martes, agosto 28, 2012

Balance de actualidad (II).


Ante la animada charla que sostenía con el cuidandero de carros en el centro de la ciudad, que parecía mejor un monólogo porque el tipo no soltaba la palabra, decidí no subir la ventanilla cuando debió ausentarse un momento para cobrarle a un cliente que salía en ese momento. Y es que llamó mi atención el hecho que un personaje como ese, que a primera vista califiqué de analfabeto, resultara alguien tan enterado del acontecer diario, un hombre que sabe expresarse a su manera y ávido de informarse a toda hora. Le bastó aprender lo básico en la escuela elemental para defenderse y adquirir algo de cultura por medio de periódicos y demás medios escritos, además de interesarse en aprenderle a la gente. De manera que decidí seguirle la corriente y apenas regresó, le pregunté por qué se daba la bendición tres veces seguidas.

Fue que ese dotor me dejó buena propina y así le agradezco al Divino Niño; siempre que me dan una liguita me santiguo tres veces. Pero estaba por preguntale a usté cómo le ha parecido el gobierno del dotor Santos; porque yo en un principio estaba satisfecho, aunque el presidente Uribe me gustaba bastante, pero ahora estoy algo desilucionao. Con ambos. El primero porque resultó como muy populachero y el segundo por esa friega que mantiene a toda hora, que parece no quererse desprender del poder. Jode porque sí y jode porque no. Además se empareja con el coronel vecino y parecen un par de verduleras.

Porque fíjese su mercé que el dotor Santos empezó bien, aunque muchos lo criticaron desde el principio por prendele una vela a dios y otra al diablo, pero al menos arregló el problema con los vecinos que estaba bien fregao. De ahí en adelante no ha hecho sino embarrala y eso puede verse en las encuestas; y remató con el cuento ese de la reforma a la justicia, el cual lo dejó más caído que teta de gitana. Porque ese cuentico que en el Gobierno no sabían nada de los tales micos no se lo cree es nadies. Lo más grave es que el hombre ya empezó a trabajale a su releción y eso se logra es a punta de populismo; mire no más el cuento de las cien mil viviendas gratis, y fuera de eso nombra a Vargas Lleras Ministro de vivienda pa que el hombre ponga a sonar su propia candidatura y así pueda sucedelo a él después de sus dos períodos. Esa gente no da puntada sin dedal.

Ahora sigue el proceso de comprar el apoyo de los congresistas porque sin ese respaldo no consigue la releción, y como usté sabe ese gremio no se mueve si no le dan algo a cambio. Y volvemos a las épocas del dotor Uribe cuando se disparó la corrución al querer comprarle el voto a todos esos vergajos del Congreso. Lo que más piedra me da es que el Presidente, como ha perdido popularidá en Antioquia por esa garrotera que mantiene con Uribe, entoes resolvió alcagüetiar la enguanda esa de las Autopistas de la prosperidá; el proyeto cuesta la bobaita de 13 billones de pesos, ojo a eso, billones con b de burro, y aunque dicen a boca llena que piensan hacelo entre el Gobierno nacional, la Gobernación de Antioquia y la Alcaldía de Medellín, vaya mire pues cómo son los porcentajes. La nación pone más del noventa por ciento y terminaremos pagando eso entre todos los colombianos, como pasó con el bendito Metro. 

Leí una entrevista que le hicieron a un dotor Federico Restrepo, gerente de ese proyeto, donde me enteré del costo y de las obras tan verriondas que piensan adelantar. Cómo le parece, no sé cuantos kilómetros de vías nuevas, muchas en doble calzada, algo así como setecientos viadutos y ciento treinta túneles, y el tipo dice muy serio que en cinco años tendrán todo listo. Usté me perdona la espresión, pero esa vaina me suena como a pajazo mental. Porque conociendo lo que se demoran para levantar cualquier puentecito en este país…

Además, deberían dedicase a terminar tantas obras que llevan décadas de costrución, en vez de zapotiar más. No más aquí en Caldas tenemos, así por encimita, el aeropuerto de Palestina, el ferrocarril de ocidente y la Autopista del café. Y qué me dice del túnel de La línea, que al paso que va no alcanzaremos a velo terminao. Allá mismo en Medellín llevan varios años trabajándole a la doble calzada de la variante de Caldas y no está ni tibia, y hay que ver el tráfico tan verriondo que circula por esa vía.    

