martes, diciembre 21, 2010

Añoranza navideña.

Definitivamente la navidad es para los niños, sobre todo cuando aún creen en el Niño Dios, y verlos disfrutar las tradiciones navideñas es todo un programa. En cambio a los mayores nos asalta la nostalgia, la depresión se alborota y nos agarra una sensación de viejera la más espantosa; por fortuna el traguito mitiga esos males. Todo tiene su momento y queda la satisfacción de haber vivido una infancia feliz, y que mientras tuvimos hijos o sobrinos pequeños, disfrutamos estas fechas con intensidad.

Tengo gratos recuerdos de aquellas vacaciones en la finca con una parentela maravillosa y abundante. Mi tío Roberto era el eje central de la temporada; él organizaba, dirigía, regañaba, nos daba gusto y estaba pendiente de todo. Al otro día de salir del colegio ayudábamos a empacar lo que llevaríamos para la temperada, que incluía colchones, pipa de gas, ropa de cama, olla pitadora, los chiros de cada uno y demás corotos. En un camioncito empacábamos todo, junto con el trasteo de los Ocampo, y nos encaramábamos atrás. Después arrimábamos a la casa de la tía Gracielita donde debía cargarse el menaje de la familia Vélez Arango. Ahí ya éramos 24 primos y 6 adultos, aparte de otros parientes que se apuntaban al paseo.

Cuando el abuelo Rafael compró esa finca, mucho tiempo atrás, le puso el nombre de su mujer: La Graciela. Después, cuando temperábamos allá, la abuela ya había enviudado y vivía con su hermana Lucila, quien era como otra abuelita para nosotros; ambas eran enemigas de ese paseo por la pelotera y porque se morían del susto con la pólvora. Bajaban unos pocos días, pero algo se inventaban para regresarse para la casa. Los señores subían a diario a trabajar y las mamás se turnaban para venir a hacer diligencias. En cambio los niños nos olvidábamos de todo y sólo disfrutábamos de unas vacaciones espectaculares.

Cada matrimonio tenía una habitación asignada para acomodarse con los hijos más pequeños; los otros cuartos se repartían por sexos y edades. Para cualquiera era un logro cambiar de pieza al crecer un poco, aunque en un principio era jodido, ya que por ser el menor se la montaban y le tocaba hacer todos los mandados; pero eso no importaba, porque la meta soñada era poderse meter con los más grandecitos. A media noche lo mandaban a la nevera a robar cerveza, incursión que debía hacerse por detrás de la casa para que no lo pillaran; y cuidadito con decir que le daba miedo.

En otra oportunidad, con mis primos Felipe Ocampo y Alberto Vélez, y mi hermano Rafael, estábamos escondidos debajo de un palo de café arábigo y me encargaron que trajera, de la cuerda donde secaban la ropa, el brassier de una sardina parienta que vino de Bogotá. Yo no entendía para qué querían esa vaina pero obedecí sin chistar, y después de que ellos lo olieron con fruición y se lo restregaron por todas partes, hice lo mismo para no desentonar, pero sin lograr encontrarle la gracia.

El día empezaba muy temprano para ver ordeñar y todavía en piyama nos íbamos al potrero a corretear las bestias para traerlas y ensillarlas. Si había turno para el baño nos dábamos una ducha, pero no teníamos problema en obviar ese paso y mejor nos vestíamos rápido para buscar cupo en la montada a caballo. Debido a la cantidad de gente todo era por sorteo y de esa forma el tío Roberto asignaba las bestias; recuerdo, entre otras, a la Colimocha, la Morita, la Sinforosa, la Tunga y la Calambrosa (esa acostumbraba detenerse para sacudir una pata).

A medio día almorzábamos y por la tarde había paseo al río Chinchiná, que pasaba a media cuadra; los adultos se turnaban para cuidarnos, con la condición que fuera después de la siesta. Nos sentábamos todos en unas escalas, durante horas, en vestido de baño y una toalla al hombro a esperar a que abrieran el ojo. Al caer la tarde los papás jugaban tute o parqués y se tomaban unos aguardientes, las mamás conversaban y tejían, y los muchachitos jugábamos cuclí; el tapo quedaba en un palo de mango que había al frente de la casa. Después la comida de todos los días: frijoles con arroz, arepa, carne asada y tajadas maduras, y rematábamos con leche postrera y banano. Con semejante munición los campeonatos de pedos en el cuarto de nosotros eran de antología.

La matada de marrano no podía faltar. Como a mi papá le gustaba dormir el guayabo, Roberto le prendía papeletas debajo de la cama para que se levantara; todos debíamos participar. Del porcino guardaban los perniles para las cenas de Navidad y año nuevo, que se completaba con un par de piscos que le compraban a Carmen, la mujer del agregado.

Maravillosa época cuando las familias temperaban en fincas sin televisor ni teléfono, donde no llegaba la prensa y las únicas noticias las traía el que subiera al pueblo. Todo era correr, jugar, subirse a los árboles, disfrutar el aguinaldo (porque era de a uno), tirar cauchera, montar a caballo, pescar sabaletas, guindar a las primas y otras tantas pilatunas. Tampoco conocíamos palabras como estrés, depresión, terapeuta, gastritis, trauma o hiperquinesia. Al mocoso que estaba muy cansón le zampaban una pela y santo remedio.
pamear@telmex.net.co
Propongo: Esta Navidad, cero regalos. Todo para los damnificados.

miércoles, diciembre 15, 2010

¡No le busque más!

Siempre oímos a quienes viven en Bogotá lamentarse por lo complicado que es transitar por las calles, debido a que los vehículos no caben en ellas. Sin embargo el clamor se ha intensificado, porque ahora los atascos del tránsito convirtieron a la capital en un lugar invivible. Durante la semana el tráfico es pesado y complicado, pero el sábado, que no existe restricción, dicen los mismos habitantes de la metrópoli que es imposible salir en el carro. Prefieren quedarse en la casa antes que padecer semejante martirio. Mientras las obras de infraestructura no prosperan porque la corrupción no lo permite, miles de vehículos nuevos salen a rodar por las atestadas vías.

Es inconcebible que tanta gente se traslade a la capital a sufrir a diario ese tormento, mientras que en una ciudad intermedia como la nuestra la situación es muy distinta. Claro que muchos se quejan porque el tráfico se pone pesado en las horas pico, aunque me atrevo a asegurar que esas personas nunca han estado atrapados en un atasco de esos que provoca llorar. Y eso que aquí las avenidas son pocas por lo difícil de nuestra topografía, pero nadie podrá negar el privilegio que representa salir del trabajo en La Enea a medio día y quince minutos después estar en la casa para almorzar; además alcanza a dormir siesta.

En cambio el problema nuestro está en las vías que nos unen con el resto del país, porque de seguir así, terminaremos como dicen algunos: convertidos en un paradero de buses con arzobispo. Sin embargo, para demostrar que nuestra región lo único que necesita para descollar económicamente es contar con buenas vías de comunicación, basta leer algo de la historia de la ciudad para enterarse de que las cosas antes eran a otro precio. Hace años el historiador Albeiro Valencia Llano me obsequió dos libros de su autoría: uno sobre la colonización antioqueña y el otro referente a la fundación y desarrollo de Manizales; son interesantes, amenos y en sus páginas es fácil toparnos con los ancestros.

A finales del siglo XIX y a principios del XX Manizales era la segunda ciudad más importante de Colombia, después de Bogotá, y todo debido a que dominaba las rutas que comunicaban a Antioquia con el Cauca, y al occidente del país con el río Magdalena y la Capital de la República. Se trataba de caminos de herradura por donde las recuas transportaban las mercancías que transitaban por Honda y Ambalema; además, llegaban hasta las minas de Marmato y las tierras del Chocó. El primer camino que abrieron hacia el oriente pasaba muy cerca del nevado de El Ruiz y pernoctar en las cuevas del Gualí o de Nieto era difícil por el intenso frío. Por lo tanto en 1864, catorce años después de la fundación, el cabildo emprendió la construcción de otro paso por el páramo de Aguacatal, llamado el camino de La Elvira, para lo que recaudó una contribución obligatoria entre algo más de mil vecinos; lo que ahora llamamos valorización.

Dos años después el municipio se declaró insolvente y ante la imposibilidad de pedirle más dinero a los ciudadanos, que no estaban en condiciones de aportar, resolvió entregarle el proyecto a una compañía privada para que terminara las obras. Esa compañía estaba conformada por Francisco Antonio Jaramillo, Pablo Jaramillo, Ignacio Villegas y Gabriel Arango Palacio (mi tatarabuelo). Luego se emprendió la apertura de otro camino, llamado El Perrillo o Moravia, el cual se empezó a construir en 1890 y fue encargado a la sociedad conformada por Pantaleón González O., Pedro Uribe Ruiz, Rufino Elías Murillo y Manuel María Grisales.

Las crónicas de la época aseguran que en los potreros de Manizales y los municipios vecinos llegaron a pastar diez mil bueyes, además de mulas y bestias que utilizaban para el transporte de personas, con los que se movía toda la carga que transitaba entre las diferentes regiones. De esos primeros habitantes los más adinerados fueron los que se dedicaron al negocio de la arriería, entre quienes se destacaron don Justiniano Londoño (el papá de Fernando Londoño Londoño) y los hermanos Estrada Botero. Por ello al manizaleño que se crea de sangre azul o que se ufane de sus abolengos, debemos recordarle que todos descendemos de arrieros y montañeros de alpargatas y mulera.

Con el surgimiento del cultivo del café el volumen de carga aumentó en forma considerable y como complemento a las recuas apareció la navegación por el río Cauca, donde Francisco Jaramillo Ochoa y Carlos E. Pinzón fundaron importantes compañías navieras. Los arrieros llevaban la carga hasta La Virginia, de allí por el río hasta Palmira, desde donde seguía en tren hasta Buenaventura para embarcarla hacia el exterior. En 1922 se inaugura el cable aéreo entre Manizales y Mariquita para agilizar el transporte hacia el río Magdalena, y en 1928 llega la línea férrea a esta ciudad para comunicarla con el ferrocarril del pacífico.

Ahí está la prueba de por qué nos quedamos estancados. Porque si entonces contábamos con varios medios de transporte, ahora dependemos de unas pocas carreteras obsoletas, sinuosas, angostas y en mal estado. Ojalá aprovechemos este cuarto de hora, como dijo el Ministro Germán Cardona, para que con el billete que piensan invertir en infraestructura podamos salir por fin de este atolladero.
pamear@telmex.net.co

martes, diciembre 07, 2010

Hostales y mochileros.

Entre los tantos terminachos que se han puesto de moda hay uno bien valedero: la aldea global. Con los avances en las comunicaciones el concepto de remoto o lejano dejó de existir, porque una conexión por ejemplo vía Skype funciona igual entre dos personas que viven en la misma ciudad, que si están en diferentes países. Antes, si alguien se radicaba en Australia podía hablar con sus familiares en muy contadas ocasiones, y a los gritos; las cartas demoraban varias semanas en llegar a su destino y pensar en venir de visita era algo utópico. Ahora basta con ponerse de acuerdo con el horario de la comunicación y el emigrante puede mostrarles su motilado o la habitación donde se encuentra. Ver a la persona, además de hablar con ella, hace que sintamos que la tenemos al lado. Además, dicha conexión permite que tres o cuatro personas que están en diferentes continentes puedan comunicarse, y verse, al mismo tiempo. ¡Y gratis!

Otra cosa es que los jóvenes viajan con una facilidad pasmosa y cuando visitan otras latitudes, encuentran en las distintas ciudades amigos, conocidos o referidos de alguien más, quienes los reciben en sus casas mientras se instalan; y si van de paseo les dan posada con todo el gusto. En nuestra época unos pocos iban a estudiar a Medellín o Bogotá, pero aprovechaban hasta los fines de semana para venir a la casa, y no veían la hora de terminar la carrera para radicarse en su tierra. En cambio ahora la desbandada es total y el que no tiene recursos para estudiar por fuera, apenas recibe su título profesional pone pies en polvorosa. Y por medio de internet levantan becas, intercambios, pos grados y demás capacitaciones. Mientras que para nosotros era todo un paseo visitar la Feria Internacional de Bogotá, ellos van a Nueva York o Madrid con suma facilidad.

Yo me babeo al ver en la televisión el canal de viajes y la forma tan fácil y barata como se puede conocer mundo. Antes de arrancar, el viajero busca por internet todas las opciones de transporte y alojamiento, donde encuentra promociones, rebajas y paquetes turísticos, y de una vez puede reservar y pagar con una tarjeta de crédito. Con las aerolíneas de bajo costo y la proliferación de hostales, ahora las tarifas son mucho más asequibles. Desde la comodidad de su casa consulta precios, horarios, rutas y programas, y de una vez asegura su vuelo en cualquier ciudad remota, mira cómo sale del aeropuerto en el metro, en bus o tranvía, y separa la cama en el hostal donde piensa pernoctar. El destino puede ser en Ushuaia, Singapur, Minsk, Pretoria, Pekín o Villa de Leiva, y con una computadora gestiona todo el viaje.

