Desde nuestros primeros años oímos hablar del temido fin del mundo, y fueron muchas las teorías de cómo sucedería el tenebroso momento. Los curas siempre metiéndoles miedo a los muchachitos con el cuento que debían mantenerse confesados porque en cualquier momento se presentaba la cita bíblica. Y uno bien pendejo, todavía bisoño después de la Primera comunión, cada que le mentaba la madre a alguien, guindaba a una vecina, le cascaba a un hermanito o se robaba una galleta de la alacena, salía disparado para la iglesia a soltar el embuchado y quedar otra vez cero kilómetros en materia de pecados. Ni riesgos de presentarse en el valle de Josafat con algún guardado, a la hora del Juicio final, porque sin duda lo ponían a hacer fila con los que iban a templar a la paila mocha.
Pensar que todavía hay muchos que pasan la vida pendientes de las predicciones de Nostradamus, o de cualquier otro personaje por el estilo, donde basta leer entre líneas para convencerse de que estamos de un cacho de enfrentar ese temido momento en que veremos el fin de nuestros días. Que un meteorito chocará contra la tierra, y debido a que los rayos del sol no podrán ingresar por el polvero tan espantoso que levanta el impacto, se repetirá la Edad del hielo que también es conocida como glaciación; un ciclo de este tipo acabó con los dinosaurios y por fortuna solo dura, en promedio, 50 millones de años. O que nosotros mismos, por irresponsables, descuidados y conchudos, acabemos con la capa de ozono y enloquezcamos el medio ambiente hasta que fenómenos naturales como tsunamis, huracanes, terremotos, avalanchas y demás tragedias, se encarguen de desaparecernos del mapa. Otra posibilidad es una demente y absurda guerra nuclear que no deje piedra sobre piedra. Y qué tal que, como lo pronostican algunas películas de Hollywood, se aparezcan los extraterrestres y acaben hasta con el nido de la perra. ¡Qué susto!
Sin embargo, ahora me entero de que en Europa andan detrás de un experimento que también puede acelerar el momento funesto. No me pregunten para qué carajo se van a chorrear semejante fortuna en ese embeleco, o qué se ganan con obtener las respuestas que buscan, pero la plata ya se la gastaron y falta poco para obtener los resultados de la investigación. Se trata de reproducir, en una escala mínima, el tan nombrado Big Bang que supuestamente fue una explosión de unas proporciones tales que dizque voló mierda al zarzo, y uno de esos diminutos casquetes que resultaron del fogonazo se convirtió con el paso del tiempo en el globo terráqueo.
El proyecto ha durado 19 años y se realiza en la frontera entre Suiza y Francia. Hicieron un túnel circular forrado en metal, de 27 kilómetros de longitud y a cien metros de profundidad, y es el mayor instrumento científico jamás construido. A pesar de mi ignorancia sobre el tema, entiendo que dentro del túnel la temperatura es de -271 grados centígrados y allí pondrán a girar, al 99.99% de la velocidad de la luz, dos haces de protones en direcciones contrarias. En el momento indicado los harán chocar y esa reacción será leída por uno de los cuatro aparatos llamados colisionadores, y en cuyo interior la temperatura será mayor a la de la superficie del sol. Ahí es que pueden obtener información acerca de lo sucedido una mil millonésima de segundo después de la famosa explosión conocida como Big Bang.
Francamente yo puedo vivir sin saber qué pasó ese día, que por cierto fue hace marras. Me importa un pito, un bledo, un pepino, un carajo, un chorizo, tres tiras, un c… mejor dicho, me tiene sin cuidado el resultado del dichoso experimento. Lo que sí me mortifica es que hayan gastado 8 mil millones de dólares en esa enguanda. Diez mil investigadores de 34 países dedicaron dos décadas a semejante pendejada, en un planeta donde la mayoría de la gente vive en la pobreza absoluta. No hay derecho. Y no aspiro a que repartan semejante cantidad de billete entre los más necesitados, porque dentro de seis meses están todos igual de vaciados, pero sí que lo inviertan en salud, comida y vivienda; otra cosa es que semejante batallón de científicos pudo ocupar todo ese tiempo de trabajo investigativo en beneficio de la humanidad.
