No existe nada más aburridor e incómodo que hacer cualquier reparación o remodelación en la casa, porque la más mínima obra genera cantidades infinitas de polvo. El desorden, las huellas de los trabajadores por todas partes, el ruido infernal y un despelote generalizado, hacen que los habitantes de la vivienda anden a toda hora de mala vuelta. Porque hay que ver el polvero que se levanta cuando hay que picar, a punta de martillo y cincel, el enchape de un baño; o al arrancar un tapete viejo para cambiar el piso; o la cantidad de escombros y de mugre que resultan al tumbar un murito cualquiera. Y puede encerrarse en la habitación, tapar las rendijas de la puerta con toallas y trapos, y el maldito polvo se mete porque se mete. Luego pasan los días y las semanas y entre más limpia con el sacudidor, más polvo resulta.
Lo mismo sucede cuando deben adelantarse obras en la ciudad. Al construirse un gran edificio se restringen las aceras para el paso de los peatones, el descargue de materiales generan atascos y embotellamientos, el peligro que caigan escombros es latente y los vecinos se quejan por el ruido, pero no existe otra forma de adelantar una obra de esa magnitud sin incomodar a la ciudadanía. Ni hablar de cuando se trata de trabajos en las vías, porque los conductores se ponen como unas tatacoas, se transforman en guaches y el mal genio cunde; todo el mundo pita, gesticula, echa tacos y le recuerda la madre al Alcalde y al Secretario de tránsito.
En estos casos podemos aplicar al pie de la letra que quien quiere marrones aguanta tirones. Porque desde hace tiempos todo el mundo reniega debido a que la Avenida Santander presenta infinidad de huecos y la capa asfáltica está en mal estado, pero apenas empiezan a arreglarla, entonces blasfeman y joden es porque no hay por dónde transitar. Que trabajen de noche, dicen algunos, pero quienes habitan en el sector, con toda razón, reclaman tranquilidad para poder dormir. Porque yo sí le digo cómo debe sonar a media noche la máquina que arranca el asfalto; es más, cualquier martillo hace un ruido infernal a esa hora. Entonces que no arranquen el asfalto, proponen otros, pero no entienden que de seguir acumulando capas de asfalto, muy pronto quedaremos sin diferencia de altura entre las vías y los andenes.
Definitivamente solucionar los problemas desde la cama o desde la mesa del café es pilao. Y opinamos, despotricamos, damos soluciones y metemos la cucharada, sin tener ni idea del tema. Ese es un deporte oficial de los colombianos. Pero después, cuando la obra terminada y mejora notablemente la calidad de vida, a todos se les olvida las vainas que echaron y disfrutan el cambio. Basta recordar el caos vehicular cuando remodelaron el parque Alfonso López, o las obras del intercambiador vial del estadio o la Avenida Alberto Mendoza. Lo que siempre le digo a quien reniega por una obra de este tipo: usted lo que quiere es que contraten a Hechizada para que venga, mueva la cumbamba y transforme esa vaina por arte de birlibirloque.
Claro que todos tenemos derecho a opinar, pero con inteligencia y argumentos, y sobre todo sin apasionamientos. Un caso típico de estas diferencias de juicio es el aeropuerto de Palestina. Cada quien esgrime sus razones para atacar o defender la obra, según su criterio, pero lo que sostengo es que ese debate debió darse antes de empezar a mover tierra. Porque ahora aparece un columnista joven con argumentos de economía valederos, pero esas mismas razones pudo haberlas expuesto cuando sólo se trataba de un proyecto; aunque viéndolo bien, en ese entonces el muchacho estaría en bachillerato.
Lo que sí me parece grave es que el doctor Germán Cardona exponga ante la audiencia nacional sus temores frente a la obra; porque si en un principio la apoyó, él, como ingeniero experto que es, debió prever los problemas futuros. Qué tal cuando debamos pedirle cacao al Gobierno Central para que nos de la mano y el funcionario de turno diga que si un Ministro de Transporte manizaleño, no le hizo buena cara al aeropuerto, mucho menos él se va a embarcar en semejante gasto. Me parece que el aeropuerto es fundamental para el desarrollo de la región, y a quienes lo tildan de elefante blanco, les digo que son muchas las obras que se han construido en el país de ese tipo y ahí las hemos pagado entre todos. De manera que una más…
Por fortuna con la carretera al Magdalena no parece existir polémica y todos estamos de acuerdo en que hay que solucionar ese problema. Porque si antes fue en La Chillona y después en Petaqueros, ahora es en Sabinas; sólo cambia el nombre del derrumbe, pero el problema es el mismo. Por cierto, la otra noche disfrutaba con unos amigos de unos videos y en cierto momento uno de ellos me preguntó el nombre del cantante que acompañaba a Serrat en un dúo. Yo lo miré un poco extrañado y le dije que era Joaquín Sabina, a lo que él, algo incómodo por lo obvio de la respuesta, me salió con esta perla:
-¡Pues claro! ¿Cierto que ese man es el que tiene un derrumbe por allí arribita?
pmejiama1@une.net.co
martes, noviembre 30, 2010
miércoles, noviembre 24, 2010
Chocheras y resabios.
