En el mundo entero los hombres se quejan de la costumbre que tienen las mujeres de echar cantaleta a toda hora. Claro que nosotros no reconocemos que también jodemos mucho y renegamos por todo, pero definitivamente hay unas viejas que son campeonas en eso de cantaletiar. Para los hijos es mortificante escuchar a sus padres peleando a toda hora, y estas situaciones son las que van minando un matrimonio y lo que es peor, la armonía que debe reinar en el hogar. La mujer de la región paisa ha sido de armas tomar, no se deja ensillar fácilmente y se le mide a lo que sea, pero tiene fama de ser muy fregada.
La mayoría de las veces tienen toda la razón, porque los maridos son infieles en cuanta oportunidad se les presenta, viven jartando trago, no entran a la casa sino a poner pereque y a exigir que les tengan todo a pedir de boca. Las expresiones utilizadas por las mujeres son comunes y fue precisamente una fémina paisa, quien me envió un correo muy curioso donde expone la reacción que habría tenido la esposa de Cristóbal Colón si hubiera sido originaria de estas tierras –mejor dicho, si misiá Felipa no hubiera sido Moñiz sino Muñoz-, cuando el hombre llegó a la casa con el cuentito del viaje que iba a emprender. Seguramente le habría dicho cosas como estas:
No me vas a salir Cristóbal con el cuento que al fin te pararon bolas y te van a dar la plata para que llevés a cabo esa enguanda que se te metió en la cabeza desde hace años. Yo no me explico por qué tenés que ser vos el que se meta en semejante embeleco, pudiendo mandar a otro; p’ a eso los reyes tienen harta gente que trabaja p’ a ellos, pero conociéndote no me cabe duda que te lagartiates ese nombramiento, porque cuando se te mete una idea en esa mula no hay poder humano que te la saque. Es que yo sí soy muy salada, habiendo tantos cristianos en este mundo y preciso a vos se te tenía que ocurrir esa pendejada que dizque la tierra es redonda.
Tampoco me gusta nada eso de que la reina empeñó las joyas p’ a darte la plata; no vaya a ser que ustedes anden enredaos, porque por muy de dedo parao que sea la vieja esa, a mí no me va a quitar el marido. Y para rematar, ahora me salís con que no tenés ni idea de cuanto se va a demorar el tal descubrimiento; no me crea tan pendeja mijo que usted le está echando lápiz a esa vaina desde hace mucho para que ahora salga a decir que no sabe algo tan sencillo. Lo único que falta es que se envolaten por allá y me dejés viuda y bien fregada, p’a criar yo sola a este culicagao de Diego que todos los días está más rebelde.
Lo que más piedra me da es que creás que soy boba. Ahora me salís con el cuento que van solo hombres. Mamola. Si fuera así, no habría problema en llevarnos al niño y a mí. Vea que ese zambo sale ahora a vacaciones y yo me encarto p’ a buscarle programa todos los días. Y te digo una cosa, que no es que yo sea maliciosa ni celosa, pero se rumora por ahí en la calle que ustedes van en busca es de unas indias. Dios te libre Cristóbal de salirme con una vaina de esas porque soy capaz de ahorcarte. Otra cosa que te advierto y que quede bien clarito: me dejás plata para todos los gastos porque aparte de que me tengo que quedar íngrima, no faltaba sino que me toque saltar matones.
Mire, y preciso el viaje tiene que ser en el puente de octubre, cuando mi hermana nos invitó para la finca; una todo el año encerrada en esta casa lavando calzoncillos y fregando pisos, y cuando le resulta un paseito bien sabroso, ahora sale el señor con que no puede ir. Pues yo si me largo con el pelao, y te dejo las llaves en el quinqué de la entrada por si te tenés que devolver o llegás antes de lo previsto. Porque pensándolo bien, después me voy unos días p’ a donde mi mamá y así no debo quedarme encerrada mientras usted se va dizque de conquistador.
