martes, julio 31, 2012

Deportes a la carta.

Acostumbrábamos reunirnos los hermanos en la casa de mi mamá, hace ya muchos años, para ver los miércoles en horas de la noche un programa en la Cadena 3, hoy Señal Colombia, en el cual el periodista Andrés Salcedo presentaba un partido de fútbol alemán. El narrador colombiano vivió muchos años en ese país europeo, donde se convirtió en narrador estrella del torneo de primera división, y por lo tanto conocía al dedillo a jugadores, entrenadores y demás personajes relacionados con el mundillo del fútbol teutón.


En ese entonces el canal institucional era transmitido por una frecuencia diferente a la de las dos cadenas nacionales, por lo que era necesaria una antena especial para sintonizarlo. Vendían para tal fin una pequeña antenita, en forma de corbatín, que se pegaba a la del televisor y de esa manera algo podía verse del aún incipiente canal. Aparte de eso, la televisión en colores apenas había llegado a nuestro país a mediados de 1978, durante la transmisión del Mundial de fútbol de Argentina, y por lo tanto en la mayoría de los hogares todavía se veía la televisión en blanco y negro. De manera que el tan esperado programa, donde podíamos ver tal vez el único partido de fútbol que trasmitían durante la semana, era con una imagen lluviosa, mal sintonizada y en blanco y negro.

Hoy en día prende uno el televisor a cualquier hora y encuentra fútbol argentino, mejicano, español, la semifinal del torneo suramericano, un clásico del fútbol italiano, todos en colores, alta definición y en pantalla gigante, y sin embargo muchas veces apaga el aparato molesto dizque porque no hay nada para ver. Ahí cabe perfecto aquello que tanto gordo empalaga. Porque entre más tenemos, más queremos; así somos los seres humanos. Por ello siempre que pienso así, rememoro aquellos partidos transmitidos por Salcedo y a todos apretujados en un cuarto para no perdernos jugada de lo poco que alcanzábamos a ver.

La televisión por cable nos permite asistir, en primera fila, a los más importantes eventos deportivos del mundo entero. Ya depende a qué disciplinas sea uno aficionado, porque hay para todos los gustos, y basta con programarse para disfrutar de los torneos y competencias que se realizan durante todo el año. A quien le interese por ejemplo la velocidad tiene para escoger entre todo tipo de carreras y categorías en los más variados vehículos, desde los modernos F-1 hasta camiones y carros de playa, además de motocicletas de todos los estilos. Otra disciplina con muchos seguidores es el tenis profesional, deporte que reúne a los mejores exponentes en diferentes torneos de interés alrededor del planeta.

Somos amigos a aficionarnos al deporte en el que algún colombiano se destaque y por ello muchos nos volvimos seguidores del automovilismo cuando Montoya fue figura; lo mismo sucedió con Lucho Herrera en el ciclismo, Asprilla en el fútbol, Rentería en el béisbol, Camilo Villegas en el golf, etc. El problema está en que nuestros representantes deportivos en el ámbito mundial son flor de un día, razón por la cual uno se olvida de la disciplina en la que el fulano figuró y nunca le vuelve a parar bolas.

Otra situación que se presenta es que después de deleitarse por ejemplo con el torneo de tenis de Wimbledon, ya no podrá encontrarle gracia al de Colsanitas en Bogotá y con seguridad le parecerá jartísimo. Lo mismo nos sucede con el fútbol. Recientemente disfrutamos la Eurocopa, torneo futbolero que reúne las mejores selecciones de ese continente, donde el buen fútbol impera porque son técnicos, hábiles, aplicados, serios y comprometidos con su camiseta, además de poseer una excelente preparación física. El juego limpio se impone y la casi totalidad de jugadores son caballerosos, buenos camaradas, honestos y profesionales.

Unas semanas después vemos la final del torneo colombiano entre Santa Fe y Deportivo Pasto y nos dan ganas de llorar. Qué pobreza futbolística, qué falta de técnica, qué espectáculo tan deplorable; un partido en el que cada que alguien recibe el balón es blanco de patadas y empujones. Y los futbolistas son marrulleros, irresponsables, volean garra sin compasión, engañan al árbitro, se insultan, pelean y en general son unos troncos monumentales. Después de ver un partido como el que jugaron Italia e Inglaterra en la Eurocopa no queda sino aceptar que lo que practican aquí se llama igual, pero no tiene nada que ver. La diferencia es como la que hay entre los técnicos Sir Álex Ferguson, del Manchester United, y Alberto Gamero, del Boyacá Chicó.