El que pueda decir que está libre de resabios y chocheras que tire la primera piedra. Sobre todo con la acumulación de calendarios empezamos a adquirir ciertas manías y hábitos muy propios de cada quien, los cuales en muchos casos no tienen ninguna explicación lógica, pero se vuelven una forma de vida para quien los acostumbra. Dichos comportamientos desesperan e indisponen a aquellos que deben compartir el diario vivir con el chocho, pero el apego y la rutina diaria hacen que sea aceptado a pesar de la incomodidad que representa. Lo increíble es que ahora los muchachitos están llenos de melindres y condiciones, las cuales son aceptadas por los padres que se dejan ensillar de los mocosos desde que nacen.
Por ello cuando vemos a alguien que aunque joven está lleno de resabios y caprichos, que le pone pereque a todo, que jode porque sí y porque no, que tiene más condiciones que un tute y es lo que llaman una persona trabajosita, la pregunta obligada es: ¿Qué irá a dejar para viejo? A la hora de comer es cuando más se notan los resabios, porque nada les gusta, ponen condiciones de cómo preparar los alimentos, todo les sabe maluco, viven pendientes de las fechas de vencimiento, rechazan cualquier innovación y muchos sólo reciben salchichas y papas fritas.
Dichas características son comunes y respetables en los ancianos, ya que toda una vida de costumbres y mañas se convierten en una rutina diaria apegada a normas y horarios determinados.
Por ello el viejo, después de una existencia de lucha y sacrificio, se gana el derecho a tener sus chocheras. Todos llegaremos a esa etapa y por lo tanto debemos aceptarlos como son, seguirles la corriente y darles gusto en todo lo posible. Cuando debido a la edad empiecen a tener lapsus, olvidos y lagunas, no es bueno empeñarnos en corregirlos y hacerles ver sus errores, porque eso los hace sentir mal, los deprime. Y así como a los niños debe verlos un pediatra cuando presentan problemas de salud, para los ancianos existen los geriatras; y los viejos sí que requieren de atención médica, porque los años son sinónimo de achaques y enfermedades.
La Universidad de Caldas ha formado unos excelentes geriatras, en un principio bajo la orientación del doctor Jaime Márquez, quienes saben cómo se debe manejar una persona de edad avanzada. Ellos son elásticos con el anciano y le permiten ciertas libertades que a un paciente joven le están restringidas: si le gusta el traguito que beba, si ha sido fumador empedernido lo deja echarse sus puchos, las pastillas del amanecer puede ingerirlas al despertarse y que coma sólo cuando le provoque y lo que le provoque. Un médico inteligente sabe que a una edad avanzada esas cosas ya no alcanzan a hacer daño.
Por naturaleza los viejos son tercos y llevados de su parecer, porque si toda la vida tuvieron la razón no van a permitir que ahora venga alguien a cambiarles las condiciones. Se vuelven desconfiados y tacaños, por la simple razón que se saben improductivos y que dependen de una pensión que hay que hacer rendir; siempre buscan la forma de ahorrar algo para una emergencia. Tampoco les gusta que les toquen sus cosas y mucho menos que le cambien de lugar a sus objetos personales; y cuando prestan algo, esperan que se los devuelvan lo más pronto posible y en perfecto estado. También es común que no les guste salir, odian que los inviten a cualquier parte, y todo les parece lejos, costoso y peligroso.
Yo insisto en que los abuelos hay que disfrutarlos, quererlos, darles gusto y conversar mucho con ellos. Oírles sus historias, así sean repetidas, porque ellos acumulan sabiduría. Es lógico que los familiares se desesperen porque ellos se vuelven cansones y repetitivos, aparte de imprudentes y marrulleros.
Un amigo manizaleño vive en los Estados Unidos en una propiedad rural que compró su abuelo hace muchos años. Allá llevaron a la abuela, ya viuda, para que se recuperara de una operación de reemplazo de cadera y había que ver la cantaleta de esa mujer a toda hora. Se quejaba porque el pueblo ya no era igual a como le tocó a ella con su marido, cuando todo el mundo los conocía y los saludaban por el nombre; además, ella tenía muchas amigas que la invitaban a tomar el té y a jugar cartas. La pobre vieja se moría del aburrimiento y estaba inaguantable, hasta que un día el hijo, desesperado, le informó que la iba a llevar a visitar a todos sus viejos amigos, ¡y la llevó al cementerio!
La señora no cargaba agua en la boca y salía con unas imprudencias de antología. Cierta vez fue una pareja de cubanos a visitar la finca por algún negocio y la caribeña resultó ser una mujer empalagosa y repelente, que hablaba hasta por los codos. En medio de la conversación la abuela le preguntó dónde había comprado unos aretes muy vistosos que lucía, a lo que la otra muy orgullosa le dio las señas del almacén y luego quiso saber si es que estaba antojada de comprarse un par. Entonces la vieja comentó con toda la naturalidad:
-No mija, es para llevarles de regalo a las empleadas del servicio de mi casa.
pmejiama1@une.net.co
Por ello cuando vemos a alguien que aunque joven está lleno de resabios y caprichos, que le pone pereque a todo, que jode porque sí y porque no, que tiene más condiciones que un tute y es lo que llaman una persona trabajosita, la pregunta obligada es: ¿Qué irá a dejar para viejo? A la hora de comer es cuando más se notan los resabios, porque nada les gusta, ponen condiciones de cómo preparar los alimentos, todo les sabe maluco, viven pendientes de las fechas de vencimiento, rechazan cualquier innovación y muchos sólo reciben salchichas y papas fritas.