La modalidad de hostal facilita las cosas al viajero porque mientras en Europa pagar por una habitación de hotel es muy costoso, sólo para dormir y sin tomarse un tinto, en el hostal una cama cuesta 16 euros la noche; eso sí, debe compartir habitación con otras personas. Si prefiere privacidad la tarifa puede subir a 30 euros. En Norteamérica las tarifas están entre 10 y 30 dólares; y en Suramérica cuesta un poco menos. Algunos ofrecen desayuno incluido y para las otras comidas, tienen una cocina bien aperada para que cada huésped prepare sus alimentos; en bolsas marcadas se guardan las compras en la nevera o en la despensa. Entre la comunidad de mochileros existe mucha camaradería y es común que se intercambien condimentos, ingredientes y recetas. Además, quienes siguen su camino dejan sobrantes de salsas, productos no perecederos, aliños, etc., lo que hace mucho más sencilla la preparación de cualquier plato.

El huésped recibe una toalla y si quiere puede pagar extra para tener un compartimiento seguro dónde guardar sus pertenencias, utilizar internet, llamadas telefónicas y otros servicios. Un hostal debe tener un salón con diferentes juegos y pasatiempos (pimpón, billar, dominó, parqués) y un espacio al aire libre (terraza, balcón, patio interior). Los hostales no se clasifican por estrellas, sino que los huéspedes mismos se encargan de calificarlos en cuanto a servicio, limpieza, ubicación, entretenimientos y seguridad, y ese porcentaje aparece en las páginas web donde ofrecen el servicio. Por cierto, la ubicación tiene mucho que ver con que quede cercano a la zona rosa, donde haya rumba asegurada y restaurantes asequibles.

Los mochileros generan divisas en todo el planeta y los hostales se encargan de ofrecerles planes turísticos, aunque ellos por lo general prefieren las excursiones ecológicas y de aventura; muchos jóvenes recorren mundo y consiguen recursos al trabajar en los mismos hostales donde se alojan. En Manizales no era común ver este tipo de establecimientos y en la actualidad hay buena oferta, y por ejemplo existe uno localizado en una hacienda tradicional a 20 minutos del centro de la ciudad, donde ofrecen al visitante un recorrido por la cultura cafetera desde que se siembra la semilla hasta que le brindan una taza del mejor café, tostado y molido en presencia del turista (http://haciendavenecia.com/hostal.html).

Mi hijo es mochilero y confiesa que lo único incómodo es cuando le ha tocado compartir habitación por ejemplo con europeos, que son tan esquivos al baño diario; por fortuna el cansancio acumulado permite conciliar el sueño a pesar de la “güelentina” a chucha y a pecueca. ¡Fo!
pmejiama1@une.net.co

martes, noviembre 30, 2010

Quien quiere marrones…

No existe nada más aburridor e incómodo que hacer cualquier reparación o remodelación en la casa, porque la más mínima obra genera cantidades infinitas de polvo. El desorden, las huellas de los trabajadores por todas partes, el ruido infernal y un despelote generalizado, hacen que los habitantes de la vivienda anden a toda hora de mala vuelta. Porque hay que ver el polvero que se levanta cuando hay que picar, a punta de martillo y cincel, el enchape de un baño; o al arrancar un tapete viejo para cambiar el piso; o la cantidad de escombros y de mugre que resultan al tumbar un murito cualquiera. Y puede encerrarse en la habitación, tapar las rendijas de la puerta con toallas y trapos, y el maldito polvo se mete porque se mete. Luego pasan los días y las semanas y entre más limpia con el sacudidor, más polvo resulta.

Lo mismo sucede cuando deben adelantarse obras en la ciudad. Al construirse un gran edificio se restringen las aceras para el paso de los peatones, el descargue de materiales generan atascos y embotellamientos, el peligro que caigan escombros es latente y los vecinos se quejan por el ruido, pero no existe otra forma de adelantar una obra de esa magnitud sin incomodar a la ciudadanía. Ni hablar de cuando se trata de trabajos en las vías, porque los conductores se ponen como unas tatacoas, se transforman en guaches y el mal genio cunde; todo el mundo pita, gesticula, echa tacos y le recuerda la madre al Alcalde y al Secretario de tránsito.

En estos casos podemos aplicar al pie de la letra que quien quiere marrones aguanta tirones. Porque desde hace tiempos todo el mundo reniega debido a que la Avenida Santander presenta infinidad de huecos y la capa asfáltica está en mal estado, pero apenas empiezan a arreglarla, entonces blasfeman y joden es porque no hay por dónde transitar. Que trabajen de noche, dicen algunos, pero quienes habitan en el sector, con toda razón, reclaman tranquilidad para poder dormir. Porque yo sí le digo cómo debe sonar a media noche la máquina que arranca el asfalto; es más, cualquier martillo hace un ruido infernal a esa hora. Entonces que no arranquen el asfalto, proponen otros, pero no entienden que de seguir acumulando capas de asfalto, muy pronto quedaremos sin diferencia de altura entre las vías y los andenes.

Definitivamente solucionar los problemas desde la cama o desde la mesa del café es pilao. Y opinamos, despotricamos, damos soluciones y metemos la cucharada, sin tener ni idea del tema. Ese es un deporte oficial de los colombianos. Pero después, cuando la obra terminada y mejora notablemente la calidad de vida, a todos se les olvida las vainas que echaron y disfrutan el cambio. Basta recordar el caos vehicular cuando remodelaron el parque Alfonso López, o las obras del intercambiador vial del estadio o la Avenida Alberto Mendoza. Lo que siempre le digo a quien reniega por una obra de este tipo: usted lo que quiere es que contraten a Hechizada para que venga, mueva la cumbamba y transforme esa vaina por arte de birlibirloque.

Claro que todos tenemos derecho a opinar, pero con inteligencia y argumentos, y sobre todo sin apasionamientos. Un caso típico de estas diferencias de juicio es el aeropuerto de Palestina. Cada quien esgrime sus razones para atacar o defender la obra, según su criterio, pero lo que sostengo es que ese debate debió darse antes de empezar a mover tierra. Porque ahora aparece un columnista joven con argumentos de economía valederos, pero esas mismas razones pudo haberlas expuesto cuando sólo se trataba de un proyecto; aunque viéndolo bien, en ese entonces el muchacho estaría en bachillerato.

Lo que sí me parece grave es que el doctor Germán Cardona exponga ante la audiencia nacional sus temores frente a la obra; porque si en un principio la apoyó, él, como ingeniero experto que es, debió prever los problemas futuros. Qué tal cuando debamos pedirle cacao al Gobierno Central para que nos de la mano y el funcionario de turno diga que si un Ministro de Transporte manizaleño, no le hizo buena cara al aeropuerto, mucho menos él se va a embarcar en semejante gasto. Me parece que el aeropuerto es fundamental para el desarrollo de la región, y a quienes lo tildan de elefante blanco, les digo que son muchas las obras que se han construido en el país de ese tipo y ahí las hemos pagado entre todos. De manera que una más…

Por fortuna con la carretera al Magdalena no parece existir polémica y todos estamos de acuerdo en que hay que solucionar ese problema. Porque si antes fue en La Chillona y después en Petaqueros, ahora es en Sabinas; sólo cambia el nombre del derrumbe, pero el problema es el mismo. Por cierto, la otra noche disfrutaba con unos amigos de unos videos y en cierto momento uno de ellos me preguntó el nombre del cantante que acompañaba a Serrat en un dúo. Yo lo miré un poco extrañado y le dije que era Joaquín Sabina, a lo que él, algo incómodo por lo obvio de la respuesta, me salió con esta perla:
-¡Pues claro! ¿Cierto que ese man es el que tiene un derrumbe por allí arribita?
pmejiama1@une.net.co

miércoles, noviembre 24, 2010

Chocheras y resabios.

El que pueda decir que está libre de resabios y chocheras que tire la primera piedra. Sobre todo con la acumulación de calendarios empezamos a adquirir ciertas manías y hábitos muy propios de cada quien, los cuales en muchos casos no tienen ninguna explicación lógica, pero se vuelven una forma de vida para quien los acostumbra. Dichos comportamientos desesperan e indisponen a aquellos que deben compartir el diario vivir con el chocho, pero el apego y la rutina diaria hacen que sea aceptado a pesar de la incomodidad que representa. Lo increíble es que ahora los muchachitos están llenos de melindres y condiciones, las cuales son aceptadas por los padres que se dejan ensillar de los mocosos desde que nacen.

Por ello cuando vemos a alguien que aunque joven está lleno de resabios y caprichos, que le pone pereque a todo, que jode porque sí y porque no, que tiene más condiciones que un tute y es lo que llaman una persona trabajosita, la pregunta obligada es: ¿Qué irá a dejar para viejo? A la hora de comer es cuando más se notan los resabios, porque nada les gusta, ponen condiciones de cómo preparar los alimentos, todo les sabe maluco, viven pendientes de las fechas de vencimiento, rechazan cualquier innovación y muchos sólo reciben salchichas y papas fritas.
Dichas características son comunes y respetables en los ancianos, ya que toda una vida de costumbres y mañas se convierten en una rutina diaria apegada a normas y horarios determinados.

Por ello el viejo, después de una existencia de lucha y sacrificio, se gana el derecho a tener sus chocheras. Todos llegaremos a esa etapa y por lo tanto debemos aceptarlos como son, seguirles la corriente y darles gusto en todo lo posible. Cuando debido a la edad empiecen a tener lapsus, olvidos y lagunas, no es bueno empeñarnos en corregirlos y hacerles ver sus errores, porque eso los hace sentir mal, los deprime. Y así como a los niños debe verlos un pediatra cuando presentan problemas de salud, para los ancianos existen los geriatras; y los viejos sí que requieren de atención médica, porque los años son sinónimo de achaques y enfermedades.

La Universidad de Caldas ha formado unos excelentes geriatras, en un principio bajo la orientación del doctor Jaime Márquez, quienes saben cómo se debe manejar una persona de edad avanzada. Ellos son elásticos con el anciano y le permiten ciertas libertades que a un paciente joven le están restringidas: si le gusta el traguito que beba, si ha sido fumador empedernido lo deja echarse sus puchos, las pastillas del amanecer puede ingerirlas al despertarse y que coma sólo cuando le provoque y lo que le provoque. Un médico inteligente sabe que a una edad avanzada esas cosas ya no alcanzan a hacer daño.

Por naturaleza los viejos son tercos y llevados de su parecer, porque si toda la vida tuvieron la razón no van a permitir que ahora venga alguien a cambiarles las condiciones. Se vuelven desconfiados y tacaños, por la simple razón que se saben improductivos y que dependen de una pensión que hay que hacer rendir; siempre buscan la forma de ahorrar algo para una emergencia. Tampoco les gusta que les toquen sus cosas y mucho menos que le cambien de lugar a sus objetos personales; y cuando prestan algo, esperan que se los devuelvan lo más pronto posible y en perfecto estado. También es común que no les guste salir, odian que los inviten a cualquier parte, y todo les parece lejos, costoso y peligroso.

Yo insisto en que los abuelos hay que disfrutarlos, quererlos, darles gusto y conversar mucho con ellos. Oírles sus historias, así sean repetidas, porque ellos acumulan sabiduría. Es lógico que los familiares se desesperen porque ellos se vuelven cansones y repetitivos, aparte de imprudentes y marrulleros.

Un amigo manizaleño vive en los Estados Unidos en una propiedad rural que compró su abuelo hace muchos años. Allá llevaron a la abuela, ya viuda, para que se recuperara de una operación de reemplazo de cadera y había que ver la cantaleta de esa mujer a toda hora. Se quejaba porque el pueblo ya no era igual a como le tocó a ella con su marido, cuando todo el mundo los conocía y los saludaban por el nombre; además, ella tenía muchas amigas que la invitaban a tomar el té y a jugar cartas. La pobre vieja se moría del aburrimiento y estaba inaguantable, hasta que un día el hijo, desesperado, le informó que la iba a llevar a visitar a todos sus viejos amigos, ¡y la llevó al cementerio!

