices nasales. ¿Acaso no se la pasan todo el día inventando mentiras para mamarse a algún compromiso social, para sacarles el cuerpo a los cobradores o para justificar cualquier pendejada? Otra cosa es que los muñecos de madera ya no existen porque ahora son de silicona, pasta u otro material sintético.

Para no ir muy lejos, las tiras cómicas que tanto nos entretuvieron tampoco tienen posibilidad alguna entre la infancia y la juventud actuales. Quién dijo que un adolescente va a aceptar que un tipo como Bruno Díaz, millonario y pintoso, en vez de dedicarse a la buena vida y a recorrer mundo rodeado de mujeres espectaculares, prefiera vivir solo con un mayordomo y disfrazarse de noche de murciélago para salir a pelear causas ajenas, acompañado de un mocoso maricón a quien le falta muy poquito para ser retardado mental.

O que lord John Clayton III, mejor conocido con el alias de Lord de Greystoke, va a preferir vivir trepado en los árboles, en pelota y columpiándose de los bejucos, en compañía de un parche de micos, a darse la gran vida en la Costa Azul o en Montecarlo rodeado de la crema y nata de la realeza europea. Porque nadie se va a comer el cuento que el tipo continúa perdido en la espesura de la selva africana, ahora que no queda rincón del planeta sin descubrir. Si sigue allá zampado, es por pendejo y cusumbo solo.

Los sardinos de ahora son mucho más adelantados que nosotros a la misma edad. Me parece ver a mi sobrino Santiago, de once años, que cuando el papá sale con cualquier chiste flojo, el zambo lo mira con lástima mientras comenta:
-¡Hum!, solo espero que esa vaina no sea hereditaria.
pmejiama1@une.net.co

martes, septiembre 22, 2009

Yo compro aquí, pero…

Muchas campañas se han adelantado en Manizales para que la gente compre aquí, y en las últimas semanas pudimos ver otra impulsada por el gremio de los comerciantes y la administración municipal. Es definitivo para nuestra economía que nadie viaje a otras ciudades a hacer sus compras, porque hasta el último peso gastado por consumo debe quedar entre nosotros. En la actualidad hay poco dinero circulante debido al desempleo que no cede, la crisis económica mundial y los inconvenientes con los países vecinos, situación esta última que nos golpea de frente por tratarse de los mayores socios comerciales, razones todas estas suficientes para que vivamos una época de vacas flacas. Pero de altibajos se trata nuestra existencia y ya vendrán tiempos mejores.

Invertir y gastar en el terruño es regla de oro para cualquier ciudadano, pero hay que mejorar muchas cosas porque de seguir así cada vez será mayor la deserción hacia otras latitudes. El espíritu cívico prevalece hasta que al consumidor le tocan el bolsillo, porque si se entera de que en otra parte puede rendirle más la plata, hasta ahí le llega la solidaridad. El palo no está pa´ cucharas y cuando tantas familias hacen malabares para que el ingreso mensual alcance, cualquier atractivo que mejore el horizonte se vuelve muy interesante. Por ello nuestros comerciantes deben pellizcarse y dejar atrás las mañas y costumbres pueblerinas, porque el mundo evoluciona a pasos agigantados y al que se duerma lo deja el tren.

Cómo es posible que un sábado por la tarde en Manizales no encuentre usted dónde conseguir muchos productos, porque si va al centro de la ciudad la gran mayoría de los negocios están cerrados. La gente trabaja durante la semana y el sábado por la mañana lo dedica a descansar y a estar con la familia, para salir a eso del medio día a hacer las diligencias que tenga acumuladas. Seguro encuentra los supermercados abiertos para que haga el mercado, pero ni se le ocurra después buscar por ejemplo algún tipo de comercio especializado porque en las calles asustan. Encuentra dónde comprar mecato, chupar helados y tomar trago, pero de resto olvídese. Y aunque los centros comerciales ofrecen variada oferta, existe el agravante que muchos comerciantes cierran a medio día para irse a almorzar, con siesta incluida, y a las seis de la tarde proceden a cuadrar caja porque a las siete en punto bajan las persianas.

A nuestro hogar llegan promociones de los almacenes de grandes superficies de Pereira que ponen a pensar al consumidor. Es claro que si usted viaja específicamente a comprar no sale negocio porque los gastos de peajes, gasolina y cualquier bobadita que se le eche al buche encarecen de forma considerable la compra, pero si por cualquier circunstancia debe viajar a la ciudad vecina sí le sale muy favorable aprovechar dichas gangas. Sé de alguien que aprovechó una promoción de artículos para el aseo y hay que ver las diferencias tan grandes que encontró con lo que cuestan esos mismo artículos aquí, al comparar los precios por gramo o centímetro cúbico en cada uno de los productos. Otro gran almacén ofrece mercancías al por mayor y quien tenga un negocio puede conseguir allí unos precios muy favorables para surtirse.