Supe además que el dotor Germán Cardona, al salir del Ministerio, dejó muy bastiao el proyeto para una nueva vía que nos comunique con el valle del Magdalena; pa ese y otros proyetos de interés pal departamento aseguró algo así como setecientos mil millones de pesos. Ojalá el Gobierno no nos embolate ese billetico, porque usté sabe cómo son de complicaos esos trámites. Le digo la verdá, soy pesimista porque en la reciente visita el Presidente no se comprometió con nada; del aeropuerto de Palestina dijo lo mismo que todo mundo, que esa obra hay que terminarla. Pero no dijo ni cómo, ni cuándo, ni con qué.
pamear@telmex.net.co

jueves, agosto 23, 2012

Mecatos tradicionales.



La mayoría de poblaciones tienen un producto alimenticio que las distingue y es común que las visiten sólo por el placer de paladearlo. Piononos en Supía, chorizos en Villamaría, corchos en Neira, quesillos en Guarinocito, aguapanela con queso en Letras y morcilla en Maracas, son muestra de la diversidad gastronómica de nuestra región. Quien vive lejos de su terruño añora con regresar para darse gusto con esos mecatos que tanto le gustan y por ello muchos manizaleños suspiran por los pasteles de La Suiza, las albóndigas de Míster Albóndiga, los pandebonos de La Ricura o las gafitas de La Victoria.

De mi primera infancia recuerdo que nos llevaban a comer empanadas al drive-in Los Arrayanes, en Chipre; chorizos de Ramonhoyos en la Quiebra de Vélez, por la carretera vieja hacia Arauca; en Chinchiná vendían unos pandeyucas muy buenos en El Venado de oro y en el parque principal los famosos helados de Los Pavos. Otros chorizos muy apetecidos los vendía un viejo mal encarado en la bomba Centenario. En vista de que en mi casa éramos tantos hijos, cada dos meses a quienes cumplían años en ese lapso los llevaban a un restaurante; preferíamos La Cayana, en el Parque Fundadores, o la parrillada de El Dorado Español, en la salida para Chinchiná.

Mecatos que merecen reconocimiento son por ejemplo los pasteles de La Suiza, que venían en una cajita surtida y había que ver el problema para repartirlos, porque varios querían el conito relleno de crema, otros el pastel con forma de sapo o de pollito, las milhojas, el acordeón o el rollo de chocolate. Y qué tal los turrones Supercoco que elaboraba entonces don Roberto Muñoz y que menudeaban en los carritos de dulces a dos por cinco; el señor era vecino nuestro y de vez en cuando nos regalaba una caja de esas deliciosas golosinas. Hoy, casi cincuenta años después, los turrones saben igual, conservan su envoltura y son el producto estrella de una importante empresa local. También perdura en el tiempo la parva de las monjas del convento de La Visitación, en la Paralela con calle 54; y tienen fama internacional las obleas y los helados de Chipre, lugar de visita obligada para propios y visitantes.

Durante la adolescencia y juventud el centro de la ciudad fue nuestro lugar de encuentro. A la hora de tomar el algo podíamos comer empanadas en La Canoa; visitar Las Torres del Centro, en la carrera 22 con Pasaje de la Beneficencia; disfrutar los chuzos de La Tuna; hamburguesas de Domo; albóndigas o salchichas suizas en Míster Albóndiga o pasteles de pollo en Kuqui. Al salir de cine en el teatro Cumanday era obligatorio entrar a La Ecuatoriana, donde ofrecían variedad de viandas. Muy apetecidos eran también los pasteles de piña del restaurante chino Toy San y las génovas que vendían en El Incendio, frente al colegio Nuestra Señora. 

Como en esa época no había hora zanahoria la rumba muchas veces duraba hasta el amanecer y era costumbre buscar dónde comer algo antes de irnos a dormir. En el barrio Arenales quedaba el restaurante La Rueda, atendido por doña Chila, su propietaria, una vieja querendona y amable que recorría las mesas con la olla del arroz y una cuchara para “retacarle” a quien lo pidiera; allí sólo ofrecían sudado de pollo y después de semejante “golpe” quedaba uno despachado. Por esos lados también era conocido el cenadero de la gorda Julia, heredado después por su hijo Careplato que hizo famoso el “caldo peligroso”. Ni qué decir del recordado Petaca, negocio en el cual podía rasparse la grasa de las paredes y cuyo eslogan decía: “Se alivia el guayabo sin cantaleta”.