La señora no cargaba agua en la boca y salía con unas imprudencias de antología. Cierta vez fue una pareja de cubanos a visitar la finca por algún negocio y la caribeña resultó ser una mujer empalagosa y repelente, que hablaba hasta por los codos. En medio de la conversación la abuela le preguntó dónde había comprado unos aretes muy vistosos que lucía, a lo que la otra muy orgullosa le dio las señas del almacén y luego quiso saber si es que estaba antojada de comprarse un par. Entonces la vieja comentó con toda la naturalidad:
-No mija, es para llevarles de regalo a las empleadas del servicio de mi casa.
pmejiama1@une.net.co

jueves, noviembre 18, 2010

Planes para el futuro.

Cómo es de importante la planeación para cualquier iniciativa. Una empresa, el ente administrativo, un negocio, la entidad o el grupo económico necesitan tener unas metas determinadas, un proyecto definido, el modo como se va a proceder. El núcleo primario de una comunidad, que es la familia, debe marcar las pautas a seguir para tener un norte en la mira. El que no planea da palos de ciego sin ton ni son, lo que lleva a errores, decisiones apresuradas, políticas equivocadas y demás metidas de pata, que al final cuesta más corregirlas que la inversión inicial. En nuestro país vemos en el gobierno nacional, en los departamentos y municipios, unas chambonadas que más que falta de planeación, se nota que son adrede para asegurar mordidas, torcidos, serruchos y demandas.

Un ejemplo preciso de falta de planeación es el problema que enfrenta la capital de la república con respecto a la movilidad vehicular. Con la implementación del llamado cartel de la contratación las obras demoran años en ponerse al servicio de la comunidad, pero lo más grave es que se roban un importante porcentaje del presupuesto. El distrito le mete el diente a las vías principales, avenidas, troncales, puentes y rotondas, pero las calles en los barrios son una vergüenza. Trochas donde el pantano, los huecos y charcos son el común denominador, mientras los vecinos escriben cartas y hacen peticiones para solucionar el problema. A todas estas las ensambladoras celebran el aumento en las ventas de vehículos, cuyos dueños ya no encuentran por dónde transitar. Sólo el pico y placa permite un desplazamiento limitado, porque dicen que el sábado, que no hay restricción, es imposible salir en carro.

Por ello la administración municipal de Manizales, igual que las demás ciudades intermedias del país, deben coger escarmiento con el ejemplo de la capital para que en el futuro no se vean en el mismo brete. Al ritmo que crece el parque automotor en el país es importante delinear vías urbanas, carreteras y troncales que permitan un desplazamiento ágil. En vista de que en nuestra ciudad la topografía impide trazar avenidas suficientes, entonces que se implementen más rutas del cabe aéreo y adelanten una campaña agresiva para crear una cultura que prefiera ese medio de transporte.

Por fortuna la administración departamental le metió el diente a las vías, pero produce desazón ver que mientras arreglan unas, dejan olvidadas otras que se vuelven intransitables; ahí está la que une a Chinchiná con Santágueda, que tenemos a mano para llevar al visitante a que se deleite con el paisaje cafetero, pero que en la actualidad parece más un camino de herradura. Que sea prioridad para nuestros gobernantes solucionar el embudo vial en el que vivimos, porque viajar a Medellín o Bogotá se convirtió en un riesgo inminente de terminar bajo las llantas de un camión. Y que no se llegue la inauguración del aeropuerto de Palestina sin tener carreteras aptas para los desplazamientos; claro que a mi modo de ver, va a estar lista primero la vacuna del doctor Patarroyo que el aeropuerto.

Un ejemplo clásico de falta de planeación, aunque el asunto huele es a chanchullo monumental, es el que publicó la prensa hace unos años donde denunciaron que al recuperar la vía férrea que conocemos como Tren de occidente, lo hicieron con el sistema conocido como trocha angosta. Resulta que en el mundo entero esa modalidad ya no se utiliza y por lo tanto nadie fabrica locomotoras y vagones de ese tipo. Cuando en Colombia dejaron de funcionar los trenes, hace ya muchos años, feriaron los equipos porque aquí ya no se utilizaban; entonces ahora nos tocará comprar chatarras que tengan por ahí archivadas en otras latitudes para remozarlas y hacerlas pasar por nuevas. Ripley hubiera gozado mucho por estas tierras.

La administración municipal de Manizales debe proyectar la ciudad del futuro hacia los sectores de El Rosario, Santágueda y el Kilómetro 41. Si tomamos conciencia de que por el daño infligido al planeta los inviernos son cada vez más fríos, muy pronto esta cuchilla será invivible; y si contamos con esas zonas tan cerca, con una topografía amable, un clima entre templado y caliente, y que además pertenecen al municipio, por qué no crecer hacia allá. Y que los constructores que sigan con su actividad en estas cumbres gélidas, empiecen a instalar algún tipo de calefacción en las viviendas porque francamente las bajas temperaturas nos tienen agobiados.

Otra buena recomendación es que construyan hogares para ancianos, parques y zonas verdes arborizadas, rampas y facilidades para el desplazamiento, porque me late que esta ciudad en el futuro va a estar habitada por ancianos. Siempre que paso por el Parque de Caldas y veo esa cantidad de cuchos que ocupan las bancas y los muritos donde se acomodan, dedicados a la tertulia y a ver pasar muchachas, pienso que dentro de unas décadas sucederá lo mismo en todos los parques de la ciudad. Ya se ven en la zona rosa, entre Las Palmas y El Cable, donde existen varios grupos de jubilados que se reúnen a chismosear y a comer prójimo mientras se toman un tinto; porque no compran más. Uno de esos grupos es conocido como los “palocaídos”, cuyos miembros dizque descaderan una vaca a punta de lengua.
pmejiama1@une.net.co

lunes, noviembre 08, 2010

Doble moral.

Quiero saber cómo responden, a quienes corresponda hacerlo, a la pregunta del Presidente Santos acerca de cómo judicializar a un campesino porque cultiva marihuana, cuando en un futuro cercano permitan en California, además de cultivarla, comercializarla y hasta fumársela. Porque ahora perdieron el primer round, pero espere y verá. ¿Cómo así que allá no sería delito, pero en el resto del planeta sí? Entonces qué pasa con los miles de muertos que ha dejado la guerra contra los cultivos ilícitos de cannabis, el daño ecológico al erradicarla bombardeándola con fungicidas, las conciencias que corrompe su influencia, el problema social que genera en las zonas productoras, además de la mala fama que nos ganamos por tener la desgracia de producir la de mejor calidad en la Sierra Nevada de Santa Marta, la “Colombian gold”. Aparte de nosotros, son muchos los países en el mundo que deben cargar con ese sambenito.

Claro que si hacemos memoria, en Colombia duró la bonanza marimbera hasta que los gringos aprendieron a cultivarla allá. A partir de ese momento nuestros traquetos y guerrilleros debieron diversificar, y enfilaron baterías a cultivar matas de coca y amapola. Ojalá que en el país del norte, que son tan avanzados en tecnología, logren además adaptar esas dos plantas a ver si salimos por fin de este berenjenal. Porque ahí nace el poder económico de los violentos, la compra de conciencias, la corrupción y el despeluque general. Seguro ellos producirían drogas de mejor calidad y muy pronto arrebatarán a chicanos y demás latinoamericanos el negocio de exportar a los demás continentes.

Comulgo con la idea de varios dirigentes de la comunidad internacional que proponen enfrentar la epidemia del narcotráfico entre todos, porque no hay derecho a que seamos unos pocos los que ponemos los muertos y las secuelas. Tratar el asunto en la ONU y exigir un compromiso general para buscar una solución definitiva. Hay que poner sobre la mesa la propuesta de legalizar dichas sustancias, porque no parece viable acabar por la vía de la represión con un negocio tan lucrativo; de poco sirve combatir los capos porque son reemplazados por sus secuaces.

No creo que sean muchas las personas que van a convertirse en drogadictas porque legalizan su consumo. Bien es sabido que al ser humano le fascinan las cosas prohibidas y seguro al permitirlas van a perder mucho la gracia. El que ya es un adicto seguirá consumiendo sin importarle que sea legal o no, por lo que debe es trabajarse en la recuperación de los viciosos. Mire que en algunos países de Europa prefieren facilitarles las cosas y así evitar que delincan para conseguir con qué drogarse; y además les regalan las jeringas para combatir la proliferación del SIDA.

En vez de satanizar las drogas ilícitas y aterrorizar a los menores sobre sus peligros, lo que puede despertarles la curiosidad, debemos hablarles del tema sin tapujos ni mojigaterías. Explicarles que a través de la historia, y en todos los rincones del planeta, el hombre ha buscado la forma de drogarse y de producir bebidas alcohólicas; que es algo innato en el ser humano consumir ese tipo de sustancias para embotar sus sentidos. Muchas tribus de Suramérica han consumido la coca de diferentes maneras; desde el conocido mambeo, hasta los que utilizan una especie de cerbatana pequeña con la que soplan el polvo de coca por la nariz de sus compañeros. La chicha, el guarapo o el chirrinche son bebidas que inventaron nuestros ancestros para emborracharse.

Los menores deben entender que muchas personas acostumbran tomarse unos tragos, lo que la mayoría de infantes y jóvenes han visto en sus mayores, pero que el peligro está en que algunos individuos tienen una afinidad con ese tipo de sustancias y ahí es que resultan los alcohólicos. Lo mismo sucede con las drogas, que somos muchos los que las hemos probado por curiosidad o por querer experimentar, con el riesgo que quien se queda enganchado sufre las consecuencias. Entonces ahí sí hablarles de lo que sucede con quienes caen en la adicción, de cómo destruyen sus vidas y las de sus allegados. Enfatizarles en que cada persona es responsable de evitar que algo así le suceda; decirles que muchas veces les van a ofrecer y los van a retar a consumir, por lo que en sus manos queda la decisión.

Doble moral la de los gringos que persiguen a los traficantes foráneos, presionan a los países del tercer mundo para que erradiquen los cultivos ilícitos, combaten con enjundia el lavado de dólares y gastan fortunas en apoyar a las autoridades de los países involucrados para que hostiguen a quienes se lucran de dicha actividad, mientras que poco hacen para frenar el mismo delito cuando sucede adentro de sus fronteras. No cabe duda de que a ellos les duele mucho más la sacada de los dólares de su país, que la introducción de las drogas ilegales.

Todavía mayor la doble moral de nosotros, los colombianos, que despotricamos del consumo del alcohol y censuramos el del cigarrillo, por los problemas de salud y de comportamiento que generan, pero a su vez dependemos de sus rentas para sostener con ellas la salud y la educación en los departamentos. Si nadie vuelve a fumar ni a beber, nos traga la tierra. ¡Tremendo galimatías!
pmejiama1@une.net.co

martes, noviembre 02, 2010

Inculquemos civismo.

Mucho ha cambiado el pensum escolar con el paso de los años y aunque estoy muy desactualizado en ese tema porque mi hijo hace ya mucho tiempo salió del colegio, presumo que así como a él no le dictaron las mismas materias que me tocaron a mí, mucho menos las van a enseñar ahora que todo ha cambiado tanto. En mi época las materias estaban divididas en dos grandes grupos que incluía, el primero, aquellas asignaturas que requerían estudio, eran complicadas y no se les podía perder el hilo, mientras el otro paquete estaba conformado de todas aquellas que eran consideradas fáciles y de relleno; a estas últimas las llamábamos costuras. Escritura, ortografía, artes manuales, educación física, religión, comportamiento y salud, urbanidad y civismo, eran algunas que se pasaban con solo asistir a las clases.

Yo sí quiero saber por qué dejaron de dictarle a los educandos asignaturas tan importantes como algunas de las mencionadas. La juventud escribe con una letra ininteligible y de ortografía conoce muy poco; las reglas de urbanidad les son desconocidas y acerca de la cívica no saben nada. Después, en la universidad, los preparan muy bien en sus respectivas carreras pero no se preocupan por enseñarles a ser ciudadanos ejemplares. La ética debería ser obligatoria en todas las facultades y durante varios semestres, porque no importa qué tan buen profesional llegue a ser un alumno mientras que por encima de ello lo reconozcan como una mala ficha. Antes de ser el primero en cualquier modalidad, disciplina, competencia, ciencia o habilidad, el ser humano debe tomar conciencia de que lo más importante es ser buena persona.

Recuerdo que a nosotros en la clase de cívica nos ahondaban más en los intríngulis del gobierno municipal, departamental y nacional, que en la forma como debíamos valorar nuestro terruño y cuáles eran los deberes que teníamos como ciudadanos. Pues si ahora el Ministerio de educación no considera necesario incluir la enseñanza de la cívica a los estudiantes de primaria y bachillerato, que sea la administración municipal la encargada de emprender una campaña para que en escuelas, colegios y demás instituciones educativas, le inculquen a los alumnos los principios del civismo y el buen comportamiento.