La televisión nos trae espectáculos como el Tour de Francia o los Juegos Olímpicos de invierno; deportes elegantes como la equitación, recios como el rugbi, brutales como el boxeo, perfectos como la gimnasia, técnicos como el billar, aburridos como los piques de velocidad, emocionantes como el fútbol, lentos como el baloncesto cuando reiteradamente piden tiempo, eternos como el béisbol y con tantas variables que hasta nos transmiten un campeonato mundial de póker.

Ahora vienen los juegos olímpicos de Londres y quedaremos con los ojos cuadrados de ver a los mejores deportistas del planeta enfrentados para lograr subirse a lo más alto del podio. Y que les quede claro a las señoras que durante el próximo mes no soltaremos el control remoto del televisor ni para ir al baño.

pamear@telmex.net.co

martes, julio 24, 2012

Bombas de tiempo.

El otro día compartí con algunos contactos del correo electrónico un archivo que mostraba la barbarie cometida por los nazis a finales de la segunda guerra mundial, cuando por retaliación a una incursión de la resistencia procedieron a arrasar una población al norte de Francia, y de sus casi setecientos habitantes sólo una mujer logró escapar con vida para denunciar el atroz crimen. El general De Gaulle ordenó que no tocaran las ruinas y que el lugar permaneciera así para que la gente pudiera ver con sus propios ojos lo allí ocurrido, porque él como muchos otros predijeron que en el futuro habría quienes desmintieran dichos acontecimientos.


Acompañé el correo con una nota en la que me preguntaba dónde fue que se equivocó el Creador al darle vida al ser humano, porque después de leer ese texto me di cuenta de que definitivamente le quedó muy mal hecho. Poco tiempo después compartí otro correo, ya con un grupo más escogido, donde aparecía una lolita de una belleza deslumbrante, la cual dejaba ver todos sus atributos porque modelaba tal cual y como llegó al mundo. Entonces un amigo me escribió, con cierta ironía y haciendo alusión al otro correo, que a él no le parecía que el ser humano hubiera quedado tan mal diseñado.

Ante semejante raciocinio no me quedó sino darle la razón y además rectificar que la falla se presentó fue al momento de formatearnos el disco duro. Y es que a diario nos enteramos de hechos que dejan ver una faceta del ser humano que no es fácil de entender por absurda, porque son acciones de una estupidez abismal, formas de comportarse irracionales, a veces con una sevicia y una brutalidad que no son comunes en ningún otro ser vivo. Parece increíble que la mente humana, la más perfecta creación de la naturaleza, pueda llegar a torcerse hasta esos niveles.

Pero aparte de los casos individuales que vemos a diario, donde cada hecho supera en maldad o aberración al anterior, en conjunto el ser humano actúa de una manera irresponsable e inadmisible que no es fácil de asimilar. Nuestro futuro en el planeta se ve amenazado de diversas maneras, mientras todos somos consientes de que se trata de bombas de tiempo que acumulan energía sin tregua para que el día que revienten no quede títere con cabeza. Pasan años, lustros y décadas mientras el hombre advierte, pronostica, se lamenta, prende las alarmas y difunde sus temores, pero nadie hace nada al respecto. Optamos mejor por actuar como el avestruz.

Un ejemplo claro es la superpoblación. Los estudios hablan de las dificultades que habrá a mediano plazo para proveer a la humanidad de alimentos y de la disminución paulatina de las fuentes hídricas, ambos recursos imprescindibles para la continuidad de la especie. Da horror enterarse de que en cincuenta años las guerras serán para arrebatarse la comida y el agua, lo que sin duda pronostica que en un principio el destino de los países más pobres será tenebroso. Aunque es cuestión de tiempo para que todos sufran similar condición.

Nos asombramos al conocer las medidas que tomaron los dirigentes comunistas chinos en su momento para controlar la tasa de natalidad, porque sin duda se trató de un atropello a la libertad, pero ahora pienso que de no haber sido así, ¿cuál sería hoy la población de ese gigante asiático? Qué tal que allá, en vez de contar las parejas con autorización para procrear uno o dos hijos, se hubieran multiplicado como conejos igual a como sucedía por estas tierras hasta hace muy poco, cuando las familias pequeñas eran las que sólo tenían media docena de muchachitos.