Es que me muero de la ira. Tan tranquilos que estábamos y se te mete a vos semejante idea. Ahora no falta sino que regresés famoso y ahí sí no volvés a entrar a la casa ni a deshacer los pasos; si tratando de vender esa idea has recorrido medio mundo y le has echado el cuento a todo el que te entable conversa, no quiero ni imaginar la perdida que te metés si llegás con buenas noticias del viaje. Porque estoy segura que no vamos a ver peso de semejante odisea, y lo único que te vas a ganar son malos entendidos y desplantes. Yo te he dicho mil veces que esos ricos, y más cuando son de la nobleza, hacen todo es por interés y después te dan una patada en el fundillo. Pero claro, es que una es muy mal pensada y pesimista, pero te acordarás de mis palabras…
lunes, febrero 20, 2006
jueves, febrero 09, 2006
Le Quedó Faltando
Hace unas noches apareció de nuevo en mis sueños, oníricos claro está, la mujer a quien entrevisté sobre la prostitución en nuestro medio, y me hizo el reclamo que ella no alcanzó a contarme más detalles y anécdotas que recordó después de la charla anterior. Acepté de inmediato, porque de verdad la vieja es graciosa y por cierto muy descriptiva. Volví a recordarle que ojo con el vocabulario, porque es muy boquisucia y nos escandaliza con su jerga y expresiones que hacen poner colorado a cualquiera. Bastó una sola pregunta para que la fulana se derramara en prosa. Solamente alcancé a preguntarle el nombre y arrancó:
No mi querido, nosotras nunca lo damos, digo, el nombre, porque queda una al descubierto y quienes la distinguen van a enterarse de sus andanzas. Inventamos alguno, aunque en esta profesión lo primero que sucede es que algún vergajo le zampa un apodo por cualquier característica que tenga. A mí me dicen La Peluda, y no pregunte por qué p´a evitanos regaños. En todo caso puedo asegurale, que aunque ahora estoy un poquito jamona y dentrada en años, fue mucho el ésito que tuve durante mi juventú; tenía fama de pisporeta; bailarina de tango, milonga y fox; amable con los clientes y lo más importante, decían que muy buen catre. Porque a una la valoran es por su experiencia y dedicación en lo que hace.
Lo triste de este destino es que con los años se pierde el sesapil y tiene que empezar a medísele a unos personajes muy desagradables. Si a usted antes la buscaban los sardinos caribonitos y los clientes de plata, ahora toca lograr lo que caiga. Imagínese que los coteros no fallan echarse su polvacho cada que hacen un trabajo, y llega un lungo de´sos todo sudao después de descargar un camionao de papa, con tierra hasta en las orejas y p´a pior que tienen unas energías que descaderan una vaca; y si no les para el chorro, se quedan ahí trepaos hasta que no tengan ni con qué pegar una estampilla. Yo sufro de reumatís y me dan asficias por el asma -la trasnochadera jode a cualesquiera-, y cuando arranca el julepe empieza a soname el pecho y los indios creen que es de puro entusiasmo.
En cambio en mis años mozos me buscaban era p´a mimar a los clientes platudos, porque en aquellas épocas esos viejos no fallaban varias visitas a la semana; y no crea que siempre venían a ejercer, no señor, la mayoría de las veces se sentaban a jartar trago y a jugar dao corrido o tute, mientras una se les sentaba en las piernas, les hacía cosquillitas y les mantenía el traguito servido. Y qué propinas, ¿oiga? También me buscaban los que llaman ahora gomelos, que en un dos por tres quedaban despachados porque eran muy arrechitos y a muchos se les estornudaba afuera; pero como pagaban por adelantao...
Puedo decirle que recorrí los negocios más famosos de la época. Trabajé con misiá Ligia Cardona; onde Carlina Ruiz; saliendo p´a Arauca en la conocida Curva de la Nena; y onde doña Otilia, en las famosas Pereiranas. También en Las Muñecas, en la carrera 22 con calle 25. Allá solo era permitido abejorriala a una y el negocio consistía en poner al cliente a comprar. Asegún el consumo le daban fichas. Usté por ejemplo le metía media de ron y recibía 5 fichas, 4 por media de guaro, y si lograba sacale un ron con singer -o yinyer, o como se diga-, 2 y por un brande... -no me corrija que usté entiende-, 3 fichas. Debíamos vestir pintas bien provocativas y dejarnos meter mano, pero de aquellito nada. Al dueño le gustaba rotar el personal y al amanecer le liquidaban las fichas, y si te he visto no me acuerdo. Nada de contrato, seguro social y demás arandelas... sueñe mijo.
Recuerdo una boba que llegó a la casa dándoselas de mucho chuzo, quisque porque dominaba esa vaina de la educación sedsual; así decía porque hablaba sopitas. Fíjese que ella por ejemplo al terminar el servicio, siempre le preguntaba al cliente: ¨El caballero desea repetid, o me puedo subid los cadzones...¨ Otro día llegó con el cuento que un dotor iba a hablanos de sexo oral. Hubo curiosidad por ver qué nos podía enseñar a nosotras un tipo estudiao, pero se trataba era de una conferencia sobre cuidaos para evitar enfermedades; qué tal, ella pensó que por ser hablao, lo llamaban así.
Pero el mejor cacharro sucedió cuando trabajé en el gril Los Picapiedra, por el teatro Manizales echando p´a la galemba. Resulta de que un viejo convenció a la madán, como dicen en las películas, de hacerle publicidá al negocio y ofrecer gabelitas y vainas así. Entonces repartían unos volantes onde presentaban el clud y que asegún el consumo, daban una picada gratis. Resulta que esa vaina la armaba un pendejo que ni sabía escribir y un día se le fue una hache de más en la palabra picada, pero un amigo le dijo que tranquilo, que esa letra quisque no suena; que es muda. Ni se imagina usté al otro día la fila de chinches, zorreros, emboladores, terciadores, verduleros y montañeros, esperando con paciencia y el volante en la mano, porque la letra quedó preciso después de la ce.