Dichas características son comunes y respetables en los ancianos, ya que toda una vida de costumbres y mañas se convierten en una rutina diaria apegada a normas y horarios determinados.
Por ello el viejo, después de una existencia de lucha y sacrificio, se gana el derecho a tener sus chocheras. Todos llegaremos a esa etapa y por lo tanto debemos aceptarlos como son, seguirles la corriente y darles gusto en todo lo posible. Cuando debido a la edad empiecen a tener lapsus, olvidos y lagunas, no es bueno empeñarnos en corregirlos y hacerles ver sus errores, porque eso los hace sentir mal, los deprime. Y así como a los niños debe verlos un pediatra cuando presentan problemas de salud, para los ancianos existen los geriatras; y los viejos sí que requieren de atención médica, porque los años son sinónimo de achaques y enfermedades.
La Universidad de Caldas ha formado unos excelentes geriatras, en un principio bajo la orientación del doctor Jaime Márquez, quienes saben cómo se debe manejar una persona de edad avanzada. Ellos son elásticos con el anciano y le permiten ciertas libertades que a un paciente joven le están restringidas: si le gusta el traguito que beba, si ha sido fumador empedernido lo deja echarse sus puchos, las pastillas del amanecer puede ingerirlas al despertarse y que coma sólo cuando le provoque y lo que le provoque. Un médico inteligente sabe que a una edad avanzada esas cosas ya no alcanzan a hacer daño.
Por naturaleza los viejos son tercos y llevados de su parecer, porque si toda la vida tuvieron la razón no van a permitir que ahora venga alguien a cambiarles las condiciones. Se vuelven desconfiados y tacaños, por la simple razón que se saben improductivos y que dependen de una pensión que hay que hacer rendir; siempre buscan la forma de ahorrar algo para una emergencia. Tampoco les gusta que les toquen sus cosas y mucho menos que le cambien de lugar a sus objetos personales; y cuando prestan algo, esperan que se los devuelvan lo más pronto posible y en perfecto estado. También es común que no les guste salir, odian que los inviten a cualquier parte, y todo les parece lejos, costoso y peligroso.
Yo insisto en que los abuelos hay que disfrutarlos, quererlos, darles gusto y conversar mucho con ellos. Oírles sus historias, así sean repetidas, porque ellos acumulan sabiduría. Es lógico que los familiares se desesperen porque ellos se vuelven cansones y repetitivos, aparte de imprudentes y marrulleros.
Un amigo manizaleño vive en los Estados Unidos en una propiedad rural que compró su abuelo hace muchos años. Allá llevaron a la abuela, ya viuda, para que se recuperara de una operación de reemplazo de cadera y había que ver la cantaleta de esa mujer a toda hora. Se quejaba porque el pueblo ya no era igual a como le tocó a ella con su marido, cuando todo el mundo los conocía y los saludaban por el nombre; además, ella tenía muchas amigas que la invitaban a tomar el té y a jugar cartas. La pobre vieja se moría del aburrimiento y estaba inaguantable, hasta que un día el hijo, desesperado, le informó que la iba a llevar a visitar a todos sus viejos amigos, ¡y la llevó al cementerio!
La señora no cargaba agua en la boca y salía con unas imprudencias de antología. Cierta vez fue una pareja de cubanos a visitar la finca por algún negocio y la caribeña resultó ser una mujer empalagosa y repelente, que hablaba hasta por los codos. En medio de la conversación la abuela le preguntó dónde había comprado unos aretes muy vistosos que lucía, a lo que la otra muy orgullosa le dio las señas del almacén y luego quiso saber si es que estaba antojada de comprarse un par. Entonces la vieja comentó con toda la naturalidad:
-No mija, es para llevarles de regalo a las empleadas del servicio de mi casa.
pmejiama1@une.net.co
jueves, noviembre 18, 2010
Planes para el futuro.
Cómo es de importante la planeación para cualquier iniciativa. Una empresa, el ente administrativo, un negocio, la entidad o el grupo económico necesitan tener unas metas determinadas, un proyecto definido, el modo como se va a proceder. El núcleo primario de una comunidad, que es la familia, debe marcar las pautas a seguir para tener un norte en la mira. El que no planea da palos de ciego sin ton ni son, lo que lleva a errores, decisiones apresuradas, políticas equivocadas y demás metidas de pata, que al final cuesta más corregirlas que la inversión inicial. En nuestro país vemos en el gobierno nacional, en los departamentos y municipios, unas chambonadas que más que falta de planeación, se nota que son adrede para asegurar mordidas, torcidos, serruchos y demandas.
Un ejemplo preciso de falta de planeación es el problema que enfrenta la capital de la república con respecto a la movilidad vehicular. Con la implementación del llamado cartel de la contratación las obras demoran años en ponerse al servicio de la comunidad, pero lo más grave es que se roban un importante porcentaje del presupuesto. El distrito le mete el diente a las vías principales, avenidas, troncales, puentes y rotondas, pero las calles en los barrios son una vergüenza. Trochas donde el pantano, los huecos y charcos son el común denominador, mientras los vecinos escriben cartas y hacen peticiones para solucionar el problema. A todas estas las ensambladoras celebran el aumento en las ventas de vehículos, cuyos dueños ya no encuentran por dónde transitar. Sólo el pico y placa permite un desplazamiento limitado, porque dicen que el sábado, que no hay restricción, es imposible salir en carro.