Otras opciones para el remate de la noche fueron la olla de la Beneficencia, cuyo dueño engarzaba las yucas cocinadas con la uña del dedo pulgar, guarnición que acompañaba la trompa, oreja o papada de marrano; lengua sudada, albóndigas con caldo y pedazos grandes de mondongo también hacían parte de la carta. Después apareció la olla del Banco de la República y ahí, a una cuadra, La Guaca del pollo donde servían caldo con huevo duro adentro, siempre a la temperatura que se derrite el plomo. En la puerta del Club Manizales El Gitano ofrecía cabanos y frente a la Plaza de toros la Barra del Dividivi atendía los borrachos que salían de las discotecas. La chuleta del café La Bahía y la “carta internacional” de El Pilón también hicieron historia. Cuando nos cogía el día buscábamos desayuno en la cafetería Los luchadores, en la carrera 21 con calle 17, donde servían unos huevos fritos que nadaban en mantequilla, pan recién horneado, arepa con queso y chocolate.

A desayunar a El Parnaso, cerca al parque Fundadores por la carrera 23, llegó cierto amanecer un grupo de amigos, entre ellos uno de mis hermanos. Ya acomodados en la mesa se reían porque venían de insultar a unos tombos que se toparon varias cuadras atrás, pero cuál sería el susto cuando en esas apareció la patrulla con los ofendidos. En medio del tropel, uno de ellos logró escabullirse detrás de la barra, se puso un delantal y empezó a lavar loza en el lavaplatos. Todos fueron a parar a la guandoca, menos el avispado que salió tranquilo para su casa a dormir el guayabo. ¡Ah tiempos aquellos!
pamear@telmex.net.co

miércoles, agosto 22, 2012

Balance de actualidad (I).


La mínima oportunidad que debe dársele a una persona es que tenga acceso a los estudios básicos, porque leer y escribir es sin duda una herramienta fundamental para defenderse en la vida. Así quien sólo pudo completar la primaria, al menos tiene la capacidad de enterarse de lo que sucede a su alrededor a través de periódicos y medios escritos, y si el individuo es inquieto e interesado, puede llegar a adquirir más cultura que el profesional con muchos títulos. Para la muestra un personaje que cuida carros en el centro de la ciudad y a quien conocí hace poco mientras esperaba a que mi acompañante hiciera una diligencia.

Noooo dotor, aquí logrando el veranito, respondió al preguntarle cómo estaba. Este fogaje siempre es muy tenaz, pero es pior cuando se larga a llover y toca andar con un paraguas a toda hora; en esta época lo más jodido es a medio día cuando el resisterio está en la fina. Yo me entretengo con la letura de estos pedriódicos, que aunque sean viejos no dejan de informalo a uno; me los regalan los dotores dueños de los carros que parquean en la cuadra. Además yo le entablo conversa a todo mundo.

Ahorita no más estaba charlando con un cliente que me esplicó el chicharrón en el que anda metido el Gobernador. Parece mentira que una persona tan estudiada y con esperiencia como el dotor Guido haga una bobada de esas. Porque no me diga pues que no sabía que estaba inhabilitao, ya que él ha sido profesor de esas vainas de la costitución y demás yerbas; que le pase a uno que es inorante, vaya y venga, pero a un abogao con recorrido en cargos públicos… El caso es que esa joda nos va a perjudicar porque ahora el dotor Guido pierde poder y si de verdá lo destituyen, quedamos pailas.

Imagine otra vez eleciones, qué pereza, y con el billete que cuesta esa enguanda. Otra cosa es que no va a ser fácil conseguir candidatos que se le midan a semejante desgaste pa gobernar menos de dos años, que sería lo que resta del período. No faltó quien saliera con que el dotor Germán Cardona estaba interesao en ese cargo, como si fuera tan pendejo de despreciar una embajada en las Europas pa venise a toriar semejante avispero. Además él dijo muy clarito en una carta al diretor de La Patria, que le parece un irrespeto que le quieran correr la silla al Gobernador sin haber sido destituido.  