Claro que la campaña también debe comprometer a padres y acudientes, porque en el núcleo de la familia es donde el niño adquiere sus buenos principios; que nadie piense que la formación de los muchachitos es exclusiva del colegio. A los adultos se nos olvida que el mal ejemplo enseña más que cualquier instrucción y cuando un papá va en el carro con la familia y se pasa un semáforo en rojo, parquea en sitio prohibido “un segundito” mientras hace una vuelta, le arrea la madre a todo el que se atraviesa y viola otras tantas normas de tránsito, los niños, que todo lo absorben como esponjas, asimilan esas conductas como normas de comportamiento.

Qué bueno iniciar una cruzada desde la Alcaldía, apoyada por los educadores, los gremios, la Iglesia, entidades públicas y privadas, etc., para revivir entre la ciudadanía la importancia del civismo. Que entre todos nos dediquemos a machacarle a los menores que nunca deben tirar un papel a la calle, que respeten los parques y zonas verdes, que las normas y reglas son para cumplirlas, que en la calle deben ser educados y amables, que la solidaridad es importante, que nunca pasen por encima de los derechos de los demás, que todos somos responsables por el buen funcionamiento de la ciudad.

Maravilloso interesarlos en conocer la historia de la ciudad; llevarlos a recorrer las diferentes zonas y conocer los barrios; salir de paseo a las veredas y mostrarles cuáles son los límites del municipio; hablarles de las riquezas y falencias que tenemos. Enseñarles fotografías de tiempos pasados, explicarles los cambios que ha sufrido la ciudad, contarles de las vicisitudes vividas por nuestros antepasados, relatarles quienes fueron esos ancestros.

Los adultos deben cuidarse de que los hijos los oigan hablar mal de la ciudad, de sacarle pero a todo, de comparar con otras capitales y menospreciar lo nuestro. Que más bien les enseñen a admirar a quienes en el pasado osaron levantar una ciudad en un terreno agreste y empinado; a disfrutar el paisaje que desde aquí se observa; que sepan valorar el patrimonio arquitectónico del centro histórico; y que aprendan el origen del nombre de algunos sitios tradicionales de la capital.

Claro que también debemos hablarles de las falencias que tiene la ciudad, de sus problemas y debilidades, pero al mismo tiempo explicarles que no solo debemos despotricar y maldecir, sino que hay que participar con crítica constructiva, proponer soluciones y aportar nuestro granito de arena. Tal vez así logremos que en el futuro nuestros jóvenes no sueñen todos con alzar el vuelo hacia otras latitudes para buscar su destino; porque al paso que vamos, en 30 años aquí no habrá sino abuelitos que disfrutarán de sus nietos por algún medio virtual.

Inculquemos civismo a los menores. Y que no se enteren por ejemplo que ahora a algunos manizaleños les ha dado dizque por preferir el aguardiente de otros departamentos. Lo que faltaba, con la Licorera bien jodida por sus problemas de corrupción y malos manejos, y ahora su clientela cautiva le voltea el… ¡Mejor no digo más!
pmejiama1@une.net.co

miércoles, octubre 27, 2010

Humor cotidiano.

El humor es una condición genética y así como hay personas que se caracterizan por su actitud alegre, la agilidad mental para las salidas geniales, la chispa innata y una sonrisa siempre a flor de labios, hay otras que son diametralmente opuestas; calladas y un poco hoscas, prefieren la soledad y el silencio. No confundir el llamado buen humor con aquel cuenta chistes tan común, que muchas veces empalaga a los presentes porque quiere lucirse con su repertorio sin buscar el momento indicado, el ambiente propicio y una audiencia que muestre interés. Sin duda el mejor humor es el que resulta de una situación cualquiera, de una conversación casual.

Un amigo viaja una vez a la semana a atender consulta en una ciudad vecina y aprovecha para visitar al tío que vive allá. Ambos disfrutan del encuentro porque durante ese rato, aparte de saborear un delicioso almuerzo, se ponen al día en los sucesos más recientes, hablan de la familia, comentan sus problemas y demás asuntos. En una de esas tertulias le cuenta el tío, médico ya jubilado, que vino a visitarlo un amigo de toda la vida para hacerle una consulta muy particular. Resulta que el preocupado compañero había tenido problemas de próstata desde hacía algún tiempo y después de muchos exámenes, tratamientos y visitas a diferentes especialistas, se reunió una junta médica y concluyó que la única solución a su problema era la castración.

Entonces ante lo delicado del asunto optó por consultarle a él, quien como galeno, tendría un mejor panorama de la situación y podría ayudarle a tomar una decisión. Como es de suponer, el pobre hombre andaba en una depresión la más espantosa porque para cualquier varón el solo hecho de mencionar esa probabilidad produce terronera y por ello acudió al amigo a ver si con él encontraba algún consuelo. El consultado pensó que antes de darle explicaciones fisiológicas o anatómicas, lo que debía era recurrir a la sicología para menguar en algo la angustia de su amigo, y entonces le comentó: Hombre fulanito, no te preocupes más por esa vaina que a la edad nuestra las pelotas no nos sirven sino para aporreárnoslas.

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Muchos de quienes siguen carreras relacionadas con la salud prestan un servicio social al terminar sus estudios; lo llaman año rural. Donde sean destinados laboran en el hospital o el puesto de salud, y aprovechan ese lapso para coger algo de experiencia y amoldarse a su nueva profesión. Un amigo odontólogo fue a cumplir con ese requisito a Aranzazu, al norte de Caldas, y allí vivió enriquecedoras experiencias. El trato con los campesinos es muy particular porque ellos tienen sus creencias y costumbres, y a veces convencerlos de las bondades de un tratamiento es complicado. Cierta vez llegó a la consulta un montañero con una infección en una muela y el dentista le dijo que no había nada para hacerle a la pieza dental, y que lo mejor era sacarla. El tipo se veía muy reticente y presentaba diferentes disculpas para evitar la extracción, hasta que el profesional le dijo que no diera más rodeos y dijera de una vez cuál era su temor. Entonces el otro explicó que no debían operarlo porque tenía la sangre caliente. Aterrado ante tal aseveración, el dentista pidió más claridad y el asustado hombre comentó: Vea dotor, resulta de que tengo la sangre caliente porque anoche hice uso de mujer.

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El doctor Alberto Mendoza Hoyos fue un manizaleño a carta cabal. Sus conciudadanos reconocieron en él a una persona ejemplar, cívica, emprendedora y capaz, además de probo, cultivado y de maneras exquisitas; parecía un lord inglés. Participó en política en el ámbito local y nacional, ejerció diferentes cargos en el alto gobierno y se desempeñó como gobernador de nuestro departamento. Ahora pienso que ojalá nuestros actuales dirigentes políticos y gobernantes hubieran heredado siquiera un poquito de esa rectitud y honorabilidad.

Resulta que cuando el doctor Mendoza se desempeñaba como Gobernador, se enteró por casualidad de que un miembro de su gabinete tenía ciertas inclinaciones sexuales non sanctas, pero debido a su prudencia y caballerosidad no encontraba la manera de confirmar el asunto. Sobra decir que en aquella época, a diferencia de ahora que el homosexualismo es tan común, un hecho como ese podría generar un escándalo social y por lo tanto el mandatario debía solucionarlo de inmediato. Entonces se le ocurrió recurrir a otro de los Secretarios, el doctor Mario Humberto Gómez Upegui, quien se caracterizaba por ser un tipo dicharachero, francote y desinhibido, y por lo tanto podía hacerle esa averiguación sin problema.

Mandó llamar al subalterno a su despacho y en un principio le comentó algunos asuntos menores, hasta que decidió plantearle el asunto con ese tacto y circunspección que acostumbraba: Mire doctor Gómez, le dijo, resulta que por ahí me enteré, de pura casualidad, que un miembro de nuestro equipo presenta un comportamiento que no es bien visto por la sociedad ni por la iglesia católica; soy consciente de que se trata de su vida privada, pero usted sabe que cuando uno desempeña un cargo público debe ceñirse a ciertas normas de comportamiento y temo que esto pueda acarrearnos pro… Ahí lo interrumpe Mario Humberto y con ese desparpajo suyo le dice: ¿Usted se refiere a fulanito? ¡cacorrísimo mi doctor! pmejiama1@une.net.co

miércoles, octubre 20, 2010

Compendio noticioso.

Lo primero que hago al levantarme es recoger el ejemplar de La Patria que meten por debajo de mi puerta. Acariciar el papel periódico, así quede untado de tinta, es un placer irremplazable. Y si el presupuesto no alcanza para más suscripciones, por fortuna existe internet para navegar por periódicos y revistas sin restricción. Como además veo el telenoticiero del medio día y oigo mucho radio, en la prensa sólo leo a fondo las columnas de opinión porque de la mayoría de titulares ya estoy informado. Resulta que al ojear dichos encabezados siempre hago un comentario mental de cada uno, e invito a los lectores a practicar esa modalidad que es bien entretenida. Como muestra presento un recorrido que hice por la prensa en días pasados (cavilaciones entre paréntesis):

Mujer australiana quemó el pene a su marido (al menos no se lo arrancó a mordiscos, como la ecuatoriana aquella). El profesor Moncayo dice que aún no recibe protección del estado (¿hasta cuándo tendremos que aguantarnos a este viejo tan cansón?). Una prótesis hizo ver estrellas a la presentadora Laura Acuña (éso fue que el novio se lo mandó alargar). ¿Su vivienda es capaz de resistir un terremoto? (¡ahí está la virgen!). Entidades financieras ganaron $6,18 billones entre enero y agosto (¡qué vagabundería!). Encargan grupo de forenses para estudiar computadores de Jojoy (¿y que la autopsia la hagan unos técnicos en electrónica?).

Casi 5 millones de bogotanos participaron en ejercicio de evacuación (de edificios; que de intestinos colapsan las cañerías). Piedad Córdova dice: “Asumo que me quieren lapidar” (no asuma, cuente con ello). Actor más joven de “Two and a half man” gana U$300.000 por episodio (el caguetas se acuesta todas las noches con ese billete consignado en su cuenta). Video de hombre que tumba a mujer en Transmilenio ronda por internet (si subimos a todos los tumbados en este país, saturamos la red).

Vicepresidente de Paraguay acusa a Lugo de violar la Constitución (¿a esa también?).
¿Quién está ganando la batalla de los teléfonos inteligentes? (que les hagan pruebas del Icfes). Chaves le dice a Evo que a nadie debe apenar que le digan indio (fíjese que a él le resbala que lo llamen negro hijue…). Camilo Villegas se desnudó para la revista ESPN (y uno se empelota y lo enchiqueran). Shakira lanza la versión en español de ´Loca´ (loca, Juan Gabriel). Discapacitado muere al derribar puertas de ascensor y caer al vacío (cada quien se suicida como le provoque). Dice Ingrid que los colombianos se debaten, con respecto a ella, entre el amor y el odio (me late que es más de lo segundo).

Polémico nuevo Código de Policía propone rehabilitación de la prostitución y prohibición de la pólvora (ahora se equivocan, prohíben las putas y rehabilitan la pólvora). Teófilo Gutiérrez comandará el ataque frente a Ecuador (por fortuna estoy en la sección de deportes). Crean un software para adelgazar actores en la pantalla (que lo inventen para todos y se forran). Vicepresidente Angelino Garzón pide a Obama que presione para ratificar el TLC (cómo habrá sido el susto del moreno). ¡Ni se le ocurra enfermarse! (siquiera me advirtieron). Cinco años de prisión para ex directora de la DIAN en Manizales (más de uno sentirá un fresquito). Los avivatos del Congreso (¡qué pecaito!; ahí debe haber un error).

Uribe habló en Guatemala sobre cómo acabar con la pobreza (y qué tal si nos enseña a nosotros). Mininterior en pleno simulacro (¿cómo?, ahora sí nos jodimos). Redes sociales ¿prohibir o educar? (donde las prohíban, a mi mujer le da un yeyo). La prostitución también es un trabajo: Corte Constitucional (y pensar que les dicen dizque mujeres de vida fácil). Andrea Serna irá al altar por segunda vez (quien ve el pollo y lo que chilla). Vendedores de carros siguen de fiesta (mientras que quienes los compran lloran en los trancones). Ex Ministro Andrés Felipe Arias declina embajada en Italia (hubiera dicho antes). Muertos 96 colombianos por ola invernal (sin contar los que vivimos muertos del frío). Un jugador de fútbol es un animal muy especial: Jose Mourinho (si viera los especímenes que tenemos por aquí). Minusválido abusaba de sus nietas y de una vecina (alentadito de la bragueta, el bellaco). Hombre lanza libro a Obama (noticia, el que va a lanzar Vargas Llosa).