Por ello la administración municipal de Manizales, igual que las demás ciudades intermedias del país, deben coger escarmiento con el ejemplo de la capital para que en el futuro no se vean en el mismo brete. Al ritmo que crece el parque automotor en el país es importante delinear vías urbanas, carreteras y troncales que permitan un desplazamiento ágil. En vista de que en nuestra ciudad la topografía impide trazar avenidas suficientes, entonces que se implementen más rutas del cabe aéreo y adelanten una campaña agresiva para crear una cultura que prefiera ese medio de transporte.
Por fortuna la administración departamental le metió el diente a las vías, pero produce desazón ver que mientras arreglan unas, dejan olvidadas otras que se vuelven intransitables; ahí está la que une a Chinchiná con Santágueda, que tenemos a mano para llevar al visitante a que se deleite con el paisaje cafetero, pero que en la actualidad parece más un camino de herradura. Que sea prioridad para nuestros gobernantes solucionar el embudo vial en el que vivimos, porque viajar a Medellín o Bogotá se convirtió en un riesgo inminente de terminar bajo las llantas de un camión. Y que no se llegue la inauguración del aeropuerto de Palestina sin tener carreteras aptas para los desplazamientos; claro que a mi modo de ver, va a estar lista primero la vacuna del doctor Patarroyo que el aeropuerto.
Un ejemplo clásico de falta de planeación, aunque el asunto huele es a chanchullo monumental, es el que publicó la prensa hace unos años donde denunciaron que al recuperar la vía férrea que conocemos como Tren de occidente, lo hicieron con el sistema conocido como trocha angosta. Resulta que en el mundo entero esa modalidad ya no se utiliza y por lo tanto nadie fabrica locomotoras y vagones de ese tipo. Cuando en Colombia dejaron de funcionar los trenes, hace ya muchos años, feriaron los equipos porque aquí ya no se utilizaban; entonces ahora nos tocará comprar chatarras que tengan por ahí archivadas en otras latitudes para remozarlas y hacerlas pasar por nuevas. Ripley hubiera gozado mucho por estas tierras.
La administración municipal de Manizales debe proyectar la ciudad del futuro hacia los sectores de El Rosario, Santágueda y el Kilómetro 41. Si tomamos conciencia de que por el daño infligido al planeta los inviernos son cada vez más fríos, muy pronto esta cuchilla será invivible; y si contamos con esas zonas tan cerca, con una topografía amable, un clima entre templado y caliente, y que además pertenecen al municipio, por qué no crecer hacia allá. Y que los constructores que sigan con su actividad en estas cumbres gélidas, empiecen a instalar algún tipo de calefacción en las viviendas porque francamente las bajas temperaturas nos tienen agobiados.
Otra buena recomendación es que construyan hogares para ancianos, parques y zonas verdes arborizadas, rampas y facilidades para el desplazamiento, porque me late que esta ciudad en el futuro va a estar habitada por ancianos. Siempre que paso por el Parque de Caldas y veo esa cantidad de cuchos que ocupan las bancas y los muritos donde se acomodan, dedicados a la tertulia y a ver pasar muchachas, pienso que dentro de unas décadas sucederá lo mismo en todos los parques de la ciudad. Ya se ven en la zona rosa, entre Las Palmas y El Cable, donde existen varios grupos de jubilados que se reúnen a chismosear y a comer prójimo mientras se toman un tinto; porque no compran más. Uno de esos grupos es conocido como los “palocaídos”, cuyos miembros dizque descaderan una vaca a punta de lengua.
pmejiama1@une.net.co
Un ejemplo preciso de falta de planeación es el problema que enfrenta la capital de la república con respecto a la movilidad vehicular. Con la implementación del llamado cartel de la contratación las obras demoran años en ponerse al servicio de la comunidad, pero lo más grave es que se roban un importante porcentaje del presupuesto. El distrito le mete el diente a las vías principales, avenidas, troncales, puentes y rotondas, pero las calles en los barrios son una vergüenza. Trochas donde el pantano, los huecos y charcos son el común denominador, mientras los vecinos escriben cartas y hacen peticiones para solucionar el problema. A todas estas las ensambladoras celebran el aumento en las ventas de vehículos, cuyos dueños ya no encuentran por dónde transitar. Sólo el pico y placa permite un desplazamiento limitado, porque dicen que el sábado, que no hay restricción, es imposible salir en carro.
Por ello la administración municipal de Manizales, igual que las demás ciudades intermedias del país, deben coger escarmiento con el ejemplo de la capital para que en el futuro no se vean en el mismo brete. Al ritmo que crece el parque automotor en el país es importante delinear vías urbanas, carreteras y troncales que permitan un desplazamiento ágil. En vista de que en nuestra ciudad la topografía impide trazar avenidas suficientes, entonces que se implementen más rutas del cabe aéreo y adelanten una campaña agresiva para crear una cultura que prefiera ese medio de transporte.
Por fortuna la administración departamental le metió el diente a las vías, pero produce desazón ver que mientras arreglan unas, dejan olvidadas otras que se vuelven intransitables; ahí está la que une a Chinchiná con Santágueda, que tenemos a mano para llevar al visitante a que se deleite con el paisaje cafetero, pero que en la actualidad parece más un camino de herradura. Que sea prioridad para nuestros gobernantes solucionar el embudo vial en el que vivimos, porque viajar a Medellín o Bogotá se convirtió en un riesgo inminente de terminar bajo las llantas de un camión. Y que no se llegue la inauguración del aeropuerto de Palestina sin tener carreteras aptas para los desplazamientos; claro que a mi modo de ver, va a estar lista primero la vacuna del doctor Patarroyo que el aeropuerto.