Es común oír a la gente quejarse por las deficiencias que tiene nuestro comercio. Cuando hace un tiempo resolvimos cambiar de residencia y embarcarnos en un apartamento para estrenar, pudimos experimentar esas falencias en carne propia. La constructora cumplió con los plazos estipulados para la entrega pero cuando faltaba muy poco para finiquitar la obra, se presentó el paro de camioneros y ahí fue Troya. Como los sanitarios que escogimos no eran del modelo estándar que ofrecía el proyecto, al momento de instalarlos resultó que había que traerlos de otra ciudad. Entonces averiguamos en diferentes almacenes y aunque parezca increíble, en Manizales no había dos pinches escusaos comunes y corrientes; porque puedo asegurar que no se trata de algo lujoso o exclusivo. Los mesones para baños y cocina también eran “importados” de otra ciudad, y lo mismo pasó con el piso que quisimos instalar. Con la culequera que le da a uno por estrenar y debimos esperar un mes y medio a que llegaran los insumos, aparte de que para un detalle que faltaba en la carpintería también hubo que esperar a que los instaladores subieran de Pereira. Sobra decir que esos productos son adquiridos o contratados por fuera porque aquí son más costosos, o lo peor, no se consiguen.

Otro caso en que el civismo tiene sus límites es cuando de apoyar al Once Caldas se trata. Un equipo con ese rendimiento no es digno de una hinchada fiel y comprometida. Vi por televisión el primer tiempo del juego contra el Pereira y ante semejante derroche de chambonería, desidia y falta de profesionalismo preferí cambiar de canal. Cómo es posible que un equipo que es el actual campeón del fútbol colombiano disminuya su rendimiento hasta esos niveles. Los jugadores creen que ya cogieron el cielo con las manos, por lo que los deberían mandar a coger café un tiempo a ver si se espabilan; porque francamente da pena ajena presentarse en esas condiciones a competir en la Copa Libertadores. Prefiero que perdamos por doble u.
pmejiama1@une.net.co

lunes, septiembre 14, 2009

Radio Reloj.

Gratos recuerdos tengo de mi paso por la radio. Diez años con Caracol y solo uno en RCN, cuando debí suspender debido a quebrantos de salud que me impidieron seguir entonces con esa entretenida e interesante labor. Me invitó el doctor Javier Giraldo Neira en febrero de 1994 para que participara, bajo la dirección de Yesid López, en Pase la tarde con Caracol Manizales. La idea era incluir una voz femenina en el programa y contactamos a la ex-gobernadora Beatriz Londoño de Castaño, una mujer maravillosa, carismática y con excelente sentido del humor. En un principio los nervios de enfrentarnos a un micrófono, en directo, nos hicieron meter las patas y gaguear en algunas ocasiones, pero con el paso del tiempo se adquieren cancha y experiencia.

Con Beatriz hicimos un trabajo ameno, didáctico, con mucha gracia y participación de los oyentes. Cuando ella decidió retirarse ingresó Ramón Salazar, quien por cierto fue el gestor de mi debut en ese medio hablado. Ramón trabajaba como ejecutivo de cuenta y en las tardes nos acompañaba en el estudio, y con él formé un equipo durante muchos años que también nos llevó a la televisión regional; siempre nos entendimos muy bien, aparte de pequeños roces causados por su incumplimiento frecuente. Era más incumplido que un carpintero.

Unos dos años después Yesid se retira de Caracol y resolvemos crear un nuevo programa, el que bautizamos El Costurero y realizamos durante varios años con la compañía de quien a su vez ejercía como control de consola, don Carlos Arturo Lince Gil. Formamos un buen equipo y buscamos imprimirle al espacio una programación variada, cultural, didáctica, social, científica, musical y entretenida, todo adobado con mucho humor. Nunca faltaban los concursos, la poesía que los oyentes tanto disfrutaban, a diario enseñábamos una palabra y su significado para enriquecer el léxico de nuestros seguidores, no faltaba un médico para compartir sus conocimientos, las obras sociales tenían en el programa un aliado incondicional, los artistas jóvenes y veteranos un micrófono abierto, y en general personajes que visitaban la ciudad o paisanos que tenían algo de interés para divulgar. Los políticos o vividores la veían gris con nosotros, aunque en época de elecciones le dábamos a todos, de la manera más democrática posible, un espacio para divulgar sus ideas.