Otro asunto inaudito es que los Estados Unidos, el imperio que en las últimas décadas ha manejado las riendas del mundo, hayan dejado crecer el problema de la obesidad en su población hasta niveles inmanejables. Apenas ahora empiezan a tomar medidas tibias para enfrentar la crisis sanitaria generada por los quince millones de habitantes con sobrepeso, aparte de tres millones de obesos mórbidos cuyos pesos promedian los 250 kilos, lo que genera enfermedades como diabetes, hipertensión, insuficiencia cardíaca, etc. Vi en un programa de televisión a una mujer negra a quien debían hospitalizar debido a su casi media tonelada de peso, y para movilizarla fue necesario tumbar paredes y utilizar una grúa. De las hijas de la enferma la más liviana pesaba unos 120 kilos y la alimentación en esa familia se basaba en comida chatarra pedida a domicilio; mostraron a un nieto, de unos 3 años, enfrentado a una hamburguesa del tamaño de su cabeza. ¡Qué ignorancia!

La acumulación de basuras que produce el ser humano es otro problema que crece sin medida, aunque algunos traten de convencernos de que la solución es hacer como el gato: enterrar la porquería. El porcentaje que reciclamos es mínimo y en cambio las montañas de desperdicios ahogan al planeta, con el agravante ahora de los desechos electrónicos, que contaminan el ambiente en forma considerable. La polución, el esmog, la tala indiscriminada, la disminución de la capa de ozono y tantas otras calamidades, son apenas una muestra del manejo irresponsable que le da el ser humano a su hábitat.

Podrá sonar egoísta, pero me alegra sobremanera saber que no me tocará vivir el desenlace de semejante despelote.

pamear@telmex.net.co

martes, julio 17, 2012

Metamorfosis urbana.

Si uno entra a Manizales por la avenida Centenario y viene acompañado de un foráneo, al llegar al parque Olaya Herrera debe pensar muy bien por dónde va a cruzar el centro de la ciudad, porque el viajero va a toparse con esa primera imagen que es tan importante. Puede seguir por la avenida del centro, pero debe entretenerlo para que no detalle ambos costados de esa vía porque en ese tramo inicial, hasta la plaza Alfonso López, presenta un estado lamentable. Aunque la avenida tiene muchos años de construida, varios edificios de los que levantaron entonces en las culatas que resultaron alrededor de la vía permanecen en obra gris. Son esperpentos sin ningún estilo, nunca les dieron siquiera una capa de pintura y en su interior funcionan chuzos y cuchitriles de todo tipo.


Unos metros más arriba de la iglesia de los Agustinos hay un edificio al que se le cayó hasta el letrero donde antes podía leerse su nombre, encima de la puerta principal; el inmueble presenta un estado ruinoso y su deterioro abisma, por lo que la alcaldía debe conminar a sus propietarios a hacer algo al respecto. Inadmisible que esa sea la cara que presenta la ciudad en una de sus puertas de ingreso.

La otra opción es seguir por la carrera 23 para atravesar el centro, pero creo que por ahí es peor. Sin duda el tramo que lleva de la calle 15 a la 19 es uno de los más deprimidos de toda la ruta, porque los talleres de motos, almacenes de repuestos, cascos, chalecos, morrales y demás aditamentos para motociclistas invaden gran parte del sector. Asaderos de pollo con vitrinas donde la grasa chorrea a raudales y muchos cafetines de mala muerte que muelen música del despecho a todo timbal. Hoteluchos y pensiones hacen suponer que las bandidas andan por ahí, y en la esquina de la calle 18 hay uno en cuya puerta un anuncio ofrece pasar la noche allí por la módica suma de ocho mil pesitos, ¡negociables!

Unos metros antes de llegar a la esquina de la 18 un pendón promociona jugos afrodisíacos y vitamínicos, con precios que van desde los mil pesitos por el de chontaduro hasta los veinte mil que cobran por el cinco tiros; con precios intermedios están el de borojó, el jugo del amor prohibido, el tumba catres, el polvorete, kamasutra, levántate Lázaro, dinamita y el rompe colchones. No deben dar abasto los hospedajes del sector para atender a los clientes del incitante negocio. Una cuadra después, diagonal al Palacio Arzobispal, el andén de un supermercado está invadido por vendedores informales que ofrecen frutas y verduras de una calidad infame.