Muerto en combate cabecilla de la cuadrilla “Alfonso Castellanos” de Las FARC (guerrillero abatido que no es cabecilla, es jefe de finanzas). 18 muertos en Brasil por bacteria KPC (que nombre tan tenebroso). Nuevo Código de Policía sancionará a quien se cuele en una fila (me río de janeiro). Diez cosas absurdas de Bogotá (¿diez no más?). Concejo de Bogotá salió a semana de receso, como los colegios (¡sinvergüenzas!). España celebra su primer campeonato nacional de siesta (me apunto). Once de las veinte mujeres más ricas del mundo son chinas (aclaren: ricas o adineradas; que no es lo mismo). Abren investigación preliminar contra ex presidente Uribe (cero y va una). Jugadores del Once Caldas, incómodos porque no les pagan (¿pagarles qué?). El ciclismo, sin plata, pero con ganas de medallas (igual yo, que mantengo ganas de ir a Europa). El futuro de los mineros, luego del rescate (conferencistas, presentadores de televisión, novelistas, congresistas o modelos de Playboy). Agricultores advierten sobre posible ‘estanflación’ en el sector (¿estanflaquéééé?).
pmejiama1@une.net.co

martes, octubre 12, 2010

El consumismo.

A qué hora el ser humano se convirtió en una máquina de consumir. Inventan pendejadas a diario y las sacan al mercado convencidos de que no dan un brinco en estanterías y vitrinas, porque ahora la gente compra es por comprar; no importa que el producto sea ordinario, absolutamente innecesario o muy costoso, el consumidor se lo lleva así sea de novelero y ocioso. Por ello cuando uno va a un gran almacén a adquirir algo que necesita, lo mejor es no pasearse por entre las góndolas porque termina con el carrito de compras lleno de chucherías; y de las mujeres ni hablemos, porque está en su genética irse al centro comercial a ver de qué se antojan.

Hay que ver la avalancha de mercancías que nos ofrecen por televisión y la extensión de los espacios publicitarios que utilizan para promocionar dichos productos, que mientras un comercial cualquiera dura veinte o treinta segundos, los de tele ventas pueden alcanzar los cinco minutos; tienen tiempo de antojar al desprevenido consumidor con pruebas del producto, ofertas y declaraciones de clientes satisfechos. Cómo será ese negocio de rentable que se dan el lujo de ofrecer la mercancía sólo con el sistema de tele venta, donde los interesados deben llamar de inmediato desde los diferentes países, pagan su producto con la tarjeta de crédito y a los pocos días reciben el encargo por correo. Todos esos trastos terminan en el cuarto de san alejo y no falta que alguno de ellos no llene las expectativas del ansioso comprador, situación en la que no le queda sino comprar un tarro de vaselina porque la plata no se la devuelven.

Leí un texto, dicen que es del escritor uruguayo Eduardo Galeano, donde se lamenta de esta nueva sociedad que rinde culto a todo lo desechable. Yo, igual que él, crecí en un hogar donde todo se reutilizaba: los pañales y lo pañuelos, los envases, los tarros de galletas, los periódicos se guardaban para lavar vidrios, las cajas de cartón para empacar algo que se ocurriera. Debo reconocer también que cuando conocí las cervezas y gaseosas en lata me dio trabajo desprenderme del novedoso empaque, y que en la cocina siempre había varios cubiertos de plástico que sobraron por ahí de algún paseo.

A lo mejor me impresiona ese gusto que tienen mis semejantes por adquirir ociosidades debido a que soy desapegado a las cosas materiales. No puedo entender por ejemplo que alguien tenga dentro de la caja fuerte una colección de relojes costosos, y que cada que se ponga alguno para lucirlo, no encuentre tranquilidad por estar a toda hora pendiente de que no se lo roben. El último reloj que utilicé era un pelle de veinte mil pesos y cumplía la misma función del Rólex más costoso: daba la hora. Desde que se le acabó la pila lo abandoné y nunca más volví a usar reloj, porque esa vaina me estorba; y aunque soy de los que procuro no llegar retrasado ni un minuto a una cita o compromiso, no tengo inconveniente porque en donde me encuentre hay un reloj a la vista: en la pantalla del computador, en la mesa de noche, el del VHS, en la pantalla del televisor, en el tablero de los carros, en la pared de cualquier oficina o dependencia, el de la cocina de mi casa, en el microondas, en el celular.

Otro día un amigo me mostró unas gafas costosísimas que lucía, aunque al momento confesó que eran chiviadas y que las originales las tenía a buen recaudo; ¿Quién puede explicarme para qué sirven unas gafas en una caja de seguridad? Yo habría comprado media docena de las piratas para que me importe un carajo si alguien se sienta en ellas, se pierden o se las roban. No puedo entender esa manía de coleccionar objetos costosos y joyas para mantenerlas guardadas en una caja fuerte, y lo único que logran con ello es que los asalten y carguen con todo. Porque puedo asegurar que los cacos no dan puntada sin dedal, y que cuando se meten a una casa, es porque saben exactamente a lo que van.

Vi en un supermercado unas naranjas importadas a un costo de $2.250 la unidad, mientras las nuestras se pudren en los árboles porque es más costoso cogerlas que lo que pagan por ellas. Y no me vengan a decir que las extranjeras son mejores. Es como con las cervezas, que no falta el fantoche que paga altísimos precios por marcas importadas mientras que las que producimos en el país son inmejorables; e igual sucede con infinidad de productos. Definitivamente hay gente muy pendeja y ahí sí cabe decir que en este país se acaba primero el helecho que los marranos.

Que sigan comprando ociosidades que la vida es muy larga y da muchas vueltas, y nadie sabe si el día de mañana va a saltar matones; porque debe ser muy tenaz el remordimiento de haber derrochado el dinero en banalidades. En alguna parte leí que el próximo año va a ser el del consumismo. Sí, con la situación como está de jodida, todo el mundo va a tener que seguir con su mismo salario, con su mismo carro, con su mismo apartamento, con su mismo televisor, con su mismo matrimonio. ¡Quedan advertidos!
pmejiama1@une.net.co

martes, octubre 05, 2010

Un pajarito sin cola…

Así le decían a un niño ahora años cuando le iban a tomar una foto y el zambo no quería mirar a la cámara. Entonces, cuando el infante se interesaba por el cuento del tal pajarito y por fin dirigía sus ojos al punto indicado, el fotógrafo remataba la frase con un: Chito matola. La expresión la repetía el desesperado operador desde detrás de la cámara, en compañía de la mamá del infante, quienes buscaban la forma de llamar la atención del improvisado modelo a ver si podían dar por terminada la sesión. Y ahora pienso que se recurría a ese animal para tal fin porque la ilusión de los muchachitos de entonces era tener pajaritos en una jaula o si era posible, adiestrarlos para que volaran por toda la casa.

Infortunadamente no existía la cultura del respeto a los animales. Durante las vacaciones y días de asueto nos entreteníamos en potreros, lotes de engorde y nacientes urbanizaciones que ocupaban grandes zonas alrededor de la ciudad, y uno de los programas favoritos era cazar pajaritos. Conocíamos a la perfección la técnica para fabricar caucheras, para lo cual sólo debíamos comprar el caucho que vendían en las tiendas de barrio; la horqueta, ojalá de guayabo, se conseguía en cualquier monte, y el resto era un pedazo de cuero que sacábamos de un zapato viejo y unas pocas tachuelas para armar el adminículo. Tiempo después aparecieron los rifles de aire, para disparar balines o diábolos de plomo, y ahí sí fue la debacle para los indefensos plumíferos.

Y como si el daño no fuera suficiente, buscábamos con cuidado en los árboles los nidos de los pájaros para subirnos a ver si había huevos o pichones. Entonces visitábamos el lugar cada cierto tiempo para tratar de robarnos las crías cuando emplumaran y llevarlas para la casa a ver si crecían con nosotros. A diferencia de los canarios u otras aves que venden en las tiendas de mascotas y que están acostumbradas a esa vida porque no conocen otra, nosotros pretendíamos que un animalito salvaje se amañara en semejante encierro; seguro todos morían a las pocas horas de física tristeza. Era tal el salvajismo de los infantes, que si el nido no era asequible lo tumbábamos a las pedradas para conocer su contenido.

Repito, tan abominable proceder era algo cultural, aceptado por todos, normal y corriente. Ni en la casa, el colegio o el vecindario nos enseñaron acerca del respeto por los animales o por el medio ambiente. Todos los niños andaban con una cauchera en el bolsillo de atrás y nadie les decía nada, y la idea era coleccionar “pechitos” de pájaros de diferentes colores. Después de tumbar el animalito procedíamos a cortarle un trozo de piel del pecho, con sus respectivas plumas, y después de hacerle un tratamiento al cuero con ceniza para evitar que se pudriera, guardábamos el trofeo con mucho orgullo. Como los indios norteamericanos que arrancaban la cabellera de sus enemigos.

En alguna historieta o en un programa gringo empezamos a oír hablar de los clubes de observadores de aves y nos parecía algo absurdo, porque para nosotros los pajaritos estaban ahí, a la mano y en todas partes. Con el paso del tiempo y el daño que hemos infligido al planeta los animales han disminuido en forma considerable; por fortuna en nuestro país, y en especial esta región andina, existe una variedad de especies de aves que llama la atención de quienes son aficionados a observarlos. Disfruto conversar sobre el tema con Sergio Ocampo, Presidente de la Red Nacional de Observadores de Aves, quien me asegura que desde la ventana del apartamento puedo ver hasta 40 especies diferentes de aves. Sergio es un ornitólogo, o pajarólogo, comprometido y apasionado.

A eso de las 5 de la tarde empiezan a cruzar las bandadas de garzas que vienen del sur a buscar sus nidos en la zona de Monteleón, al norte; al otro día muy temprano en la mañana hacen el recorrido contrario. Llamamos caravanas a unas aves del mismo tamaño de las garzas pero con pintas blancas y negras, como de cebra, que se caracterizan por el ruido que hacen cuando atacan a cualquier animal o persona que ose arrimarse al nido; a pesar de que vivo enser un sector copado de edificaciones hay gran cantidad de caravanas que animan con sus graznidos el ambiente. Palomas collarejas y abuelitas pululan, y los copetones, pinches o afrecheros son muy comunes. También veo golondrinas, halcones, toches, azulejos, chamones, mayos y muchas otras especies.

Los que más disfruto son los colibríes. Les ofrecemos agua con azúcar en un bebedero especial para que arrimen a la ventana y podemos observarlos a pocos centímetros de distancia desde el otro lado del vidrio. Llegan varios tipos de tominejos, de diferentes tamaños y colores, y es fácil diferenciarlos unos de otros por sus características. Entre ellos hay peleas, cortejos, intimidaciones y de tanto observarlos los sentimos como de la familia.

Una mañana vimos una garza que hacía el recorrido contrario al de las demás y le aseguré a mi mujer que se trataba de una hembra. Ella muy extrañada dijo que cómo iba a saberlo desde tan lejos, y le respondí que lo deduje porque si se devolvió fue debido a que dejó las gafas o el celular.
pmejiama1@une.net.co

jueves, septiembre 23, 2010

Mañana le pago.

Existen comportamientos entre nuestra gente francamente chocantes y repudiables. Uno de ellos es el incumplimiento, que para quienes respetamos esa condición de vida es una afrenta y un irrespeto. Citarse con alguien en fecha y lugar determinados y dejarlo allí esperando sin avisarle ni tener una explicación valedera, es algo que no debe tolerarse. Y cuando me refiero a dar una explicación tiene que ser algo de verdad urgente, no como la mayoría de la gente que sale con el cuento que se envolató o que se le presentó un asunto de último momento.

Hay otro tipo de incumplimiento y es el del que llaman mala paga. La cultura del no pago hace carrera en la actualidad y la gente se tranquiliza porque nuestra legislatura es laxa en ese tema; son pocos los que van a templar a la cárcel por una deuda. Existen trámites legales para hacer cumplir al deudor, aunque la demora de la justicia y algunos abogados expertos en enredar casos hacen que pasen muchos años antes de que una persona deba enfrentar una sanción por dicha causa. Lo triste es que muchas personas viven al debe, no les da pena enfrentar al desesperado cobrador y tienen el descaro de ponerse bravos cuando les cobran. Pasan la vida en función de abrir un hueco para tapar otro.

Claro que los bancos, los grandes almacenes de cadena y demás comercios reparten tarjetas de crédito o de afiliación a todo aquel que demuestre un ingreso, por mínimo que sea, para antojarlo de cuanta promoción exista. En dichos almacenes, por ejemplo, anuncian por el sonido interno las grandes ofertas pero advierten que sólo son válidas para quienes posean la credencial correspondiente; y los consumidores hacen fila para que les den… la tarjeta de marras.