Un ejemplo clásico de falta de planeación, aunque el asunto huele es a chanchullo monumental, es el que publicó la prensa hace unos años donde denunciaron que al recuperar la vía férrea que conocemos como Tren de occidente, lo hicieron con el sistema conocido como trocha angosta. Resulta que en el mundo entero esa modalidad ya no se utiliza y por lo tanto nadie fabrica locomotoras y vagones de ese tipo. Cuando en Colombia dejaron de funcionar los trenes, hace ya muchos años, feriaron los equipos porque aquí ya no se utilizaban; entonces ahora nos tocará comprar chatarras que tengan por ahí archivadas en otras latitudes para remozarlas y hacerlas pasar por nuevas. Ripley hubiera gozado mucho por estas tierras.
La administración municipal de Manizales debe proyectar la ciudad del futuro hacia los sectores de El Rosario, Santágueda y el Kilómetro 41. Si tomamos conciencia de que por el daño infligido al planeta los inviernos son cada vez más fríos, muy pronto esta cuchilla será invivible; y si contamos con esas zonas tan cerca, con una topografía amable, un clima entre templado y caliente, y que además pertenecen al municipio, por qué no crecer hacia allá. Y que los constructores que sigan con su actividad en estas cumbres gélidas, empiecen a instalar algún tipo de calefacción en las viviendas porque francamente las bajas temperaturas nos tienen agobiados.
Otra buena recomendación es que construyan hogares para ancianos, parques y zonas verdes arborizadas, rampas y facilidades para el desplazamiento, porque me late que esta ciudad en el futuro va a estar habitada por ancianos. Siempre que paso por el Parque de Caldas y veo esa cantidad de cuchos que ocupan las bancas y los muritos donde se acomodan, dedicados a la tertulia y a ver pasar muchachas, pienso que dentro de unas décadas sucederá lo mismo en todos los parques de la ciudad. Ya se ven en la zona rosa, entre Las Palmas y El Cable, donde existen varios grupos de jubilados que se reúnen a chismosear y a comer prójimo mientras se toman un tinto; porque no compran más. Uno de esos grupos es conocido como los “palocaídos”, cuyos miembros dizque descaderan una vaca a punta de lengua.
pmejiama1@une.net.co
lunes, noviembre 08, 2010
Doble moral.
Quiero saber cómo responden, a quienes corresponda hacerlo, a la pregunta del Presidente Santos acerca de cómo judicializar a un campesino porque cultiva marihuana, cuando en un futuro cercano permitan en California, además de cultivarla, comercializarla y hasta fumársela. Porque ahora perdieron el primer round, pero espere y verá. ¿Cómo así que allá no sería delito, pero en el resto del planeta sí? Entonces qué pasa con los miles de muertos que ha dejado la guerra contra los cultivos ilícitos de cannabis, el daño ecológico al erradicarla bombardeándola con fungicidas, las conciencias que corrompe su influencia, el problema social que genera en las zonas productoras, además de la mala fama que nos ganamos por tener la desgracia de producir la de mejor calidad en la Sierra Nevada de Santa Marta, la “Colombian gold”. Aparte de nosotros, son muchos los países en el mundo que deben cargar con ese sambenito.
Claro que si hacemos memoria, en Colombia duró la bonanza marimbera hasta que los gringos aprendieron a cultivarla allá. A partir de ese momento nuestros traquetos y guerrilleros debieron diversificar, y enfilaron baterías a cultivar matas de coca y amapola. Ojalá que en el país del norte, que son tan avanzados en tecnología, logren además adaptar esas dos plantas a ver si salimos por fin de este berenjenal. Porque ahí nace el poder económico de los violentos, la compra de conciencias, la corrupción y el despeluque general. Seguro ellos producirían drogas de mejor calidad y muy pronto arrebatarán a chicanos y demás latinoamericanos el negocio de exportar a los demás continentes.
Comulgo con la idea de varios dirigentes de la comunidad internacional que proponen enfrentar la epidemia del narcotráfico entre todos, porque no hay derecho a que seamos unos pocos los que ponemos los muertos y las secuelas. Tratar el asunto en la ONU y exigir un compromiso general para buscar una solución definitiva. Hay que poner sobre la mesa la propuesta de legalizar dichas sustancias, porque no parece viable acabar por la vía de la represión con un negocio tan lucrativo; de poco sirve combatir los capos porque son reemplazados por sus secuaces.
No creo que sean muchas las personas que van a convertirse en drogadictas porque legalizan su consumo. Bien es sabido que al ser humano le fascinan las cosas prohibidas y seguro al permitirlas van a perder mucho la gracia. El que ya es un adicto seguirá consumiendo sin importarle que sea legal o no, por lo que debe es trabajarse en la recuperación de los viciosos. Mire que en algunos países de Europa prefieren facilitarles las cosas y así evitar que delincan para conseguir con qué drogarse; y además les regalan las jeringas para combatir la proliferación del SIDA.
