miércoles, diciembre 23, 2009

Tú me das, yo te doy.

No cabe duda de que las campañas se demoran en calar en la gente, pero con el paso de los años y de tanto insistir en ellas empiezan a dar sus frutos. Recuerdo por ejemplo que hace 40 años los vehículos ni siquiera tenían cinturones de seguridad, aditamentos que aparecieron unos años después pero que muy pocas personas usaban. Entonces empezaron con la jodentina que había que abrocharse el cinturón, enseñaban fotografías de accidentes donde sus ocupantes por omitirlo sufrían heridas, explicaban cuáles eran sus virtudes y beneficios, y recomendaban utilizarlo en todos los casos, así el recorrido fuera corto. Tiempo después ya exigieron su uso y llegaron al punto de penalizar a quien no lo utilizara, pero gracias a tanta insistencia muchas personas no podemos transitar en un vehículo sin abrocharnos el cinturón de seguridad. Sin él nos sentimos como en pelota.

Cuatro décadas atrás también era inadmisible una Navidad sin pólvora. La mayoría de la gente, de todos los estratos, destinaba una partida del presupuesto de gastos decembrinos para adquirir globos, voladores, papeletas, buscaniguas, silbadores, culebras, totes, volcanes, velitas romanas y cuanto triquitraque ofrecieran. No importaban la edad ni el sexo para echar pólvora. A los niños pequeños los dejaban fumar para que prendieran las mechas y los adultos, ya copetones, hacían alarde de valentía al arriesgarse con esa peligrosa entretención. Hasta que un grupo de médicos resolvió que no más, ante la avalancha de niños mutilados y quemados que copaban las urgencias del Hospitalito infantil por estas calendas. Y fue así como iniciaron una campaña que en un principio no mostraba muchos resultados, pero que con el paso de los años empezó a crear conciencia hasta llegar a prohibirse el uso y comercialización de la pólvora en la mayoría de municipios del país.

Y como dicen que nunca es tarde para empezar, es hora de iniciar una campaña para erradicar la absurda costumbre de dar regalos por compromiso. Que los obsequios solo sean por cariño, a las personas que uno quiere y sobre todo a aquel que los necesite. Porque no hay nada que se note más que un regalo comprado por salir del paso; de esos que producen rabia al desempacarlos. En cambio al recibir ese objeto que se identifica con uno, o que necesitaba con urgencia, con ese que le dan en la vena del gusto, se siente gran aprecio por la persona que supo halagarlo. Solo cuando se trate de un verdadero compromiso con alguien ajeno a sus allegados, como el médico que lo atendió en un momento oportuno o cualquier persona que le prestó un servicio de manera desinteresada, puede regalarse una torta, una botella de vino o una ancheta, que son productos que van dirigidos al grupo familiar de quien lo recibe.

Con los niños sí que hay que tener conciencia al momento de comprarles el aguinaldo. Pensar en la forma de ser del infante, en qué puede aportarle el regalo a su formación y entretenimiento, si la fiebre por utilizarlo le va a durar, y lo más importante, averiguar que el muchachito no tenga uno igual. Con los menores hay que ser recursivos y utilizar la imaginación, porque muchas veces un mocoso goza más con una lupa, un mapamundi o un buen rompecabezas. Regalos mucho más baratos que además despiertan su interés y aportan a su desarrollo intelectual, en vez de un mundo de pendejadas que impone el comercio y que los zambos usan una o dos veces antes de relegarlos al fondo del armario.

Encuentro absurda la costumbre de los grupos de personas, como costureros, vecinos, compañeros de trabajo, etc., que en la reunión que acostumbran realizar en esta época para despedir el año y celebrar la Navidad, ponen como condición llevar un regalo de cierto valor determinado. Entonces todos se ven en el dilema de qué darle al otro, y sin falta terminan por comprar cualquier pendejada por salir del paso; y con toda seguridad le toca de amigo secreto ese fulano que le cae como una patada. Qué tal si mejor le piden a todos los asistentes que lleven ese mismo presente, pero con la condición que sea algo útil para una familia de escasos recursos o para esos niños que no reciben sorpresas en noche buena. No es sino encargar a alguien del grupo que reparta esos regalos entre aquellos que de verdad los necesitan.

Cuántos se gastan fortunas al comprar regalos fastuosos e inservibles solo para aparentar; con el agravante que se le aparecen a uno con una vaina de esas y toca salir a las carreras a comprar cualquier pendejada para retribuir el detalle. Nada, de ahora en adelante a dejar esa hipocresía y que quien quiera tirarse la plata en compras inútiles, pues que se la tire. A lo mejor si suspendemos esa bobada de tú me das, yo te doy, por fin llegará el día en que abandonen esa costumbre tan desagradable e incómoda.

Todo el mundo bien arrancado de plata y tener que participar en esa sinrazón del intercambio de presentes. Que cada quién se compre sus chiros o lo que de verdad necesite y que los regalitos sean solo para los pequeñines que todavía creen que se los trajo el Niño Dios, quienes por cierto gozan con cualquier chuchería.
pmejiama1@une.net.co

martes, diciembre 15, 2009

Moriremos esclavizados.

Al referirnos a la esclavitud la relacionamos de inmediato con un negrito escuálido e indefenso cargado de grilletes, con la espalda marcada por los latigazos despiadados de su amo. Sobre el papel el sometimiento desapareció de la mayoría de países del globo, aunque en realidad son muchas las personas que lo sufren de una u otra manera. Existen trabajos que aunque sean pagos se diferencian muy poco de esa modalidad absurda y abominable. Y hay quienes son esclavos de un vicio, de celos, de un amor, una religión; de una deuda, un marido machista y absorbente, una obsesión; de una diálisis u otra ayuda mecánica para sobrevivir, de un medicamento. Cualquier cosa que nos maneje la vida, que se convierta en una constante o en algo ineludible.

Desde que el ser humano empezó a poblar el planeta existe la esclavitud. En tiempos remotos parte del botín de guerra era el producido de la venta de los cautivos, que eran los habitantes del pueblo sometido. Adultos, adolecentes y niños que pudieran desempeñar alguna labor se ofrecían en los mercados como mercancía, y familias enteras vivieron durante varias generaciones esa mísera condición. En nuestro continente con la llegada de los españoles fueron los indígenas quienes pusieron el sudor y el sacrificio para llenarles los bolsillos a los ávidos conquistadores. En las minas, en la agricultura, como cargadores en las caravanas o en cualquier oficio que requiriera mano de obra, ahí obligaban al indio a trabajar sin ningún tipo de compensación. Solo la comida necesaria para que sobreviviera al abuso y al maltrato.

Cuando los aborígenes no pudieron suplir esa necesidad, porque de tanto atropellarlos los diezmaron hasta hacerlos casi desaparecer, entonces idearon el negocio de cazar como animales a los negros africanos para traerlos en condiciones infrahumanas a trabajar las tierras del nuevo reino. Mientras tanto, en la Rusia zarista la nobleza disponía del pueblo como una propiedad más, y es así como a un príncipe se le concedía un extenso territorio con sus habitantes incluidos. Siervos llamaban a los campesinos que pasaban a ser propiedad del nuevo patrón, quien disponía de sus vidas en todo sentido. ¿Y acaso no fue esclavitud el feudalismo de la edad media, los gulags de Stalin en Siberia, los eunucos guardianes de un harem o quienes cargaron las piedras para las pirámides?

En Colombia la esclavitud fue abolida después de negociaciones y tratados, y como testigo de ese momento histórico está la inmensa y centenaria ceiba que existe en el municipio de Gigante, Huila, árbol que fue sembrado en 1852 por el entonces presidente José Hilario López para celebrar tan magno acontecimiento. En Norteamérica debieron enfrascarse los estadounidenses en una guerra civil, brutal y fratricida, para lograr que los grandes hacendados sureños renunciaran a sus esclavos; aquellas inmensas plantaciones de algodón y tabaco fueron levantadas con el sudor y la sangre de los negros africanos. En la actualidad, los países desarrollados explotan al tercer mundo y con deudas y compromisos económicos aplican otra modalidad de sometimiento.

Llega el siglo XXI y enfrentamos una esclavitud moderna: la tecnología. Los afiebrados y gomosos no tienen respiro porque aunque tratan de mantenerse al día con el último PC del mercado, el mejor teléfono celular, una cámara fotográfica de ensueño y un carro fuera de serie, en menos de lo que canta un gallo ya están desactualizados. Mientras tanto quienes no acostumbramos estar con el último grito de la moda, esperamos pacientes para echarle mano a lo que siempre hemos conocido como sobrado de rico. Aparatos y objetos con muy poco uso que pierden su valor a una velocidad impresionante, por el solo hecho de aparecer en el mercado alguno más moderno y novedoso.

El control remoto, mando a distancia le dicen algunos, que durante mucho tiempo fue uno solo en la casa, el del televisor, ahora está acompañado de otros varios. El del video grabador, el DVD, el teatro casero, uno para el equipo de sonido, otro para el Ipod, el del radio del carro y hay quienes tienen uno hasta para cerrar la cortinas. Y deben funcionar todos porque no aceptamos tener que levantarnos de la cama a manipular algún aparato de forma manual. Además en las casas ya no dan abasto los enchufes porque tienen un cargador conectado: de los celulares, del cigarrillo electrónico, la máquina de afeitar, del portátil, el del video juego y otros tantos que ni recordamos a qué corresponden.

Y que tal la esclavitud que representan las claves para todo: para el cajero automático, de la tarjeta de crédito, para ingresar a nuestra cuenta bancaria desde la computadora, la segunda clave para hacer ciertas transacciones, la de ingresar al PC, la del correo electrónico, la que pide para Hotmail, Messenger, Facebook, ¡mejor dicho! Entonces uno empieza con la fecha de nacimiento, sigue con los últimos números de la cédula, con los del teléfono, con la placa del carro, con la dirección… Y vaya pues acuérdese. Lo peor es que las del banco cada rato las hacen cambiar, dizque por seguridad, y de una vez recomiendan que no las anote en ninguna parte. ¡Qué tal!, y uno sin saber qué idearse para lograr recordar tanta vaina.
Pero sin duda la mayor esclavitud es internet. Aunque… ¿cómo carajo funcionaba el mundo sin Google?
pmejiama1@une.net.co

lunes, diciembre 07, 2009

Médicos de antaño (II).

Fue mi amigo el doctor Gilberto Echeverri quien me prestó esta amarillenta edición de El Dedo, publicado en diciembre de 1979 para celebrar el aniversario número XX de la primera promoción de médicos de nuestra querida facultad de medicina. He disfrutado mucho al leerlo y eso que no conozco a los protagonistas, como me dice el doctor Gilberto, quien compartió aulas, amistad y ha sido colega y compañero de andanzas de estos personajes. Lacra, Momia, Tamal, Catarro, Feníbal, Abuela, Garrote, Tavito Grajales, Panceburra, Cirano y Pechuepalomo son algunos de los mencionados en las crónicas, trovas, parodias y demás escritos que contiene la gaceta de marras.

Se refieren quienes vivieron aquellas épocas a un profesor que causó polémica en la ciudad: el doctor Tulio Bayer. Hombre inteligente y culto, especializado en Harvard en el campo de la farmacología, quien nunca disimuló sus ideas comunistas y ese idealismo sincero que caracterizaba a los contestatarios de entonces. Cuentan que medía más de dos metros de estatura y tenía un automóvil Volkswagen escarabajo, conocido como una pulga, y que era un verdadero espectáculo verlo bajarse del pichirilo. Alguna vez desempeñó el cargo de Secretario de salud del municipio y emprendió una campaña agresiva para combatir la leche cruda que vendían puerta a puerta. Puso a sus alumnos a recoger muestras y analizarlas, para denunciar los infractores que “bautizaban” la leche con agua antes de venderla al consumidor. Lo increíble es que el primero en la lista de personas denunciadas fue el propietario de una empresa lechera, quien además era el alcalde de la ciudad. Dicen que el burgomaestre se quedó con las ganas de echarlo a las patadas, porque el secretario se le adelantó y presentó su renuncia.

