jueves, marzo 30, 2006

Tribulaciones de un Mesero (1)

Siempre han existido ricos y pobres; los que mandan y los que obedecen; unos hacen el trabajo sucio y otros el más agradable. Por ejemplo el oficio de mesero, donde mientras los unos se sientan a que los atiendan, el empleado debe esmerarse en satisfacerlos. Los hay desde el maitre más cachaco, hasta la copera malgeniada. Nada más entretenido que poner un mesero a contar cuáles son las marrullas que ellos acostumbran y los cuentos que tienen de su periplo por la vida. Cierta vez en una fiesta cogimos al personaje ya medio copetón y lo pusimos a que soltara la lengua, y esto fue lo que relató:

No vayan a creer que yo estoy en este oficio desde hace poquito, porque lo que tengo es experiencia. Nací en un pueblo cafetero y desde los 13 años mi apá decidió sacame de la escuela p´a poneme a camellar; me mandó a coger café pero resulté muy manicagao p´a ese destino y entonces después de buscar me coloqué de ayudante en un café por los laos de la galemba. El viejo desgraciado dueño del chuzo dijo que no me pagaba salario sino que me podía quedar con las propinas, pero pueden imaginar lo que me daban esos borrachos habiendo unas coperas bien buenas que aparte de atendelos se les sientan en las piernas, además de otros beneficios; de manera que me las ingeniaba para darle en la cabeza o salía más pelao de lo que entraba.

Ese viejo me sacó la leche porque no podía verme quieto y algo se inventaba p´a poneme a revolotiar. Que a lavar loza mijo, que otra trapiaita, que limpie las mesas, que recoja envase, mejor dicho... no me lo sacaba. En semana siempre había boleito, pero desde el viernes hasta el amanecer del lunes eso se llenaba de lungos y yo sí le digo la camelladera tan berrionda. El cucho pegaba matas de plátano en las paredes y cubría el piso con aserrín, y el bailoteo era tieso y parejo. La idea del aserrín es una maravilla, porque cuando un vergajo vota la tapa, lleva uno la pala y el balde y la porquería recoge muy fácil. En cambio en semana, me tocaba a punta de trapiadora y el dueño me decía que le hiciera con el mismo trapo que limpiaba las mesas, y si yo reviraba, me decía que no fuera remilgao que nadies se iba a dar cuenta. Que lo juagara bien y eso quedaba limpio. Un día le dije que comprara un poquito de jabón fá y casi le da un soponcio.

Las coperas son muy corrompidas y como yo era un pipiolo, cuando estaba juagando vasos pasaban y me mandaban la mano al cacao; a veces del brinco que pegaba dejaba caer un vaso y ríanse el lío con el patrón. Y la cantaleta que mantenía p´a que fuera a recoger envase, pero a los piones les gusta dejarlo encima de la mesa p´a chicaniar con que han comprado mucho y dizque p´a poder contarlo cuando pasen la dolorosa. Y el uno que recoja y el otro que no me las toca, y yo ahí de trompo puchador.

Otra vaina bien verraca era que no faltaba en la puerta del café una pobre mujer con un mundo de culicagaos, haciéndole caras al marido p´a que se fuera p´a la casa o al menos les diera algo p´a poder mercar. Las viejas nunca dentran porque va y alguien las pilla saliendo de ahí, y hay que ver después el chisme que les arman. Entonces mandan al pelao mayorcito a que zamarré al papá a ver si logran algo. Porque yo sí les digo una cosa: esa gente trabada bebe como caballo asoliao; los ve usté salir abrazados con una vieja, que no dan paso de la rasca y piensa que ya van a caer, pero qué va, al rato aparecen con otra y siguen bogando como si nada.

Lo pior en ese chuzo era la aguantadera de hambre, y mi apá decía que a cuenta de qué me iban a llevar el porta, si con lo que ganaba podía comprame el almuerzo; y eso no alcanzaba ni p´a una empanada. Hasta que se me arregló el ficho, porque al patrón se le ocurrió arrendar un localito al lado p´a montar una cocina y vendele desayuno a los amanecidos. Bueno, cocina es un decir, porque montó un fogón de petrolio, consiguió loza de segunda, contrató una manteca y listo. Entonces cuando yo pasaba con el pedido, paraba un momentico y si eran huevos en perico o calentao de frijoles, me mandaba una o dos cucharadas de cada plato y acomodaba p´a que no se notara. A las cacerolas les sacaba con harto cuidao el quemaito, que es lo mejor. Y de cada taza de chocolate me tomaba don tragos y luego limpiaba el borde con los dedos. Eso sí quedaba con una pedorrera la berrionda pero por lo menos lleno. Pero hasta ahí me llegó la chanfa, porque un día el patrón se asomó a ver qué era la demora y me pilló boliando cuchara. No les digo sino que ese viejo casi me capa.