No mi querido, nosotras nunca lo damos, digo, el nombre, porque queda una al descubierto y quienes la distinguen van a enterarse de sus andanzas. Inventamos alguno, aunque en esta profesión lo primero que sucede es que algún vergajo le zampa un apodo por cualquier característica que tenga. A mí me dicen La Peluda, y no pregunte por qué p´a evitanos regaños. En todo caso puedo asegurale, que aunque ahora estoy un poquito jamona y dentrada en años, fue mucho el ésito que tuve durante mi juventú; tenía fama de pisporeta; bailarina de tango, milonga y fox; amable con los clientes y lo más importante, decían que muy buen catre. Porque a una la valoran es por su experiencia y dedicación en lo que hace.
Lo triste de este destino es que con los años se pierde el sesapil y tiene que empezar a medísele a unos personajes muy desagradables. Si a usted antes la buscaban los sardinos caribonitos y los clientes de plata, ahora toca lograr lo que caiga. Imagínese que los coteros no fallan echarse su polvacho cada que hacen un trabajo, y llega un lungo de´sos todo sudao después de descargar un camionao de papa, con tierra hasta en las orejas y p´a pior que tienen unas energías que descaderan una vaca; y si no les para el chorro, se quedan ahí trepaos hasta que no tengan ni con qué pegar una estampilla. Yo sufro de reumatís y me dan asficias por el asma -la trasnochadera jode a cualesquiera-, y cuando arranca el julepe empieza a soname el pecho y los indios creen que es de puro entusiasmo.
En cambio en mis años mozos me buscaban era p´a mimar a los clientes platudos, porque en aquellas épocas esos viejos no fallaban varias visitas a la semana; y no crea que siempre venían a ejercer, no señor, la mayoría de las veces se sentaban a jartar trago y a jugar dao corrido o tute, mientras una se les sentaba en las piernas, les hacía cosquillitas y les mantenía el traguito servido. Y qué propinas, ¿oiga? También me buscaban los que llaman ahora gomelos, que en un dos por tres quedaban despachados porque eran muy arrechitos y a muchos se les estornudaba afuera; pero como pagaban por adelantao...
Puedo decirle que recorrí los negocios más famosos de la época. Trabajé con misiá Ligia Cardona; onde Carlina Ruiz; saliendo p´a Arauca en la conocida Curva de la Nena; y onde doña Otilia, en las famosas Pereiranas. También en Las Muñecas, en la carrera 22 con calle 25. Allá solo era permitido abejorriala a una y el negocio consistía en poner al cliente a comprar. Asegún el consumo le daban fichas. Usté por ejemplo le metía media de ron y recibía 5 fichas, 4 por media de guaro, y si lograba sacale un ron con singer -o yinyer, o como se diga-, 2 y por un brande... -no me corrija que usté entiende-, 3 fichas. Debíamos vestir pintas bien provocativas y dejarnos meter mano, pero de aquellito nada. Al dueño le gustaba rotar el personal y al amanecer le liquidaban las fichas, y si te he visto no me acuerdo. Nada de contrato, seguro social y demás arandelas... sueñe mijo.
Recuerdo una boba que llegó a la casa dándoselas de mucho chuzo, quisque porque dominaba esa vaina de la educación sedsual; así decía porque hablaba sopitas. Fíjese que ella por ejemplo al terminar el servicio, siempre le preguntaba al cliente: ¨El caballero desea repetid, o me puedo subid los cadzones...¨ Otro día llegó con el cuento que un dotor iba a hablanos de sexo oral. Hubo curiosidad por ver qué nos podía enseñar a nosotras un tipo estudiao, pero se trataba era de una conferencia sobre cuidaos para evitar enfermedades; qué tal, ella pensó que por ser hablao, lo llamaban así.
Pero el mejor cacharro sucedió cuando trabajé en el gril Los Picapiedra, por el teatro Manizales echando p´a la galemba. Resulta de que un viejo convenció a la madán, como dicen en las películas, de hacerle publicidá al negocio y ofrecer gabelitas y vainas así. Entonces repartían unos volantes onde presentaban el clud y que asegún el consumo, daban una picada gratis. Resulta que esa vaina la armaba un pendejo que ni sabía escribir y un día se le fue una hache de más en la palabra picada, pero un amigo le dijo que tranquilo, que esa letra quisque no suena; que es muda. Ni se imagina usté al otro día la fila de chinches, zorreros, emboladores, terciadores, verduleros y montañeros, esperando con paciencia y el volante en la mano, porque la letra quedó preciso después de la ce.
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