En la sección dedicada al anecdotario encuentro unos cuentos muy buenos. Aseguran que cuando Jaime González (Momia) trabajaba en Fresno, llegó una señora a consultarle porque presentaba una lesión costrosa en ambas mamas. La mujercita estaba acompañada de su hijo de dos años y en el interrogatorio reconoció que todavía alimentaba al barrigón. Entonces Momia le sentenció: Vea mi doña, o usted desteta ese muchachito o el muchachito la desteta a usted.

Dizque una vez mandó el doctor Norman Pardo a su cobrador, un tal Emilio, a recuperar cartera y el pisco le llegó con esta razón: Doctor, que doña fulana le manda a decir que está muy agradecida por la forma como atendió al esposo, que la cuenta le parece correcta, pero que si le da una esperita mientras acaba de pagar el entierro.

Recibió el doctor Marino Alzate una pareja de campesinos que venían de Aguadas y quienes le dijeron que además necesitaban que le formulara a un amigo. Cuando terminó con ambos pacientes les pidió que hicieran pasar al amigo, a lo que el hombrecito muy serio le dijo que eso era imposible porque el otro señor se había quedado en el pueblo. Entonces el oftalmólogo les dijo algo exasperado que cómo se les ocurría que le iba a recetar sin verlo siquiera, a lo que el montañero respondió convencido: Tranquilo dotor, que él no pudo venir pero mandó la cédula.

Llegó un cotero a consultarle al doctor Jaime Arango porque presentaba un chancro en el pene que lo tenía muy mortificado y cuando el galeno procedió a interrogarlo, el hombre aseguró que esa vaina le había salido por levantar un bulto. Entonces el doctor Arango comentó con sorna: Tal vez un “bulto” de vieja, gran pendejo.

Procedía el neurocirujano Oscar Castaño a practicarle una arteriografía a una paciente y la anestesia la daba Gómez Calle. En cierto momento fue necesario cambiarle la posición a la señora y entonces Castaño le pidió al otro que se la empujara para adelante, a lo que Gustavo preguntó con malicia: ¿Y es que la vas a prender rodada?

Un profesor de entonces fue el doctor Ferry Aranzazu, clínico reconocido por sus conocimientos y dedicación a la profesión; además tenía fama de “cuchilla”, de ser muy serio en el trato y poco amigo de las bromas y la guachafita. Entre los alumnos había jóvenes oriundos de varias regiones del país, ya que la facultad muy pronto ganó fama nacional y sus cupos eran muy apetecidos, y entre algunos costeños que llegaron a estudiar había un joven dicharachero, alegre y mamagallista, características muy de su región pero poco comunes en esta Manizales fría y pacata.

Llama el doctor Ferry al corroncho de marras para que presente su exposición y empieza ese personaje a hacer gala de su facilidad de expresión, y a cada momento mencionaba a un tan Yobenjaez: “según Yobenjaez”, “como dice Yobenjaez”, “así lo confirma Yobenjaez”, etc. Es de imaginar que mientras tanto, el avezado profesor escudriñaba en su vasto conocimiento de la clínica médica y sus autores a ver si lograba recordar ese que su pupilo mencionaba con tanta propiedad. Terminada la presentación, el profesor llamó la atención del estudiantado para que imitaran la entrega y dedicación de ese joven inquieto y estudioso, que se notaba a la legua había investigado a fondo el tema. Para terminar, no se quedó con la gana de preguntarle quién era ese tal Yobenjaez que tanto nombraba, y el zambo contestó con absoluta convicción:
-Nadie menos que ¡Yo, Benjamín Ezpeleta Ariza!, para servirle mi docto.

pmejiama1@une.net.co

martes, diciembre 01, 2009

Médicos de antaño (I).

La profesión de la medicina se ha degradado con el paso de los años. Antes era una odisea ingresar a una facultad de medicina, porque se presentaban cientos de aspirantes pero solo había cupo para unos pocos, a diferencia de ahora que en muchas universidades el único requisito es tener con qué pagar las altas matrículas. Gradúan médicos por docenas para mandarlos a la calle a trabajar por salarios ridículos, porque sin duda el grado se convirtió en un segundo bachillerato. Hoy en día quien no se especialice y a eso le agregue varios diplomados, doctorados y cuanto curso dicten, se tiene que colocar como médico general a ver pacientes en quince minutos y a que le paguen menos que a un lustrabotas.

Antes el médico era respetado y acatado en todo sentido. Representaba un escaño muy importante en la sociedad y su presencia era requerida en cualquier tipo de acontecimiento; en los pueblos y ciudades el médico ocupaba la mesa principal con el alcalde, el cura párroco, el jefe de policía y el notario. Para cualquier hogar era un honor recibir al doctor, porque además atendían la clientela a domicilio, y su presencia irradiaba en las personas de todas las edades cierta reverencia. El facultativo atendía al paciente y lo trataba con cariño y consideración, se interesaba por sus dolencias, lo aconsejaba, le daba asesoría en cuanto estuviera a su alcance y se convertía en un miembro más de su familia.

Desde que un intermediario se metió en medio del vínculo médico – paciente, el asunto se empezó a fregar. Ya no tienen tiempo ni de mirar al enfermo a la cara de tanto llenar formas impresas y formularios, todos encausados a elaborar la factura. Porque esa es la única preocupación de las entidades de salud: facturar. Entre llenar papeles, rebuscarse chanfas en todas partes para redondearse un sueldo y estudiar hasta el cansancio para seguir en la lucha, a qué horas van a leer, a instruirse en otras artes, a practicar un pasatiempo, a alcanzar el nivel de cultura de aquellos galenos de antaño. Ahora el interés se centró netamente en lo monetario.

El doctor Alberto Gómez Aristizabal es un ejemplo de aquellos médicos de antes. Desde su época de estudiante, en una de las primeras promociones de la facultad de medicina de la Universidad de Caldas, se ha caracterizado por su espíritu inquieto, un excelente sentido del humor, una maravillosa manera de escribir y ese afán innato por adquirir conocimientos. Fue por medio del correo electrónico, que nos facilita relacionarnos con personas que nunca hemos visto, que he cultivado una amistad con este interesante manizaleño, quien se fue a buscar destino a Cali recién egresado de la facultad. Además me envía religiosamente cada dos meses la edición de La Píldora, una agradable revista que publica contra viento y marea y que está próxima a llegar a la edición #150, y cuya lectura es un oasis para el alma. Allí desfoga el doctor Lacra, como lo llamaban sus compañeros de universidad, todo su bagaje cultural, humorístico y literario.

Cuando la facultad de medicina de la Universidad de Caldas, que en un principio se llamó Universidad Popular, estaba todavía en pañales, Lacra, en compañía de algunos compañeros, publicaba cada mes un periódico que ponía a la comunidad patas arriba. Desde el rector hasta el portero tenían que ver con el asunto y en los pasillos y corredores no se hablaba de otra cosa, aparte de que todo el mundo rezaba para no ser blanco de chanzas y burlas; además hacía denuncias y críticas que ponían a temblar a los implicados. Y es que el autodidacta periodista además de magnífico componedor de rimas, era mamagallista profesional, músico incipiente, gocetas y burletero como el que más. Además le quedaba tiempo para estudiar, escudriñar e investigar.

Cuando celebraron los veinte años de egresados los primeros galenos de nuestra escuela de medicina, le propusieron al doctor Mago (otro remoquete que se ganó Lacra recién llegado a Cali, cuando se dedicó a practicar el hipnotismo que aprendió aquí en forma artesanal con algunos compañeros) que publicara una edición especial de aquel recordado periódico. Entonces en compañía de Hernán Estrada Duque, Catarro, hicieron una recopilación de algunas crónicas que en su momento tuvieron mucho éxito.

Cuenta Lacra en su crónica “Radiografía del doctor Ernesto Gutiérrez Arango”, que cuando procedía con su primera matrícula se enteró de que el decano de la facultad era un eminente médico que era reconocido por ser un potentado ganadero de la región. Decían que dicho personaje semejaba un lord inglés, que se sonaba con billetes de quinientos, el timbre de su casa era un queso de bola, brillaban el piso con crema de leche, etc. Cuando por fin conoció al rimbombante directivo, grande fue su sorpresa al verlo parado en el mostrador de la cafetería de la universidad, con un vestidito Valher común y corriente, y una mano en el bolsillo mientras se tomaba un tinto acompañado de una arepa. Mayor fue su extrañeza al oírlo comentar al dependiente, con su acento de paisa raizal: “Hijue los infiernos Pedro, ¡qué aguapanela tan verraca!”.

A quienes tuvimos el honor de conocer al doctor Ernesto y el inmenso placer de tratarlo alguna vez, solo nos queda decir: ¡Me parece verlo!
pmejiama1@une.net.co

martes, noviembre 24, 2009

¡A discreción!

Qué tal las bravuconadas del payaso que tienen nuestros vecinos de Presidente. Cada que se le salta la piedra por cualquier pendejada, amenaza con sacar a relucir los cacharros que ha comprado en los últimos tiempos para armar a sus fuerzas militares. Y aunque ya en Brasil le pusieron el tatequieto por lengüilargo y bochinchero, el tipo se echó para atrás con disculpas y enredos que lo único que buscan es desviar la atención. Pero deje que pasen unos días y sus vecinos del sur le aflojen la presión, para que vea que algo se inventa para volver con su andanada de improperios y espantajos.

A los habitantes de ambos países nos parece insólito el solo hecho de hablar de una confrontación bélica entre los pueblos hermanos, pero ojo porque un loco ególatra y crecido, que además tiene petrodólares a disposición, es más peligroso que un tiro en un oído. En una de esas pataletas le da por mandar bombardear territorio colombiano o que un escuadrón de tanques invadan a Cúcuta, y ahí sí nos coge con los calzones abajo. Aunque me late que lo que el chafarote está es picado, porque con los gringos en las bases colombianas se le frustra el plan de voltearle todo este territorio a Castro para su proyecto comunista. Otra estrategia es despertar ese patriotismo irracional que obnubila al populacho, como sucedió cuando el general Galtieri convenció a muchos argentinos de que iban a aplastar al imperio británico, y así distraer la atención de la crisis económica y social que enfrenta su país. Mientras tanto los gringos esperan cualquier provocación del orate coronel para callarle la boca, y de una vez arrebatarle el precioso oro negro, por lo que debemos estar alerta para evitar quedar en medio de ese sándwich.

Pero en caso de que por cosas del destino, sobre todo cosas del guerrerista mandatario, caigamos en el absurdo conflicto, no sobra prepararnos para coger al toro por los cachos. Por ejemplo que nuestro país revire con una estrategia de paz que busque voltear definitivamente al pueblo venezolano a favor nuestro. Que la fuerza aérea planee bombardeos en las principales ciudades, pero en vez de descargar toneladas de explosivos, deje caer cargamentos de provisiones tales como papel higiénico, pollos congelados, bolsas de leche, libras de arroz, panes tajados, toallas higiénicas (de las que vienen con alas para facilitar el aterrizaje), maíz trillado, lentejas, perniles de marrano y confites para entretener a los muchachitos. Sería prudente además advertir a la ciudadanía de la incursión aérea, para que se refugien debajo de las camas porque sin duda algunos de estos productos pueden descalabrar a más de uno.

Por vía terrestre y como punta de lanza del avance de las tropas colombianas, que manden un batallón de danzarines y grupos vallenatos. La idea es que hasta los militares venecos terminen enrumbados en el tremendo sarao que vamos a formar allá, porque en vez de oficiales nuestro destacamento irá regentado por el Rey Momo, la Marimonda y Joselito Carnaval. Las pilanderas, Matilde Helina y la Vieja Sara serán las encargadas de entretener a quienes participen de la repichinga, y que nadie se preocupe porque rodarán a mares el trago, la cerveza y todo tipo de viandas. Las industrias licoreras y la cervecera pueden patrocinar este contingente de la alegría, que irá acompañado de buñuelos, empanadas, arepas de huevo, chorizos, tamales, caldo de albóndigas y cuanto mecato existe.