Hasta allí el visitante pensará que lo metieron por el sector de la plaza de mercado, pero al observar las construcciones a ambos lados de la calzada caerá en cuenta de que se trata del centro de la ciudad. Sin embargo, en los amplios espacios que están destinados a los peatones va a encontrar todo tipo de personas que buscan la forma de conseguir unos pesos para tener algo qué llevar a sus casas.

La arquitectura republicana se intercala con construcciones comerciales improvisadas sin ningún estilo y destinadas sólo a dar cabida a la mayor cantidad de cacharros posibles. Como en el antiguo edificio de la Caja Agraria, donde en el espacio que ocupaba el banco improvisaron varios locales que están abiertos todos los días de la semana y en cuyo interior los arrumes de mercancía llegan al techo. En los andenes los vendedores informales mantienen su botellita de licor camuflada en un talego y a cada momento la pasan de mano en mano para echarse un trago; otros juegan partidas de ajedrez o dominó para entretenerse.

No falta el limosnero que genera lástima al exhibir heridas o malformaciones, o la viejita que tirada en el piso le arranca notas destempladas a una guitarra para que le den una moneda. En la esquina de la catedral un hombre consiguió conectarse de manera fraudulenta a un poste de la energía para encender un televisor y el reproductor de video, para que quienes le compren películas piratas puedan ensayarlas antes de adquirirlas; porque de suceder, cuestan más los pasajes para ir a cambiarlas que el producto en sí.

Todo evoluciona y supongo que los negocios tradicionales que le dieron lustre a este sector de la ciudad ya no son rentables, pero esos almacenes de ropa que mantienen en la puerta un equipo de sonido a todo volumen mientras un locutor anima a los peatones a entrar, presentan una imagen deprimente; y los baratillos que ofrecen “todo a dos mil”; almacenes de chancletas y chucherías; vendedores de minutos, frutas, jugos recién exprimidos, de fritangas y demás porquerías. Y más casinos, restaurantes chinos, asaderos de pollo, cafetines y metederos. Y atracadores, travestis y fufurufas.

Soy consciente del problema social que genera el desempleo y de que la gente debe rebuscarse como sea, pero el desorden y la mala imagen que presenta nuestra vía central, columna vertebral de la ciudad, no son aceptables. Algo tiene que hacer la administración municipal para solucionarlo, para que ojalá muy pronto podamos sentirnos orgullosos nuevamente de nuestra antigua carrera de La Esponsión. Porque al menos yo, prefiero no llevar al turista por allá para no pasar vergüenzas.

pamear@telmex.net.co

martes, julio 10, 2012

¿Distintos nosotros?

Algunas adolescentes que apenas empiezan a ejercer en los tejemanejes del amor se quejan porque el noviecito de turno es muy distinto a ellas. Es que no nos parecemos en nada, dicen angustiadas, convencidas tal vez de que el escogido sería algo así como su alma gemela, con gustos idénticos y sueños paralelos a los suyos. Claro que las niñas a esa edad deberían saber, por crecer en familia, que pocas cosas son tan diferentes en este mundo como el comportamiento de hombres y mujeres. Porque aunque está claro que mi Dios sabe cómo hace sus cosas, en situaciones como estas nos preguntamos si se descachó, debido a algunas discrepancias que nos complican un poco la convivencia a los humanos.


Sin duda las diferencias se notan desde los primeros años de vida porque la mayoría de los niños son inquietos, ladinos, dañinos y traviesos, mientras las nenas se distinguen por su ternura, suavidad y dulzura. Al crecer un poco ellas juegan a las muñecas, al doctor o al papá y a la mamá, mientras los zambos buscan qué maldad hacer, cómo mortificar a las muchachitas, o en muchos casos participan en sus juegos con el único fin de meterle malicia al asunto. Sin duda las féminas maduran primero que los varones, lo que puede verse cuando púberes ellas empiezan a mirarlos con interés, mientras a los mocosos no se las pueden siquiera nombrar. ¡Gas!, dicen los culicagaos.