En vez de satanizar las drogas ilícitas y aterrorizar a los menores sobre sus peligros, lo que puede despertarles la curiosidad, debemos hablarles del tema sin tapujos ni mojigaterías. Explicarles que a través de la historia, y en todos los rincones del planeta, el hombre ha buscado la forma de drogarse y de producir bebidas alcohólicas; que es algo innato en el ser humano consumir ese tipo de sustancias para embotar sus sentidos. Muchas tribus de Suramérica han consumido la coca de diferentes maneras; desde el conocido mambeo, hasta los que utilizan una especie de cerbatana pequeña con la que soplan el polvo de coca por la nariz de sus compañeros. La chicha, el guarapo o el chirrinche son bebidas que inventaron nuestros ancestros para emborracharse.
Los menores deben entender que muchas personas acostumbran tomarse unos tragos, lo que la mayoría de infantes y jóvenes han visto en sus mayores, pero que el peligro está en que algunos individuos tienen una afinidad con ese tipo de sustancias y ahí es que resultan los alcohólicos. Lo mismo sucede con las drogas, que somos muchos los que las hemos probado por curiosidad o por querer experimentar, con el riesgo que quien se queda enganchado sufre las consecuencias. Entonces ahí sí hablarles de lo que sucede con quienes caen en la adicción, de cómo destruyen sus vidas y las de sus allegados. Enfatizarles en que cada persona es responsable de evitar que algo así le suceda; decirles que muchas veces les van a ofrecer y los van a retar a consumir, por lo que en sus manos queda la decisión.
Doble moral la de los gringos que persiguen a los traficantes foráneos, presionan a los países del tercer mundo para que erradiquen los cultivos ilícitos, combaten con enjundia el lavado de dólares y gastan fortunas en apoyar a las autoridades de los países involucrados para que hostiguen a quienes se lucran de dicha actividad, mientras que poco hacen para frenar el mismo delito cuando sucede adentro de sus fronteras. No cabe duda de que a ellos les duele mucho más la sacada de los dólares de su país, que la introducción de las drogas ilegales.
Todavía mayor la doble moral de nosotros, los colombianos, que despotricamos del consumo del alcohol y censuramos el del cigarrillo, por los problemas de salud y de comportamiento que generan, pero a su vez dependemos de sus rentas para sostener con ellas la salud y la educación en los departamentos. Si nadie vuelve a fumar ni a beber, nos traga la tierra. ¡Tremendo galimatías!
pmejiama1@une.net.co
Claro que si hacemos memoria, en Colombia duró la bonanza marimbera hasta que los gringos aprendieron a cultivarla allá. A partir de ese momento nuestros traquetos y guerrilleros debieron diversificar, y enfilaron baterías a cultivar matas de coca y amapola. Ojalá que en el país del norte, que son tan avanzados en tecnología, logren además adaptar esas dos plantas a ver si salimos por fin de este berenjenal. Porque ahí nace el poder económico de los violentos, la compra de conciencias, la corrupción y el despeluque general. Seguro ellos producirían drogas de mejor calidad y muy pronto arrebatarán a chicanos y demás latinoamericanos el negocio de exportar a los demás continentes.
Comulgo con la idea de varios dirigentes de la comunidad internacional que proponen enfrentar la epidemia del narcotráfico entre todos, porque no hay derecho a que seamos unos pocos los que ponemos los muertos y las secuelas. Tratar el asunto en la ONU y exigir un compromiso general para buscar una solución definitiva. Hay que poner sobre la mesa la propuesta de legalizar dichas sustancias, porque no parece viable acabar por la vía de la represión con un negocio tan lucrativo; de poco sirve combatir los capos porque son reemplazados por sus secuaces.
No creo que sean muchas las personas que van a convertirse en drogadictas porque legalizan su consumo. Bien es sabido que al ser humano le fascinan las cosas prohibidas y seguro al permitirlas van a perder mucho la gracia. El que ya es un adicto seguirá consumiendo sin importarle que sea legal o no, por lo que debe es trabajarse en la recuperación de los viciosos. Mire que en algunos países de Europa prefieren facilitarles las cosas y así evitar que delincan para conseguir con qué drogarse; y además les regalan las jeringas para combatir la proliferación del SIDA.
En vez de satanizar las drogas ilícitas y aterrorizar a los menores sobre sus peligros, lo que puede despertarles la curiosidad, debemos hablarles del tema sin tapujos ni mojigaterías. Explicarles que a través de la historia, y en todos los rincones del planeta, el hombre ha buscado la forma de drogarse y de producir bebidas alcohólicas; que es algo innato en el ser humano consumir ese tipo de sustancias para embotar sus sentidos. Muchas tribus de Suramérica han consumido la coca de diferentes maneras; desde el conocido mambeo, hasta los que utilizan una especie de cerbatana pequeña con la que soplan el polvo de coca por la nariz de sus compañeros. La chicha, el guarapo o el chirrinche son bebidas que inventaron nuestros ancestros para emborracharse.
Los menores deben entender que muchas personas acostumbran tomarse unos tragos, lo que la mayoría de infantes y jóvenes han visto en sus mayores, pero que el peligro está en que algunos individuos tienen una afinidad con ese tipo de sustancias y ahí es que resultan los alcohólicos. Lo mismo sucede con las drogas, que somos muchos los que las hemos probado por curiosidad o por querer experimentar, con el riesgo que quien se queda enganchado sufre las consecuencias. Entonces ahí sí hablarles de lo que sucede con quienes caen en la adicción, de cómo destruyen sus vidas y las de sus allegados. Enfatizarles en que cada persona es responsable de evitar que algo así le suceda; decirles que muchas veces les van a ofrecer y los van a retar a consumir, por lo que en sus manos queda la decisión.