Aguarden yo doy una recogidita que la patrona me está mirando feo y ahorita les sigo contando...

Léxico Propio

Cada pueblo tiene su propia forma de expresarse, y aunque en países vecinos hay muchas coincidencias en cuanto al léxico utilizado, lógicamente cuando en ambos se habla la misma lengua, hay muchos dichos y expresiones que son únicos de una región específica. La tradición oral se encarga de que este lenguaje particular pase de generación en generación y así no sean palabras aceptadas como castizas, todo el mundo las entiende que a la larga es lo que importa. En nuestro medio los médicos se topan con unas definiciones y ciertas palabrejas para definir las enfermedades, que no dejan de causarles mucha gracia. Ellos conocen un lenguaje científico para definir todas las dolencias, pero de poco les sirve si los pacientes utilizan expresiones populares.

Aquí por ejemplo nadie dice que una persona tiene quebrantos de salud, sino que está maluco; si se trata de un bebé, preferimos comentar que el chino está malito. Para definir una molestia de esas que no tienen síntomas muy definidos utilizamos la palabra malestar o simplemente que el sujeto está indispuesto. Según el estrato social también varía la forma de definir los diferentes males y es así como una ricachona deprimida y a punto de suicidarse comenta que sufre un fuerte surmenaje. El mismo mal en un obrero de la construcción se define como una “malpa” la verrionda, una gusanera que le revuelca las tripas, un no sé qué no sé dónde y una gana la hijuemadre de tirarse a llevar.

Mientras a unos les da un sarpullido, con algo de prurito y molestias dermatológicas, a otros los ataca una rasquiña tenaz con ronchas y granos en carne viva. Sobra decir que en el primer caso la consulta es privada y el diagnóstico habla de una alergia al polen, mientras el otro paciente asiste con su carné del Sisbén y el mal queda definido como siete luchas, sarna o exceso de piojos.

Imagino que para cualquier galeno es difícil traducir enfermedades como el famoso dolor bajito que les da a ciertas mujeres, o el recurrente peso en el cerebro que produce como una vaina toda extraña. Otro llega donde el facultativo y le dice que le dio un patatús, que empezó a ver estrellas y de pronto se le fueron las luces. Los más pinchados prefieren definirlo como un soponcio y en definitiva es lo mismo que El Chavo llama la chiripiorca. A los ejecutivos les da estrés y esto produce nudos en la espalda y fuerte dolor en el cuello, que es lo mismo que sufren las empleadas del servicio y ellas definen como una neuralgia la más espantosa con un chuzo en la parte de arriba de las espaldas.

Una dolencia difícil de describir es el yeyo, que las personas experimentan cuando reciben una mala noticia, los engañan en un negocio o se les crispan los nervios por alguna causa. Para el paciente también es bien complicado describir algunas molestias que nadie sabe cómo explicar, y es el caso cuando se le abre una mano; es un dolorcito mamón que aunque no es delicado, lo friega a uno en el momento de querer abrir un frasco, amarrarse los cordones de los zapatos o lavarse los dientes.

Los gastroenterólogos deben tratar de traducir los síntomas propios de su especialidad, como cuando el enfermo dice que tiene como un roto en la boca del estómago, que le sube y le baja por el guargüero un ardor muy espantoso, que pasa hasta una semana sin poder dar del cuerpo y que de tanto hacer fuerza le salió como un racimo de uvas en el fundillo. Si come frijoles o lentejas queda empachado y los gases lo mortifican durante horas. Cualquier comida rara lo empalaga y el hígado de inmediato se torea produciendo cierto malestar acompañado de bilis, vértigo y rebote.