Hay que ver a un obrero raso, que devenga el salario mínimo, cómo hace maromas para sacar a crédito muebles, electrodomésticos, una motocicleta y mil artículos más, para proceder a los pocos meses a enfrentar la ira de quien le sirvió de fiador y que por derecha quedó engrampado. O quienes cumplen el sueño de tener vivienda propia pero la compran, como decimos coloquialmente, con la cédula, y con el paso de los años el pago de la mensualidad se vuelve imposible. Ahí viene el pleito legal, la angustia y al final el desalojo, que es uno de los procedimientos judiciales más tristes y traumáticos para una familia.

Hace poco tiempo viví la experiencia de vender un inmueble por medio de agencias inmobiliarias y anuncios clasificados, que son el modo más expedito de promocionar cualquier cosa. Lo que aprende uno al recibir las llamadas para preguntar por el aviso es a reconocer cuáles son los verdaderos clientes potenciales, porque la mayoría llaman de noveleros o con la esperanza de encontrarse un verdadero “chisgononón”, como dicen los rolos. Cierto día resultó un cliente muy interesado, llamó varias veces, preguntó todo lo relativo al negocio, hasta que al fin hizo su oferta; entonces vino la etapa del “barequeo”: que no le puedo dar ni un peso más, y yo que no de ahí no me bajo, hasta que llegamos a un acuerdo. Quedamos en que el tipo ultimaba un detalle y se comunicaba pronto, y como no repuntó, opté por llamarlo para saber si suspendía los avisos de venta o qué, a lo que respondió que definitivamente ese era el apartamento que ellos necesitaban, que la mujer estaba güete, pero que había un pequeño inconveniente: que no tenía plata. No falta tampoco el que después de ver las especificaciones del aviso y el precio, que dejan claro que se trata de un apartamentico pequeño y sencillo, y sin embargo pregunta si es un penthouse, si tiene balcón y buena panorámica, si el edificio cuenta con ascensor y planta eléctrica; aparte de eso se escandaliza porque hay que pagar administración.

Ahora el gobierno vecino cogió la maña del no pago. Porque el importador venezolano quiere hacer su compra con el dólar Cadivi, debido a que es tres veces más barato que el otro, pero no puede negociar directamente sino que debe pagarle al gobierno y este a su vez le cancela al proveedor. Y ahí viene el problema, porque por resabio del orate chafarote los pagos están congelados; ahí está la virgen que con el mejoramiento de las relaciones las cosas cambien y por fin suelten ese billete que tiene a más de uno colgado de la brocha.

El caso es que el mala paga se conoce desde chiquito, cuando en el colegio se dedica durante el recreo a pedir un pedacito de pan, un traguito de gaseosa o que le presten mil pesitos, que mañana los paga; lo que llaman un cagalástimas. Ese personaje de adulto no cancela a tiempo sino los servicios públicos, y eso porque los cortan, pero de resto bananea a todo el mundo con el cuentico que él no niega las deudas, pero que está ilíquido.

Otra modita bien abusiva es la del pago a 90 días. Hágame el favor; presta usted un servicio, vende un producto, realiza un trabajo, y puede pasar por el cheque dentro de tres meses. Un trimestre entero, el 25% de un año trabajan con la plata de uno como si nada. ¿Será eso lo que llaman capitalismo salvaje?
pmejiama1@une.net.co

martes, septiembre 07, 2010

Un paisaje majestuoso.

Es increíble que existan manizaleños que nunca han subido al nevado del Ruiz. O que haya otros que digan que a qué van a ir por allá a ver piedras, arena y a aguantar frío. Por fortuna disfruto las cosas simples de la vida, tengo sensibilidad y aprecio la naturaleza en todos sus aspectos; me deleitan los amaneceres y atardeceres, me dejo hipnotizar por un cielo estrellado y me asombra la salida de la luna. Para mí cada árbol es una monumento, cada río un santuario, cada montaña un universo. Admiro los animales silvestres, los matorrales, las tierras de labor, el bosque y las flores.

En Manizales tenemos el privilegio de encontrar tierra caliente a media hora de recorrido hacia el occidente o visitar el ecosistema del páramo a unos 35 kilómetros de distancia, si viajamos al oriente. Durante mi infancia y juventud visité muchas veces al nevado, pasé por allí otras tantas para dirigirme a la Laguna del Otún, además de paseos a los termales del Ruiz y los alrededores. Cuando estábamos pequeños no existían los arbolitos de Navidad sintéticos y por lo tanto a principios de diciembre era paseo obligado subir todos en familia, con fiambre incluido, a cortar un chamizo para el árbol y recoger musgo para el pesebre en la vegetación del páramo. Entonces no existía la cultura de cuidar el ecosistema y nadie controlaba un proceder que hoy en día es inaceptable; subir al nevado era un programa común, sin ningún costo pero sin los controles y servicios que presta en la actualidad la administración del Parque.

La ruta es la siguiente: a 23 kilómetros por la vía al Magdalena encontramos la desviación hacia el nevado, donde inauguraron hace poco un estadero moderno y funcional para que el visitante pueda detenerse y aclimatar su organismo para que enfrente la altura sin contratiempos de salud. Empieza desde ahí el ascenso hacia el Parque por una carretera asfaltada rodeada de fértiles potreros, arboles florecidos y una que otra casa campesina típica de la región.

A los pocos minutos aparece la vegetación del páramo que nos hace sentir en el país de Liliput, porque debido al clima y a la altura los árboles y rastrojos son enanos. Chamizos centenarios, helechos, líquenes y matorrales conforman una selva en miniatura, única e irrepetible. Luego el paisaje es de pajonales, los imponentes frailejones y flores de colores que adornan la vera del camino. La vía está pavimentada hasta el cerro Gualí, donde están las antenas repetidoras de televisión, y en ese punto se divide en la que va para Líbano y Murillo, en el Tolima, y la que sigue hacia la cumbre nevada. Desde ahí la carretera es destapada y en regulares condiciones, aunque parece que empezarán pronto a trabajarle porque hay estacas y mediciones en el recorrido, que es de algo más de un kilómetro hasta el sitio conocido como Brisas, lugar de entrada al Parque Natural de los Nevados. Allí se imparten las instrucciones al visitante, cobran por el ingreso y asignan los guías.

Sigue la vía destapada y podemos observar dónde nace el agua que disfrutamos en esta región. Los colchones de musgo en los barrancos gotean profusamente y empiezan a formarse arroyos de agua cristalina; en el territorio del Parque, de casi 60 mil hectáreas de extensión, nacen los ríos Chinchiná, Campoalegre, Otún, Quindío, Gualí, Frío, Coello, Lagunillas, Recio, Totare y Combeima, además hay una docena de lagunas de diferentes tamaños. A los pocos minutos de recorrido el visitante se topa con los arenales y en ese punto el paisaje es idéntico al de la luna. Paredes de roca, valles de arena, imponentes cañones y dunas, y en el ambiente un silencio y una soledad que solo rompen el ulular del viento y el raudo paso de la neblina.

Transitar por la arena es una dicha por la suavidad del terreno y el ascenso por el famosos zigzag, localizado a un costado del cráter La Olleta, es una experiencia única por el paisaje que desde allí se observa. Al llegar al final de la trepada se divide la carretera: a la izquierda nos lleva al nevado y a la derecha sigue hacia el Centro de visitantes El Cisne, con alojamientos y servicios, y a la Laguna del Otún.

Desde esa bifurcación hasta el lugar donde quedaba el antiguo refugio, que fue presa de las llamas el 13 de noviembre de 1985 cuando hizo erupción el volcán Arenas, el recorrido es muy corto. Allí sólo queda una pared de piedra como recuerdo y en su reemplazo hay una pequeña edificación para atender al visitante, prestarle servicios sanitarios, de cafetería y primeros auxilios a quien lo requiera. Hasta el sitio llegan todo tipo de vehículos, incluidos automóviles, y un letrero informa que el altímetro marca los 4.800 metros sobre el nivel del mar.

Visitar ese paradisíaco lugar es como conocer el mar. Así de majestuosa es la montaña a esas alturas. Ideal visitarlo en invierno para ver nevar y jugar con la nieve como si estuviera en otras latitudes. Por fortuna el Parque tiene ahora un doliente que presta los servicios correspondientes, controla los visitantes para que respeten la flora y la fauna, y evita accidentes. Quedan muchas cosas por hacer para mejorarlo pero como vamos, vamos bien.
pmejiama1@une.net.co

martes, agosto 31, 2010

Medicina popular.

Gentes humildes y campesinos no se desprenden de sus recetas tradicionales, esos remedios caseros recibidos como legado de los mayores, y son reacios a someterse a tratamientos de medicina tradicional; además, puyados por familiares y conocidos se niegan definitivamente a que un especialista les meta mano. Yerbas, ungüentos, emplastos, bebedizos, sobos, rezos, baños y demás procedimientos en los que creen a pie juntillas, aunque quienes preferimos la medicina ortodoxa también debemos reconocer el poder curativo de la naturaleza.

Un buen amigo médico pediatra me enseñó los apuntes que ha recopilado durante su ejercicio profesional y empiezo por transcribir el reporte que le hizo una partera al entregarle un recién nacido para su evaluación; puede notarse que la mujercita apenas si sabía escribir: “nace niño hora 8/30 noche peso 6 libras y media Talla 46 cc cefalico 40 cc Torax 42 cc llanto juerte piel rosada la voca morada por que es de una rasa mora Todos son haci yo le e atendío 3 partos Todos son aci moraos pero están vivos Parto normal Atendido por (el nombre de la partera)”.

Otro día, al hacerle a un campesino algunas recomendaciones para su esposa que acababa de tener un bebé, el tipo le expuso los tratamientos precisos para ese caso (las recetas son textuales y acomodo al personaje su lenguaje particular):
Vea dotor, usté podrá ser muy estudiao pero yo aplico la jormula que me enseñó mi abuela y eso es como con la mano. Póngale cuidao: recién parida la mujer hay que metela en una pieza con todo cerrao, hasta las rendijas, y alimentala con caldito de pollo y una que otra presa. Al cumplir los 40 días de la dieta, el último día hay que arropar a la mujer con 5 cobijas y ahí le pasan una chocolatera con una bebida caliente preparada a base de canela y manzanilla. Tiene que pasar toda la noche bien abrigada, con todo cerrao como ya le dije y algo muy importante, que nadies le hable porque entoes no se produce el sudor.

Al otro día puede destaparse solo la cara y ahí mismito se queman dentro de la pieza 3 hojas de las que se utilizan para envolver la panela, y se rezan tres credos. La madre permanece así otras 24 horas y los alimentos hay que lleváselos en recipientes y cubiertos calientes para que no se infrie; lo mismo con el pato, que debe ir tibiecito para que no le dentre un viento por allá por onde sabemos… Pasado ese tiempo ya puede lavarse las manos con agüita tibia… y a trabajar mijita porque se le acabó el reinao.

Lo reto dotor pa´ que ensaye mis tratamientos a ver cómo le va. Fíjese que al pelaito recién nació lo cogió un dolor el verriondo como en el oído y de una mandé a conseguir un gurre, le metí la cola del animal en la oreja y santo remedio. También le aplicamos un ungüento que se hace con gurresitas, que se encuentran debajo de las matas, y enjundia de gallina. Eso también es bendito. Pal dolor de barriga nada como hervir barba de chivo con leche de cabra, malva, yarumo y orégano blanco. Si usté sufre de una hernia en la horqueta… ¿cómo dice?... bueno, inguinal o como se llame esa vaina, tiene que arrimar el pie del lao del mal al tronco de un palo de aguacate y dejalo ahí media hora. Con una navaja pinta como una plantilla en la cáscara del palo, retira ese pedazo de corteza y resulta que a medida que sana el aguacate usté también se alienta.

Es que nosotros tenemos nuestras mañas. A quien pique una raya que le arrime el jarrete a los genitales de una vieja que esté… cómo le dijiera yo… con eso que llaman la ruler; si la picadura es de avispa póngale una ramita de naranjo detrás de la oreja, y el que se pare encima de un erizo tiene que buscar una vieja pa´ que se le mee encima.

Póngale cuidao a esto: si alguien quiere adelgazar se mete un ajo en el ombligo y lo deja ahí; si un pelao no quiere soltar la lengua hay que dale sobrao de lora con vino blanco; y pa´ la tosferina lo mejor es colgale una moneda del cuello. A la mamá que seque los pañales del culicagao al sol se le seca la leche; y si al zambo le hacen mal de ojo, que el pior es el del negro oji zarco, toca colgale al cuello un ojo de venao o un coral, ojalá con dos huesos de pata de gallinazo. Si un barrigón tiene pujo es porque lo cargó una mujer preñada que espera una niña, y entoes toca vestilo con la ropa de la vieja sin lavala hasta que el pelao se mee en ella; y si la madre recién parida queda con manchas en la cara, que se fuague bien con la orina del recién nacido, siempre y cuando este no haya recibido comida de sal.

