Cuando alguien me pregunta, al
comentar alguno de mis escritos, de dónde saco las expresiones, dichos,
cuentos, apuntes de doble sentido y demás gracejos que acostumbro, respondo que
todo es heredado de mi mamá. Pero dejo claro que no le llego ni a los tobillos,
porque ella fue genial y espontánea, con una gracia innata y una forma de
enfrentar la vida excepcional. A su vez ella recibió el legado de su padre, Rafael
Arango Villegas, cuya obra habla por sí sola de su genialidad y fino humor.
Hace cinco años murió la vieja y a diario la recuerdo, además porque tengo como
muletilla repetir “como decía mi mamá” en medio de cualquier conversación.
A mi madre no se le podía ocultar
nada porque tenía el sexto sentido muy desarrollado y definitivamente se las
pillaba al vuelo. Le bastaba mirarnos a los ojos para saber que algo andaba
mal; y al enterarse del asunto, por grave que fuera, nunca se escandalizaba ni
armaba un escándalo. Prefería taparle a mi papá ese tipo de problemas para
evitar que renegara y estirara trompa, y en cambio buscaba la forma de
solucionarlos de la mejor manera. Siempre nos dio libertad y cuando
adolescentes salíamos de noche, nos daba la bendición y respondía a quien le
preguntara dónde estábamos: En la vida. Quiero revivir cómo fueron esas charlas
con ella en diferentes situaciones, no sin antes advertir que aunque escogió mi
nombre, siempre me llamó Pedro; vaya uno a saber por qué.
*Pedrito, a qué hora arrancan.
Después de almuerzo, amá, voy a la casa de mi amigo y de ahí nos lleva el papá.
Y quién más va o qué… Yo qué voy a saber amá, nos invitaron a tres compañeros
del colegio, pero de resto ni idea. Bueno, tráigame el maletín yo reviso qué
lleva. No amá, qué va; ya empaqué y fresca que eché todo. Venga a ver, qué es
ese desgualete… métase la camisa y pásese un peine por esa cabeza. Ahorita…
acaso me voy ya. Ojo pues, bien educado y se lava los dientes después de cada
comida; y por la noche rece algo antes de acostarse… que no parezca un
animalito. Tranquila má, eso me lo ha dicho mil veces. Pues se lo voy a repetir
así no le guste; y tráigame la cartera le ajusto lo que le dio su papá. Listo
amacita. Mucho cuidadito pues y que no los coja la noche al regreso.
*Sí ve amá, se lo advertí: hoy
dijo el profesor de biología que mañana no deja entrar a clase al que no lleve
el libro. Si lo van a usar se lo compramos con gusto, porque cuántos libros han
dejado nuevos, sin siquiera abrirlos; en todo caso le aconsejo que no le diga a
sus papá hoy, porque amaneció con el mico al hombro y está inaguantable.
Entonces qué hago… después pierdo la materia y que conste que no es mi culpa.
Vea Pedrito, no me venga con cuentos que usted pierde las materias es por
maqueta; mejor espere a que el viejo amanezca enguayabado esta semana y ahí le
pide la plata, eso no falla.
*Pedro… ¿esta tarde tiene algo
importante en el colegio? Qué va má, lo mismo de siempre, ningún examen ni nada
parecido. Entonces quédese abajo y sube cuando su papá se vaya para la fábrica;
hacemos un perrito mientras oímos a Montecristo y después me lleva a
Villamaría. Listo má, de una; ¿y eso a qué? Tengo que ir a donde Carmelita a
ver si me tiene listas unas costuras y a dejarle otros encargos, y de una vez
tomamos el algo por allá; unos chorizos bien sabrosos. Pa lo que no hay pereza
amacita, si es con mecatiada mucho mejor; eso sí, esperamos a que llamen del
colegio pa que usted conteste. Tranquilo, y ahorita mismo le hago la excusa; en
todo caso que no se entere su papá porque nos mata. Fresca má, y mire a ver qué
más mandados necesita.
*Venga mijo, dígame la verdad…
¿ustedes hicieron fiesta el fin de semana? No amá, cómo se le ocurre… usted de
dónde saca esas cosas. No se me haga el pendejo que tengo varias pruebas; de
manera que desembuche de una vez. Pues… la verdad es que vinieron unas parejas
de amigos, pero fiesta fiesta, no fue; una reunioncita tranquila. ¿Sí? Y dígame
por qué quebraron la imagen de la Virgen de encima de mi mesa de noche; con
solo verla me di cuenta de que la pegaron de afán. Eso fui yo que salí del baño
a las carreras y… No me venga con cuentos mijito que si hubiera sido así, usted
guarda los pedazos para mandarla a arreglar. Bueno má, está bien, pero le juro
que no hicimos nada malo. Noooo, me imagino que lo que hicieron fue muy bueno;
en todo caso la próxima vez me piden permiso. Y que su papá no se entere.
A mi mamá le bastaba olernos para saber de dónde
veníamos. Si habíamos comido albóndigas, decía: Vaya lávese esa trompa que
huele a polaco. En cambio al que llegaba copetón y despelucao de “la vida”, le ordenaba:
Báñese antes de acostarse y se restriega bien por allá. Esa cucha fue única e
irrepetible.