De igual manera los profesionales de la salud deben renunciar a sus conocimientos científicos para definir todo tipo de males, porque los pacientes les seguirán hablando del chichón, del fuego en el labio, del nacido en la nalga (aseguran que se produce por sentarse en un puesto del bus que acaban de desocupar y todavía está caliente), del orzuelo en un ojo, de un morado en un tobillo, de una cuerda que se saltó, del sereno, de las candelillas, la vena várice y otras tantas molestias del diario vivir.

La lógica del campesino es irrefutable y muchas veces nos dejan abismados ante su raciocinio. Mi amigo el doctor Francisco “Pacho” González atendió un viejo curtido en el campo y después del examen de rigor, le recetó unas pastillas que debía tomarse todos los días y cada ocho horas. Cuando el hombre volvió a control, resulta que no se había gastado ni la mitad del medicamento porque solo había tomado una pastilla diaria, lo que hizo que el galeno le llamara la atención por no haber seguido sus instrucciones. Entonces el montañero le hizo la siguiente reflexión:
- A ver dotor. Al menos p’a mí, el día es de 6 de la mañana a 6 de la tarde; con algunas variaciones, asegún la época del año. Eso son 12 horas y puede que yo no sea estudiao como usté, pero dígame una cosa: ¿cuántas veces cabe el 8 en el 12?

jueves, marzo 16, 2006

Los Encartes de Ahora

Parece mentira que algunas cosas que antes eran un lujo se hayan convertido en la actualidad en verdaderos encartes. La sociedad y las reglas de la convivencia han sufrido cambios significativos con el pasar de los años y el hombre se va acomodando a esas variaciones sin poder hacer nada más que aceptarlas. Quienes tenemos la edad suficiente para hacer la comparación de las variantes que se han presentado, no alcanzamos a entender algunos comportamientos que nos parecen inauditos.

Cómo es posible por ejemplo, que en la actualidad sea un encarte para padres de familia y estudiantes que se llegue la época de vacaciones. Porque aunque parezca increíble, a los muchachitos de ahora les gusta ir al colegio. Si, les parece eterna la temporada de asueto y no ven las santas horas de regresar a las aulas. Y los papás ni hablar, porque no saben qué camino coger con los mocosos a toda hora desprogramados y poniendo perinola. A diferencia de antes, cuando la mamá siempre estaba en casa para poner orden e inventar diferentes actividades para entretener a los hijos, las señoras de hoy en día son ejecutivas que laboran de sol a sol y no tienen tiempo sino de llamar a la casa para que les pongan quejas y los zambos se lamenten por la inactividad a la que están sometidos.

Y pensar que para nosotros no había un momento más esperado que el último día de clases. Tocaba sufrir con los benditos exámenes finales, no faltaban las materias perdidas y por ende los cursos remediales y las habilitaciones, lo cual siempre mortificaba e impedía disfrutar en pleno de las vacaciones, pero a pesar de que eran casi dos meses completos a fin de año, y un mes en la temporada de julio, nos parecía poquito y siempre estábamos añorando más tiempo libre. Que yo recuerde, nadie regresaba contento al estudio. Todo el mundo haciendo cara de mártir y pensando en cuanto tiempo faltaba para el próximo receso.

Si la familia tenía finca esperaban a asistir al acto público y recibir los boletines con las notas, para arrancar al otro día temprano e instalarse en el campo durante todo el período de descanso. Mientras las mamás se quedaban cuidando los hijos, los padres subían a la ciudad a trabajar y regresaban al atardecer. Y aunque no teníamos bicicletas, ni televisor, ni juegos de video y mucho menos computadores personales, nunca nos quejamos por falta de programa, y por el contrario el día no nos alcanzaba para tantas actividades que podíamos desarrollar.

Otro encarte moderno es el carro particular. Fabuloso para pasear o transitar por ciertas zonas de la ciudad, pero si usted necesita ir al centro a hacer una vuelta se pega la enredada del siglo para conseguir dónde parquear, aunque sea por corto tiempo. Es paradójico que mucha gente deba dejar el carro entre el garaje y buscar transporte público para dirigirse a su trabajo, ya que si consigue un espacio para acomodar el vehículo, el costo del parqueadero le sale por un ojo. Y como aquí en Manizales los genios de planeación permitieron en su momento la construcción de grandes edificios sin exigirles los parqueaderos, ahora es imposible encontrar en el centro un rinconcito disponible. Edificios como Seguros Atlas, Banco de Caldas o Banco del Comercio, que albergan gran cantidad de empleados en sus oficinas, no tienen espacio disponible para acomodar vehículos. Entonces los pocos edificios de parqueaderos que hay son un negocio maravilloso y conseguir un cupo allí es como ganarse la lotería.

