En 1314 murió el Papa Clemente V y a partir de entonces el Trono de San Pedro entró en un interregno de 2 años, porque en un cónclave reunido en la ciudad de Carpentras los cardenales no llegaron a un acuerdo debido a que estaban divididos en italianos, gascones y franceses, y cada grupo quería imponer su candidato. El rey Felipe V de Francia estaba interesado en que el nuevo Papa fuera oriundo de su país, por lo que después de maniobras diplomáticas logró reunir a los 23 cardenales existentes en Lyon para dar comienzo al cónclave que elegiría al nuevo jerarca católico.
La idea del rey galo era mantener la sede del papado en Aviñón y que el escogido sirviera más a sus intereses que a los de la iglesia, por lo que debió hacer uso de todo su ingenio para que esta vez no sucediera lo mismo de la última convocatoria: que los purpurados no encontraran un candidato que copara las expectativas de todos los asistentes. Debido a intrigas políticas reinaba un verdadero caos entre los cardenales convocados y todos buscaban la forma de dilatar el proceso, por lo que el rey Felipe debió tomar medidas extremas que aseguraran el éxito de la convocatoria.
El lugar de reunión era un antiguo monasterio y cuando todos los prelados estaban allí alojados, en compañía de secretarios, sirvientes, pajes, amanuenses y demás personas a su servicio, ordenó levantar tapias en todas las salidas del edificio e informó a los interesados que nadie abandonaría el lugar hasta tanto no hubieran nombrado al sucesor de Clemente V. Para efecto de proveerlos de comida, bebida y demás artículos de primera necesidad dejaron unas troneras por dónde ingresar los productos, y la razón del rey fue que más les valía ponerse de acuerdo si no querían pasar allí mucho tiempo.
El cardenal francés Jacques Duèze estaba amangualado con su majestad para poner en práctica una estrategia que al final surtió el efecto esperado. En ese tiempo el religioso tenía 67 años, edad muy avanzada para la época, y desde los primeros días del encierro empezó a mostrar signos de debilidad que hacían suponer que no duraría mucho después de la penosa experiencia. El rápido deterioro del purpurado francés no pasó inadvertido para sus colegas, por lo que muy pronto empezaron a planear una maniobra que al menos los sacaría de allí lo más pronto posible: elegían al viejo Jacques, el cual suponían iba a durar muy poco en su cargo, y después buscarían la forma de dilatar el proceso del nombramiento del próximo sucesor.
Fue así como se dio su consagración, el 5 de septiembre de 1316, donde tomó el nombre de Juan XXII y procedió a ejercer el papado en Aviñón, para satisfacción de su padrino el rey. Con lo que no contaban sus compañeros fue que muy pronto recuperó la salud y ejerció su pontificado durante 18 años, hasta su muerte en 1334. La marrullería no es un invento de ahora.
Al recordar este suceso histórico me viene a la cabeza una idea, que aunque utópica, no deja de gustarme. Con este asunto del aeropuerto de Palestina, que cada día se torna más enredado, deberíamos convocar a una reunión urgente a todos aquellos que de una u otra manera tienen velas en ese entierro: los alcaldes y ministros que correspondan, el gobernador, el gerente actual y los anteriores, los españoles, director de Aerocivil, ingenieros y profesionales que hayan intervenido en la obra, dirigentes cívicos y gremiales, críticos y defensores del proyecto, etc.
Después de que los tengamos a todos reunidos en un auditorio les aplicamos la misma medicina del rey Felipe V, con la advertencia que puede presentarse cualquier situación urgente en el exterior, pero de allí nadie sale hasta que nos digan a los ciudadanos cuál es la realidad del aeropuerto, cómo van a conseguir los recursos, cuándo va a aterrizar el primer avión, quién tiene la razón en las diferentes acusaciones que se hacen a diario, por qué los españoles nos siguen dando caramelo con el aporte que prometieron hace tantos años, qué esperan para iniciar las vías que conducen al lugar, cómo se prepara la zona para el cambio que viene… mejor dicho, preguntas es lo que hay.
Pero que no crean que con promesas y compromisos van a conseguir su libertad. Nada de eso. Quien se comprometa con partidas que entregue los cheques posfechados, los permisos correspondientes deben quedar listos, la duda de si los terraplenes están bien o mal hechos debe quedar aclarada, los contratos a futuro adjudicados y firmados, todas las decisiones tomadas, y cualquier asunto que ataña al tema, finiquitado y avalado por quien corresponda.