Cuántos laboratorios y centros de estudio en el mundo entero saltan matones por falta de presupuesto y de recurso humano, mientras que los países desarrollados dedican grandes partidas económicas a investigaciones que así aporten mucho a la ciencia, no le llenan la barriga a nadie. O que le pregunten a un desplazado de cualquier rincón del planeta si prefiere solucionar sus necesidades básicas, o saber si en Marte hay posibilidades de encontrar agua. Estoy seguro de que si hacen una encuesta mundial, el 99% de la gente prefiere recibir cualquier cosa, aunque sea un puño, en vez de que se gasten la plata en telescopios inter espaciales con los que tratan de descubrir nuevos cuerpos celestes.
Ahora salen con que es posible que el mentado experimento cause dizque un “agujero negro” que puede ocasionar el fin del mundo. ¡Qué vacas! Si con algo más de seis mil millones de agujeros negros no hemos podido acabar con él.
lunes, septiembre 22, 2008
miércoles, septiembre 17, 2008
Definamos el asunto.
La única forma de reconocer cualquier cosa, persona o animal, es dándole un nombre que lo distinga de los demás; pero un nombre definitivo para evitar conflictos de identidad. Si a un cachorro lo llamamos todos los días de una forma diferente, el animalito aprenderá a reconocer la voz y el tono, pero nunca responderá solo por el nombre. Lo mismo sucede con un negocio, que debe estar destinado a ofrecer una línea definida. Porque si un día vende parva, el otro medias de seda, después cerveza, luego ferretería y a la semana siguiente resuelve distribuir pelucas, seguro que los clientes buscarán otro lugar para comprar.
En la publicidad un eslogan o símbolo distinguen una marca y llegan a reemplazar cualquier tipo de campaña para promover el producto, como sucede con el chulo de Nike o la musiquita que nos recuerda los cigarrillos Royal. Pero esa tonada o distintivo hay que machacarlos durante años para que el consumidor los reconozca de forma inconsciente. Un letrero de coca cola o el logotipo de Juan Valdez son reconocidos en cualquier parte del mundo.
A las ciudades acostumbramos acuñarles frases que las identifican y así nombramos a París como la Ciudad luz y Nueva York La capital del mundo. En nuestro país Cartagena es El corralito de piedra, Cali La sultana del Valle, Medellín y su eterna primavera y Bogotá a 2600 metros más cerca de las estrellas. Nosotros siempre fuimos reconocidos como La ciudad de las puertas abiertas, aunque de un tiempo para acá cada que asume un alcalde se inventa un eslogan diferente con el fin de pasar a la historia con su idea. Así nacieron frases como Manizales capital del afecto, ciudad viva, el mayor desafío de una raza, una ciudad donde se puede vivir, ciudad universitaria, etc.
Hace unos años adelantaron una campaña publicitaria que tuvo mucho éxito y se refiere a Mi Manizales del alma, con una tonada pegajosa y un logo que en pocos trazos retrata nuestro entorno a la perfección. Por fortuna Juan Manuel alcalde resolvió renunciar al protagonismo y en vez de inventar una nueva campaña, retomó esta última para darle continuidad y aprovechar la acogida que ha tenido desde sus inicios. Y tiene que ser así, porque de lo contrario nadie memoriza la idea y la ciudad sigue a la deriva sin lograr definir su destino. Algunas opciones son, entre otras, dedicarnos a recibir estudiantes a granel, pero con una infraestructura acorde a las necesidades; arrancar en serio con el turismo, aunque ya el Quindío nos cogió mucha ventaja; o meterle con todo a la industria y las exportaciones, pero debemos solucionar primero el tema de las vías de comunicación.
Como manizaleño raizal reconozco que nuestra ciudad se quedó atascada en el camino del desarrollo. Mientras uno no salga de aquí se siente satisfecho por las obras que adelanta la administración municipal, la aparición de nuevos negocios, el auge en la construcción, cierto repunte en el comercio, y una industria emprendedora y bien posicionada en el ámbito nacional, pero basta con viajar a otras regiones para notar la diferencia que existe. Cómo es posible que hoy no haya en este pueblo uno de los grandes almacenes de cadena, y que exista Carrefour en Girardot o Cartago. Aunque ya empezaron con la construcción de un Éxito en Manizales, desde hace tiempo existe en Villavicencio, Facatativá e Ibagué. Con Pereira mantuvimos durante mucho tiempo la discusión sobre cuál de las dos ciudades estaba más desarrollada, y ahora debemos reconocer que hace mucho rato nos cogieron la delantera. Que los dineros calientes han tenido mucho qué ver, aducimos para tratar de justificar el auge que vive la Trasnochadora, querendona y morena (eslogan que por cierto me parece lobísimo), pero nadie podrá decir que son traquetos quienes construyen un inmenso Carrefour (el segundo en esa capital) y un Unicentro majestuoso en la avenida que va a la Villa olímpica. También cuentan con Éxito, Home center, Makro, Alkosto y todo tipo de comercio especializado.