En todo tipo de enfrentamiento militar es primordial la inteligencia, la cual por fortuna se da por estos lados como maleza. Malicia y picardía tenemos de sobra, y basta ponerle orden a nuestra gente para superar a cualquiera. Otra estrategia que puede funcionar es prometerle a quienes viven en los asentamientos urbanos del vecino país, que estamos dispuestos a compartir con ellos la energía eléctrica y el agua potable para que no pasen tantos trabajos.

Claro que si las buenas intenciones no funcionan y el aparato militar venezolano se viene con todo, no queda sino sacar nuestras armas secretas para enfrentar la agresión. De manera que a mandar batallones a luchar por la patria y la idea es que la campaña no requiera mucha inversión, porque plata no hay. El primer contingente está compuesto por sicarios de todo el país, liderados por los chachos entrenados en las comunas de Medellín, con el atractivo que esos parceros ponen sus motos para transportarse y cada uno lleva el fierro propio. Una compañía conformada por indígenas del sur, de Cauca y Nariño, saca la cara por el país porque esa gente es más brava que una señora; lo mejor es que no necesitan armamento porque se defienden con palos y garrotes, y arrancan a pie hacia el teatro de operaciones sin poner pirinola.

Que programen partidos de fútbol con los diferentes equipos en Cúcuta y allá enrolen a los integrantes de las barras bravas, las peores gambas del país, para que crucen la frontera y enciendan a todo el mundo a piedra y a navaja. Una amnistía pasajera será necesaria para que paracos y traquetos pongan sus ejércitos de matones al servicio de la patria, y si todo esto no funciona, tocará mandar pelotones de peso: Pachito Santos, Samuel Moreno o el ex fiscal Iguarán. Porque aquí pelotones también hay para dar y convidar.
pmejiama1@une.net.co

martes, noviembre 17, 2009

Evolución gastronómica.

La gastronomía es un renglón fundamental de la cultura de un pueblo o región. Por ello recomiendan al viajero aplicar aquello que a la tierra que fueres haz lo que vieres, y eso incluye degustar los platos y recetas que allí acostumbran. Estoy de acuerdo cuando se trata de comer ceviches en Perú, curris en la India, salchichas en Alemania o tajine en Marruecos. Pero no le jalo a experimentar como vemos en algunos programas de televisión, donde se echan a la boca cuanta porquería existe. Ni de fundas me como un gusano mojojoy, una tarántula asada, un trozo de grasa de ballena, el ojo de una cabra asado, el corazón palpitante de una cobra o una sopa de nido de golondrina. Paso.

Es importante para los hijos enseñarles a comer de todo, a disfrutar la comida, agradecerla y aprovecharla. Nada más desagradable que un mocoso al que siempre hay que prepararle algo diferente porque lo que van a servir no le gusta, pone condiciones en la forma de prepararlo, le saca peros a los aliños e ingredientes, y jode por todo. En cambio es satisfactorio ver a quien recibe lo que le ofrezcan, lo disfruta, se sabores y deja el plato limpio; nada de resabios ni remilgos. Claro que todos tenemos derecho a preferir algunos platos y a evitar ese que por alguna razón desde pequeños rechazamos. Alguna vez le oí decir a mi abuela Graciela que el hígado sabe a chapa y desde entonces no puedo pasarlo; igual me sucede con algunas vísceras y entresijos, pero al mismo tiempo me fascina la morcilla.

Antes las únicas encargadas de preparar los alimentos eran las cocineras y ahora se volvió una moda. Muchos jóvenes y adultos ingresan a las academias de gastronomía, pasatiempo para unos y profesión para otros, quienes aspiran convertirse en chefs reconocidos o simplemente adquirir conocimientos para saber cómo atender a los amigos. Cocinar combate el estrés, distrae la mente, entretiene el ocio y además produce muchas satisfacciones. Por ello los programas de culinaria tienen tanta acogida entre los televidentes, aunque a veces esperamos que enseñen cosas más prácticas y fáciles de preparar.

Desde que inventaron en los años 70 la nouvelle cuisine, el asunto, para mi gusto, se empezó a complicar. Porque la prioridad en los platos pasó a ser estética y artística, y dejaron a un lado las presentaciones abundantes y apetitosas. Ahora hablan de la cocina gourmet que es algo muy parecido, aunque más complicado. Ingredientes que nunca hemos oído siquiera mencionar, otros muy costosos y muchos imposibles de conseguir. Empieza usted a anotar una receta que le gusta y el impulso le dura hasta que debe agregarle a la preparación un chorrito de champaña, unas gotas de aceite de trufa y una yerba que solo se consigue en Escandinavia.

Hoy en los restaurantes sirven la carne encima de una cama de espinacas, acompañada de una cucharada de puré de papa y adornada con una ramita de perejil. Ese mismo bistec que antes venía con papas a la francesa, ensalada abundante, arepitas con mantequilla y el mesero ofrecía porción de arroz para quien lo quisiera. Si ordena langostinos al ajillo le presentan una coquita con 4 bichos en su salsa, sin siquiera un trozo de pan para acompañarlos. Todas las porciones son diminutas y las guarniciones brillan por su ausencia. Por ello me considero un montañero para la comida, porque prefiero una chuleta de cerdo de esas que sirven en los restaurantes de carretera, un sancocho de espinazo cuya presa no quepa en el plato, una punta de anca con buen gordo, o una bandeja paisa que me deje satisfecho con solo verla.
Platos que no requieren de vinos ni aperitivos especiales, porque con una gaseosa o una cerveza van de maravilla.

Ahora los grandes gourmets se preocupan es por la textura, el volumen, la untuosidad, los colores y la presentación del plato. Hasta a las hamburguesas les acomodaron el terminacho gourmet. A la tradicional, con queso, tomate, tocineta y salsas al gusto, la cambiaron por una preparada al carbón a la que le agregan algunos champiñones salteados, unas tiras de jamón, dos aceitunas y cualquier salsa sofisticada, y cuesta un ojo de la cara. Los restaurantes se contagian de estas prácticas y entre más raros y rebuscados los platos, mayor éxito tienen; porque éso sí, el ser humano cree que no debe salirse de lo que impone la moda. Hay que estar in; ¡o sea…! Como será que hasta hacen cola para conseguir una mesa. ¿Fila?, tal vez gratis o en la cárcel.

Cierta vez íbamos de paseo y paramos a desayunar en un sitio reconocido por sus arepas con mantequilla y queso. La mayoría preferimos esa opción excepto uno de los compañeros que se decidió por el calentado de fríjoles, tajadas maduras, la tradicional arepa y una buena taza de chocolate. Cuando el hombre estaba próximo a darle materile a su banquete, empezó a mirar de reojo una papa cocinada que dejó un camionero quien apenas terminaba con su bandeja en la mesa del lado. Felipe no se aguantó y le preguntó al chofer si pensaba dejar la papita, y antes de que este hiciera la seña afirmativa, ya la había engarzado en su tenedor para empacársela sin miramientos. Buena muela, que llaman.
pmejiama1@une.net.co

martes, noviembre 10, 2009

En boca cerrada…

El refranero popular resume todos los tratados y las escuelas de filosofía en frases cortas, con un lenguaje coloquial y sencillo que le llega a cualquier parroquiano sin necesidad de muchas explicaciones. Es menester de quienes aún utilizamos esa herramienta maravillosa en nuestro léxico, que la enseñemos a los menores que por desconocerla no la incluyen en su vocabulario. Para cualquier situación existe un refrán que la retrata de forma perfecta y muchas veces la mejor forma de zanjar una discusión, es echando mano de uno de ellos para sintetizar nuestra opinión. Son miles los que existen y sin importar la edad que uno tenga, siempre va a sorprenderse al oír uno nuevo que viene a aumentar el ramillete.

Desde pequeños nos recalcaron que mi Dios equipó al ser humano con dos oídos y una boca para que escuche el doble de lo que habla. Que entre menos abra uno la boca menos pendejadas dice, sin olvidar nunca que la palabra dicha no puede recogerse. Por ello cuando la ira nos enceguece debemos medir las palabras, porque después de espetar una sarta de oprobios malintencionados e hirientes nunca más podremos echarnos para atrás, por más arrepentidos que estemos. Podemos arrodillarnos, pedir perdón, asegurar que no quisimos ofender y que todo fue debido al calor del momento, pero la persona maltratada quedará marcada para siempre.

De manera que a cuidar la lengua y no dejársela picar, porque es común que por ejemplo un amigo tenga diferencias marcadas con su pareja y venga a nosotros a querer desahogarse. Empieza el tipo a rajar de la fulana y si uno no se mide, termina emparejado dándole garrote a la pobre infeliz sin que esta pueda defenderse, hasta llegar a compartir la animadversión que el otro siente. Lo grave es que en muchas ocasiones las parejas se reconcilian y queda uno como un zapato, porque en su momento dijo una cantidad de barbaridades acerca de la que ahora se pavonea prendida del brazo de nuestro arrepentido amigo.

Leí hace poco una agradable biografía de Federico Chopin, aquel virtuoso polaco que nos dejó tan maravillosa herencia. Al final del relato, cuando el maestro estaba a las puertas de la muerte agobiado por una enfermedad pulmonar que lo atormentó desde niño, recibió la visita de su amigo Cyprien Norwid. Al momento de despedirse, Chopin con mucha dificultad comentó al oído del visitante que estaba por mudarse. El otro, echando mano de ese mecanismo de defensa que utilizamos los humanos en estos casos, le recomendó que no dijera esas cosas, que con el mismo cuento venía desde hacía varios años y sin embargo ahí seguía presente deleitándolos con su presencia. Entonces el maestro muy extrañado le aclaró: Me refiero a que estoy por mudarme de apartamento.

Metidas de pata como esta hemos cometido todos y por ello recomiendan que lo mejor es callar. En boca cerrada no entran moscas, dice el refranero, y muchas veces por decir más de la cuenta terminanos embarrándola. Alguna vez mi mamá iba en el carro y se topó con una amiga, quien estaba acompañada por sus hijas y algunas sobrinas. El saludo fue de ventana a ventana, como acostumbran hacerlo las señoras sin importar la fila de carros que esperan detrás, y después de las palabras de rigor mi madre detalló que entre las niñas había una que llevaba una capucha como del Hombre araña o del Chapulín colorao, por lo que le preguntó a la mocosa de qué estaba disfrazada, que si acaso era el día de los niños y ella de puro despistada no se acordaba. La tía de la muchachita trataba de cambiar el tema, pero mi madre insistía en que le explicaran el por qué del particular atuendo, hasta que la otra se despidió apresuradamente. Cuál sería la vergüenza de mi mamá cuando se enteró de que esa niña había sufrido quemaduras en su cabeza y cuello, y que parte del tratamiento era cubrir las cicatrices con ese tipo de licra. Con el trauma que crea al menor este tipo de situaciones, para que venga una vieja imprudente a preguntarle de qué está disfrazada.

Una dama muy prestante de esta ciudad sufrió un accidente casero y se golpeó fuertemente el coxis. Días después, se reunía un grupo de señoras en el club social para tratar un asunto y entre las presentes se encontraba la señora en mención. En determinado momento llegó una amiga y al encontrarse a la convaleciente, le preguntó muy expresiva: Qué hubo de ti, fulanita, ¡cómo seguiste del clítoris!

Es matemático que si uno empieza a decir palabras de más, termina metiendo las de caminar. Así le pasó a Carlos Enrrique “Mono” Mejía, quien se dedica a alquilar equipos médicos para uso residencial, una vez que trataba de convencer a unos clientes para que le tomaran una cama eléctrica que les facilitaría el manejo de un pariente enfermo. Después de hacerles la demostración de las bondades de la cama, de explicarles cuáles son las comodidades que esta representa para el paciente y de convencerlos de que un equipo de esa naturaleza es primordial para cierto tipo de convalecencias, remató con este comentario que no cayó muy bien entre los presentes:
-No les digo sino que en esta cama se ha muerto medio Manizales.
pmejiama1@une.net.co

jueves, noviembre 05, 2009

Recuerdos imborrables.