Entonces llega la adolescencia y los papeles se invierten. No sé cómo será ahora, porque estoy desactualizado, pero aunque cambien las costumbres la forma de pensar y de comportarse son muy similares. Entiendo que hoy, como dicen, son dos cucharadas de caldo y mano a la presa, mientras que a nosotros nos tocaba trabajarle más al galanteo. En las primeras visitas de novio, o marcadas de tarjeta, tocaba ser prudente y recatado para que ella lo tildara de tierno, divino y detallista, cuando en realidad por la mente del machucante pasaban pensamientos ardientes y su imaginación volaba entre la lujuria y el deseo. Era común ir a cine el sábado por la tarde con varias parejas amigas, programa que era esperado por ambos sexos con disímiles expectativas: mientras ellas se preguntaban si la película sería tierna y de llorar, los zambos sólo pensaban en el momento en que apagaban las luces para poderse lanzar al ataque.

En las fiestas y reuniones también se notaban ciertos contrastes, como que los muchachitos estaban pendientes de tomar trago a escondidas, entre otras cosas para tener el valor de cuadrársele a la pretendida o siquiera sacarla a bailar. El que supiera bailar y además no le diera pena era calificado de mariquetas (igual si era educado, tuteaba, no decía groserías, era caballeroso, etc.), y en cambio la mayoría debíamos esperar a estar copetones para animarnos a hacer semejante oso. Ni pensar en esa época en tomar clases de baile porque si los amigos se enteraban no quedaba sino irse del país, de manera que para las mujeres era una gran decepción no tener con quién revolotear por la pista. Eso sí, sonaba un bolero y salíamos todos en patota, porque ese ritmo es muy fácil de llevar y además le permite al parejo arrimársele a la muchacha. Lo que llamábamos rastrillarlo.

A las mujeres siempre les ha gustado participar en fiestas de disfraces, mientras a la mayoría de los hombres el asunto nos parece ridículo y enguandoso. Claro que eso tiene que ver con la personalidad, que en ellas es más definida, porque nosotros le empezamos a encontrar gracia al disfraz cuando tenemos varios tragos entre pecho y espalda. Luego viene el tema de las fotos. En cualquier fiesta, paseo, reunión, celebración o donde quiera que estén, ellas tienen que tomar cientos de fotografías; a las mismas personas, en poses similares, sin variables ni sorpresas. Luego se sientan a verlas en grupo, comentan una por una, las repasan, critican a fulano, detallan el peinado de aquella, y aprovechan para alabarse mutuamente: cómo sales de bonita, te sienta muy bien ese vestido, tienes el pelo divino… En cambio le muestran a uno las fotos, las mira a la velocidad del rayo y por compromiso comenta: muy buenas.

Esto es apenas una muestra de las miles de diferencias que hay en la forma de comportarse y de pensar de ambos sexos, situación que deben tener muy clara las personas antes de decidirse a convivir con una pareja. Porque ahí es donde aparecen los contrastes: en el orden, los gustos al momento de ver televisión, el cuidado del carro familiar, los horarios, la cuerda para la rumba, la tomadita de trago, la educación de los hijos… Aunque tal vez la diferencia más marcada está en la calentura, que en los varones dura varias décadas mientras que ellas empiezan a perder el entusiasmo a las pocas semanas de cohabitar; para ello echan mano de las consabidas disculpas: el período, dolor de cabeza, los niños, que de pronto llama mi mamá, que los vecinos oyen, que qué calor, que mejor mañana temprano…

Claro que estas situaciones dejarán de tener vigencia muy pronto porque si en el pasado la mariconería era algo inusual, en el presente se ve con frecuencia y al paso que vamos mucho me temo que puede llegar a volverse obligatoria.

pamear@telmex.net.co

miércoles, julio 04, 2012

Absurda alcaldada.

Cormanizales debe lanzar una campaña publicitaria en Bogotá para invitar a los amantes de los toros a que vengan a la próxima feria taurina de nuestra ciudad. El alcalde Petro encontró el apoyo popular necesario para tomar una medida que se veía venir, sin importar el derecho de quienes gustan de esa fiesta centenaria. Porque si estamos en una democracia lo justo es respetar el libre albedrío de todos los ciudadanos y que una actividad que ha sido tradicional en muchos países, una cultura ancestral heredada de nuestros antepasados, pueda ejercerse con las condiciones que ha tenido hasta hoy.