Si pasan los días y no hay resultados positivos, que les prohíban facebook, el correo electrónico, el Ipod, teléfono celular y demás juguetes electrónicos. Y para que se apuren, a toda hora verán en pantallas gigantes espectáculos como conciertos de Gali Galeano, conferencias del padre Gallo, maratón de chistes de Ordoñez, Laura en América, La tigresa del oriente (peruana, véanla en Youtube), la novela de Marbel o el comercial de Ricostilla. Y no sobra advertirles: quien vuelva a decir que el aeropuerto estará listo a finales de este año, o el próximo, que le corten la lengua por embustero.
pamear@telmex.net.co
martes, febrero 15, 2011
lunes, febrero 07, 2011
Qué basurero tan…
El ser humano va a terminar su existencia ahogado por las basuras. Con la aparición de los artículos desechables ha aumentado de manera considerable el volumen de basura que se recopila en cualquier hogar; y lo más grave es que todos esos productos están fabricados con elementos altamente contaminantes, los cuales necesitan mucho tiempo para que sean absorbidos de nuevo por el planeta. Los plásticos, el icopor, los envases de polietileno tereftalato (PET), los de aluminio, lo llamados tetrapack y los de vidrio, baterías de todo tipo, aparatos electrónicos y muchos ejemplos más, necesitan cientos de años para descomponerse en un proceso natural biológico.
Lo triste del asunto es que basta con que la gente tome conciencia de la cultura del reciclaje, para que todos esos materiales nocivos para el ambiente presten el mismo servicio en varias oportunidades, sin tener que acumularse en los botaderos. Si al momento de tirar una lata de cerveza, una caja de leche, las bolsas de plástico donde nos empaca la compra o los platos de icopor, le damos a esos desechos el trato correspondiente, pueden llegar de nuevo al sitio indicado donde los aprovechan como materia prima. El proceso empieza en los hogares, oficinas, establecimientos comerciales y en todo lugar donde se generen desechos, que debe tener disponibles varios recipientes para recolectar en ellos los diferentes tipos de basura.
De verdad me aterro cuando veo a alguien tirar basura a la calle y se me va la lengua para decirle que se le cayó algo, que lo recoja, pero en esta sociedad actual se arriesga uno a toparse con el lava perros de cualquier mafioso y el guache es capaz de meterle un balazo por sapo y por metido. Se me salta la piedra cuando en el carro que va adelante avientan latas o los talegos del mecato por las ventanillas, y ni hablar de la desazón que produce ver a un gamín que escarba en las bolsas de basura y deja todo su contenido regado en la calle. Aplaudo la iniciativa de la administración municipal al implantar el Comparendo ambiental, aunque me parece difícil aplicar multas a un habitante de la calle que ni siquiera tiene zapatos.
Ojalá copiaran la idea en la isla de San Andrés, donde la basura se amontona en las calles sin parecer importarle a nadie. En el recorrido que da la vuelta a la isla, en el costado occidental, da tristeza ver las orillas de la carretera cubiertos con todo tipo de basuras; además de la cantidad de edificaciones en ruinas, antejardines cubiertos por la maleza y un abandono que no se justifica en semejante paraíso tropical.
Todos nos cogemos la cabeza ante la arremetida del invierno, pero no logramos columbrar que es debido a que el planeta nos la está cobrando. Tanta cantaleta de los ambientalistas que insistieron hasta el cansancio en el problema que se nos venía encima, pero pensamos que eso era para después, que seguro no nos tocaría a nosotros. Y adelantamos campañas, nos damos golpes de pecho y aceptamos que debemos defender bosques, fuentes de agua, páramos, fauna y flora, y todo lo que tenga que ver con al medio ambiente, pero el impulso nos dura poco. Sí, tenemos que hacerlo, pero empezamos mañana o la semana entrante o el año que viene.
Cuántos de nosotros, por ejemplo, tenemos una bolsa reutilizable para cargar la compra en el supermercado. Porque hay que ver la cantidad de talegas plásticas que utilizan los muchachos encargados de empacar; dos cebollas en una, tres tomates en otra y la lechuga aparte, y así todos los productos empacados por separado. Luego reúne varias talegas en otra más grande y cuando son frascos o productos pesados, refuerza el empaque al ponerlo doble. El resultado es que al desempacar el mercado en la casa resulta una verdadera montaña de plásticos.
Quedé impactado al ver, en un documental de televisión, una isla flotante de basura que se formó entre la costa oeste de Norteamérica y Hawái. En ese lugar convergen varias corrientes marinas y por ello los desechos contaminantes se acumulan y parecen atrapados en un inmenso remolino. La isla de basura tiene el tamaño de la península ibérica, además de que son aterradoras las cifras que calculan los biólogos marinos de las miles de especies que mueren al año por consumir plásticos y demás residuos.
Y aunque somos conscientes de que los combustibles fósiles son un atentado contra el ambiente, dependemos de ellos sin importar que ya existan diferentes opciones de energía. Cómo podemos ser tan estúpidos los seres humanos, que permitimos que unos pocos se lucren de un negocio que tiene al planeta enloquecido y a punto de colapsar.