Poquitas cosas perduran en el tiempo y nos acompañan durante toda la existencia. A los hombres se nos cae el pelo en alguna etapa de la vida; claro que a unos más que a otros y algunos presentan alopecia desde jóvenes. Las mujeres pierden las curvas y el sexapil cuando la barriga crece sin contemplaciones, el pompis embarnece y la piel de los brazos empieza a colgar. A los varones se nos desaparece el trasero, tan admirado por ellas, y terminamos culichupaos y escuálidos. También es común que en la vejez a los hombres se nos crezcan la nariz y las orejas, aparte de que ambas se llenan de pelos, y que las féminas reduzcan de tamaño debido a que sus vertebras se aplastan por deficiencia de calcio. La realidad es que la acumulación de calendarios es muy ingrata y es mejor pasar a mejor vida antes de estar chuchumeco, turulato, chocho y gagá.

Los tatuajes son marcas que causa el hombre en su anatomía por diferentes razones y a través de la historia ha sido costumbre arraigada en muchos pueblos. Tribus de indígenas que dibujan arabescos ceremoniales en sus cuerpos, los que en muchos casos representan autoridad y jerarquía; entre los marineros ha sido costumbre tatuar el nombre de la mujer amada, enmarcado con un corazón, en un bíceps; los miembros de las pandillas son reconocidos porque presentan el símbolo de su organización tatuado en determinado lugar; y a las muchachas modernas les ha dado por plantar algún coqueto dibujo en un rincón privado de su anatomía. En todo caso quien decide marcar su cuerpo con esta técnica debe estar seguro de lo que hace, porque es muy cierto aquello que dice que fulano está más arrepentido que un tatuado.

Otro sello que nos acompaña desde su aparición hasta que abandonamos este mundo son las cicatrices. Cada una tiene su historia y sin importar el paso del tiempo mantenemos el recuerdo de su procedencia fresco en la memoria. Claro que existe una gran diferencia en el tamaño de las cicatrices de ahora con las de ahora años, porque antes no era común que a un mocoso que se rompía la cara por inquieto y desobediente le gastaran cirujano plástico. Lo llevaban al Hospitalito infantil y cualquier estudiante que estuviera de turno se encargaba de “bastiarlo” y entregárselo a la mamá para que se lo llevara a berrear a otra parte.

La verdad es que cuando la chamba era en el rostro los médicos le ponían un poquito más de curia al asunto, porque si se trataba de un brazo, una pierna u otro lugar poco visible, le hacían una costura fruncida y sin ningún tipo de estética. Cabe anotar que entonces tampoco existían las grapas, el hilo auto absorbente u otro tipo de pegantes y técnicas modernas, sino que procedían con el hilo de tripa de gato, la aguja y hacían un punto de costura cada medio centímetro, por lo que al sanar la herida quedaba la típica cremallera.

En caso de que deba raparme la cabeza van a aparecer muchas cicatrices que me quedaron de una niñez muy activa e intensa. Como un día, muy chiquito, que me escondí debajo de la cama de la empleada del servicio porque mi mamá me buscaba para castigarme. En cierto momento levanté la cabeza con fuerza y se me clavó en el cuero cabelludo la punta de un resorte de la cama, lo que me causó tremenda herida; esa parte del cuerpo sangra profusamente y cualquier rasguño hace suponer lo peor. En otra ocasión mi madre preparaba la maleta porque se iba de viaje y llegó a despedirse una tía con algunos primos. No era sino que nos juntáramos con alguien para que empezáramos a formar patanerías y desorden, y en cierto momento me encaramé en un mueble y caí de cabezas contra un filo. La cortada en toda la cocorota fue inmensa y mi mamá en ese ofusque lo primero que hizo fue zamparme un pellizco, después me enroscó una toalla en la cabeza para entrapar la sangre y más tarde, cuando estaba menos atafagada, me llevó donde el tío Guillermo que apenas era un médico recién graduado. Este cogió una cuchilla Gillete, raspó el pelo alrededor de la herida, me puso la anestesia necesaria para que no chillara mucho y procedió a coser como quien remienda un costal.

Boxeadores y toreros muestran sus cicatrices y relatan la procedencia de cada una; los soldados las enseñan como trofeo de guerra; los luchadores tratan de intimidar al contrario con las que presenta su cuerpo; y son muchas las personas que recuerdan operaciones y accidentes cuando les preguntan por el origen de alguna de ellas. Porque antes para sacar el apéndice o un cálculo renal abrían al paciente en canal, mientras que ahora la laparoscopia y otros modernos métodos quirúrgicos dejan apenas disimulados recuerdos.

Se habla de diferentes técnicas y trucos para desaparecer las cicatrices, o al menos disimularlas, y una de las más famosas y recurrida ha sido la pasta de concha de nácar. Otros recomiendan pomadas, ungüentos, cremas, masajes con baba de caracol o un tratamiento a base de rayos láser, aunque yo insisto en que lo mejor que existe para borrarlas, definitivamente, es la cremación.
pmejiama1@une.net.co

lunes, octubre 26, 2009

Me pregunto…

La mejor compañía del ser humano es su propia psiquis. Podrán confinarlo al más absoluto encierro e incomunicarlo, pero nunca lograrán impedirle soñar, ansiar, recordar, maquinar, idear o cualquier ilusión que hilvane su mente. La Santa Inquisición exigió al sabio Galileo Galilei retractarse de sus, según ellos, demoníacas teorías, pero él en su interior repetía hasta el cansancio que tenía la razón. Muchas veces nos vemos obligados a aceptar cosas que no compartimos, mientras en nuestro interior hacemos “pistola”. De igual manera uno a cada rato se formula preguntas sobre asuntos a los que no le encuentra razón, aunque se quedará sin respuesta por tratarse de un monólogo mental.

Me pregunto por ejemplo en qué se basan los magos del IDEAM para hacer los pronósticos del clima. Es que no falla que lo que ese organismo vaticina se cumple a cabalidad, pero al revés. Advirtieron por ejemplo a finales del año pasado, cuando apenas menguaba un invierno inclemente y duradero, que estaba a punto de comenzar otro con un incremento del 20% en las lluvias. Alcanzamos a pensar que sería la debacle y por el contrario a medida que pasaba el tiempo el clima se presentaba cada vez mejor, para comportarse a las mil maravillas en lo que va corrido del presente año. En los meses de agosto y septiembre empezaron a sembrar el terror con la sequía que se venía encima, que el fenómeno del niño causaría estragos y los racionamientos de agua y energía eran inminentes; y las campañas para promover el ahorro del precioso líquido, que no dejen las luces encendidas, que ojo con el consumo de gas, etc. Pero no fue sino que dijesen todas esas vainas para que se largara a llover y el frío a incrementar.

Claro que pensándolo bien, lo que pronosticaron fue una temporada invernal para el último trimestre del año con un 30% menos de lluvias. Perfecto. Si al invierno del año pasado le quitamos ese porcentaje no habríamos tenido tantos derrumbes, inundaciones, avalanchas y tragedias. Entonces para qué tanta alharaca al hacer los pronósticos. Las campañas de ahorro de energía y agua deben ser permanentes, sin importar la estación, porque hay que convertirlas en una constante en el comportamiento ciudadano. Es algo de sentido común que tiene que ver es con el futuro del planeta. La conclusión es que si usted va para un paseo y el pronóstico del clima es que va a llover a cántaros, póngase la bermuda, las chancletas y prepárese para disfrutar de un día espectacular.

También me pregunto cuándo será que en este país veremos un funcionario que reconozca un error y sin más presente su renuncia. Opino que desde que el Presidente Samper siguió atornillado al cargo, después de que su Ministro de Defensa reconoció ante los medios de comunicación que el jefe sí sabía, aquí nadie renuncia. Ni por el chiras. Que los falsos positivos, los negocios de los hermanos Uribe Moreno, las chuzadas del DAS, los vínculos con mafiosos y paramilitares, y ahora la piñata de los subsidios agrarios, son apenas un muestrario de que en nuestro país la palabra ética es obsoleta. Todo lo que esté permitido por la ley se puede, sin importar la moral, el decoro, la decencia o los principios. Mire sino al gerente de nuestra Industria Licorera que a pesar de haber estado preso y de quedar inhabilitado por la Procuraduría, despacha desde su oficina como si nada hubiera pasado. Basta con apelar y dejar que el proceso siga su curso, que seguro cuando fallen él ya se habrá retirado de la empresa. Mientras tanto el Gobernador lo mantiene en su cargo contra viento y marea, dándole pie a rumores que hablan de componendas que no lo dejan bien parado.

Por qué, me pregunto, la dirigente política Adriana Gutiérrez se ofende de esa manera cuando quieren relacionarla en el asunto de la repartición de subsidios agrarios. Tantas explicaciones lo que hacen es magnificar el asunto y no debe olvidar que cuando ingresó a la política, se convirtió de inmediato en una figura pública a quien todos tienen en la mira. Llegó después al Senado de la República y entró a formar parte del grupo de colombianos más repudiados por el pueblo. El congresista es sinónimo de ladrón, pícaro, ventajoso, bandido, inmoral y chanchullero. Por ello no debe extrañarse de que la quieran implicar en cuanto caso de corrupción se presente, porque aunque sus allegados y amigos sepan que es una persona de bien, honesta y trabajadora, para la gente del común es una politiquera más. De manera que lo menos que pueden pensar de ella es que llamó al banco o al funcionario indicado para decirle que le diera un empujoncito a fulano. No los culpe y mejor recuerde aquello de “crea fama y échate a dormir”.

Además me gustaría saber qué pasa con los alcaldes colombianos que no dijeron ni mu ante la determinación del nuestro, Juan Manuel Llano, que sin dudarlo vetó al vergajo ese que salió en público a insultar a nuestro Presidente. No hay que ser Uribista o amigo del gobierno para apoyarlo en su decisión, porque no debemos permitir actos como ese. En otras latitudes el país entero sería una sola voz de apoyo a la iniciativa. ¡Buena por esa, señor alcalde!
pmejiama1@une.net.co

martes, octubre 20, 2009

¡Metete aquí!

Meterse en la vida de los otros es una costumbre muy arraigada en las personas. Pero no me refiero a esa película alemana, excelente por cierto, que se titula “La vida de los otros” y que retrata la persecución política a que estaban abocados los habitantes de la desaparecida Alemania Oriental (supe que doña Lina Moreno, cuando la película llegó a nuestro país, le recomendó a los directores del DAS de los distintos departamentos que se la presentaran a sus empleados, y así buscar que tomaran un poco de conciencia al momento de intervenir en la intimidad de los ciudadanos; aunque todo indica que no les valió de nada).

Digo que nos fascina meternos en asuntos ajenos sin tener velas en el entierro y en cualquier conversación casi siempre el tema central está relacionado con chismes y cuentos que se refieren a distintas personas. Lógico que los escogidos para hablar de ellos no están presentes, pero ese deporte es tan adictivo que al retirase alguno de los contertulios, lo cogen por su cuenta hasta dejarlo en la calle. Por ello es común que quien se va diga: ¡Ahí les quedo! o ¡Ahí les dejo el cuero! Si le quiere dar de qué hablar a los costureros, reuniones, tertulias y a la sociedad en general, basta con enfermarse, divorciarse, tener un revés financiero, renunciar al trabajo o cualquier cosa que se salga de la rutina diaria; claro que si quiere ofrecerles un banquete sustancioso, suicídese. No hablan de nada diferente a tratar de dilucidar por qué el fulano tomó tan drástica medida.

Pero si los colombianos somos metidos, en otras latitudes son peores. Me enteré por un amigo que trabajó como piloto comercial en la India que allá son exagerados en ese sentido. Por ejemplo si dejaba el maletín de vuelo en la sala de pilotos mientras iba al baño, al regresar encontraba a colegas y demás empleados alrededor de sus objetos personales, los cuales habían sido sacados por alguno de los presentes. Todos tocaban, abrían los manuales, detallaban cada cosa y sin afán la dejaban mientras tomaban otra para seguir con la inspección. Alguna vez llegó a un almacén a comprar unas telas tradicionales de esa tierra y en pocos minutos había un corrillo de curiosos que se entró desde la calle para terciar en la negociación.