En cualquier encuesta puede notarse un apoyo mayoritario a suspender las corridas de toros, pero en realidad muy pocos de los consultados han asistido alguna vez a ese tipo de espectáculo, porque sin duda es costoso y elitista. Por lo tanto es fácil solidarizarse con los defensores de los animales, pero pocos piensan en el sufrimiento que soportan los pollos en los criaderos, el estrés de reses y cerdos desde que los embarcan en un camión para llevarlos al matadero o la forma cruel como atrapan los peces para convertirlos en filetes. Todos ellos componentes de la dieta diaria que la gente consume sin ningún remordimiento.

También ignorarán muchos encuestados que la lucha entre el hombre y el toro se remonta a la Edad de Bronce, actividad que está registrada en pinturas rupestres y demás expresiones artísticas. En la Edad Media Carlomagno era aficionado a lancear toros y hace mil años en España los nobles celebraban sus triunfos bélicos y demás acontecimientos con espectáculos taurinos en las plazas públicas. Que no crean que fue inventada hace poco tiempo para el disfrute de unos privilegiados, porque se trata de una tradición que ha sobrevivido a muchas generaciones. Otra cosa es que el toro de lidia se cría para morir en la arena y desaparecidas las corridas, él también dejará de existir. Porque un animal que cuesta entre diez y quince millones de pesos no puede venderse por kilos, ya que saldría muy costoso el bocado.

Hace muchos años perdí el interés por los toros, ya ni por televisión los veo, pero defiendo el derecho de quienes gustan de la fiesta brava. Es un espectáculo privado en el que solo participan los interesados, tributa al fisco, mueve la economía, genera empleo y congrega una minoría que vive durante todo el año alrededor de esa actividad. Le oí decir a Mario Vargas Llosa algo muy sensato: “así como no obligan a nadie a asistir a las corridas de toros, que tampoco le prohíban a nadie disfrutarlas”. Ese cuento de convertir la plaza de toros en un escenario para la poesía y la cultura me parece como disparatado, porque nos arriesgamos a que en el fututo otro alcalde salga con que va a programar corralejas en la tarima del Teatro Colón. ¡Válgame dios!

Pues ahora la dirigencia antioqueña se antojó de la idea, sin duda porque genera dividendos electorales, y empiezan a hacer propuestas para modificar la fiesta taurina en Medellín. El alcalde Gaviria propone intercalar corridas cruenta e incruentas, y desde ya puedo asegurar que ningún aficionado serio asistirá a las segundas; a lo mejor irán algunos noveleros, pero es muy posible que prefieran a los Enanitos toreros o a Superman y su cuadrilla. Por algo la muerte del toro se llama suerte suprema, en el arte de Cúchares, y sin ella la lidia pierde el sentido. Es como un partido de fútbol sin goles.

Espero que en Manizales no se les ocurra siquiera plantear el tema, porque sería darle la estocada a la feria anual. En las dos principales ciudades del país la temporada taurina se desarrolla los fines de semana, pero en nuestro caso se trata de la espina dorsal de la fiesta más importante del año; la que nos proyecta al resto del país y al mundo, de la que viven muchas familias durante algún tiempo, la semana en que se reactiva el turismo y los visitantes disfrutan de nuestra hospitalidad. Por fortuna rolos y paisas saben que aquí los esperamos con los brazos abiertos y que mientras llegan a sus ciudades mandatarios sensatos que reversen la medida, pueden contar con la feria taurina de Manizales.

A Cormanizales le queda la responsabilidad de lucirse con carteles y ganaderías, como siempre lo ha hecho, porque en las ferias de Cali y Manizales estarán puestas todas las expectativas; mientras tanto el alcalde de Cartagena anunció que reactivará las corridas de toros para la próxima temporada, pero es sabido que esa feria no tiene tradición y quienes asisten son en su mayoría turistas que vacacionan por esa época en La Heroica. Sin duda es la oportunidad para lucirnos ante el mundo taurino y reafirmar que nuestra plaza de toros es una de las más importantes de América.

De imponerse esa prohibición qué camino cogerán toreros y cuadrillas; los empleados de las empresas taurinas; los que venden botas, ponchos y sombreros; quienes tocan clarines y timbales; aquellos que manejan el ganado bravo en las dehesas; y tantas personas que viven de la fiesta de los toros. Ahí los únicos que podrían quedarse en la plaza son los monosabios, para que le den la vuelta al ruedo al poeta que se faje un buen recital.

pamear@telmex.net.co