El alcalde también anda como enredao, porque fíjese que pasa el tiempo y no se ve como que arranque su ministración. Es muy raro eso de que los secretarios y demás empliaos le renuncian de seguido, y hasta dice la gente que el hombre como que es muy negrero y malgeniao. También le achacan la culpa a la dotora esa gerente de Infimanizales, que según parece es bastante jodida, aunque sospecho que por ser una funcionaria honrada y trabajadora no le gusta a mucha gente. Usté sabe que los empliaos públicos están enseñaos a mamar gallo y a hacer lo que les da la gana, y entoes cuando se topan con un jefe tallador, prefieren abrirse antes de que los pongan a camellar. En todo caso lo del TIM sí es como muy sospechoso, porque gerente que se posesiona, gerente que renuncia a los pocos días; será que les da miedo quedarse ahí porque de pronto van a templar a la guandoca.

Y eso de irse los viernes quisque a gobernar desde los barrios y las veredas me suena a pura copia de aquellos consejos comunales que hizo famosos el dotor Uribe, cuando visitaba todos los rincones del país supuestamente solucionando los problemas de la gente del común. Aquí es la misma vaina, el alcalde recorre las calles y ordena tapar un güeco en una esquina, reponer unas bombillas que faltan en el alumbrao público, que le arreglen el contador del agua a una vecina que hace el reclamo, que nombren más maestros pa la escuela, que le paren bolas al cura párroco y mil vainas por el estilo.

A este paso lo único que va a tener el alcalde pa mostrar al finalizar su mandato va a ser el puente peatonal de la Terminal de transporte, porque de resto no se ve nada. Fíjese que el proyecto ese verriondo de San José quedó suspendido, la doble calzada por los laos de Lusitania está más demorada que la Autopista del café y hasta la continuación del cable aéreo hacia Villamaría se enredó. Lo único que han puesto a funcionar en los últimos tiempos es el bendito cable de Los Yarumos, que sirve pa lo que sirven las tetas de los hombres: pa nada. Porque muchos creímos que el parque se iba a disparar con la puesta en funcionamiento del cable para ir hasta allá, pero qué va, eso lo dejaron caer y esta es la hora que no han resuelto siquiera quién lo va a ministrar.

Aguarde dotor voy a despachar aquel cliente y regreso pa que sigamos con la conversa, aunque le cuento que ando desatualizao porque me pasé veinte días pegao de aquella vitrina pa no perdeme detalle de los juegos olímpicos. ¡Qué vaina tan eselente!
pamear@telmex.net.co

martes, agosto 14, 2012

Los agáchese.


Antes de que se implementaran en las ciudades los llamados Sanandresitos era muy difícil conseguir artículos y productos extranjeros. Por fortuna vivíamos muy bien con lo que ofrecía el mercado nacional y en ese entonces la sociedad de consumo no se parecía en nada a lo que es hoy. En Manizales las damas más pudientes recurrían a una señora que vivía en el barrio Chipre y que traía ropa, perfumes, accesorios y demás chucherías del exterior, por lo que en las fiestas de sociedad las mejor vestidas eran las clientas de la reconocida matutera; ya después otras copiaron la idea y aún existen personas dedicadas a traer maletas llenas de mercancía del exterior.

Si uno quería comprar cualquier artículo novedoso, salido de lo tradicional, se desplazaba a la calle 19 entre carreras 19 y 21, donde se asentaban unos comerciantes informales en los andenes y ofrecían sus mercancías en aquellos tradicionales catres de lona que se armaban muy fácil y que fueron tan comunes en casas y fincas para acomodar muchachitos. La gente empezó a llamar esos puestos los agáchese por la necesidad del cliente de doblarse por la cintura para alcanzar algún artículo que llamara su atención y la zona se volvió de visita obligada para propios y visitantes.

Quien quisiera mercarse una loción Brut o Pino Silvestre; unas gafas Ray-ban; si buscaba una candela de gas o el tarrito de combustible para recargarla; si tenía antojo de unos chicles gringos o quería darse el ancho con una chocolatina Milky way; o buscaba ponerse a la moda con unas camiseticas chinas que eran baratísimas, arrimaba allí y después de regatear un poco calmaba el antojo. También vendían casetes extranjeros cuando estos se pusieron de moda, Maxell, BASF, Sony o TDK,  pues los fabricados en el país eran ordinarios y tiro por zambo se enredaban dentro de grabadoras y pasa cintas.