Doble moral la de los gringos que persiguen a los traficantes foráneos, presionan a los países del tercer mundo para que erradiquen los cultivos ilícitos, combaten con enjundia el lavado de dólares y gastan fortunas en apoyar a las autoridades de los países involucrados para que hostiguen a quienes se lucran de dicha actividad, mientras que poco hacen para frenar el mismo delito cuando sucede adentro de sus fronteras. No cabe duda de que a ellos les duele mucho más la sacada de los dólares de su país, que la introducción de las drogas ilegales.
Todavía mayor la doble moral de nosotros, los colombianos, que despotricamos del consumo del alcohol y censuramos el del cigarrillo, por los problemas de salud y de comportamiento que generan, pero a su vez dependemos de sus rentas para sostener con ellas la salud y la educación en los departamentos. Si nadie vuelve a fumar ni a beber, nos traga la tierra. ¡Tremendo galimatías!
pmejiama1@une.net.co
martes, noviembre 02, 2010
Inculquemos civismo.
Mucho ha cambiado el pensum escolar con el paso de los años y aunque estoy muy desactualizado en ese tema porque mi hijo hace ya mucho tiempo salió del colegio, presumo que así como a él no le dictaron las mismas materias que me tocaron a mí, mucho menos las van a enseñar ahora que todo ha cambiado tanto. En mi época las materias estaban divididas en dos grandes grupos que incluía, el primero, aquellas asignaturas que requerían estudio, eran complicadas y no se les podía perder el hilo, mientras el otro paquete estaba conformado de todas aquellas que eran consideradas fáciles y de relleno; a estas últimas las llamábamos costuras. Escritura, ortografía, artes manuales, educación física, religión, comportamiento y salud, urbanidad y civismo, eran algunas que se pasaban con solo asistir a las clases.
Yo sí quiero saber por qué dejaron de dictarle a los educandos asignaturas tan importantes como algunas de las mencionadas. La juventud escribe con una letra ininteligible y de ortografía conoce muy poco; las reglas de urbanidad les son desconocidas y acerca de la cívica no saben nada. Después, en la universidad, los preparan muy bien en sus respectivas carreras pero no se preocupan por enseñarles a ser ciudadanos ejemplares. La ética debería ser obligatoria en todas las facultades y durante varios semestres, porque no importa qué tan buen profesional llegue a ser un alumno mientras que por encima de ello lo reconozcan como una mala ficha. Antes de ser el primero en cualquier modalidad, disciplina, competencia, ciencia o habilidad, el ser humano debe tomar conciencia de que lo más importante es ser buena persona.
Recuerdo que a nosotros en la clase de cívica nos ahondaban más en los intríngulis del gobierno municipal, departamental y nacional, que en la forma como debíamos valorar nuestro terruño y cuáles eran los deberes que teníamos como ciudadanos. Pues si ahora el Ministerio de educación no considera necesario incluir la enseñanza de la cívica a los estudiantes de primaria y bachillerato, que sea la administración municipal la encargada de emprender una campaña para que en escuelas, colegios y demás instituciones educativas, le inculquen a los alumnos los principios del civismo y el buen comportamiento.
Claro que la campaña también debe comprometer a padres y acudientes, porque en el núcleo de la familia es donde el niño adquiere sus buenos principios; que nadie piense que la formación de los muchachitos es exclusiva del colegio. A los adultos se nos olvida que el mal ejemplo enseña más que cualquier instrucción y cuando un papá va en el carro con la familia y se pasa un semáforo en rojo, parquea en sitio prohibido “un segundito” mientras hace una vuelta, le arrea la madre a todo el que se atraviesa y viola otras tantas normas de tránsito, los niños, que todo lo absorben como esponjas, asimilan esas conductas como normas de comportamiento.
Qué bueno iniciar una cruzada desde la Alcaldía, apoyada por los educadores, los gremios, la Iglesia, entidades públicas y privadas, etc., para revivir entre la ciudadanía la importancia del civismo. Que entre todos nos dediquemos a machacarle a los menores que nunca deben tirar un papel a la calle, que respeten los parques y zonas verdes, que las normas y reglas son para cumplirlas, que en la calle deben ser educados y amables, que la solidaridad es importante, que nunca pasen por encima de los derechos de los demás, que todos somos responsables por el buen funcionamiento de la ciudad.
Maravilloso interesarlos en conocer la historia de la ciudad; llevarlos a recorrer las diferentes zonas y conocer los barrios; salir de paseo a las veredas y mostrarles cuáles son los límites del municipio; hablarles de las riquezas y falencias que tenemos. Enseñarles fotografías de tiempos pasados, explicarles los cambios que ha sufrido la ciudad, contarles de las vicisitudes vividas por nuestros antepasados, relatarles quienes fueron esos ancestros.
Los adultos deben cuidarse de que los hijos los oigan hablar mal de la ciudad, de sacarle pero a todo, de comparar con otras capitales y menospreciar lo nuestro. Que más bien les enseñen a admirar a quienes en el pasado osaron levantar una ciudad en un terreno agreste y empinado; a disfrutar el paisaje que desde aquí se observa; que sepan valorar el patrimonio arquitectónico del centro histórico; y que aprendan el origen del nombre de algunos sitios tradicionales de la capital.