Cuando Ramón decidió retirarse porque su participación en televisión copaba su tiempo, tuve la suerte de contactar un personaje que es sinónimo de gracia, chispa, afabilidad y don de gentes. En uno de los programas de televisión conocí a Jorge Ferney Díaz, un trovador conocido en el medio artístico como Serrucho, quien desde un principio aceptó formar parte de nuestro grupo del Costurero. Mientras don Carlos Arturo aplicaba sus conocimientos musicales y manejaba los tiempos con una excelente voz, Serrucho y yo despachábamos secciones e invitados en una sincronización absoluta. El repentismo del trovador, esa gracia innata y una capacidad para sacarle el doble sentido a cualquier situación, se combinaba con el humor de don Carlos y alguna gracia que yo le imprimía al programa, para hacer de la tarde un rato delicioso en medio de risas, compartir conocimientos e información valiosa. Nuestra preocupación siempre fue evitar herir susceptibilidades, no aprovecharnos del poder del micrófono, combatir el periodismo amarillista y apoyar ante todo la cultura, el buen hablar y las causas cívicas y sociales.

En el estudio y al aire nos pasaban unos cacharros que nos hacían desternillar de la risa, con el agravante que el programa sigue adelante y uno debe controlar sus impulsos. Recuerdo una tarde que estaba con Yesid y Beatriz, y se metió al estudio la loca María, un personaje típico de la ciudad que en sus años mozos fue guaricha, y que ya vieja recorría las calles con facha de bandida y maquillada como un figurín. La mujer iba a que le renovaran una fórmula oftalmológica que Yesid de forma generosa le conseguía, y empezó a decir barbaridades sin acatar que estábamos al aire. Entre más vulgaridades decía la intrusa mayor era nuestra hilaridad, por lo que la vieja preguntaba a todo pulmón: ¿De qué se ríen estos hijue….?

Un asunto complicado es cuando uno es muy escéptico y debe atender personas o clientes comerciales que ofrecen productos y servicios que a la legua se nota que son pura carreta. Una tarde llegó un gurú a promocionar unas conferencias sobre la orinoterapia, y después de oírle decir un mundo de babosadas, no me aguanté y opiné que yo hasta le jalaba a esa vaina, con tal de que no fueran a inventar la bolloterapia. El tipo se “delicó”, como dicen ahora, y salió como una tatacoa con la firme intención de no pagar las cuñas contratadas.

En cambio realizábamos unas tenidas deliciosas cuando los invitados eran personajes como Tola y Maruja, El águila descalza, u otros artistas con carisma y facilidad de expresión. Porque yo sí le digo lo que es entrevistar a una persona de las que responde con monosílabos; en esos casos evitábamos mirarnos a la cara porque nos prendía una risueña difícil de controlar.

Hoy, después de cinco años, la gente todavía me comenta el programa y preguntan si pensamos revivirlo. Ojalá algún día las grandes cadenas opten de nuevo por la radio regional y dejen a un lado la centralización. ¡Ah tiempos aquellos!
pmejiama1@une.net.co

martes, septiembre 08, 2009

Un gran invento.

Muchas personas pasan gran parte de su existencia reventando cacumen para idear algo que los saque de la pobreza y el anonimato, pero con el paso del tiempo se reducen las posibilidades porque cuando logran adelantar un esbozo que parece prometedor, casi siempre se enteran de que la vaina ya está inventada. Es imposible clasificar los inventos del hombre en la historia del planeta, porque se trata de algo subjetivo y por ello cada quién tiene su propia elección. Que la rueda, el manejo de los metales, la pólvora, la bombilla, el teléfono, el automóvil y tantos ejemplos que disfrutamos a diario. Porque otra cosa son los descubrimientos como el fuego, los hidrocarburos o el carbón mineral.

El milenario pueblo chino ha legado muchos inventos a la humanidad, entre ellos uno que utilizamos para infinidad de cosas y en todo momento: el papel. Su nombre viene de papiro, cierta planta acuática que era utilizada por los antiguos egipcios para escribir en ella. Durante la edad media en Europa la escritura se hacía en pergamino, una piel de mamífero procesada para tal fin, lo que era muy escaso por su alto costo. Sin embargo, mientras otras culturas desarrollaban ideas para tener dónde escribir, desde muchos años atrás los chinos elaboraban papel con residuos de seda, arroz, cáñamo y algodón. Los árabes aprendieron la técnica y en el siglo X la llevaron a España.