Luego aparecieron los famosos Sanandresitos, primero en ciudades de la costa atlántica, y quien los visitara no podía regresar a casa sin algunos regalos que eran tradicionales: un paquete de turrones Craft, uno de galleticas de higo, un frasco grande de Tang de naranja, que no era nada diferente a esas bebidas en polvo que venden ahora a precios módicos; y otras cuantas baratijas con empaques raros y novedosos. El viajero llegaba además estrenando gafas y reloj, chiviados ambos pero muy aparentadores; compraba algunas cervezas extranjeras en lata para chicaniar; un cartón de cigarrillos Marlboro; y un flamante radio reloj para la mesa de noche. No faltaba el que también traía un potecito de la famosa pomada china, la cual según recomendaba el negro vendedor debía aplicarse en la herramienta al momento de entrar a matar dizque para volver locas a las muchachas.

Durante muchos años la gente no tuvo claro si comprar en Sanandresito era legal, porque así las autoridades permitieran su existencia, después de salir uno del lugar con su electrodoméstico lo podían parar en la esquina y quitárselo dizque porque era mercancía ilícita. Un comerciante de Pereira era el zar del matute en los inicios de esa modalidad de negocios y los manizaleños bajaban a comprar allí sus televisores, equipos de sonido, el betamax o el novedoso exprimidor de naranjas, pero tenía que hacer fuerza para que no lo fueran a detener en un retén de las Rentas departamentales que había en La Batea, cerca a Chinchiná, porque allá le quitaban lo que trajera.

Lo mismo sucedía a quienes llegaban de San Andrés por el aeropuerto Matecaña, porque aunque el pasajero tenía derecho a traer un cupo determinado, vaya pues explíquele esa vaina a un guarda de la aduana a media noche y en plena carretera. El tipo, seguro necesitado de plata, insistía en que era contrabando y procedía a confiscar botellas de licor y cigarrillos extranjeros, cualquier electrodoméstico o mercancía que trajera, por lo que fueron muchos los que debieron llegar a la casa sin los encargos y además trinando de la ira.

Todavía siento pena ajena al recordar algo que me sucedió cuando trabajaba en el aeropuerto a mediados de la década de 1980. La Industria Licorera de Caldas organizó una convención en San Andrés y entre los viajeros estaba el gobernador, un señor de esos de antes, correcto, serio y de una honorabilidad sin tacha. Y como la ley de Murphy nunca falla, cuando regresaron fue al mandatario a quien le embolataron el equipaje.

Personalmente atendí la queja del ilustre personaje, quien además era amable y sencillo, y me puse en la tarea de rescatar la maleta. Cuando al fin apareció me dio mala espina porque venía sin candado y como supuse, al revisarla el doctor Jaime descubrió que faltaban dos botellas de whiskey, un cartón de cigarrillos y otras regalitos que traía para la familia. Yo no sabía qué decir ante semejante situación tan embarazosa y procedí a disculparme mientras le prometía que la queja iría directamente a la presidencia de la compañía, y que haríamos todo lo posible por dar con los responsables. Entonces me palmeó la espalda y debí prometerle que el asunto quedaba entre nosotros, pues arguyó que con seguridad se enteraban los periodistas y mínimo le armaban un escándalo por contrabandista, y que él no estaba dispuesto a enlodar su buen nombre por un par de chucherías.
pamear@telmex.net.co

martes, agosto 07, 2012

¡Hasta que ya!

Las mamás de ahora no se parecen en nada a las que nos tocaron a nosotros. Todo ha cambiado de manera considerable y sin duda las costumbres y el número de miembros de las familias son muy diferentes, lo que les da mucha libertad a las madres modernas que pueden estudiar, desempeñarse profesionalmente y tener una vida social activa. Porque las matronas de antaño vivían sólo para atender a la prole, administrar la casa, complacer al marido y mantener la armonía en el hogar. Y es que una señora con diez o quince hijos no debía tener tiempo ni para bañarse, lo que se deduce al pensar en las labores que debía realizar a diario.