No les alcanzará el tiempo a quienes habiten este tierrero en el futuro para maldecirnos, y con toda la razón. Porque les cortamos la posibilidad de disfrutar del agua, de las montañas, los árboles y los animales. Cuando los polos se derritan, el aire sea irrespirable, los rayos del sol nocivos y el océano un muladar, nos recordarán la mama a diario. Es inaudito que no sea suficiente que sepamos que quienes sufrirán las consecuencias serán nuestros descendientes.
Me temo que el nombre de medio ambiente se debe a que ya nos gastamos la otra mitad.
pamear@telmex.net.co
Lo triste del asunto es que basta con que la gente tome conciencia de la cultura del reciclaje, para que todos esos materiales nocivos para el ambiente presten el mismo servicio en varias oportunidades, sin tener que acumularse en los botaderos. Si al momento de tirar una lata de cerveza, una caja de leche, las bolsas de plástico donde nos empaca la compra o los platos de icopor, le damos a esos desechos el trato correspondiente, pueden llegar de nuevo al sitio indicado donde los aprovechan como materia prima. El proceso empieza en los hogares, oficinas, establecimientos comerciales y en todo lugar donde se generen desechos, que debe tener disponibles varios recipientes para recolectar en ellos los diferentes tipos de basura.
De verdad me aterro cuando veo a alguien tirar basura a la calle y se me va la lengua para decirle que se le cayó algo, que lo recoja, pero en esta sociedad actual se arriesga uno a toparse con el lava perros de cualquier mafioso y el guache es capaz de meterle un balazo por sapo y por metido. Se me salta la piedra cuando en el carro que va adelante avientan latas o los talegos del mecato por las ventanillas, y ni hablar de la desazón que produce ver a un gamín que escarba en las bolsas de basura y deja todo su contenido regado en la calle. Aplaudo la iniciativa de la administración municipal al implantar el Comparendo ambiental, aunque me parece difícil aplicar multas a un habitante de la calle que ni siquiera tiene zapatos.
Ojalá copiaran la idea en la isla de San Andrés, donde la basura se amontona en las calles sin parecer importarle a nadie. En el recorrido que da la vuelta a la isla, en el costado occidental, da tristeza ver las orillas de la carretera cubiertos con todo tipo de basuras; además de la cantidad de edificaciones en ruinas, antejardines cubiertos por la maleza y un abandono que no se justifica en semejante paraíso tropical.
Todos nos cogemos la cabeza ante la arremetida del invierno, pero no logramos columbrar que es debido a que el planeta nos la está cobrando. Tanta cantaleta de los ambientalistas que insistieron hasta el cansancio en el problema que se nos venía encima, pero pensamos que eso era para después, que seguro no nos tocaría a nosotros. Y adelantamos campañas, nos damos golpes de pecho y aceptamos que debemos defender bosques, fuentes de agua, páramos, fauna y flora, y todo lo que tenga que ver con al medio ambiente, pero el impulso nos dura poco. Sí, tenemos que hacerlo, pero empezamos mañana o la semana entrante o el año que viene.
Cuántos de nosotros, por ejemplo, tenemos una bolsa reutilizable para cargar la compra en el supermercado. Porque hay que ver la cantidad de talegas plásticas que utilizan los muchachos encargados de empacar; dos cebollas en una, tres tomates en otra y la lechuga aparte, y así todos los productos empacados por separado. Luego reúne varias talegas en otra más grande y cuando son frascos o productos pesados, refuerza el empaque al ponerlo doble. El resultado es que al desempacar el mercado en la casa resulta una verdadera montaña de plásticos.
Quedé impactado al ver, en un documental de televisión, una isla flotante de basura que se formó entre la costa oeste de Norteamérica y Hawái. En ese lugar convergen varias corrientes marinas y por ello los desechos contaminantes se acumulan y parecen atrapados en un inmenso remolino. La isla de basura tiene el tamaño de la península ibérica, además de que son aterradoras las cifras que calculan los biólogos marinos de las miles de especies que mueren al año por consumir plásticos y demás residuos.
Y aunque somos conscientes de que los combustibles fósiles son un atentado contra el ambiente, dependemos de ellos sin importar que ya existan diferentes opciones de energía. Cómo podemos ser tan estúpidos los seres humanos, que permitimos que unos pocos se lucren de un negocio que tiene al planeta enloquecido y a punto de colapsar.
No les alcanzará el tiempo a quienes habiten este tierrero en el futuro para maldecirnos, y con toda la razón. Porque les cortamos la posibilidad de disfrutar del agua, de las montañas, los árboles y los animales. Cuando los polos se derritan, el aire sea irrespirable, los rayos del sol nocivos y el océano un muladar, nos recordarán la mama a diario. Es inaudito que no sea suficiente que sepamos que quienes sufrirán las consecuencias serán nuestros descendientes.
Me temo que el nombre de medio ambiente se debe a que ya nos gastamos la otra mitad.
pamear@telmex.net.co
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