Es dispendioso relacionar las utilidades del papel. Como con todos los artículos, la sociedad de consumo se encarga de crear la necesidad en los compradores de adquirir una inmensa variedad de productos que son costosos y elitistas. Los mundialmente conocidos kleenex, una marca genérica para los pañuelos desechables. La técnica aplicada a los pañales avanza a diario y comprarlos para los bebés, y para muchos adultos, es una renta que desangra a cualquiera; porque pañales de tela utiliza solo el paupérrimo. Para las mujeres inventan a diario diferentes modelos de toallas higiénicas, aparte de protectores para todas las ocasiones imaginables; para antes, para después, para meterse a la piscina o montar a caballo. Con alas, canales especiales, bordes ergonómicos, mayor absorción, mejor adherencia y aromas varios. También ofrecen pañitos húmedos, papel absorbente, servilletas, etc., y el infaltable papel higiénico, el cual tiene su venta garantizada porque eso de picar periódico también está destinado a los más vaciados.

Los medios de comunicación escritos han existido por muchos siglos, aunque la edición virtual de los mismos puede ser el principio del fin de tan maravillosa modalidad. Claro que leer el periódico, así queden las manos negras de tinta, o pasar las páginas de la revista, es un placer que no reemplaza su lectura en una pantalla. Lo que pasa es que el billete no alcanza para varias suscripciones, por lo que toca acostumbrarse a navegar por sus páginas electrónicas. Los sobres y esquelas están pasando a la historia, porque con los adelantos tecnológicos en las comunicaciones son muy pocos los que mandan una carta; lástima grande, porque no hay nada más emocionante que recibir el correo, mirar el remitente, la estampilla, olerlo y proceder a abrirlo para disfrutar su lectura. Miles de artículos se elaboran con papel, unos sofisticados y otros sencillos, como el destinado a empacar regalos; no puedo imaginar a mi mujer en navidad sin este producto, porque eso sí es gustarle ese programa.

Para mí la mejor herencia que nos ha dejado el invento del papel es el libro, porque ninguna otra entretención iguala el placer de la lectura. Este maravilloso “vicio” distrae, mitiga el estrés, acompaña, instruye, agiliza la mente, alimenta la imaginación y se convierte en un compañero inseparable. Por fortuna no nos tocó vivir en el futuro, cuando los libros sean virtuales y deban llevarse el ordenador portátil a la cama para, y después de todo un día frente a la pantalla, seguir en las mismas durante las horas de descanso. El libro hay que sentirlo y si es posible adquirirlo, porque verlo en la biblioteca trae recuerdos y después de un tiempo considerable algunos pueden leerse de nuevo. También toca prestarlos, porque es egoísta no compartirlos, aunque muchas personas lo piden para ponerlo en una estantería durante meses sin siquiera mirarlo. Hay que marcarlos, y no solo en el inicio, sino en páginas interiores y entre los párrafos para que quien quiera desaparecer la evidencia deba picarlo; así por lo menos el indelicado recordará toda la vida a quién se lo tumbó.

Pero ojo, el consumo exagerado de papel atenta contra el medio ambiente porque la tala indiscriminada de bosques es la causa de la desaparición de fuentes de agua, inundaciones, extinción de especies animales, erosión y muchos otros desastres ecológicos. Por fortuna los medios electrónicos han reemplazado infinidad de papeleos, formularios, pliegos y demás documentos de nuestra absurda tramitología, y así en algo reducen el consumo de papel. Da gusto ver ahora a los jóvenes insertar en sus mensajes electrónicos una recomendación que invita al receptor a solo imprimir el documento si es absolutamente necesario. Todos debemos colaborar para frenar la hecatombe que se nos viene encima, porque de lo contrario muy pronto estaremos como algunos europeos que reemplazan el baño por una toallita húmeda que se pasan por la cara y los sobacos. Cómo serán la pecueca y otros hedores.
pmejiama@une.net.co

martes, septiembre 01, 2009

Absurdo e inaceptable.

Es marcada la diferencia que existe entre los pueblos que habitan este planeta cuando de hablar de la muerte se trata. En lo que conocemos como occidente, principalmente Europa y América donde la mayoría de sus habitantes son cristianos, la muerte es un tabú para muchos innombrable. Desde pequeños sentimos terror hacia ella y algo que nos mortifica es pensar que algún día nuestros padres van a desaparecer de la faz de la tierra; porque a nadie se le pasa por la cabeza que le puede llegar el turno antes que a sus mayores. La muerte es algo lejano, intangible y tenebroso que nuestro subconsciente asume solo puede llegarle a los demás.