No quiero parecer pesimista, simplemente realista. Un amigo quiso comprar un carro nuevo y llevó su vehículo al concesionario a ver en cuánto lo recibía un intermediario que se encarga de esos negocios. Tasaron el precio y él aceptó, y quedaron de llamarlo al otro día. Pasaron dos semanas y como no se reportaron, alguien le dijo que fuera a Pereira, que la gerente de allá le daba un buen descuento y también le compraban su carro usado. Estando allá se encontró con un amigo pereirano y mientras conversaban sobre café, se enteró de que allá ofrecen un precio mucho mejor para vender el grano a futuro para el próximo semestre; ¡increíble!, un producto que debería comercializarse al mismo precio en todas partes. Yo estaba presente y debí aceptar cuando Javier comentó que eso nos pasa a los manizaleños por chichipatos y retrógrados.
Creo que nuestro fuerte es el desarrollo industrial, pero necesitamos el aeropuerto de Palestina, que anda más empantanado que el patas; el puerto de Tribugá que no está ni tibio; la rectificación de la carretera al Magdalena que se quedará en veremos; el puerto Multimodal de la Dorada del cuál no volvieron ni a hablar; y la Autopista del café que la verán terminada nuestros nietos. ¡Y eso que hoy amanecí optimista!
pmejiama1@une.net.co
En la publicidad un eslogan o símbolo distinguen una marca y llegan a reemplazar cualquier tipo de campaña para promover el producto, como sucede con el chulo de Nike o la musiquita que nos recuerda los cigarrillos Royal. Pero esa tonada o distintivo hay que machacarlos durante años para que el consumidor los reconozca de forma inconsciente. Un letrero de coca cola o el logotipo de Juan Valdez son reconocidos en cualquier parte del mundo.
A las ciudades acostumbramos acuñarles frases que las identifican y así nombramos a París como la Ciudad luz y Nueva York La capital del mundo. En nuestro país Cartagena es El corralito de piedra, Cali La sultana del Valle, Medellín y su eterna primavera y Bogotá a 2600 metros más cerca de las estrellas. Nosotros siempre fuimos reconocidos como La ciudad de las puertas abiertas, aunque de un tiempo para acá cada que asume un alcalde se inventa un eslogan diferente con el fin de pasar a la historia con su idea. Así nacieron frases como Manizales capital del afecto, ciudad viva, el mayor desafío de una raza, una ciudad donde se puede vivir, ciudad universitaria, etc.
Hace unos años adelantaron una campaña publicitaria que tuvo mucho éxito y se refiere a Mi Manizales del alma, con una tonada pegajosa y un logo que en pocos trazos retrata nuestro entorno a la perfección. Por fortuna Juan Manuel alcalde resolvió renunciar al protagonismo y en vez de inventar una nueva campaña, retomó esta última para darle continuidad y aprovechar la acogida que ha tenido desde sus inicios. Y tiene que ser así, porque de lo contrario nadie memoriza la idea y la ciudad sigue a la deriva sin lograr definir su destino. Algunas opciones son, entre otras, dedicarnos a recibir estudiantes a granel, pero con una infraestructura acorde a las necesidades; arrancar en serio con el turismo, aunque ya el Quindío nos cogió mucha ventaja; o meterle con todo a la industria y las exportaciones, pero debemos solucionar primero el tema de las vías de comunicación.