No se parecen en nada a las de ahora que son ejecutivas exitosas, por motivos de trabajo viajan con regularidad, asisten religiosamente al costurero, acuden al gimnasio, al salón de belleza, a que les hagan masaje, participan en fiestas y reuniones sociales, salen con las amigas, van a cine, hacen visitas, almuerzan por fuera y muchas se meten a clases de cocina, pintura o yoga. La liberación femenina acabó con aquellas mujeres abnegadas que dedicaban su existencia al bienestar de su familia. Viejas pendejas, pensarán hoy en día.

Sobra decir que debido al agite diario a aquellas mujeres se les saltaba la piedra a cada momento, porque con tantos muchachitos por ahí dedicados a hacer daños y pilatunas no habría paz en el hogar, además de las peleas entre hermanos que existen desde Caín y Abel. O las rabias que les producían las sirvientas, que como eran varias e internas, a toda hora estaban con el chisme, la queja, el lleve y traiga, los celos y las chambonadas de rigor: que le chafaron el vestido nuevo al marido, se tiraron la ropa de color con límpido, dañaron la brilladora o la cocinera manidura que rompía un plato diario.

Algo que recordamos con nostalgia quienes nos criamos en familias numerosas son las frases típicas que toda mamá repetía sin tregua en el diario quehacer, muchas de las cuales eran para quejarse por el agotamiento que mantenían y por la desconsideración que sentían hacia ellas. ¡Con ustedes todo es una lucha!, decían desesperadas cuando los hijos no acataban sus órdenes y por lo tanto debían repetirlas hasta el cansancio. Y entonces venían las amenazas con frases como: ¿qué van a hacer el día que me les muera, quién les va a hacer todo?; o cuando desesperadas miraban al cielo, se agarraban la cabeza y con voz angustiada exclamaban: ¡ustedes me van a enloquecer!

Aquellas madres vivían pendientes de las amistades que frecuentaban sus hijos y en eso eran muy celosas, porque si alguien no les gustaba no había forma de hacerlas cambiar de parecer. Entonces no perdían oportunidad para echarle puyas al amigo indeseado, y si por ejemplo el hombre llamaba a la casa después de las nueve de la noche, ella le contestaba con voz de pocos amigos: ¡esta no es hora de llamar a una casa decente!; tampoco cejaban en su empeño al recordarnos: mijo, ese amigo no le conviene. Y si era un pretendiente de alguna de las niñas y al llegar a recogerla no se bajaba del carro sino que pitaba, se enfurruscaban e insistían a la hija para que le dijera al zambo que respetara, que eso no era un hotel y que se dispusiera a timbrar como la gente normal.

Si algo enfurecía a una mamá era que un mocoso le contestara de mala manera y para esos casos tenían a mano expresiones como: ¡es que me provoca ahorcarlo!; y si el zambo estaba muy envalentonado, la amenaza era más contundente: ¡siga así culicagao y le volteo el mascadero! Cuando el muchacho ya estaba crecidito e insistía en tener autonomía, ellas apelaban a la lógica de la vida para desarmarlo: ¡mientras usted viva en esta casa, se hace lo que yo diga! Y para que no quedaran dudas, le remachaba: ¡acuérdese que usted no se manda solo!

Aquellos mayores se esforzaron por mantener nuestra fe y devoción cristiana, por lo que era común que la mamá recomendara a los hijos que rezaran una oración antes de irse a la cama; era típico que dijeran: no se vayan a acostar como unos animalitos. Además ellas no decían que algo les parecía muy raro, sino muy particular; para resaltar cualquier cosa preferían el ¡hasta que ya!; si se trataba de describir algo imposible acudían al ¡no hay poder humano!; y si algún mocoso estaba muy resabiado o ponía mucho pereque, no dejaban de echarle un vainazo al marido al comentar: ¡está igualito a su papá!

Como la madre eran más fácil de convencer recurríamos a ella para pedir los permisos, responsabilidad de la que se libraba con el consabido: vaya pregúntele a su papá primero a ver qué dice. Entonces uno aprovechaba que el cucho estuviera concentrado con alguna lectura, resolviera el crucigrama o sintonizara el noticiero, momento en que se desconectaba del mundo, porque seguro a modo de respuesta apenas rezongaría, señal que uno asumía como una autorización. Claro que si la mamá no estaba de acuerdo no había forma de convencerla, y cuando ella se quedaba sin argumentos para defender su causa, cancelaba así la discusión: ¡porque yo soy su mamá, y punto!

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