En algunas religiosas de oriente, como el hinduismo, creen en la reencarnación y por lo tanto ven la muerte como un simple paso para la vida siguiente, la cual siempre esperan sea mejor que la anterior. Por lo tanto la transición no es tan traumática como sucede en nuestra cultura. Otro ejemplo son los musulmanes, que si mueren defendiendo la causa religiosa son recompensados en el más allá con innumerables dádivas; les pintan el paraíso como un jardín mágico donde serán atendidos por unas mujerotas medio desnudas, llamadas huríes, quienes les servirán bandejas de frutas, manjares y les harán masajes de todo tipo mientras disfrutan de un delicioso jacuzzi. Claro que por aquí aseguran que esa gente no le tiene apego a la vida porque la religión les prohíbe entre muchas otras cosas tomar trago, ver películas extranjeras, decir groserías, comer o beber durante el Ramadán y chupar trompa en lugar público. Y las mujeres deben cubrirse hasta la cara, ni hablar de ponerse un bikini, caminan unos pasos detrás de los hombres, no pueden ni asomarse a la ventana y por cualquier pendejada les zampan una pela.

Sin duda lo que nos hace cambiar el concepto acerca de la pelona es acercarnos a ella, sentirla respirarnos en la nuca, vernos con una pata en el cajón. En tal caso es natural que al principio el paciente se niegue a aceptar su estado, le eche vainas al Patrón porque lo cogió de mingo, le pida que reparta un poquito y que deje la cargadilla, hasta que acepta lo inevitable y se convence de que de nada sirve quejarse. Le tocó y punto. Entonces empieza a pensar en esa posibilidad que por lo grave de su situación es muy factible, y aunque en un principio se torna inaceptable, poco a poco se acostumbra a la idea y ya no le parece tan espantosa.

Cuando se trata de una persona enferma o de un anciano lleno de achaques y cansado de vivir, nadie debería sentir pena porque al fin termina su ciclo vital. En tal situación ese paso es un descanso para el cuerpo, para el alma y para sus allegados, y hasta donde se sabe nadie se ha quedado vivo. Triste es ver a un individuo que durante su vida productiva fue brillante y triunfador convertido en un guiñapo, que ha perdido la lucidez, sin control de esfínteres y reducido a una cama. El ser humano debería tener un suiche para apagarlo en el momento oportuno.

Por desgracia en nuestro país las muertes violentas se han vuelto algo consuetudinario y eso nos ha insensibilizado, hasta que llega el día en que nos toca de cerca y quedamos anonadados. Entonces reaccionamos y vemos que la cosa es en serio, que no son simples encabezados de prensa y noticieros, y sentimos en carne propia el dolor de esta absurda realidad. Porque no podemos aceptar que en una fracción de segundo sieguen la vida de un amigo, de un ser humano con quien hemos compartido tantos momentos. Sólo el bellaco que maquinó la vuelta y el desalmado que la ejecutó saben por qué lo hicieron, mientras sus familiares y amigos nos quedamos viendo un chispero.

Cómo así que de un brochazo sacaron a Germancito Escobar del baile, lo borraron del mapa, lo mandaron para el otro mundo. Un hombre bueno, generoso y amable, que estaba en la plenitud de su vida. Cuando disfrutaba del éxito en su empresa agrícola lo espera un sicario en un recodo del camino y tenga, despachado. Así no más. Esto es inaceptable y absurdo, y por más que trato no puedo asimilarlo. Una viuda inconsolable, una madre destrozada, una familia toda agobiada por el dolor; y sus amigos, y los “partners” del golf, y los compañeros de trabajo, y quienes estudiaron con él, y los vecinos, conocidos y tantos que compartimos sus momentos, nunca lo volveremos a ver.

Prefiero crearme mi propia película y pensar que a lo mejor alguien armaba un paseo para el más allá, y como acostumbraba, Germancito preguntó: Y de ir… ¿quiénes iríamos?; porque el hombre no se perdía ni la cambiada de una llanta. Siempre alegre y voluntarioso se dedicaba a llenar copas de aguardiente con una habilidad impresionante, porque servía el chorro desde bien arriba y sin regar una sola gota repetía su estribillo: ¡Hijue lo bueno, hijue lo bueno! A donde lo invitaran llegaba cargado de paquetes, y como siempre fue generoso en el gasto, comentaba: ¡Que no se note la pobreza y si pasa un perro, que le tiren un tamal! Paz en la tumba del amigo inolvidable.

pmejiama1@une.net.co