Como manizaleño raizal reconozco que nuestra ciudad se quedó atascada en el camino del desarrollo. Mientras uno no salga de aquí se siente satisfecho por las obras que adelanta la administración municipal, la aparición de nuevos negocios, el auge en la construcción, cierto repunte en el comercio, y una industria emprendedora y bien posicionada en el ámbito nacional, pero basta con viajar a otras regiones para notar la diferencia que existe. Cómo es posible que hoy no haya en este pueblo uno de los grandes almacenes de cadena, y que exista Carrefour en Girardot o Cartago. Aunque ya empezaron con la construcción de un Éxito en Manizales, desde hace tiempo existe en Villavicencio, Facatativá e Ibagué. Con Pereira mantuvimos durante mucho tiempo la discusión sobre cuál de las dos ciudades estaba más desarrollada, y ahora debemos reconocer que hace mucho rato nos cogieron la delantera. Que los dineros calientes han tenido mucho qué ver, aducimos para tratar de justificar el auge que vive la Trasnochadora, querendona y morena (eslogan que por cierto me parece lobísimo), pero nadie podrá decir que son traquetos quienes construyen un inmenso Carrefour (el segundo en esa capital) y un Unicentro majestuoso en la avenida que va a la Villa olímpica. También cuentan con Éxito, Home center, Makro, Alkosto y todo tipo de comercio especializado.
No quiero parecer pesimista, simplemente realista. Un amigo quiso comprar un carro nuevo y llevó su vehículo al concesionario a ver en cuánto lo recibía un intermediario que se encarga de esos negocios. Tasaron el precio y él aceptó, y quedaron de llamarlo al otro día. Pasaron dos semanas y como no se reportaron, alguien le dijo que fuera a Pereira, que la gerente de allá le daba un buen descuento y también le compraban su carro usado. Estando allá se encontró con un amigo pereirano y mientras conversaban sobre café, se enteró de que allá ofrecen un precio mucho mejor para vender el grano a futuro para el próximo semestre; ¡increíble!, un producto que debería comercializarse al mismo precio en todas partes. Yo estaba presente y debí aceptar cuando Javier comentó que eso nos pasa a los manizaleños por chichipatos y retrógrados.
Creo que nuestro fuerte es el desarrollo industrial, pero necesitamos el aeropuerto de Palestina, que anda más empantanado que el patas; el puerto de Tribugá que no está ni tibio; la rectificación de la carretera al Magdalena que se quedará en veremos; el puerto Multimodal de la Dorada del cuál no volvieron ni a hablar; y la Autopista del café que la verán terminada nuestros nietos. ¡Y eso que hoy amanecí optimista!
pmejiama1@une.net.co
jueves, septiembre 11, 2008
Quizás, quizás, quizás.
El deporte nacional de los colombianos es criticar, sacarle pero a todo, destruir, denigrar, rajar de los demás, estigmatizar y son muchos quienes prefieren aquello que metafóricamente habla de ver el vaso medio vacío. La gente acostumbra joder porque sí, y cada que pagan por un servicio le sacan la plata, pero exigiendo y poniendo pereque por cualquier minucia. Hay que ver a una caranga resucitada cuando pela el cobre en un restaurante, y la primera señal es en el momento que le dan a probar el vino que ordenó y lo devuelve dizque porque está picado; claro, sin conocer siquiera la palabra enología. Luego golpea la mesa porque el pescado está muy cocido, el postre no lo convence y la atención le perece pésima. Y habla duro para que todos se enteren, y manotea, y comenta con sus acompañantes que para eso paga, que si fue que le vieron cara de aparecido. Ahí es que el personal del restaurante escupe en su comida y le hacer todo tipo de maldades; por levantado e insoportable.
Qué bueno erradicar de nuestra idiosincrasia el maniqueísmo que profesan tantos que solo admiten las cosas según sus creencias y preferencias, sin ceder un ápice ante la opinión de los demás; y recordar que todo extremo es vicioso. Hay que tratar de dejar a un lado las manías y obsesiones, el radicalismo, el fanatismo, los odios infundados, los prejuicios y las malquerencias. Cómo es de común oír a alguien decir que fulano le cae gordo y no lo puede ver ni en pintura. Entonces le preguntan si conoce a quien tanto detesta y fácilmente responde que nunca ha hablado con él, pero que dicen que es petulante y se cree caído de la horqueta de Júpiter.
El fanatismo en cualquier campo es dañino y la persona que lo profesa se torna insoportable, pesada y hasta peligrosa. En las religiones tiene muchos adeptos y de ahí salen los extremistas del islam, el terrorismo en Irlanda, los muertos de los Balcanes y las tristemente recordadas Cruzadas, para nombrar algunos ejemplos. Y qué tal el que de pronto se mete al Opus Dei y no vuelve a hablar de otra cosa distinta a la Virgen y a Monseñor José María, y a diario nos insiste para que asistamos a un grupo de oración que puede hacernos mucho bien. Es como si les dieran comisión por cada cliente que lleven.