¡Metete aquí!, le decimos al entrometido mientras señalamos el bolsillo de la camisa; ¡suba el vidrio!, también lo acostumbran mientras hacen la pantomima que representa esa acción; metido sopero cabeza de ternero, decíamos en tiempos pasados; y es costumbre preguntar, cuando alguien se arrima de forma imprudente: ¿quién pidió taxi? Y qué tal mostrarle la palma de la mano al metiche y ordenarle: ¡salte aquí! Las calles de la ciudad viven atestadas de desocupados y transeúntes que ante cualquier novedad se detienen a opinar y a dar soluciones sin nadie habérselas pedido. También los denominan sapos, patos e inclusives.

Muchas veces en reuniones con amigos, que con regularidad van acompañadas de licor, resultamos envueltos en discusiones que nada tienen que ver con ninguno de los asistentes; ese vicio que tenemos de querer arreglar la vida de los demás. En una ocasión estábamos de paseo en Ayapel y esa misma semana un conocido nuestro se encontraba realizando unos trabajos de metalmecánica en la casa; el hombre llevó los trabajadores desde Manizales y nos contó que apenas terminaran labores, tenía planeado llevarlos al golfo de Morrosquillo a pasar unos días para que conocieran el mar. Un gesto altruista como ese generó gran admiración en todos y por ello uno de los compañeros del grupo, que tiene un tiempo compartido en unas cabañas vacacionales cerca a Coveñas, se ofreció a cederles los días necesarios sin ningún costo para ellos.

Como en esos paseos de relax el programa preferido es tomar trago y hablar paja, seguimos con el tema del viaje de los trabajadores a la costa y alguno propuso que deberían llamar a las esposas o compañeras para que viajaran en bus y disfrutaran también de esa magnífica oportunidad. En un principio la idea gustó, hasta que pensamos que seguro las viejas se llevan los muchachitos y que solo pensarán en ir a Tolú a comprar chanclas, aretes de cáscara de coco, collares de coral, manillas de todo tipo, viseras, cachuchas, ropa ordinaria, relojes “chiviaos” y cuanta chuchería les ofrezcan.

Mientras disfrutan de la playa seguro los levantarán a cantaleta por la jartadera de cerveza y los mocosos no dejarán conversar con la gritadera cada dos minutos para que los miren hacer una pirueta en las olas. Y compre paletas, bon ice, arepas de huevo, maní dulce, gaseosas, mango biche, butifarras, casao de bocadillo con queso, panelitas de ajonjolí y demás mecato que venden los ambulantes. Con seguridad a los culicagaos les da diarrea por la comida de mar y las mujeres, por el afán de lograr un rápido bronceado, terminan como unos camarones y no van a permitir que por la noche las toquen, y mucho menos dejarlos calmar el efecto de los afrodisíacos mariscos.

Por fin acatamos que a nosotros nadie nos había pedido una opinión al respecto y la discusión quedó zanjada cuando alguno sentenció: Deje así, que como está el paseo original gozan el doble y les cuesta la mitad.
pmejiama1@une.net.co

jueves, octubre 15, 2009

Fiestas patronales.

Cursé mi bachillerato a finales de los años 60 y primera mitad de los 70 en el colegio Agustín Gemelli. Como era común demoré más de lo establecido para completar los cursos correspondientes, porque entonces la mayoría de alumnos éramos malos estudiantes; a diferencia de ahora que casi todos son pilos, responsables y juiciosos, mientras que unos pocos se distinguen por su mal rendimiento. Dicen que esos educandos tienen síndrome de déficit de atención, lo que en mi época se llamaba maqueta. Eso de mamarse al colegio tampoco se acostumbra ahora, mientras que nosotros dedicábamos por lo menos dos tardes a la semana para irnos a cine o a jugar billar.

De aquella época recuerdo con placer una semana de octubre que dedicábamos al santo patrón del colegio, San Francisco de Asís, cuando se realizaban las fiestas patronales. Como el colegio Santa Inés es de la misma orden religiosa, la semana de fiesta coincidía y por lo tanto las amigas y novias que allí estudiaban podían aceptar las invitaciones que les hacíamos a nuestra celebración. En la actualidad esa costumbre de tirar la casa por la ventana durante una semana ya no se estila y en cambio programan algunos actos culturales durante dos o tres días, y pare de contar.

Lo mejor de las fiestas es que no había clases y qué más podía uno pedirle a la vida en ese entonces; la entrada era a media mañana y el control de asistencia poco estricto. Podíamos llevar la bicicleta y los que tuvieran caballo disponían de varios potreros para acomodar los táparos. La programación de las actividades era elaborada por los alumnos de los cursos mayores, quienes mangoneaban a su gusto al resto del estudiantado. Los más sardinos debían colaborar con pasatiempos que se presentaban al público para recolectar fondos, los cuales casi siempre iban a parar al buche de los mayores convertido en cerveza. No faltaba una tablita con agujeros, cada uno marcado con una cifra representada en centavos, y quien metiera una canica lanzada desde cierta distancia por cualquier hueco recibía el premio correspondiente.

Otro pegaba un tablero de la pared y ofrecía dardos para premiar la puntería; el alumno más hábil para el dibujo hacía caricaturas de los clientes; el concurso de pulso tampoco podía faltar; y la venta de todo tipo de mecatos que las mamás de los más lambones preparaban en las casas para colaborar con el recaudo de fondos. Resulta que en mi casa había una pequeña máquina de hacer algodón de azúcar y mi mamá nos la prestaba con mil condiciones. Montábamos el negocito y la verdad es que la mayoría de azúcar pulverizada quedaba pegada del pelo de los noveleros que no faltaban, mientras que el algodón quedaba del tamaño de un copito Johnson. Lo peor es que no se podía hacer en un palito porque no agarraba la telaraña que se formaba en la bandeja, y era necesario utilizar unos tenedores de plástico que hacían parte del equipo. Entonces, mientras uno de los hermanos operaba la máquina, los otros debían irse detrás de los clientes a esperar que se chuparan esa vaina para que devolvieran el cocianfirulo. Nosotros sabíamos a dónde iban a parar los fondos y por lo tanto nos gastábamos hasta el último centavo en mecato, y luego alegábamos que el negocio había dejado pérdidas.

La carrera de carritos de balineras desde La Pichinga hasta el colegio era una de las atracciones. En las curvas más peligrosas se concentraba el público y más de un accidentado quedaba grogui después de darse un porrazo en la mula, además de que la mayoría de competidores llegaban con los codos y las rodillas en carne viva; porque entonces no utilizábamos casco protector, ni coderas o rodilleras. Se programaban torneos en diferentes disciplinas deportivas, que incluía una carrera de motocross y concurso de habilidad automovilística en la cancha de fútbol.

Ya en los últimos cursos disfrutábamos del poder y dirigíamos el asunto. Para rematar la semana se realizaba el viernes en la noche la coronación del reinado de mamás, con fiesta incluida, y el sábado el acto central con la novillada. Los papás ganaderos más pudientes regalaban terneras que en un corral acondicionado para tal fin servían para que los más valientes torearan o practicaran el rodeo. Lógico que el trago estaba prohibido pero los mayores nos pasábamos la regla por la galleta porque a palo seco no se le mete a un animal de esos ni el más guapo. O qué tal en la fiesta de la noche anterior, quién iba a bailar sin haberse mandado siquiera media de aguardiente.

El domingo era el festival familiar y la ternera a la llanera el plato principal. Llegaban los carabineros con sus parrillas y la parafernalia necesaria, pasaban al papayo a las terneras de una forma que traumatizaba a más de un alumno porque las degollaban y el chorro de sangre era impresionante, pero después cuando empezaba esa carne a oler a todo el mundo se le pasaba el pesar por los animalitos. Luego la fila para recibir una buena porción acompañada de papa cocinada y un buen vaso de sifón. Para rematar, el lunes no había que ir porque debían organizar el colegio y así lográbamos un día más para capar clases. ¡Ah! tiempos aquellos.
pmejiama1@une.net.co

martes, octubre 06, 2009

Recorrido urbano.

Un programa bien agradable es dedicar una tarde a visitar las diferentes obras que se adelantan en la ciudad, para constatar en qué van. Desde los tiempos de Germán Cardona en cabeza de la administración municipal hemos visto crecer la ciudad en cuanto a infraestructura se trata; por fortuna nos ha ido bien, en términos generales, con los mandatarios que lo han sucedido en el primer cargo del municipio. Queda sobre el tapete la discusión de si debe atenderse primero las necesidades sociales, antes que las obras de cemento, aunque no queda duda de que todas las ciudades crecen en desarrollo vial y estructural, y que dichas obras también mejoran la calidad de vida de sus habitantes. Otra cosa es que en la memoria colectiva nunca quedan grabados los programas adelantados en los barrios marginales, campañas sociales y demás tareas que beneficien a los más necesitados.

En este diario nos presentan cada cierto tiempo un reporte completo de los proyectos que se adelantan, donde informan en forma detallada qué porcentaje lleva la construcción de la obra, cuál es la fecha programada para entregarla, cómo van los gastos comparados con el presupuesto inicial y demás datos de interés. Así pudimos enterarnos, por ejemplo, de que la intersección vial del estadio se entregó a satisfacción y que para sorpresa de la ciudadanía, terminaron los trabajos con dos meses de anticipación al plazo estipulado y además costó menos de lo presupuestado. Esa información debería llegar a todos los rincones del país: que en la construcción de una obra pública se demoraron menos de lo planeado y que además sobró plata. Una noticia como para Ripley.

Ojalá no haya trabas para que la administración pueda destinar los recursos que sobraron de la mencionada obra para construir un paseo peatonal desde ese sector hasta la iglesia de Fátima, tramo que es recorrido por gran cantidad de personas. En todo caso el repartidor vial quedó muy bonito, práctico, cómodo y agiliza el tráfico de manera considerable, además de que le da al entorno un aspecto moderno y desarrollado. Así da gusto pagar la contribución por valorización que aportamos los habitantes de los sectores aledaños a la obra.

El cable vía es otra realidad que podemos celebrar los manizaleños. Qué maravilla de obra, qué belleza, qué solución para el transporte, pero sobre todo qué atracción turística tan importante para la ciudad. Y aunque el costo final será mayor al presupuestado, esperemos que sus directivos den las explicaciones pertinentes para justificar dichas inconsistencias. Porque ya quisieron compararlo con el que funciona en Santander, pero el estudio correspondiente dejó muy claras las causas por las que no pueden confrontarse ambas obras. Esperamos que el proyecto de comunicar el sector de El Cable y el Parque Los Yarumos con un sistema similar se desarrolle con la misma diligencia, para que en poco tiempo tengamos ese importante encanto turístico, y que en un futuro la ciudad cuente con una red de cables que comunique sectores apartados como Villamaría, los barrios del norte, La Enea, Morrogacho, Maltería, La Linda y el Bajo Tablazo.

Me parece que al proyecto del sector de San José le ha faltado socialización. Nos enteramos a diario de las opiniones de la oposición, pero poco ha hecho la administración municipal para explicarnos de una manera clara y concisa en qué consiste la reestructuración que están por iniciar. Y me parece que lo mismo sucedió con los habitantes de los barrios involucrados: que ante la falta de información, escucharon las diatribas de quienes se oponen al proyecto, que con seguridad lo hacen por motivos políticos, y así terminaron en una manifestación para tratar de frenar la iniciativa.

Yo, así por encimita, no le veo sino cosas buenas al proyecto. Porque desde la carretera que va hacia Neira puedo observar los tugurios donde viven esos ciudadanos, los peligros que enfrentan en temporada de lluvias y las pésimas condiciones de vías e infraestructura que presenta la zona. Si en un rancho de esos habitan tres o cuatro familias, apiñadas y en condiciones infrahumanas, y a cada una de esas familias le van a entregar un apartamento para instalarse, la cosa suena muy bien. Los subsidios son generosos y seguramente la cuota que deberán cancelar asequible. Claro que serán viviendas estrechas y que tendrán que aprender a vivir en edificios, pero aspirar a que los acomoden a todos en apartamentos de lujo en sectores exclusivos, es utópico.