Hay que ver en Bogotá lo que cuesta parquear un carro en sitio seguro. Si es en un centro comercial usted debe hacer alguna compra para que le tiren pasito al momento de salir, pero ni pregunte lo que cuesta visitar un paciente en uno de los hospitales o clínicas; vale más que la habitación del enfermo. Aunque parezca mentira, ahora la gente gasta más plata en parqueo que en gasolina.

El carro particular tampoco sirve para salir de noche, porque en buena hora se impusieron medidas para impedir los borrachos al timón. La mayoría de la gente prefiere llamar un taxi para sus salidas nocturnas, y así evitar accidentes y graves sanciones. En este punto sí podemos entrar a comparar con la época de nuestra juventud, cuando todo el mundo, inclusive los adultos, manejaba su carro jincho de la perra y muchas veces no entendía como había llegado hasta la casa y además haber metido el pichirilo al garaje.

Pero definitivamente el encarte más curioso de la actualidad es cuando uno escucha que fulanito está embollado porque vendió una propiedad y no sabe qué hacer con la plata. Bendito sea mi Dios, si todos tuviéramos ese tipo de inconvenientes… Porque los ricos no dan puntada sin dedal y saben que meter ese billete al banco genera unos gastos muy altos, y para ponerla a producir renta no es fácil encontrar dónde. Entonces recurren a las maromas para enviarla al exterior e invertirla en dólares, porque debido a la inseguridad son pocos los que resuelven adquirir predios rurales. Y si es de verdad que todos esos paracos se desmovilizaron y van a regresar a su estatus de civiles, ahí sí que se vuelve a complicar la situación para finqueros y hacendados.

lunes, marzo 13, 2006

Consejos Gratuitos

De puro metido, quiero compartir algunos consejitos que pueden mejorar la salud, si no física, al menos suben el ánimo que en muchos casos puede ser más importante. Me refiero a quienes como yo padecen una dolencia de esas complicadas y que por fortuna, al menos en mi caso, se convierte en rutina y a la larga vuelve a la persona más realista y tranquila para el momento (“…y el día esté lejano”, como dijo el poeta) de viajar al otro toldo. Pensándolo bien, no se trata de consejos sino de la forma como debe enfrentarse, lógicamente con el apoyo de la familia y los amigos, quienes son fundamentales para darnos ánimo y ayudar a soportar con optimismo la situación.

Lo primero es que desde el mismo momento que sale el diagnóstico, usted no vuelve a pensar en otra cosa diferente a su dolencia. Abre el ojo por la mañana y ¡taque!, ahí mismo recuerda: ¡Hijuemadre!, verdad que estoy frito. Durante el día repasa la lista de aquellos que a pesar de los buenos pronósticos ya están horizontalizados, como dicen los comentaristas deportivos. Pero si profundiza en el recuento, también aparecen muchos casos de personas que ahí siguen vivitas y coleando. Para lograr dormir es mejor solicitar al médico una pastica que ayude, porque la pensadera nocturna se alborota y ahí amanece en busca de acomodo.

Prenda el televisor y si están en el noticiero, no pasan dos minutos antes de que se refieran a su enfermedad; sintonice una película y sin falta es de un enfermo terminal que está viviendo horas extras; escoja entonces un programa científico y no falla: es sobre una nueva tecnología para combatirlo, y la desilusión es grande al enterarse de que dicho estudio está en pañales y que por aquí llegará para provecho de nuestros bisnietos. En cambio si lo que sintoniza es una emisora de radio, pueden estar hablando de política, farándula, sexo o deportes y en menos de lo que canta un gallo aparece el nombre de su dolencia. De manera que la solución es no pararle bolas a ese tipo de coincidencias, porque de lo contrario termina obsesionado y aterrado.