Se ha convertido en un problema mundial el fanatismo de los seguidores del fútbol. Los hinchas ingleses cargan con la fama y por ello fueron bautizados “huligans”, pero ahora son dulces palomas comparados con lo que sucede en otras latitudes. Para no ir muy lejos aquí en Colombia no faltan las víctimas cuando se enfrentan dos equipos de esos que se tienen bronca. Qué muerte más absurda. Salir uno para fútbol el domingo, dizque a divertirse, y terminar en la morgue con una etiqueta en el dedo gordo del pie. Las autoridades implantan normas y toman medidas para controlar el problema, pero esos guaches después de que visten la camiseta, se fuman su bareta y empuñan una navaja, no hay talanquera que los ataje.
Y qué tal las pasiones que despierta la política. Por ese tema muchas amistades se acaban y algunos hasta terminan dándose en la jeta. Respecto a nuestro presidente Uribe hay dos bandos muy definidos en el país, con la salvedad que quienes lo apoyan forman una mayoría apabullante desde el principio de su primer período. Y aparecen allí los llamados “furibistas”, que defienden al mandatario contra viento y marea y no aceptan que alguien ose criticarlo. Los “antiuribistas” por su parte denigran del Presidente, atacan sus políticas, se burlan hasta de sus atuendos y no le reconocen una sola virtud. Ahí aparece el maniqueísmo: las cosas son buenas o malas. Y punto. Como es de fácil tomar partido, pero aplaudir los aciertos y criticar los errores según la forma como los vea cada uno.
Ahora acosan al Presidente para que resuelva si le va a jalar a la segunda reelección, pero con su reconocida habilidad política responde como el del bolero aquel, que cuando le preguntan que cómo, cuándo y dónde, el siempre responde: ¡quizás, quizás, quizás! Si no le interesara el asunto les habría dicho a sus amigos que no se pusieran a recoger esa cantidad de firmas, e imagino que no permitiría que la Registraduría se gaste 14 mil millones de pesos validándolas. Lo debe tener maluco el hecho que haya que meterle el diente otra vez a la Constitución, porque eso de cambiar las reglas de juego a su amaño no está bien visto; además, cada día tiene menos gobernabilidad por dedicarse a apagar incendios.
Lo que no puede desconocerse es que si uno es Presidente del Club de leones, de la Junta de acción comunal, del Club de tejo o de la Asociación de paperos, y cuenta con el 80% de respaldo de los asociados, no desocupa la silla así de fácil. Y peor si tiene que soltársela al arrogante Vargas Lleras, a la intensa Cecilia López, a Gómez Méndez y su tufillo samperista o al M-19 con Lucho Garzón. De pronto a Juan Manuel, pero con muchas recomendaciones y un recibo donde se comprometa a devolverla para el 2014.
pmejiama1@une.net.co
Qué bueno erradicar de nuestra idiosincrasia el maniqueísmo que profesan tantos que solo admiten las cosas según sus creencias y preferencias, sin ceder un ápice ante la opinión de los demás; y recordar que todo extremo es vicioso. Hay que tratar de dejar a un lado las manías y obsesiones, el radicalismo, el fanatismo, los odios infundados, los prejuicios y las malquerencias. Cómo es de común oír a alguien decir que fulano le cae gordo y no lo puede ver ni en pintura. Entonces le preguntan si conoce a quien tanto detesta y fácilmente responde que nunca ha hablado con él, pero que dicen que es petulante y se cree caído de la horqueta de Júpiter.
El fanatismo en cualquier campo es dañino y la persona que lo profesa se torna insoportable, pesada y hasta peligrosa. En las religiones tiene muchos adeptos y de ahí salen los extremistas del islam, el terrorismo en Irlanda, los muertos de los Balcanes y las tristemente recordadas Cruzadas, para nombrar algunos ejemplos. Y qué tal el que de pronto se mete al Opus Dei y no vuelve a hablar de otra cosa distinta a la Virgen y a Monseñor José María, y a diario nos insiste para que asistamos a un grupo de oración que puede hacernos mucho bien. Es como si les dieran comisión por cada cliente que lleven.