Y oiga pues pa´ que se aterre. Las mujeres guardan el cordón umbilical del bebé, lo dejan secar y lo muelen pa´ echáselo a la comida del marido, quisque pa´ que no se le pare sino en la casa. ¡Cómo le quedó el ojo!
pmejiama1@une.net.co

martes, agosto 24, 2010

Asuntos varios.

Celebro y aplaudo la decisión del ex presidente Álvaro Uribe de no firmar la ley que prorrogaba el plazo que teníamos los colombianos para renovar la cédula. Como aquí estamos acostumbrados a dejar todo para última hora, confiados en que al cumplirse el término estipulado siempre van a echar para atrás y a conceder más tiempo para el trámite de turno, aproximadamente dos millones de compatriotas vieron acabarse el tiempo para hacer la vuelta del nuevo documento de identidad. Y cuando todo parecía cumplirse y hasta anunciaron por radio que ampliaba el plazo cuatro meses, el mandatario se paró en la raya y no autorizó el asunto.

Puedo asegurar que de haberse dado la prórroga, el 80% de quienes hacían largas filas en las dependencias correspondientes se hubieran ido tranquilos para la casa, con la intención de hacer la vuelta “un día de estos”. Lo mismo sucede con multas y vencimientos que la gente deja acumular, confiados en que basta esperar un poco hasta que haya una amnistía y de esa manera el pago se reduce de forma considerable. Ojalá esta lección sirva para que aprendamos que los plazos son para cumplirlos, y esperemos que en los lugares donde es necesario presentar la cédula de ciudadanía para cualquier trámite cumplan la norma y castiguen al descuidado ciudadano.
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Gracias a la puesta en servicio del esperado puente helicoidal, por fin se redujo en forma considerable el tiempo que demoramos en viajar a Pereira y Armenia; porque ese atasco que se formaba entre el sector de La Postrera y La Romelia era un infierno para los usuarios de la carretera. Ahora debemos presionar para que se busque una solución al tramo que va de Chinchiná al Jazmín, porque aunque tenemos dos vías, el problema del tráfico no se soluciona debido a que no existe una doble calzada. No hay derecho a que debamos pagar dos peajes en un recorrido de escasos 45 minutos, entre Manizales y Pereira, y que gran parte del tramo debamos transitar detrás de una caravana de camiones que ruedan a paso de hormiga; con el agravante que la línea continua en la vía impide al sobrepaso en casi todo el trayecto. La idea es que busquen la forma de construir varios retornos en ese sector y así destinar una carretera de ida y otra de venida. La comodidad de quienes habitan el sector no puede estar por encima de los intereses del país, donde todos reclamamos vías ágiles que mejoren la movilidad vehicular.
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El noticiero que presenta la televisión por cable de UNE a sus usuarios es entretenido y agradable, sobre todo porque trata asuntos exclusivamente de nuestro municipio. Yo lo prefiero a los del canal regional, Telecafé, porque en estos pierdo el interés apenas empiezan a hablar de un barrio de Armenia, de un concejal de La Virginia, de la carretera que va para Pueblotapao o de un sindicalista que se crucificó en la Plaza de Bolívar de Pereira. Lo negativo del canal UNE es que pretendiera que los periodistas que trabajaban para esa empresa fueran de bolsillo y se rigieran por la línea editorial que dictaran las directivas, situación que por fortuna se solucionó cuando el noticiero pasó a manos de La Patria y su equipo de profesionales.

Fui compañero de trabajo en Caracol Radio de Carlos Ernesto González y Germán Mejía Gallo, y por lo tanto seguía con interés los programas que ellos presentaban en el canal de marras. Para mi sorpresa ambos salieron del aire y ahora me entero de las causas, las cuales me parecen arbitrarias y despreciables. Resulta que Germán, como tantos hinchas del Once Caldas, no está de acuerdo con el manejo que le dan a la institución y aprovechaba su tribuna en el canal para controvertir y denunciar.

Entonces Duván Vásquez, gerente del Once Caldas, le envía una carta al director del canal, el periodista Felipe Cardona, donde tiene la desfachatez de indicarle cómo controlar a sus colegas que laboran en el canal y las pautas que estos deben seguir al momento de informar; además, se queja de las andanadas de Germán y define su proceder como “dañino y malintencionado”. Aparte de eso le recuerda que el equipo es socio comercial de UNE; como quien dice, entre bomberos no nos pisemos la manguera. Lo que siempre he sostenido: si alguna cosa dicha por Mejía Gallo desde los micrófonos es falsa, denúncielo por injuria y calumnia y síganle el proceso que corresponda.

Con Carlos Ernesto sucedió algo parecido. Después de tener el programa con mayor sintonía del canal, y de llevar 5 años al aire, al momento de cambiar la empresa de dueño debió entrevistar al Presidente de UNE. El comunicador procedió con el profesionalismo que lo caracteriza y por ello durante le charla hizo alusión al malestar que se vivió en la ciudad por la masacre laboral que se dio al momento de la transición, y de otras políticas de esa empresa que no tuvieron buen recibimiento por parte de la ciudadanía. Pues al momento de renovar los contratos con la nueva razón social la propuesta económica hecha a Carlos Ernesto fue indigna y absurda, y de esa manera lo sacaron del baile. Definitivamente mientras existan intereses económicos de por medio ese cuento de la libertad de prensa es un espejismo, una quimera.
pmejiama1@une.net.co

miércoles, agosto 18, 2010

Como no explican…

El columnista de opinión está expuesto a que lo critiquen, malinterpreten, discrepen de sus opiniones, lo apoyen, lo ensalcen o hablen mal de él. O todo a la vez. Pero definitivamente ahí está la gracia, porque bien cierto es que por el gusto se venden los carambolos y si todos comulgáramos con las mismas ideas, este mundo sería aburridísimo. Sin duda los temas que generan más controversia son la política y la religión, porque son asuntos que despiertan pasiones y éstas no son fáciles de controlar. En dichos casos, por lo tanto, es cuando más debemos aplicar aquello de respetar las opiniones ajenas y ser tolerantes.

Hace poco toqué el tema religioso en un escrito y como era de esperarse recibí comentarios por diferentes vías, de los cuales sólo acostumbro responder los respetuosos que tengan un soporte inteligente y valedero; a los improperios y groserías no les paro bolas. Varios sacerdotes, algunos desde el exterior, se comunicaron conmigo para exponer sus reparos, opiniones o comentarios, y uno de ellos vino en persona para que tratáramos el asunto. Después de mucho conversar, filosofar y discutir, en la mejor tónica por supuesto, llegamos a la conclusión que a la Iglesia Católica le ha faltado profundizar en sus enseñanzas.

Porque le meten en la cabeza a un niño que Adán y Eva vivieron en El Paraíso vestidos apenas con hojas de parra, en perfecta armonía con toda clase de animales, además de la culebra que conversaba, el cuento de la manzana, del desalojo, etc., pero con el pasar de los años nunca le aclaran que todo fue una metáfora, una forma sencilla de difundirlo para su fácil comprensión. Claro que quien desarrolla su inteligencia logra desenmarañar después esos misterios, pero el analfabeto e ignorante se queda con la versión original. Y se muere convencido de que Moisés separó las aguas del Mar Rojo con una varita mágica o que Jonás vivió tres días en el buche de una ballena.

La Iglesia no le habla a su grey con claridad y después se presentan los hechos bochornosos y aberrantes que dejan a la feligresía desconcertada. Imaginemos una familia de campesinos que vive apartada de la civilización, sin estudios ni conocimientos, que ven al párroco del pueblo como una figura superior, representante de Dios en la tierra, a quien confían sus secretos y temores; ese mismo que oye sus confesiones, que los casó y bautizó sus hijos, resulta que tenía mujer y con ella una preciosa niña de 7 años. Pero eso es lo de menos, porque la noticia aterradora es que cuando el reverendo se vio encartado con ellas, las mandó matar e incinerar los cadáveres para borrar cualquier huella.

O quién le explica a una comunidad devota como la de Bituima, en el departamento de Cundinamarca, que en la Semana Santa del 2006 estaba congregada en la iglesia en uno de sus actos litúrgicos y debido a un vendaval el techo del templo se les vino encima. El saldo trágico fue de 6 muertos y medio centenar de heridos, porque el techo era de guadua y zinc; que si hubiera sido de mampostería y tejas de barro no queda títere con cabeza. O el pasado 3 de mayo cuando en San Rafael, Antioquia, salieron en peregrinación hacia la cumbre de un cerro a venerar la santa cruz, en medio de un tremendo aguacero, y cuando el sacerdote oficiaba la misa cayó un rayo que fulminó 3 cristianos y dejó heridos a cien. Quisiera saber qué le responde un representante de la Iglesia a un devoto que le pregunte por qué les sucedió eso a ellos, mientras que quienes estaban en el billar, los que tomaban trago o visitaban un prostíbulo ni siquiera se mojaron. Seguro tendrá que echar mano de teorías complicadas, lecciones de teología y mucha filosofía, pero más seguro es que el otro no entenderá ni forro.

Por cierto, yo también debo explicar cómo es el ejercicio que busco los sábados con muchas de mis columnas, donde me refiero a familiares y allegados al relatar anécdotas y vivencias. En vista de que no conozco la vida y milagros de los demás, debo recurrir a mis propias experiencias y así trato de rememorar con pelos y señales cómo vivíamos en aquellas épocas de antaño. Lo que hago es proponer el tema para que cada persona traiga a la mente los recuerdos y así recree a su modo el asunto tratado. Si escribo acerca de los papás hablo de los míos; si refiero anécdotas de niños apelo a los de mi familia; si relato algo acerca del patio de las casas echo mano a los recuerdos de los que conozco; si es acerca del colegio la misma vaina y así con todos los temas. De otra forma me tocaría contactar otras personas y la columna sería de entrevistas. Además, muchos lectores me relatan sus anécdotas y si me parecen valiosas, aquí las reproduzco.

A otra que le faltó explicar que la demanda era simbólica fue a la flacuchenta Ingrid. Claro que ese cuento no se lo cree nadie y en cambio en Colombia pensamos reemplazar la palabra ingratitud por “ingridtitud”. Me queda el consuelo que no derramé una lágrima, recé una jaculatoria o fui a marchar por esa zamba, porque nunca me gustó.
pmejiama1@une.net.co

miércoles, agosto 11, 2010

Prioridades ante todo.

Un instinto muy marcado en todos los animales es aprovecharse del más débil y existe una máxima que resume dicha realidad: el pez grande se come al pequeño. Y aunque dicen que el león es el rey de la selva, si llega a puchársele a un búfalo, un rinoceronte o un elefante lo vuelve papilla. Es así como a partir del gran paquidermo hacia abajo, hasta el más insignificante de los insectos, existe una cadena alimenticia donde cada especia reconoce muy bien de cuáles debe cuidarse y a cuáles puede cazar.

La excepción a la regla es el único animal racional, que aunque se comporta como el más irracional de todos, tiene la habilidad de defenderse del resto de los seres vivientes, además de controlarlos y dominarlos. El hombre está indefenso ante cualquier alimaña ponzoñosa, pierde la pelea contra un perro grande o un chimpancé, la patada de un caballo puede partirle el cráneo en dos y hasta un ave de rapiña de gran tamaño logra doblegarlo, pero gracias a su inteligencia tiene las herramientas para someter a cualquier tipo de animal. Tanto que la proteína, renglón importante de la nutrición de los humanos, la adquiere de infinidad de animales que hacen parte de su dieta diaria.

Quienes protestan por el abuso que comete el hombre contra los animales se refieren más que todo a los caballos carretilleros o a los perros callejeros que vemos en los países subdesarrollados, y de manera muy especial al espectáculo taurino donde los grandes damnificados son los toros de lidia. Dichos casos son los más socorridos porque los tenemos ahí, a la mano, pero existen infinidad de abusos contra los animales. Como los gansos que alimentan con embudo para desarrollarles el hígado y así obtener el “foie gras”, bocado exquisito de gourmets; o las gallinas ponedoras que pasan su existencia en un habitáculo diminuto donde no pueden siquiera pararse; o el tigre circense encerrado en su pequeña jaula, que sólo sale a la pista a hacer monerías bajo la amenaza del látigo.

