A los de mi generación no puede
faltarnos un radiecito para oír todo tipo de programas, sobre todo en los que
conversan de cualquier cosa. Muy temprano me chanto el audífono para seguir la
información que difunde Julito Sánchez y su combo; en un duermevela delicioso
el cerebro selecciona lo que vale la pena. Después a leer el periódico, desayunar
y la visita al baño, siempre acompañado por el infaltable ‘loro’.
Atinado el eslogan de La mejor
compañía, porque en eso se convierte la emisora preferida para uno, en
inseparable adicción. Extraño de antes los programas de humor que tantas
sonrisas nos sacaron, Montecristo, El show de Ever Castro, Los tolimenses, El
manicomio de Vargas Vil. Ahora solo se habla de fútbol y de política. Pues nunca
imaginé que terminaría yo participando en un programa radial y lo que empezó
como un experimento, se convirtió en actividad ininterrumpida de once años.
A finales de 1993 me invitó Iván
Darío Góez a grabar anécdotas con humor para reproducirlas en el noticiero de
RCN. Muy pronto me ‘sonsacaron’ de Caracol y Javier Giraldo, asesorado por
Ramón Salazar, me propusieron participar con Yesid López en el recordado
programa Pase la tarde con Caracol; debía conseguir una persona que nos
acompañara y propuse entonces a la ex gobernadora Beatriz Londoño de Castaño,
mujer maravillosa con una gracia natural, culta, bien informada y excelente
conversadora.
Todavía bisoños Yesid salía del
estudio y nos dejaba solos con los invitados, como la vez que debí manejar una
entrevista que le hacíamos al reconocido dueto Los Hermanos Uribe. Cuando ya no
sabía qué más decir se me ocurrió preguntarles si ellos tenían algún
parentesco. Otra tarde se metió al estudio la Loca María, una fufurufa que a
pesar de su avanzada edad se tongoneaba por las calles y vestía prendas
atrevidas. Quería pedirle un favor a Yesid y sin importarle que estuviéramos al
aire, conversaba indiferente. A todos nos dio un ataque de risa y ella
simplemente comentó: ¡Y estos hijueputas de qué se ríen…!
Poco después se retiró Beatriz y luego
Yesid, e ingresó al programa Ramón Salazar, con quién me entendí tan bien
durante muchos años. También hacíamos programas de televisión, con Telecafé, y
en esas entrevistamos a un par de trovadores, Serrucho y El Mariscal; ambos
geniales, repentistas de campanillas, pero fue Jorge Ferney Díaz, Serrucho,
quien llamó mi atención. Le pregunté si en Colombia se puede vivir de la trova
y dijo que sí, pero que se vive más maluco que el diablo. Ahí resolví llevarlo
para el programa.
Resultó ser un tipo fenomenal,
culto, conocedor del idioma, inquieto y repentista profesional, con quien
seguimos en el programa siempre con una tendencia humorística, pero dedicados a
la cultura, el buen decir y los temas de actualidad. Don Carlos Arturo Lince
nos acompañaba desde los controles, para hacer un programa que aún es añorado
por muchos oyentes.
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