Se ha convertido en un problema mundial el fanatismo de los seguidores del fútbol. Los hinchas ingleses cargan con la fama y por ello fueron bautizados “huligans”, pero ahora son dulces palomas comparados con lo que sucede en otras latitudes. Para no ir muy lejos aquí en Colombia no faltan las víctimas cuando se enfrentan dos equipos de esos que se tienen bronca. Qué muerte más absurda. Salir uno para fútbol el domingo, dizque a divertirse, y terminar en la morgue con una etiqueta en el dedo gordo del pie. Las autoridades implantan normas y toman medidas para controlar el problema, pero esos guaches después de que visten la camiseta, se fuman su bareta y empuñan una navaja, no hay talanquera que los ataje.
Y qué tal las pasiones que despierta la política. Por ese tema muchas amistades se acaban y algunos hasta terminan dándose en la jeta. Respecto a nuestro presidente Uribe hay dos bandos muy definidos en el país, con la salvedad que quienes lo apoyan forman una mayoría apabullante desde el principio de su primer período. Y aparecen allí los llamados “furibistas”, que defienden al mandatario contra viento y marea y no aceptan que alguien ose criticarlo. Los “antiuribistas” por su parte denigran del Presidente, atacan sus políticas, se burlan hasta de sus atuendos y no le reconocen una sola virtud. Ahí aparece el maniqueísmo: las cosas son buenas o malas. Y punto. Como es de fácil tomar partido, pero aplaudir los aciertos y criticar los errores según la forma como los vea cada uno.
Ahora acosan al Presidente para que resuelva si le va a jalar a la segunda reelección, pero con su reconocida habilidad política responde como el del bolero aquel, que cuando le preguntan que cómo, cuándo y dónde, el siempre responde: ¡quizás, quizás, quizás! Si no le interesara el asunto les habría dicho a sus amigos que no se pusieran a recoger esa cantidad de firmas, e imagino que no permitiría que la Registraduría se gaste 14 mil millones de pesos validándolas. Lo debe tener maluco el hecho que haya que meterle el diente otra vez a la Constitución, porque eso de cambiar las reglas de juego a su amaño no está bien visto; además, cada día tiene menos gobernabilidad por dedicarse a apagar incendios.
Lo que no puede desconocerse es que si uno es Presidente del Club de leones, de la Junta de acción comunal, del Club de tejo o de la Asociación de paperos, y cuenta con el 80% de respaldo de los asociados, no desocupa la silla así de fácil. Y peor si tiene que soltársela al arrogante Vargas Lleras, a la intensa Cecilia López, a Gómez Méndez y su tufillo samperista o al M-19 con Lucho Garzón. De pronto a Juan Manuel, pero con muchas recomendaciones y un recibo donde se comprometa a devolverla para el 2014.
pmejiama1@une.net.co
martes, septiembre 02, 2008
Un programa olímpico.
Definitivamente la realización de los Juegos Olímpicos celebrados en Pekín puso un punto difícil de superar. Imagino que en Londres estarán nerviosos porque les toca el turno de la próxima cita olímpica y el espectáculo ofrecido desde el lejano oriente quedará grabado en la mente de quienes pudimos disfrutarlo; así sea parcialmente y por televisión. No cabe duda de que los chinos querían, además de impresionar al mundo entero con un derroche de tecnología y organización, mostrarle a occidente la realidad que vive ese país en la actualidad.
Por ello no se les quedó detalle por atender y hasta lograron neutralizar el boicot que quisieron adelantar muchas organizaciones internacionales, para denunciar el conflicto que han mantenido con El Tíbet durante tantos años, además de los atropellos que cometen contra los derechos humanos. Dicen los detractores que escondieron detrás de barreras de madera los barrios más feos y pobres, pero no podemos negar que esa práctica es común en todas partes. También criticaron que la niña que entonó el himno nacional durante la inauguración doblara a la cantante original, porque la suplantada no registraba bien ante las cámaras. Pues hasta en eso se fijaron y quisieron borrar esa imagen que tenemos acerca de que todos los chinos son menuditos y feos. Qué tal las muchachas de logística o las que entregaban las medallas, que parecían muñecas de porcelana.