En el noticiero de medio día del canal RCN no pasa un solo día sin que hagan una nota sobre el cáncer. Será que el tema vende mucho, porque no falla. Aunque puedo jurar que semejantes pendejadas son inventadas por alguno de los redactores del informativo, porque si un día dicen que bañarse antes de las siete de la mañana aumenta el riesgo de contraer cáncer, al otro aseguran que nada como comer pepa de aguacate para combatirlo. La última noticia que me produjo mucha curiosidad, dice que el arte es un paliativo maravilloso contra el mal; de manera que hube de esperar un buen rato para ver cómo es el asunto, y salen con un grupo de pacientes haciendo muñequitos de barro, otros lijando tablas y algunos pintando. Para mí, la conclusión, es que igual el enfermo dura lo mismo, pero al menos está más entretenido.

La ciencia habla muy claro de los pasos que debe recorrer el paciente antes de llegar a aceptar la situación, que empieza por la rabia, la pregunta de por qué a mí, un terror desmesurado, el reclamo al Santísimo por escogerlo como ganador de semejante rifa, un genio parejito (a toda hora como una fiera), y así hasta que reconozca que lo que debe hacer es jalarle al optimismo, seguir su vida normal, ser muy realista y confiar en que entre mi Dios y la ciencia lo sacan de semejante boyada. Porque la otra opción es acostarse a llorar, cerrar las cortinas, prohibir que cualquier persona se entere del asunto y hundirse en una depresión que antes de acabar con usted, destruye el núcleo familiar, amarga a sus amigos y genera una corriente de chismorreos y suposiciones que no solucionan nada. Porque si tapando se aliviara uno, hasta podría ensayarse.

Con mi Dios sí que debemos ser honestos y seguir la misma rutina de fe, porque no debe cambiarse un juego comenzado. Si nunca ha creído en sanadores, estatuas de la Virgen, los ángeles, o en ritos especiales, siga así. Tampoco sobra recordar que siempre habrá alguien más jodido que uno. Y aunque no he sido agorero –toco madera- lo único que solicito es que no me saquen en una lista que aparece en la página social de este diario, de personas recientemente fallecidas y otras que están en delicado estado de salud, para ofrecer una misa por ellos y que organiza una asociación de señoras. Es que empieza uno en el último renglón y arranca a subir hasta que deben borrarlo; y casi nunca es porque se alentó.

Hace días comenté a unos amigos que si alguien tenía una pequeña grabadora de bolsillo que no usara, me la prestara por unos días. Olguita Arango, gerente del Instituto Oncológico, dijo que con mucho gusto iba a buscarla y al otro día se apareció con un aparato nuevecito. Pero cuando me dijo que era un regalo ya que nunca la usaba, le propuse que como estábamos a finales de octubre, se la recibía como presente de amor y amistad, así la fecha hubiera pasado ya. Porque cómo les parece la gerente de ION dándole a uno el aguinaldo en octubre. ¡Bendito!

lunes, marzo 06, 2006

Útiles inútiles

Mi Dios sabe cómo hace sus cosas. Porque de solo pensar que en nuestra época entrar al colegio en enero hubiera tenido los costos de ahora, nos hubiéramos quedado sin estudio. La diferencia entre la cantidad de hijos en las familias en las diferentes épocas es muy marcada, y si hoy vemos a gatas a los padres de familia para cancelar la inaudita lista de útiles que le piden a uno o dos vástagos que apenas inician sus estudios, incluidos uniformes, materiales, elementos de aseo y otras tantas cosas, no entiende uno cómo hacían nuestros padres para mantener ocho o diez muchachos en el colegio.

No cabe duda de que la plata antes rendía más, y con seguridad los centros educativos eran más consecuentes, por lo que las listas de elementos necesarios para iniciar el año lectivo no tenían un costo muy alto y además los papás cogían cancha y compraban solo lo estrictamente necesario. Recuerdo que por ejemplo pedían un libro de filosofía y el papá insistía en que esperaran a ver si el profesor sí lo iba a utilizar, y la verdad es que en muchos casos tenían razón y finalizaba el año sin siquiera abrir el libro. Por fortuna los textos no eran de rellenar espacios, lo que lo hace útil para una sola persona, y cada temporada la gente se dedicaba a indagar entre familiares y amigos a ver si tenían alguno de los libros solicitados.