Crueldad la que aún se acostumbra en las fiestas patronales o en los pueblos donde concursan a quien atrape al marrano embolado: cogen un cerdo pequeño y le raspan el pelo hasta dejarlo como bola de billar, para luego embadurnarlo con aceite. Entonces sueltan el asustado animalito y una turba enloquecida corre tras él para atraparlo, mientras recurren a todo tipo de argucias y salvajadas para tratar de dominarlo. Quien quiera ver crueldad con los animales que busque en Youtube el video de un personaje, parece mongol o siberiano, que procede a desollar vivos unos zorros para comercializar sus pieles y a los que apenas ha golpeado con un garrote en la cabeza. Las indefensas fieras se retuercen del dolor al quedar completamente peladas, o como decimos, en carne viva. Para no ir más lejos, qué puede ser más cruel que un pajarito en una jaula, un pez en su pecera, un perro amarrado o un gato entre un apartamento.

En mi juventud fui muy aficionado a los toros pero con los años me volví receloso con el espectáculo, tal vez por la sangre que derrama en la arena el agraviado animal; a lo mejor el costo de una tarde de toros ha contribuido también a espantarme del coso. Sin embargo, respeto esa afición y la veo como algo cultural que disfrutan muchas personas. El toro de lidia vive como un rey durante 4 años en su dehesa y todo ese cuidado es para que muera en manos de un torero; ese es su destino. Como el del cerdo o el pollo de criadero, con la diferencia que estos viven su corta existencia arrumados en unas condiciones espantosas.

Soy consciente de que las corridas de toros son el eje central de nuestra Feria anual y por ello me preocupo porque los carteles sean los mejores, el clima se comporte bien durante las tardes taurinas, los toros embistan y la gente disfrute de un espectáculo que hace parte de nuestra historia ciudadana. Si la corrida es buena la fiesta está asegurada, la gente consume y se mueve la economía de la región. Y gracias a una temporada taurina exitosa la próxima feria queda asegurada, lo mismo que la visita de tantos turistas nacionales y extranjeros.

Claro que debemos respetar a los animales y velar por su bienestar, pero invito a aquellos que gastan recursos y energías en su defensa que miren primero los seres humanos que requieren de cuidado. El abuso que se comete contra los niños trabajadores, que aunque reciben un salario son verdaderos esclavos, es algo que deberíamos repudiar todos. Muchas personas, incluidos inocentes pequeñines, duermen a la intemperie tapados con periódicos y cartones; cuántos compatriotas pasan el día sin probar bocado; cuántos viven en condiciones infrahumanas sin esperanzas ni ilusiones.

¿Acaso un animal merece más atención que un ser humano? Al que le produzca rabia y escozor ver cómo maltratan al toro de lidia, visite los cinturones de miseria para que vea angustia y sufrimiento. Porque el animal lastimado siente dolor, pero no tienen sentimientos; nada de tristeza, rabia, desamparo o angustia existencial.

Desazón siento yo de saber que cuesta más alimentar y sostener a una mascota que a un niño pobre. ¡Esa sí es una animalada!
pmejiama1@une.net.co

miércoles, agosto 04, 2010

Todo es posible.

Me pregunto cómo serán las cosas de las que uno nunca se entera. Cuántas conspiraciones y triquiñuelas sucederán a diario, en nuestras narices, las mismas que sólo conocen unos pocos que además se benefician de ellas. El ciudadano del común se pone al corriente de lo que sucede y como se lo dicen debe aceptarlo, así malicie y haga suposiciones que van mucho más allá de lo que informan. No cabe duda de que son los grandes conglomerados económicos, y sus mafias, los que manejan los hilos de la humanidad y que líderes políticos, religiosos y demás mandamases fungen de títeres y marionetas. Pero sin olvidar que la palabra mafia se refiere a cualquier organización ilícita clandestina, y no sólo a los tradicionales padrinos italianos, a traficantes de drogas y armas, a bandidos emergentes de la Rusia moderna, sino a quienes se mueven en los más altos círculos del poder en todo el planeta.

Esos poderosos que direccionan los acontecimientos que sacuden a la humanidad, son los mismos que ordenan tapar rapidito las posibles filtraciones que existan de su delictivo proceder. Recordemos cuando murió el Papa Juan Pablo I, quien apenas iniciaba su pontificado, y los rumores sobre un posible asesinato empezaron a difundirse, hasta que de un momento a otro no se habló más del asunto y el caso quedó archivado. Igual ha sucedido con infinidad de casos. Los autores materiales de los más sonados magnicidios casi siempre son atrapados, pero de quienes planean y ordenan nunca se sabe nada. Así como las grandes conspiraciones, las guerras y demás conflictos.

Durante la década de 1930, en Alemania, Adolfo Hitler maquinó e intrigó en la política hasta llevar a ese país a una guerra que marcó la historia de la humanidad. En el año 33, unas pocas semanas antes de las elecciones parlamentarias, un comunista holandés ingresó al Reichstag, el edificio del congreso, y le prendió fuego. El hecho fue aprovechado por los nazis para convencer al electorado de que el comunismo buscaba apoderarse del poder y que ellos eran la solución; y aunque algunos sospecharon que había sido un montaje, nunca hubo pruebas y al final el resultado fue el esperado. En 1939, cuando todo estaba dado para iniciar la invasión a los países vecinos, la pantomima se realizó en un puesto fronterizo donde miembros de la SS disfrazados con uniformes de los guardias vecinos, atacaron un destacamento alemán y así encendieron la chispa del abominable conflicto.

Sin duda los gringos han sido los campeones en eso de inventar guerras. Un conflicto armado es una de las formas más expeditas para activar la economía de un país, y durante la Segunda guerra mundial los estadounidenses no sabían cómo hacer para que los metieran al baile. Una flota de sus barcos abastecía a los ingleses, escudados en un supuesto contrato de arrendamiento, pero eso no bastaba para ellos y entonces decidieron puchar la flota del pacífico en Pearl Harbor para tentar al imperio del sol naciente. Aseguran los australianos que informaron a Estados Unidos sobre la armada japonesa, cuando esta se dirigía a Hawái a destruir la flota, y que nadie movió un dedo para repeler el ataque. Un entierro de héroes para los caídos, unos cuantos buques que se pierden y todo un pueblo que recibe con angustia la noticia del ingreso a la guerra.

A principios de los años 90 Sadam Husein dio papaya al invadir Kuwait, lo que bastó para que los gringos comprometieran a sus aliados y procedieran de inmediato a fungir de pacificadores, su papel preferido; aunque nadie entiende por qué en esa ocasión no dieron el golpe final a los iraquíes y dejaron pendiente el asunto. Años después, con la disculpa que Husein escondía armas químicas en su territorio, inventaron una novela para tener patente de corso y rematar la faena. Muchos expertos visitaron el país oriental, comisiones de la ONU, de la Unión Europea y la OTAN, pero nunca encontraron pruebas. Los gringos, con el pretexto que tenían esos arsenales muy bien escondidos, encabezaron una nueva invasión a Irak para evitar que esos demonios musulmanes acabaran con la humanidad.

No faltan quienes dudan de los ataques terroristas de Septiembre 11. Hay un documental que genera muchas dudas y aunque cuesta creer tanta maldad, vale la pena verlo porque presenta unas pruebas muy convincentes (lo encuentran en http://www.vimeo.com/8853580). Lo cierto es que los estadounidenses hacen lo que sea para apoderarse de los territorios ricos en reservas naturales, sobre todo en petróleo. Ahora, sigue Venezuela y el primer paso fue instalarse en territorio colombiano para tenerlos ahí, a tiro de escupa; el vencimiento del contrato para utilizar territorio ecuatoriano para su base de Manta, fue la disculpa perfecta para firmar un tratado con Colombia que les permita un mejor accionar en nuestro territorio.

Se reafirman mis dudas cuando oigo a un dirigente venezolano esgrimir la misma teoría, con el argumento extra que como ahora todo lo que huela a terrorismo es enemigo del imperio, después de que un juez español denunció los vínculos de ETA con Venezuela ya tienen disculpa para invadir ese nido de extremistas. Siempre he sido enemigo del intervencionismo, pero en este caso debo confesar que si de paso le callan la boca al troglodita vecino, ¡p´antier es tarde!
pmejiama1@une.net.co

jueves, julio 29, 2010

¡Puro cuento!

Definitivamente cuando nosotros estábamos chiquitos sí fueron muchos los cuentos que nos metieron. La manera predilecta de controlar a los menores era a punta de miedo y de amenazarnos con todo tipo de castigos si infringíamos una regla; en caso de que la reprimenda verbal no funcionara, entonces procedían con el castigo físico. Los padres de familia aplicaban en su casa diferentes tipos de correctivo y había desde los castigos brutales que consistían en golpear las corvas de los niños con cables eléctricos, zurriagos, pedazos de manguera, palos de escoba o el cinturón del papá que siempre estaba a la mano, hasta los desahogos de las mamás que recurrían al pellizco, el chancletazo o el coscorrón; esto lo llamábamos una pela, aunque también se conocía como tunda, zurra o cueriza.

De manera que la pedagogía era apelar al terror, advertirle al muchachito que si hacía esto o aquello recibiría tal o cual castigo, aprovecharse de la inocencia e ignorancia para controlar la inquietud innata de los infantes. A nadie se le ocurrió que dicho proceder podía crear traumas en los niños, volverlos inseguros y asustadizos; que en la edad adulta podrían presentar conductas atípicas por las reprimendas síquicas y físicas. En cambio los mocosos de ahora no le tienen miedo a nada ni a nadie, empezando por los papás. Bien poquito que los regañan o les llaman la atención, y cuando lo hacen, los zambos levantan los hombros y siguen tan campantes; cero respeto para con los adultos, desconocimiento absoluto de la urbanidad, insolencia descarada ante cualquier amonestación.

Sin duda la iglesia tiene mucha culpa por su influencia en esos métodos de educación arcaicos, que durante tanto tiempo impuso la religión por medio del pavor que le teníamos al diablo y al infierno. En la catequesis de preparación para hacer la primera comunión le advertían al mocoso que quien muriera en pecado mortal se iba de cabezas para la paila mocha, por lo que uno corría a confesarse cada que le mentaba la madre a otro, si le guindaba los calzones a la vecina, por meter una mentira, cuando se daba en la jeta con un hermano o cualquier otra pendejada que según esos “magníficos” educadores estaba catalogado como pecado mortal. Ni hablar del susto que sentíamos al recibir esa primera hostia, en la Primera comunión, porque quien la mordiera cometía sacrilegio; tocaba adosarla al paladar, después tratar de despegarla con la lengua, con mañita para no romperla, y esperar a que se disolviera con saliva.

Otro tema de espanto era la muerte. Nos advertían que si uno molestaba a una persona y esta se moría, venía por la noche a jalarle las patas en la cama. Y cuando fallecía algún pariente o conocido y durante la noche se oían ruidos en la casa, la empleada del servicio nos aseguraba que era el ánima del difunto que había venido a deshacer los pasos; que lo primero que hacía el alma del muerto era recorrer todos los lugares que había visitado en vida.

Yo viví la niñez convencido de que si me tragaba una pepa de naranja o de mandarina, a los pocos días me iba a retoñar un palo de la misma fruta por debajo de la lengua. Que quien se arrimara a una fogata con seguridad se orinaba en la cama por la noche; pasar el río le decíamos. En la adolescencia nos dijeron que si uno está enguayabado y se larga a comer patilla, termina envenenado porque la fruta se convierte en cianuro al juntarse con el alcohol que circula todavía en la sangre. Y la peor mentira: que si un joven empezaba a acariciarse la bujía cometía un pecado espantoso, y si además se enviciaba a reventar los tacos en la mano, cuando fuera mayor y se casara le iban a hacer falta, dizque porque uno nacía con esa vaina contada. De ahí el cuento del pelo que salía en la palma de la mano.

Como nunca es tarde para rectificar, por fin unos científicos comprobaron que los fetos que crecen en el vientre materno no son más inteligentes o avispados si les ponen música clásica, les prenden luces y les conversan a toda hora. Los papás de nuestra generación mantenían a las señoras embarazadas y jamás los vimos con esas zalamerías; mucho menos salir a media noche a conseguir algo para colmarle un capricho a la mujer. De ser cierto que si un antojo no es satisfecho el muchachito nace gago o tartamudo, nosotros no desataríamos.

De un tiempo hacia acá a las madres gestantes les metieron el cuento que al bebé que crece en su barriga hay que hablarle, nunca pelear en su presencia, recitarle poesía y leerle cuentos infantiles, arrimarle luces de diferentes colores, arrullarlo, hacerle masajes y cuanta pendejada se les ocurra. Entonces llega el marido muerto del cansancio del trabajo y si no se presta para la pantomima, la vieja se enfurrusca, hace moños y pucheros, e insiste en que ya no los quiere. Es más, por la pica, obliga al pobre tipo a salir para conseguirle chachafrutos; que no ve la hora de que él mismo los cocine, les quite la cáscara y se los lleve en un plato con el salero. ¡Y no salga en bombas a hacer el mandado para que vea!
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