Las obras de ingeniería e infraestructura tuvieron unos costos a los que ninguna edición de los juegos en la historia siquiera se aproxima. Los escenarios deportivos dejan con la boca abierta a cualquiera y la organización se destacó por su orden y puntualidad. Supe por un programa de televisión que 200 millones de chinos aprendieron otro idioma para atender a los visitantes, y pude ver a un policía común y corriente que se preparó para hablar 13 lenguas diferentes; además se daba el lujo de imitar en inglés acentos y modismos de distintos países. Lo que no pudieron controlar, a pesar del cierre temporal de industrias y prohibir el tránsito de vehículos particulares, fue la contaminación ambiental. Hasta ahí no les alcanzó la plata ni la enjundia.
Lo que sí pudieron hacer, a pesar de ser un proceso que lleva muchos años, dinero y sacrificio, fue ganar los juegos en cuanto a medallas de oro se refiere. Porque ellos siempre han dominado las pesas, el pingpong, el taekwondo o el bádminton, pero verlos ganar en deportes que nunca han sido su fuerte es algo increíble. Qué preparación tan maravillosa la de la delegación china, que encontró en su público un apoyo permanente y efusivo.
Por fortuna tuvimos la oportunidad de disfrutar de unos juegos que pasarán a la historia, y todo gracias al esfuerzo del canal Señal Colombia que los trasmitió todos los días durante las 24 horas. Claro que esas transmisiones tienen sus lunares, como cuando locutores y comentaristas abusan del triunfalismo con el único fin de ganar audiencia. Por ejemplo el clavadista colombiano hace su presentación y queda de primero parcialmente, y hay que oírlos como gritan emocionados y repiten hasta el cansancio que el tipo encabeza la tabla de posiciones. Lo que no advierten es que todavía no han participado la mayoría de competidores, entre los que están los favoritos. Entonces nuestro representante queda, si mucho, entre los diez primeros. De manera que si alguien se conecta a la transmisión en determinado momento y oye la efusividad de los presentadores, alcanza a creer que nos ganamos la presea dorada.
O qué tal la torpeza de pasar en horas de la noche, cuando la mayoría de las personas pueden disfrutar del espectáculo, un partido de béisbol o de fútbol femenino. Ni hablar si un atleta colombiano gana medalla, de lo que sea, porque repiten la imagen hasta el cansancio y entrevistan a Raimundo y todo el mundo. Y la noche que llegó el medallista suspendieron la trasmisión de la final de voleibol playa, para sentarlo en el set a que oyentes de todo el país le preguntaran pendejadas; después suspendieron uno de voleibol entre las selecciones de Rusia y Estados Unidos, para trasmitir la rueda de prensa con el atleta y todos los lagartos del Comité Olímpico Nacional.
Podrían pensar en realizar los juegos por categorías, porque países como el nuestro no pueden enfrentar a los súper atletas que presentan las naciones desarrolladas. Claro que alguien dirá que entonces cómo hacen los fondistas africanos, que parecen raquíticos y desnutridos, o los velocistas jamaiquinos que semejan ráfagas de viento. En todo caso la elasticidad de los gimnastas; la perfección del nado sincronizado; la preparación de los plusmarquistas; la destreza de los clavadistas; y el pundonor y entrega de tantos participantes, hacen de los olímpicos un espectáculo maravilloso.
Y qué tal el gringo Phelps, con su cara de bobo porque debe mascar chicle desde chiquito, quien registró un record difícil de superar. La mamá contó que el muchacho se zampa 8 huevos al desayuno, aparte de tocineta, panes con mantequilla de maní, waffles, café, jugo, galletas, etc. (es más fácil llenar un escusao de tren). Y al preguntarle qué hace su hijo cuando no está entrenando, ella simplemente respondió: ¡nada!
Recuerdo una vez que charlábamos acerca del tema y un amigo aseguró:
- Todos esos atletas hacen trampa con “asteroides”.
pmejiama1@une.net.co
Por ello no se les quedó detalle por atender y hasta lograron neutralizar el boicot que quisieron adelantar muchas organizaciones internacionales, para denunciar el conflicto que han mantenido con El Tíbet durante tantos años, además de los atropellos que cometen contra los derechos humanos. Dicen los detractores que escondieron detrás de barreras de madera los barrios más feos y pobres, pero no podemos negar que esa práctica es común en todas partes. También criticaron que la niña que entonó el himno nacional durante la inauguración doblara a la cantante original, porque la suplantada no registraba bien ante las cámaras. Pues hasta en eso se fijaron y quisieron borrar esa imagen que tenemos acerca de que todos los chinos son menuditos y feos. Qué tal las muchachas de logística o las que entregaban las medallas, que parecían muñecas de porcelana.