La frustración de cualquier estudiante era que le tocara un libro de segunda mano, y como los hermanos y primos éramos tantos, los textos iban pasando de mano en mano hasta terminar sin carátula, lleno de rayones y comentarios, y más manoseados que un billete de peso. También era común que en algunas librerías de la ciudad se moviera el mercado del usado, y esa era una buena opción para conseguir ciertos títulos.

Un noticiero de televisión se puso en la tarea de investigar las listas de elementos solicitadas a los alumnos en la actualidad, y pudieron comprobar el abuso que se comete con los padres de familia. El informe llevó el nombre de “útiles inútiles” y cada día presentó ejemplos que aparte de rabia, producen risa. De manera que ahora las instituciones educativas se aperan de los elementos de aseo que van a necesitar durante el año, y de esa forma se ahorran el costo que estos representan mensualmente. Imaginen si a cada párvulo le piden ocho rollos de papel higiénico –y tienen el descaro de exigir que sea doble hoja-, dónde diablos almacenan semejante cantidad de elementos.

Se supone que al pagar la mensualidad en el colegio, esta incluye todo lo que el educando consuma durante su estadía en el establecimiento. No hay derecho que en una lista de útiles pidan detergentes para los baños, elementos para limpiar pisos, los marcadores con que escriben los profesores en los tableros modernos, limpiavidrios y cuanto elemento sea necesario para mantener aseado el plantel. Entre las denuncias, una mamá se preguntó para qué necesitan los niños un litro de colbón; si hay veinte alumnos en el salón, en qué carajo se van a gastar veinte litros de pegante.

Otra ama de casa mostró ante las cámaras la lista de elementos que debía adquirir para que su bebé ingrese a una guardería. Después de averiguar precios y hacer una cotización, el costo total era de casi un millón de pesos. A otra niña de tres añitos le pidieron diez cajas de plastilina, una docena de lápices, cinco paquetes de pañitos húmedos –como si no fueran bien costosos- y una cantidad descomunal de cuadernos. Yo creo que una mocosa en esa etapa no se gasta un lápiz al año, ni utiliza medio cuaderno.

Ahora hablemos de los uniformes. De otra que se salvaron nuestros papás, ya que por fortuna en el colegio donde estudié, con cinco hermanos, no existía ese requisito. Para un niño que ingresó este enero al colegio, después de su paso de varios años por el jardín infantil, los papás debieron adquirir el uniforme que costó casi medio millón de pesos. Zapatos tradicionales y para deportes; uniforme de diario; pantalonetas, camisetas y medias para educación física; el saco representativo del plantel; y las infaltables sudaderas, las cuales deben ser siquiera dos, porque un muchachito de ese nivel llega todos los días con tierra hasta en las orejas. A lo mejor yo estoy muy desactualizado en lo que se refiere al precio de las cosas, pero no me explico cómo puede costar una sudadera para un petacón de esa edad la suma de cien mil pesos.

Y pensar que nosotros pasábamos el año con la maleta de cuero, un lápiz de dos colores, rojo y azul, un lápiz normal, una cajita de colores ordinarios; la regla, el transportador y la escuadra de plástico llenos de despicados; un borrador de rayitas azules y blancas; el frasco de goma; un lapicero de dos pesos; un compás oxidado y los libros reutilizados que ya mencioné. Los cuadernos “bolivariano” con los forros de plástico para protegerlos un poquito de la mugre y el desgaste.

La tapa de las peticiones denunciadas en la televisión fue a un chino que aparte de todo lo mencionado, le exigen llevar un pez ornamental. Y que ojalá sea una bailarina. Qué desfachatez.

Fe de Carbonero

Imagino que la mayoría de lectores sabrá de dónde viene este dicho, pero para quienes lo desconozcan ahí les va la explicación. Los carboneros son unos personajes que aparecen cuando se hacen talas de bosques y aprovechan las ramas menores que desechan quienes escogen la madera utilizable, para después quemarlas y al cabo de un tiempo determinado lograr el producto de su trabajo. El procedimiento es el siguiente: cavan un agujero de buen tamaño en la tierra, luego acomodan los retazos de madera con que disponen, le prenden candela a la pila y proceden a tapar el hueco con unas ramas y una buena cantidad de tierra. La idea es dejar solo un pequeño respiradero por donde sale humo durante varias semanas, lo que hace que la llama no se avive y la materia prima se consuma. Cumplido el plazo respectivo, el carbonero regresa a desenterrar el resultado de su labor, y la fe consiste en que ellos nunca se quedan vigilando para que el fuego no se apague, o por si una vaca les desbarata el montaje o cualquier otra eventualidad, sino que por el contrario regresan con la plena seguridad del éxito obtenido. Los carboneros son solitarios, calmados y persistentes.