Hace varios años, en esta misma columna, propuse que trasladen el Batallón Ayacucho a una zona rural y que la administración municipal compre las instalaciones para destinarlas a la cultura y el esparcimiento. Pues para los vecinos de los militares, sobre todo en el sector cercano al morro Sancancio, la situación se ha vuelto invivible por la presencia en esa zona del polígono de tiro. Qué balacera tan impresionante. No se puede ni hablar por teléfono porque la bulla es ensordecedora y aunque somos animales de costumbres, hay momentos en que los estampidos de ametralladoras y armas pesadas desesperan al vecindario. Con la avalancha de violencia que nos llega por la televisión, la prensa escrita, la radio y hasta por la computadora personal, para tener de telón de fondo una sinfonía de disparos y “garrafas” de fusil, como dijo alguna vez un montañero mientras lo entrevistaban.
pmejiama1@une.net.co

martes, septiembre 29, 2009

Cuentos obsoletos.

Da tristeza ver cómo pierden vigencia las cosas a una velocidad vertiginosa, debido a que el mundo anda desbocado. Después de cumplir la humanidad los primeros dos mil años de la era moderna, ya nada conserva su actualidad y por el contrario en menos de un año pasa a ser obsoleto. Un ejemplo bien común son los aparatos electrónicos: compra usted una computadora moderna y sofisticada para estar acorde a los requerimientos técnicos del momento, y en menos de seis meses se topa con el inconveniente que determinado programa no corre en su máquina porque esta no tiene la capacidad necesaria para procesarlo. Entonces cabe a la perfección aquello que asegura que todo lo del pobre es robado.

Lástima grande comprobar que los cuentos infantiles, que durante tantas generaciones alimentaron la imaginación de los niños en todos los rincones del planeta, ahora no tienen vigencia porque las condiciones del medio no se acomodan en nada a sus inocentes argumentos. Los muchachitos de ahora son muy diferentes a los de antes, por lo que les va a ser difícil entender semejantes narraciones tan simples; y cuando miren con ojos saltones al adulto que hace el relato, no va a ser por asombro o interés, sino porque lo ven como a un imbécil ingenuo y desactualizado.

El cuento de Caperucita roja era creíble para cualquier mocoso porque hacerle un mandado a la mamá era algo natural y hasta obligatorio, y más si se trataba de llevarle un encargo a la abuelita. Hoy en día le piden ese favor a una zamba y seguro va a responder que qué oso andar por ahí trasteando sobrados, que mejor la catana pida un delivery. Que si quiere ella se lo paga, pero que no va a suspender su juego de video por nada del mundo. Además, a las sardinas de ahora no se las comen los lobos, se las comen los amigos.

El famoso relato de Blancanieves tampoco tiene validez. Si usted le sale con ese rollo a un zambo de 8 años, seguro se preguntará a quién se le puede ocurrir que si una viejota de esas características se aparece en el rancho de un combo de enanos, la van a tratar como a una princesa. Con la fama de arrechos que tienen los enanos, seguro le hacen una vaca muerta de padre y señor mío. Y el dichoso príncipe que ni se aparezca por allá, porque también la lleva.

La historia de Hanzel y Gretel va a ser incomprensible para cualquier infante en la actualidad. Primero que todo porque si ahora los niños son sobreprotegidos y los papás no los dejan ir solos ni al baño, cómo se le ocurre que los van a abandonar en un bosque. En segundo lugar, cualquier culicagao tiene celular y basta con llamar a la casa para que de inmediato vayan a rescatarlos. Si de puro de malas el teléfono está descargado o no tiene señal, ahí está el de la hermanita; y si los dos aparatos están jodidos, recurre al reloj que seguro cuenta con las funciones de GPS, brújula, altímetro y conexión con Google Earth.

Narraciones tan inocentes como la de Pinocho no tienen cabida en la mente inquieta y activa de un niño moderno. Si a un viejo cacreco le da por armar muñequitos de madera es porque tiene que ser del otro equipo, y ese cuento de que con las mentiras se le crece la nariz no se lo traga nadie, porque entonces sus papás no podrían entrar a la casa debido al tamaño de sus apéndices nasales. ¿Acaso no se la pasan todo el día inventando mentiras para mamarse a algún compromiso social, para sacarles el cuerpo a los cobradores o para justificar cualquier pendejada? Otra cosa es que los muñecos de madera ya no existen porque ahora son de silicona, pasta u otro material sintético.

Para no ir muy lejos, las tiras cómicas que tanto nos entretuvieron tampoco tienen posibilidad alguna entre la infancia y la juventud actuales. Quién dijo que un adolescente va a aceptar que un tipo como Bruno Díaz, millonario y pintoso, en vez de dedicarse a la buena vida y a recorrer mundo rodeado de mujeres espectaculares, prefiera vivir solo con un mayordomo y disfrazarse de noche de murciélago para salir a pelear causas ajenas, acompañado de un mocoso maricón a quien le falta muy poquito para ser retardado mental.

O que lord John Clayton III, mejor conocido con el alias de Lord de Greystoke, va a preferir vivir trepado en los árboles, en pelota y columpiándose de los bejucos, en compañía de un parche de micos, a darse la gran vida en la Costa Azul o en Montecarlo rodeado de la crema y nata de la realeza europea. Porque nadie se va a comer el cuento que el tipo continúa perdido en la espesura de la selva africana, ahora que no queda rincón del planeta sin descubrir. Si sigue allá zampado, es por pendejo y cusumbo solo.

Los sardinos de ahora son mucho más adelantados que nosotros a la misma edad. Me parece ver a mi sobrino Santiago, de once años, que cuando el papá sale con cualquier chiste flojo, el zambo lo mira con lástima mientras comenta:
-¡Hum!, solo espero que esa vaina no sea hereditaria.
pmejiama1@une.net.co

martes, septiembre 22, 2009

Yo compro aquí, pero…

Muchas campañas se han adelantado en Manizales para que la gente compre aquí, y en las últimas semanas pudimos ver otra impulsada por el gremio de los comerciantes y la administración municipal. Es definitivo para nuestra economía que nadie viaje a otras ciudades a hacer sus compras, porque hasta el último peso gastado por consumo debe quedar entre nosotros. En la actualidad hay poco dinero circulante debido al desempleo que no cede, la crisis económica mundial y los inconvenientes con los países vecinos, situación esta última que nos golpea de frente por tratarse de los mayores socios comerciales, razones todas estas suficientes para que vivamos una época de vacas flacas. Pero de altibajos se trata nuestra existencia y ya vendrán tiempos mejores.

Invertir y gastar en el terruño es regla de oro para cualquier ciudadano, pero hay que mejorar muchas cosas porque de seguir así cada vez será mayor la deserción hacia otras latitudes. El espíritu cívico prevalece hasta que al consumidor le tocan el bolsillo, porque si se entera de que en otra parte puede rendirle más la plata, hasta ahí le llega la solidaridad. El palo no está pa´ cucharas y cuando tantas familias hacen malabares para que el ingreso mensual alcance, cualquier atractivo que mejore el horizonte se vuelve muy interesante. Por ello nuestros comerciantes deben pellizcarse y dejar atrás las mañas y costumbres pueblerinas, porque el mundo evoluciona a pasos agigantados y al que se duerma lo deja el tren.

Cómo es posible que un sábado por la tarde en Manizales no encuentre usted dónde conseguir muchos productos, porque si va al centro de la ciudad la gran mayoría de los negocios están cerrados. La gente trabaja durante la semana y el sábado por la mañana lo dedica a descansar y a estar con la familia, para salir a eso del medio día a hacer las diligencias que tenga acumuladas. Seguro encuentra los supermercados abiertos para que haga el mercado, pero ni se le ocurra después buscar por ejemplo algún tipo de comercio especializado porque en las calles asustan. Encuentra dónde comprar mecato, chupar helados y tomar trago, pero de resto olvídese. Y aunque los centros comerciales ofrecen variada oferta, existe el agravante que muchos comerciantes cierran a medio día para irse a almorzar, con siesta incluida, y a las seis de la tarde proceden a cuadrar caja porque a las siete en punto bajan las persianas.

A nuestro hogar llegan promociones de los almacenes de grandes superficies de Pereira que ponen a pensar al consumidor. Es claro que si usted viaja específicamente a comprar no sale negocio porque los gastos de peajes, gasolina y cualquier bobadita que se le eche al buche encarecen de forma considerable la compra, pero si por cualquier circunstancia debe viajar a la ciudad vecina sí le sale muy favorable aprovechar dichas gangas. Sé de alguien que aprovechó una promoción de artículos para el aseo y hay que ver las diferencias tan grandes que encontró con lo que cuestan esos mismo artículos aquí, al comparar los precios por gramo o centímetro cúbico en cada uno de los productos. Otro gran almacén ofrece mercancías al por mayor y quien tenga un negocio puede conseguir allí unos precios muy favorables para surtirse.

Es común oír a la gente quejarse por las deficiencias que tiene nuestro comercio. Cuando hace un tiempo resolvimos cambiar de residencia y embarcarnos en un apartamento para estrenar, pudimos experimentar esas falencias en carne propia. La constructora cumplió con los plazos estipulados para la entrega pero cuando faltaba muy poco para finiquitar la obra, se presentó el paro de camioneros y ahí fue Troya. Como los sanitarios que escogimos no eran del modelo estándar que ofrecía el proyecto, al momento de instalarlos resultó que había que traerlos de otra ciudad. Entonces averiguamos en diferentes almacenes y aunque parezca increíble, en Manizales no había dos pinches escusaos comunes y corrientes; porque puedo asegurar que no se trata de algo lujoso o exclusivo. Los mesones para baños y cocina también eran “importados” de otra ciudad, y lo mismo pasó con el piso que quisimos instalar. Con la culequera que le da a uno por estrenar y debimos esperar un mes y medio a que llegaran los insumos, aparte de que para un detalle que faltaba en la carpintería también hubo que esperar a que los instaladores subieran de Pereira. Sobra decir que esos productos son adquiridos o contratados por fuera porque aquí son más costosos, o lo peor, no se consiguen.

Otro caso en que el civismo tiene sus límites es cuando de apoyar al Once Caldas se trata. Un equipo con ese rendimiento no es digno de una hinchada fiel y comprometida. Vi por televisión el primer tiempo del juego contra el Pereira y ante semejante derroche de chambonería, desidia y falta de profesionalismo preferí cambiar de canal. Cómo es posible que un equipo que es el actual campeón del fútbol colombiano disminuya su rendimiento hasta esos niveles. Los jugadores creen que ya cogieron el cielo con las manos, por lo que los deberían mandar a coger café un tiempo a ver si se espabilan; porque francamente da pena ajena presentarse en esas condiciones a competir en la Copa Libertadores. Prefiero que perdamos por doble u.
pmejiama1@une.net.co

lunes, septiembre 14, 2009

Radio Reloj.

Gratos recuerdos tengo de mi paso por la radio. Diez años con Caracol y solo uno en RCN, cuando debí suspender debido a quebrantos de salud que me impidieron seguir entonces con esa entretenida e interesante labor. Me invitó el doctor Javier Giraldo Neira en febrero de 1994 para que participara, bajo la dirección de Yesid López, en Pase la tarde con Caracol Manizales. La idea era incluir una voz femenina en el programa y contactamos a la ex-gobernadora Beatriz Londoño de Castaño, una mujer maravillosa, carismática y con excelente sentido del humor. En un principio los nervios de enfrentarnos a un micrófono, en directo, nos hicieron meter las patas y gaguear en algunas ocasiones, pero con el paso del tiempo se adquieren cancha y experiencia.

Con Beatriz hicimos un trabajo ameno, didáctico, con mucha gracia y participación de los oyentes. Cuando ella decidió retirarse ingresó Ramón Salazar, quien por cierto fue el gestor de mi debut en ese medio hablado. Ramón trabajaba como ejecutivo de cuenta y en las tardes nos acompañaba en el estudio, y con él formé un equipo durante muchos años que también nos llevó a la televisión regional; siempre nos entendimos muy bien, aparte de pequeños roces causados por su incumplimiento frecuente. Era más incumplido que un carpintero.