Las obras de ingeniería e infraestructura tuvieron unos costos a los que ninguna edición de los juegos en la historia siquiera se aproxima. Los escenarios deportivos dejan con la boca abierta a cualquiera y la organización se destacó por su orden y puntualidad. Supe por un programa de televisión que 200 millones de chinos aprendieron otro idioma para atender a los visitantes, y pude ver a un policía común y corriente que se preparó para hablar 13 lenguas diferentes; además se daba el lujo de imitar en inglés acentos y modismos de distintos países. Lo que no pudieron controlar, a pesar del cierre temporal de industrias y prohibir el tránsito de vehículos particulares, fue la contaminación ambiental. Hasta ahí no les alcanzó la plata ni la enjundia.
Lo que sí pudieron hacer, a pesar de ser un proceso que lleva muchos años, dinero y sacrificio, fue ganar los juegos en cuanto a medallas de oro se refiere. Porque ellos siempre han dominado las pesas, el pingpong, el taekwondo o el bádminton, pero verlos ganar en deportes que nunca han sido su fuerte es algo increíble. Qué preparación tan maravillosa la de la delegación china, que encontró en su público un apoyo permanente y efusivo.
Por fortuna tuvimos la oportunidad de disfrutar de unos juegos que pasarán a la historia, y todo gracias al esfuerzo del canal Señal Colombia que los trasmitió todos los días durante las 24 horas. Claro que esas transmisiones tienen sus lunares, como cuando locutores y comentaristas abusan del triunfalismo con el único fin de ganar audiencia. Por ejemplo el clavadista colombiano hace su presentación y queda de primero parcialmente, y hay que oírlos como gritan emocionados y repiten hasta el cansancio que el tipo encabeza la tabla de posiciones. Lo que no advierten es que todavía no han participado la mayoría de competidores, entre los que están los favoritos. Entonces nuestro representante queda, si mucho, entre los diez primeros. De manera que si alguien se conecta a la transmisión en determinado momento y oye la efusividad de los presentadores, alcanza a creer que nos ganamos la presea dorada.
O qué tal la torpeza de pasar en horas de la noche, cuando la mayoría de las personas pueden disfrutar del espectáculo, un partido de béisbol o de fútbol femenino. Ni hablar si un atleta colombiano gana medalla, de lo que sea, porque repiten la imagen hasta el cansancio y entrevistan a Raimundo y todo el mundo. Y la noche que llegó el medallista suspendieron la trasmisión de la final de voleibol playa, para sentarlo en el set a que oyentes de todo el país le preguntaran pendejadas; después suspendieron uno de voleibol entre las selecciones de Rusia y Estados Unidos, para trasmitir la rueda de prensa con el atleta y todos los lagartos del Comité Olímpico Nacional.
Podrían pensar en realizar los juegos por categorías, porque países como el nuestro no pueden enfrentar a los súper atletas que presentan las naciones desarrolladas. Claro que alguien dirá que entonces cómo hacen los fondistas africanos, que parecen raquíticos y desnutridos, o los velocistas jamaiquinos que semejan ráfagas de viento. En todo caso la elasticidad de los gimnastas; la perfección del nado sincronizado; la preparación de los plusmarquistas; la destreza de los clavadistas; y el pundonor y entrega de tantos participantes, hacen de los olímpicos un espectáculo maravilloso.
Y qué tal el gringo Phelps, con su cara de bobo porque debe mascar chicle desde chiquito, quien registró un record difícil de superar. La mamá contó que el muchacho se zampa 8 huevos al desayuno, aparte de tocineta, panes con mantequilla de maní, waffles, café, jugo, galletas, etc. (es más fácil llenar un escusao de tren). Y al preguntarle qué hace su hijo cuando no está entrenando, ella simplemente respondió: ¡nada!
Recuerdo una vez que charlábamos acerca del tema y un amigo aseguró:
- Todos esos atletas hacen trampa con “asteroides”.
pmejiama1@une.net.co
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