En cualquier religión la fe es indispensable, porque son muchas las cosas que debemos creer sin tener pruebas tangibles. Ahora el Ministerio de educación volvió a instaurar la cátedra de religión en los establecimientos educativos, pero con la condición que si un alumno pertenece a otro credo no tiene obligación de asistir a la misma. Muy saludable la medida, porque cualquier persona debe creer en un ser superior y con la suspensión de esa materia los muchachitos se estaban levantando como unos perritos, y en la casa son muy pocos los papás que le dedican tiempo a filosofar sobre religión con sus hijos. Hay que abrir el ojo es con los profesores, porque no falta el cura retrógrado que les llena la cabeza de cucarachas a los educandos, o el maestro perezoso y mal preparado que sale del paso con cualquier pendejada.

Los muchachos de ahora no tragan entero y a diferencia de nuestra época cuando la palabra del cura era sagrada y el alumno no tenía derecho a una opinión propia, ellos cuestionan, discuten, indagan y analizan. Ese cuento de que esto o aquello es así porque yo lo digo, ya está mandado a recoger. La religión aprendida de memoria y bajo la amenaza de las llamas eternas para quien no la acatara, es historia patria. Cuántos niños de mi generación no pasaron las noches en vela convencidos que ya se les iba a aparecer el diablo o que por cualquier pilatuna cometida el castigo sería caer de cabezas a los profundos infiernos. A nosotros nos inculcaron la fe a punta de miedo y amenazas.

Y a rezar también nos enseñaron de memoria, repitiendo como loras sin detenerse a pensar siquiera un segundo en lo que se dice. El concepto de orar en una forma más sesuda, como entablar una conversación con el ser superior, es algo que se ha ido imponiendo y que muchas personas preferimos al rezo en comunidad. Yo no puedo creer que para mi Dios sea valedero algo como la repetición de los mil Jesuses, donde los rezanderos terminan es murmullando unos enredijos que nadie entiende. Tampoco es justo que los creyentes le dejen toda la responsabilidad al Patrón y crean que con ser buenos practicantes de la religión todos los problemas se les van a resolver.

La religión hay que manejarla con mesura e inteligencia. Porque no son pocos los que caen en el fanatismo y arruinan su vida y la de sus allegados, uniéndose a sectas e iglesias de garaje que los explotan y exprimen. En otras latitudes sí que se ven desmanes cometidos a nombre de la religión y la fe. Cada año en la peregrinación a La Meca se repite la misma tragedia sin que nadie pueda hacer nada al respecto. Cómo es posible que la gente se dedique a tirarle piedras a unas columnas que representan el diablo y en esos boleos se forman las asonadas y por ende los cientos de muertos.

Al conocer el diario de uno de los pilotos que estrellaron los aviones contra las Torres gemelas, puede verse claramente que todos los terroristas estaban absolutamente seguros de que lo que hacían sería premiado por Alá, y que de ahí salían derechito a disfrutar del paraíso. Por fortuna en nuestro credo no existe el fanatismo, porque es difícil aceptar que por unas caricaturas aparecidas en un periódico europeo, donde Mahoma es el protagonista principal, el mundo árabe se haya indignado de esa manera. Embajadas incendiadas, marchas de furibundos fieles reclamando justicia, amenazas de muerte, muertes, heridos y todo tipo de manifestaciones en contra de la publicación.

Hace un tiempo, al enterarme del nombre de cierto municipio antioqueño surgieron muchas preguntas sobre el curioso nombre que ostenta. Se trata de un pequeño pueblo llamado Peque. ¿Se imaginan ustedes cómo adelanta la labor apostólica un párroco en un lugar así? El solo nombre de la población da licencia de corso a sus habitantes para pecar sin restricciones. Y otro cuestionamiento que me hago: ¿el gentilicio de sus gentes es pequeños o pecadores? Averígüelo Vargas.