Unos dos años después Yesid se retira de Caracol y resolvemos crear un nuevo programa, el que bautizamos El Costurero y realizamos durante varios años con la compañía de quien a su vez ejercía como control de consola, don Carlos Arturo Lince Gil. Formamos un buen equipo y buscamos imprimirle al espacio una programación variada, cultural, didáctica, social, científica, musical y entretenida, todo adobado con mucho humor. Nunca faltaban los concursos, la poesía que los oyentes tanto disfrutaban, a diario enseñábamos una palabra y su significado para enriquecer el léxico de nuestros seguidores, no faltaba un médico para compartir sus conocimientos, las obras sociales tenían en el programa un aliado incondicional, los artistas jóvenes y veteranos un micrófono abierto, y en general personajes que visitaban la ciudad o paisanos que tenían algo de interés para divulgar. Los políticos o vividores la veían gris con nosotros, aunque en época de elecciones le dábamos a todos, de la manera más democrática posible, un espacio para divulgar sus ideas.

Cuando Ramón decidió retirarse porque su participación en televisión copaba su tiempo, tuve la suerte de contactar un personaje que es sinónimo de gracia, chispa, afabilidad y don de gentes. En uno de los programas de televisión conocí a Jorge Ferney Díaz, un trovador conocido en el medio artístico como Serrucho, quien desde un principio aceptó formar parte de nuestro grupo del Costurero. Mientras don Carlos Arturo aplicaba sus conocimientos musicales y manejaba los tiempos con una excelente voz, Serrucho y yo despachábamos secciones e invitados en una sincronización absoluta. El repentismo del trovador, esa gracia innata y una capacidad para sacarle el doble sentido a cualquier situación, se combinaba con el humor de don Carlos y alguna gracia que yo le imprimía al programa, para hacer de la tarde un rato delicioso en medio de risas, compartir conocimientos e información valiosa. Nuestra preocupación siempre fue evitar herir susceptibilidades, no aprovecharnos del poder del micrófono, combatir el periodismo amarillista y apoyar ante todo la cultura, el buen hablar y las causas cívicas y sociales.

En el estudio y al aire nos pasaban unos cacharros que nos hacían desternillar de la risa, con el agravante que el programa sigue adelante y uno debe controlar sus impulsos. Recuerdo una tarde que estaba con Yesid y Beatriz, y se metió al estudio la loca María, un personaje típico de la ciudad que en sus años mozos fue guaricha, y que ya vieja recorría las calles con facha de bandida y maquillada como un figurín. La mujer iba a que le renovaran una fórmula oftalmológica que Yesid de forma generosa le conseguía, y empezó a decir barbaridades sin acatar que estábamos al aire. Entre más vulgaridades decía la intrusa mayor era nuestra hilaridad, por lo que la vieja preguntaba a todo pulmón: ¿De qué se ríen estos hijue….?

Un asunto complicado es cuando uno es muy escéptico y debe atender personas o clientes comerciales que ofrecen productos y servicios que a la legua se nota que son pura carreta. Una tarde llegó un gurú a promocionar unas conferencias sobre la orinoterapia, y después de oírle decir un mundo de babosadas, no me aguanté y opiné que yo hasta le jalaba a esa vaina, con tal de que no fueran a inventar la bolloterapia. El tipo se “delicó”, como dicen ahora, y salió como una tatacoa con la firme intención de no pagar las cuñas contratadas.

En cambio realizábamos unas tenidas deliciosas cuando los invitados eran personajes como Tola y Maruja, El águila descalza, u otros artistas con carisma y facilidad de expresión. Porque yo sí le digo lo que es entrevistar a una persona de las que responde con monosílabos; en esos casos evitábamos mirarnos a la cara porque nos prendía una risueña difícil de controlar.

Hoy, después de cinco años, la gente todavía me comenta el programa y preguntan si pensamos revivirlo. Ojalá algún día las grandes cadenas opten de nuevo por la radio regional y dejen a un lado la centralización. ¡Ah tiempos aquellos!
pmejiama1@une.net.co

martes, septiembre 08, 2009

Un gran invento.

Muchas personas pasan gran parte de su existencia reventando cacumen para idear algo que los saque de la pobreza y el anonimato, pero con el paso del tiempo se reducen las posibilidades porque cuando logran adelantar un esbozo que parece prometedor, casi siempre se enteran de que la vaina ya está inventada. Es imposible clasificar los inventos del hombre en la historia del planeta, porque se trata de algo subjetivo y por ello cada quién tiene su propia elección. Que la rueda, el manejo de los metales, la pólvora, la bombilla, el teléfono, el automóvil y tantos ejemplos que disfrutamos a diario. Porque otra cosa son los descubrimientos como el fuego, los hidrocarburos o el carbón mineral.

El milenario pueblo chino ha legado muchos inventos a la humanidad, entre ellos uno que utilizamos para infinidad de cosas y en todo momento: el papel. Su nombre viene de papiro, cierta planta acuática que era utilizada por los antiguos egipcios para escribir en ella. Durante la edad media en Europa la escritura se hacía en pergamino, una piel de mamífero procesada para tal fin, lo que era muy escaso por su alto costo. Sin embargo, mientras otras culturas desarrollaban ideas para tener dónde escribir, desde muchos años atrás los chinos elaboraban papel con residuos de seda, arroz, cáñamo y algodón. Los árabes aprendieron la técnica y en el siglo X la llevaron a España.

Es dispendioso relacionar las utilidades del papel. Como con todos los artículos, la sociedad de consumo se encarga de crear la necesidad en los compradores de adquirir una inmensa variedad de productos que son costosos y elitistas. Los mundialmente conocidos kleenex, una marca genérica para los pañuelos desechables. La técnica aplicada a los pañales avanza a diario y comprarlos para los bebés, y para muchos adultos, es una renta que desangra a cualquiera; porque pañales de tela utiliza solo el paupérrimo. Para las mujeres inventan a diario diferentes modelos de toallas higiénicas, aparte de protectores para todas las ocasiones imaginables; para antes, para después, para meterse a la piscina o montar a caballo. Con alas, canales especiales, bordes ergonómicos, mayor absorción, mejor adherencia y aromas varios. También ofrecen pañitos húmedos, papel absorbente, servilletas, etc., y el infaltable papel higiénico, el cual tiene su venta garantizada porque eso de picar periódico también está destinado a los más vaciados.

Los medios de comunicación escritos han existido por muchos siglos, aunque la edición virtual de los mismos puede ser el principio del fin de tan maravillosa modalidad. Claro que leer el periódico, así queden las manos negras de tinta, o pasar las páginas de la revista, es un placer que no reemplaza su lectura en una pantalla. Lo que pasa es que el billete no alcanza para varias suscripciones, por lo que toca acostumbrarse a navegar por sus páginas electrónicas. Los sobres y esquelas están pasando a la historia, porque con los adelantos tecnológicos en las comunicaciones son muy pocos los que mandan una carta; lástima grande, porque no hay nada más emocionante que recibir el correo, mirar el remitente, la estampilla, olerlo y proceder a abrirlo para disfrutar su lectura. Miles de artículos se elaboran con papel, unos sofisticados y otros sencillos, como el destinado a empacar regalos; no puedo imaginar a mi mujer en navidad sin este producto, porque eso sí es gustarle ese programa.

Para mí la mejor herencia que nos ha dejado el invento del papel es el libro, porque ninguna otra entretención iguala el placer de la lectura. Este maravilloso “vicio” distrae, mitiga el estrés, acompaña, instruye, agiliza la mente, alimenta la imaginación y se convierte en un compañero inseparable. Por fortuna no nos tocó vivir en el futuro, cuando los libros sean virtuales y deban llevarse el ordenador portátil a la cama para, y después de todo un día frente a la pantalla, seguir en las mismas durante las horas de descanso. El libro hay que sentirlo y si es posible adquirirlo, porque verlo en la biblioteca trae recuerdos y después de un tiempo considerable algunos pueden leerse de nuevo. También toca prestarlos, porque es egoísta no compartirlos, aunque muchas personas lo piden para ponerlo en una estantería durante meses sin siquiera mirarlo. Hay que marcarlos, y no solo en el inicio, sino en páginas interiores y entre los párrafos para que quien quiera desaparecer la evidencia deba picarlo; así por lo menos el indelicado recordará toda la vida a quién se lo tumbó.

Pero ojo, el consumo exagerado de papel atenta contra el medio ambiente porque la tala indiscriminada de bosques es la causa de la desaparición de fuentes de agua, inundaciones, extinción de especies animales, erosión y muchos otros desastres ecológicos. Por fortuna los medios electrónicos han reemplazado infinidad de papeleos, formularios, pliegos y demás documentos de nuestra absurda tramitología, y así en algo reducen el consumo de papel. Da gusto ver ahora a los jóvenes insertar en sus mensajes electrónicos una recomendación que invita al receptor a solo imprimir el documento si es absolutamente necesario. Todos debemos colaborar para frenar la hecatombe que se nos viene encima, porque de lo contrario muy pronto estaremos como algunos europeos que reemplazan el baño por una toallita húmeda que se pasan por la cara y los sobacos. Cómo serán la pecueca y otros hedores.
pmejiama@une.net.co

martes, septiembre 01, 2009

Absurdo e inaceptable.

Es marcada la diferencia que existe entre los pueblos que habitan este planeta cuando de hablar de la muerte se trata. En lo que conocemos como occidente, principalmente Europa y América donde la mayoría de sus habitantes son cristianos, la muerte es un tabú para muchos innombrable. Desde pequeños sentimos terror hacia ella y algo que nos mortifica es pensar que algún día nuestros padres van a desaparecer de la faz de la tierra; porque a nadie se le pasa por la cabeza que le puede llegar el turno antes que a sus mayores. La muerte es algo lejano, intangible y tenebroso que nuestro subconsciente asume solo puede llegarle a los demás.

En algunas religiosas de oriente, como el hinduismo, creen en la reencarnación y por lo tanto ven la muerte como un simple paso para la vida siguiente, la cual siempre esperan sea mejor que la anterior. Por lo tanto la transición no es tan traumática como sucede en nuestra cultura. Otro ejemplo son los musulmanes, que si mueren defendiendo la causa religiosa son recompensados en el más allá con innumerables dádivas; les pintan el paraíso como un jardín mágico donde serán atendidos por unas mujerotas medio desnudas, llamadas huríes, quienes les servirán bandejas de frutas, manjares y les harán masajes de todo tipo mientras disfrutan de un delicioso jacuzzi. Claro que por aquí aseguran que esa gente no le tiene apego a la vida porque la religión les prohíbe entre muchas otras cosas tomar trago, ver películas extranjeras, decir groserías, comer o beber durante el Ramadán y chupar trompa en lugar público. Y las mujeres deben cubrirse hasta la cara, ni hablar de ponerse un bikini, caminan unos pasos detrás de los hombres, no pueden ni asomarse a la ventana y por cualquier pendejada les zampan una pela.

Sin duda lo que nos hace cambiar el concepto acerca de la pelona es acercarnos a ella, sentirla respirarnos en la nuca, vernos con una pata en el cajón. En tal caso es natural que al principio el paciente se niegue a aceptar su estado, le eche vainas al Patrón porque lo cogió de mingo, le pida que reparta un poquito y que deje la cargadilla, hasta que acepta lo inevitable y se convence de que de nada sirve quejarse. Le tocó y punto. Entonces empieza a pensar en esa posibilidad que por lo grave de su situación es muy factible, y aunque en un principio se torna inaceptable, poco a poco se acostumbra a la idea y ya no le parece tan espantosa.

Cuando se trata de una persona enferma o de un anciano lleno de achaques y cansado de vivir, nadie debería sentir pena porque al fin termina su ciclo vital. En tal situación ese paso es un descanso para el cuerpo, para el alma y para sus allegados, y hasta donde se sabe nadie se ha quedado vivo. Triste es ver a un individuo que durante su vida productiva fue brillante y triunfador convertido en un guiñapo, que ha perdido la lucidez, sin control de esfínteres y reducido a una cama. El ser humano debería tener un suiche para apagarlo en el momento oportuno.