Claro que también debemos hablarles de las falencias que tiene la ciudad, de sus problemas y debilidades, pero al mismo tiempo explicarles que no solo debemos despotricar y maldecir, sino que hay que participar con crítica constructiva, proponer soluciones y aportar nuestro granito de arena. Tal vez así logremos que en el futuro nuestros jóvenes no sueñen todos con alzar el vuelo hacia otras latitudes para buscar su destino; porque al paso que vamos, en 30 años aquí no habrá sino abuelitos que disfrutarán de sus nietos por algún medio virtual.
Inculquemos civismo a los menores. Y que no se enteren por ejemplo que ahora a algunos manizaleños les ha dado dizque por preferir el aguardiente de otros departamentos. Lo que faltaba, con la Licorera bien jodida por sus problemas de corrupción y malos manejos, y ahora su clientela cautiva le voltea el… ¡Mejor no digo más!
pmejiama1@une.net.co
Yo sí quiero saber por qué dejaron de dictarle a los educandos asignaturas tan importantes como algunas de las mencionadas. La juventud escribe con una letra ininteligible y de ortografía conoce muy poco; las reglas de urbanidad les son desconocidas y acerca de la cívica no saben nada. Después, en la universidad, los preparan muy bien en sus respectivas carreras pero no se preocupan por enseñarles a ser ciudadanos ejemplares. La ética debería ser obligatoria en todas las facultades y durante varios semestres, porque no importa qué tan buen profesional llegue a ser un alumno mientras que por encima de ello lo reconozcan como una mala ficha. Antes de ser el primero en cualquier modalidad, disciplina, competencia, ciencia o habilidad, el ser humano debe tomar conciencia de que lo más importante es ser buena persona.
Recuerdo que a nosotros en la clase de cívica nos ahondaban más en los intríngulis del gobierno municipal, departamental y nacional, que en la forma como debíamos valorar nuestro terruño y cuáles eran los deberes que teníamos como ciudadanos. Pues si ahora el Ministerio de educación no considera necesario incluir la enseñanza de la cívica a los estudiantes de primaria y bachillerato, que sea la administración municipal la encargada de emprender una campaña para que en escuelas, colegios y demás instituciones educativas, le inculquen a los alumnos los principios del civismo y el buen comportamiento.
Claro que la campaña también debe comprometer a padres y acudientes, porque en el núcleo de la familia es donde el niño adquiere sus buenos principios; que nadie piense que la formación de los muchachitos es exclusiva del colegio. A los adultos se nos olvida que el mal ejemplo enseña más que cualquier instrucción y cuando un papá va en el carro con la familia y se pasa un semáforo en rojo, parquea en sitio prohibido “un segundito” mientras hace una vuelta, le arrea la madre a todo el que se atraviesa y viola otras tantas normas de tránsito, los niños, que todo lo absorben como esponjas, asimilan esas conductas como normas de comportamiento.
Qué bueno iniciar una cruzada desde la Alcaldía, apoyada por los educadores, los gremios, la Iglesia, entidades públicas y privadas, etc., para revivir entre la ciudadanía la importancia del civismo. Que entre todos nos dediquemos a machacarle a los menores que nunca deben tirar un papel a la calle, que respeten los parques y zonas verdes, que las normas y reglas son para cumplirlas, que en la calle deben ser educados y amables, que la solidaridad es importante, que nunca pasen por encima de los derechos de los demás, que todos somos responsables por el buen funcionamiento de la ciudad.
Maravilloso interesarlos en conocer la historia de la ciudad; llevarlos a recorrer las diferentes zonas y conocer los barrios; salir de paseo a las veredas y mostrarles cuáles son los límites del municipio; hablarles de las riquezas y falencias que tenemos. Enseñarles fotografías de tiempos pasados, explicarles los cambios que ha sufrido la ciudad, contarles de las vicisitudes vividas por nuestros antepasados, relatarles quienes fueron esos ancestros.
Los adultos deben cuidarse de que los hijos los oigan hablar mal de la ciudad, de sacarle pero a todo, de comparar con otras capitales y menospreciar lo nuestro. Que más bien les enseñen a admirar a quienes en el pasado osaron levantar una ciudad en un terreno agreste y empinado; a disfrutar el paisaje que desde aquí se observa; que sepan valorar el patrimonio arquitectónico del centro histórico; y que aprendan el origen del nombre de algunos sitios tradicionales de la capital.
Claro que también debemos hablarles de las falencias que tiene la ciudad, de sus problemas y debilidades, pero al mismo tiempo explicarles que no solo debemos despotricar y maldecir, sino que hay que participar con crítica constructiva, proponer soluciones y aportar nuestro granito de arena. Tal vez así logremos que en el futuro nuestros jóvenes no sueñen todos con alzar el vuelo hacia otras latitudes para buscar su destino; porque al paso que vamos, en 30 años aquí no habrá sino abuelitos que disfrutarán de sus nietos por algún medio virtual.
Inculquemos civismo a los menores. Y que no se enteren por ejemplo que ahora a algunos manizaleños les ha dado dizque por preferir el aguardiente de otros departamentos. Lo que faltaba, con la Licorera bien jodida por sus problemas de corrupción y malos manejos, y ahora su clientela cautiva le voltea el… ¡Mejor no digo más!
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