Por desgracia en nuestro país las muertes violentas se han vuelto algo consuetudinario y eso nos ha insensibilizado, hasta que llega el día en que nos toca de cerca y quedamos anonadados. Entonces reaccionamos y vemos que la cosa es en serio, que no son simples encabezados de prensa y noticieros, y sentimos en carne propia el dolor de esta absurda realidad. Porque no podemos aceptar que en una fracción de segundo sieguen la vida de un amigo, de un ser humano con quien hemos compartido tantos momentos. Sólo el bellaco que maquinó la vuelta y el desalmado que la ejecutó saben por qué lo hicieron, mientras sus familiares y amigos nos quedamos viendo un chispero.

Cómo así que de un brochazo sacaron a Germancito Escobar del baile, lo borraron del mapa, lo mandaron para el otro mundo. Un hombre bueno, generoso y amable, que estaba en la plenitud de su vida. Cuando disfrutaba del éxito en su empresa agrícola lo espera un sicario en un recodo del camino y tenga, despachado. Así no más. Esto es inaceptable y absurdo, y por más que trato no puedo asimilarlo. Una viuda inconsolable, una madre destrozada, una familia toda agobiada por el dolor; y sus amigos, y los “partners” del golf, y los compañeros de trabajo, y quienes estudiaron con él, y los vecinos, conocidos y tantos que compartimos sus momentos, nunca lo volveremos a ver.

Prefiero crearme mi propia película y pensar que a lo mejor alguien armaba un paseo para el más allá, y como acostumbraba, Germancito preguntó: Y de ir… ¿quiénes iríamos?; porque el hombre no se perdía ni la cambiada de una llanta. Siempre alegre y voluntarioso se dedicaba a llenar copas de aguardiente con una habilidad impresionante, porque servía el chorro desde bien arriba y sin regar una sola gota repetía su estribillo: ¡Hijue lo bueno, hijue lo bueno! A donde lo invitaran llegaba cargado de paquetes, y como siempre fue generoso en el gasto, comentaba: ¡Que no se note la pobreza y si pasa un perro, que le tiren un tamal! Paz en la tumba del amigo inolvidable.

pmejiama1@une.net.co

martes, agosto 25, 2009

Plata y presencia.

Alguna vez mientras esperaba a que hicieran una diligencia me entretuve al observar una perrita revejida e insignificante que recorría las calles, perseguida por una pandilla de canes que chorreaban la baba y buscaban la forma de encaramársele a la desinteresada chandosa. Había perros clasudos, garosos, grandes, pequeños y de variadas pintas, pero todos seguían el cortejo con la misma obsesiva intención. Ella husmeaba las basuras, miraba en los negocios a ver si le tiraban cualquier bocado y pasaba de un andén a otro, mientras los machos ansiosos solo se interesaban en olerle el trasero y saborear el anhelado desenlace.

Entonces pensé que el Creador se encargó de que aunque el organismo de los animales es muy similar en sus funciones, el hombre por racional se diferencia del resto de seres vivos. Nuestro comportamiento se caracteriza porque tenemos emociones y sentimientos, mientras los demás animales actúan por instinto. Pero como toda regla tiene su excepción, se le fueron las luces en su magnífica obra al diseñar la conducta sexual de los humanos. Y digo esto porque los varones nos comportamos muy parecido a las bestias cuando la libido interviene, ya que muchos echan por la borda todo su pasado por irse detrás de una mujer.

La palabra encoñarse, que por cierto es castiza, resume de la mejor forma esa atracción fatal que empuja a las personas detrás de un capricho sentimental, así no les convenga y sin importar las consecuencias que ello pueda acarrear. Claro que es peor obligar al enamorado a actuar contra su voluntad, porque además de que hará la vida imposible a quienes lo rodean, nunca encontrará sosiego y satisfacción. Muchos son los que siguen ese instinto, abandonan todo y cuando les pasa la calentura, quieren regresar a recuperar lo suyo cuando ya es tarde. Entonces la tusa y el remordimiento los carcome y mortifica.

Insisto en que mucha parte del problema está en la diferencia tan marcada que existe entre hombres y mujeres en cuanto a sexo se refiere. Mientras a ellas se les baja la intensidad del deseo por su pareja con el paso de los años, ellos siguen entucando a toda hora y no desaprovechan oportunidad para desfogar sus instintos. Por ello son comunes las infidelidades, por buscar por fuera lo que no encuentran en la casa. En épocas pasadas era casi cultural el hecho de que los señores tuvieran su querida, o moza, mientras en el hogar solo cumplían con su deber marital y de una vez llenaban a la mujer de hijos. En cambio la otra se encargaba de calmarles la gana y con ella ponían en práctica todo tipo de posiciones, se revolcaban por el piso, rodaban por las escaleras, ejercían en el poyo de la cocina y cuanta ociosidad se les ocurriera. Las costumbres culturales también marcan diferencias y en nuestro país los habitantes de la costa Caribe son amigos de tener varias mujeres, todo con la anuencia de las esposas que lo aceptan como algo natural.

Muchos prefieren no enredarse con otra mujer sino que optan por aventurillas pasajeras. Contratan una prepago y disfrutan de una noche de lujuria, para regresar a casa plácidos y relajados. Mujeres ambiciosas o muy necesitadas que entregan su virginidad a cualquiera que pague por ella, y otras que buscan riqueza y comodidades al convivir con mafiosos y bandidos de toda laya, y que son reconocidas por sus extravagancias y voluptuosidad.

Pero vaya que sea un personaje famoso el que se sale de la línea y sin falta le forman un tierrero. El presidente francés, consiente del escándalo y el costo político que podría enfrentar, disolvió un matrimonio de muchos años y rearmó su vida con la mujer que le movió el piso. Ahora los mojigatos quisieron armar un lío porque el presidente Obama, en una cumbre reciente en Italia, miró con ojos ávidos el trasero de una muchacha muy sensual que pasó cerca. Nos olvidamos que son seres humanos con idénticos gustos y necesidades.

Pero sin duda el que más comentarios genera es el premier italiano Silvio Berlusconi. Mientras sus andanzas sean patrocinadas de su peculio, creo que nadie debe meterse en su vida privada. Hay hombres más ardientes y ganosos que otros, y don Silvio es uno de estos últimos. Que le place hacer reuniones en su villa de Cerdeña, donde todos los invitados andan viringos, es problema de él. Además, como preguntó don Alberto Casas en su programa radial: ¿En qué estatutos dice que un seminario político no puede hacerse en pelota? Que le gustan las prostitutas, las mujeres fáciles y de ambiente, no cabe duda. Que las orgias son antológicas y monumentales, puede ser cierto, pero para eso mi dios lo castigó con plata y con presencia. Todas esas nenas que salen a dar declaraciones escandalosas acerca de su comportamiento lo hacen por algún interés personal, porque el día que quisieron participar en las bacanales nadie las obligó a estar presentes. No le busque: lo que ofende es no estar en la lista de invitados.

Vi un correo electrónico donde aparece Carla Bruni espectacular, con fotos desde todos los ángulos y sin escatimar en mostrar sus atributos, y al final la ex mujer de Sarkozy pregunta indignada: ¿y qué tiene esa vieja que no tenga yo?
¡Hágame el favor!

pmejiama1@une.net.co

jueves, agosto 20, 2009

Golpe de suerte.

Nada que le guste más a la gente que apostar. Muchos pasan su existencia a la espera del golpe de suerte que los saque de pobres y el día que ganan algo, resulta que es más lo invertido en tentar la suerte que el monto del premio logrado. Para fortuna de quienes viven del negocio ese tipo de cuentas no las hace nadie y todos siguen fieles a la costumbre de buscar pegarle al gordo. Según la condición social y económica de cada individuo le apunta a una suma determinada, y por ello vemos al obrero que se contenta con echarle mano a unos pocos millones en una rifa de barrio, mientras que el más adinerado espera que el Baloto sortee una cifra exorbitante para comprarlo, con el cuento que los diez o quince mil millones que ofrece en un momento determinado dizque no le alcanzan para nada.

Es típico de nuestra región encontrar en la plaza de los pueblos una carretilla llena de artículos llamativos que conforman un paquete que se rifa: la tradicional cómoda forrada en plástico, un buen televisor, un ventilador de pie, la olla arrocera, una ancheta con rancho y licores (ordinarios todos), varios cortes de tela, una bicicleta todo terreno y un cachorro “frespudel”. Con un altavoz promocionan el sorteo y el sábado, cuando arriban los campesinos a mercar, los compradores hacen fila con la ilusión de alcanzar tan provocativo premio. Tampoco falta una motocicleta llena de avisos promocionales que empujan alrededor de la plaza, sin montarse en ella porque la desvalorizan, la cual se convierte en la envidia de los jugadores que ya se ven en ella sacando pecho por todo el pueblo; y lo mejor es que el paquete incluye cascos y chalecos reglamentarios para conductor y acompañante.

En el centro de las ciudades es común el vehículo último modelo que exhiben en un remolque, mientras los vendedores expertos matriculan incautos al por mayor, con el agravante que muchas de esas rifas son piratas; resulta usted ganador y cuando va a reclamar el premio encuentra el rastro frío. En esta clase de negocio sí que hay timadores y embaucadores. Yo no creo en ningún tipo de rifa o lotería. Después de muchos casos donde se demostró que los sorteos son manipulados, y que en cierta época los políticos se ganaban el mayor de una misma lotería en varias ocasiones, quedé curado. Será por malicioso o desconfiado, pero no creo en esos chepazos. Además me chocan sobremanera las personas que cada que uno se las encuentra le zampan una boleta de cualquier pendejada; y lo malo es que siempre embolato el comprobante o se me olvida revisar el sorteo.

En los barrios populares o sectores comerciales se vende más el chance que el tinto. La gente puede que no tenga para comer pero no deja de hacer su chance diario; personas de todas las edades, colores y condiciones buscan a su vendedor de confianza, quien por cierto fía y es experto en recomendar números. El juego es adictivo, como el alcohol o las drogas, y muchos terminan arruinados por el afán de recuperar lo perdido. Recuerdo que mi padre, en sus últimos años de enfermedad que no salía de la casa, no perdonaba mandar a comprar el Baloto los días que jugaba. Así entretenía las noches de desvelo: se ponía a repartir la plata entre sus allegados y a solucionarle la vida a más de uno (lo malo es que para tanto pobre junto no alcanza la limosna).

Pues creo que el destino quiso castigar mi escepticismo y para desvirtuarlo permitió que me ganara una lotería, y sin comprarla. Abro el correo electrónico y encuentro que resulté escogido por la “Lotería de Asia Vietnam caridad promociones 2009”, la cual asignó un número a mi cuenta electrónica y a pesar de que había que coincidir en una gran cantidad de cifras y series, le di en toda la pepa. De buenas que es uno. Tengo que hablar con un tal míster James Hong a ver dónde reclamo la medio bobadita de 980 mil libras esterlinas. No sé cuánto es en pesos, porque no tengo calculadora a la mano, pero estoy seguro de que será como según un amigo costeño dicen los guajiros: “un bojote de plata que no lo salta ni un chiiiiiiivo”.

En el correo donde anuncian la buena noticia recibo felicitación de los empleados de esa generosa firma y Mrs. Elizabet Grayson me pide que mande todos los datos personales para legalizar el asunto. Que me metan el dedo en la boca esta sarta de babosos si creen que les voy a dar papaya para que me desplumen (claro que tampoco hay de dónde). El otro día oí en el radio a un tipo que mordió el anzuelo y alcanzó a enviarles 25 mil dólares para trámites y papeleos, antes de percatarse de que lo habían tumbado. Tiene que ser uno muy pendejo e iluso para comerse semejante cuento, o muy ambicioso que es lo peor. Porque sin duda es por ambición que la gente cae en las pirámides, en las captadoras ilegales, en rifas piratas, se dejan meter paquetes chilenos, o se restean en un casino en espera de recuperar lo perdido. Claro que no faltan los que caen por atembaos.

pmejiama1@une.net.co