miércoles, agosto 31, 2011

Balance mundialista.

Al menos los colombianos calmamos la gana de realizar un mundial de fútbol en nuestro territorio, y a fe que salieron bien las cosas. No debemos ignorar, eso sí, que un mundial juvenil como el que organizamos con tanto empeño no le llega ni a los talones a uno de mayores, que con las olimpiadas, son considerados los torneos deportivos más importantes del mundo. Desde 1974 la FIFA eligió a Colombia para realizar el magno evento en 1986, pero cuatro años antes de cumplirse el plazo el presidente de turno decidió declinar tan honrosa designación, ante la imposibilidad de cumplir con los requisitos exigidos. Entonces fue México el designado para repetir, ya que en 1970 organizó un mundial que hizo historia.

En todo caso ya concluido el mundial sub-20, quedan muchas enseñanzas y algunas cosas por mejorar. El sólo hecho de poder mostrarle al mundo la cara amable de Colombia es algo muy positivo, porque una vitrina de esa categoría no es fácil de conseguir. Que los habitantes del planeta sepan que pueden venir a hacer turismo de todo tipo y que el único riesgo que corren es que se quieran quedar. Y ojalá quienes nos visitaron repitan en sus países de origen lo que tanto pregonaron entre nosotros: que los recibimos con los brazos abiertos, que el apoyo de la gente fue espectacular, que la organización impecable y la seguridad absoluta.

Al país le quedan la satisfacción del deber cumplido y unas instalaciones deportivas de primera categoría; estadios que estaban todavía en obra gris, como los de Pereira y Cartagena, quedaron de maravilla; otros, como los de las grandes ciudades que por lo viejos requerían muchas reparaciones, ahora son escenarios modernos y funcionales; y el Palogrande de Manizales, cuya construcción es la más reciente, quedó estrenando gramilla, equipos electrónicos y se finiquitaron algunas obras pendientes. La verdad es que de no ser por el mundial, cuándo habríamos tenido en Colombia lo que en el argot futbolístico se conoce como estadios FIFA.

Sin embargo, a pesar de todo lo bueno y positivo, quedan ciertos puntos que deben ser analizados con detenimiento. Como era de esperarse, nuestro país se esmeró en el aspecto de seguridad porque con la fama que tenemos, además de que es bien ganada, no podíamos confirmarle al mundo que en nuestro territorio no existen garantías para los extranjeros. Para ello montaron los operativos de seguridad necesarios en las ciudades anfitrionas, aunque me pareció exagerado que por ejemplo aquí en Manizales cerraran la avenida Paralela desde las 8 de la mañana, para un doblete que se iniciaba a las 5 de la tarde; lo mismo sucedió con las vías que circundan el estadio en varias cuadras a la redonda, lo que creó un caos vial que incomoda a la ciudadanía. Está bien cuando se trata de encuentros futboleros que generan tensión y calientan el ambiente, pero la verdad es que para los partidos que se jugaron en Manizales no había necesidad de tanta prevención. Basta con recordar que a pocas horas de iniciarse las programaciones, en los alrededores del estadio no volaba una mosca.

Por otra parte quedó demostrado que mucho público ha desertado de los estadios debido a la violencia. En vista de que los encuentros que se jugaron en las diferentes sedes no convocaban hinchas furibundos ni barras bravas, pudieron verse de nuevo en los estadios las familias, con abuelos y nietos, disfrutar del espectáculo. Y aunque las autoridades insisten en dejar los estadios sin vallas que separen la tribuna de la gramilla, no creo que existan garantías para jugadores y árbitros cuando se juegue un clásico entre equipos rivales; poco podrán hacer los policías, que están preparados dizque en artes marciales, para cuidar los accesos a la cancha contra una chusma de energúmenos armados con garrotes y navajas.

Llama la atención el respeto que se tiene en el mundo entero por los dirigentes de la FIFA; unas vacas sagradas que de seguir a ese paso, muy pronto quienes estén ante su presencia deberán hincarse de rodillas para reverenciarlos. Además, las exigencias del organismo internacional para el país que aspira a ser sede son muchas y muy costosas; sobre todo para naciones en vía de desarrollo.

Dejó malestar entre la gente que no pudiera venderse café en los estadios, ya que se trata de nuestro producto estrella. Cómo es que trasmitían por televisión dos partidos diarios y los fines de semana sólo uno. Quién entiende que el día de descanso al finalizar la primera ronda fuera un domingo. Y le quita seriedad al torneo el hecho que un participante, como sucedió con Guatemala, llegue al último partido de la primera ronda con cero puntos, once goles en contra y ninguno a favor, y clasifique con sólo ganar ese último encuentro por la mínima diferencia.

Lástima que el subconsciente no me deje disfrutar al máximo este tipo de eventos, porque no puedo dejar de pensar cuántas cosas podrían hacerse con toda esa plata que gastamos. Porque al menos la infraestructura deportiva queda, pero haberle metido ocho mil millones de pesos a una inauguración, que además salió mal, no deja de mortificarme. Y así Blatter le diga al Presidente Santos que estamos listos para organizar un mundial de mayores, en su fuero interno pensará: “Ahí manece y no lo prueba”.
pamear@telmex.net.co

lunes, agosto 22, 2011

Candidato hecho a pulso.

Después de oír a Héctor Jaime Pinilla explicar por qué renunció al IDU, pensé en él como el alcalde ideal para Manizales; además, recordé que un allegado mío conoce al joven abogado desde sus primeros años. Deduje entonces que si Ramiro Henao Jaramillo, una de las personas más rectas y honorables que conozco, ha sido una especie de padrino del joven aspirante, este tiene que ser un buen elemento. Pues llamé a Ramiro para que me contara y esto fue lo que dijo:

A principios de la década de 1980 llegó al estadio en helicóptero Juan Carlos Castillo, ciclista caldense triunfador en una carrera muy importante. Como aficionado a ese deporte, además de ser vecino del estadio, asistí de novelero al acontecimiento. Me encontré allí con el odontólogo Hernán Giraldo, “Afición”, quien me contó que Castillo había surgido de un humilde club ciclístico, el Ciclo Estrella, dirigido por un señor Héctor Pinilla que tenía una tienda a media cuadra de mi casa.

Pues al otro día fui a buscarlo y encontré un local muy humilde, con un surtido que daba grima, y en la trastienda vivía el señor Pinilla con la mujer, dos niñas y un niño. Era tan estrecha la vivienda, que debían subirse por una escalera a una especie de zarzo donde se acomodaban para dormir. El hombre llegó de Boyacá al sector de Letras a sembrar papa; después se casó y empezó a trabajar en una finquita por La Linda. Luego encontró trabajo en la ciudad como voceador de prensa, consiguió los bajitos que ocupaban y montó la tienda.

Me los encontraba con regularidad en el velódromo cuando iba a practicar y un día resolví ayudarles. Le llevé entonces unos pesos y él de inmediato quiso gastarlos en traer más niños del páramo para prepararlos en ciclismo, aparte de que ya mantenía dos o tres, pero le dije que ni riesgos, que lo primero era surtir la tienda para asegurar el ingreso familiar. Héctor Jaime estudiaba en la escuela Anexa y en sus ratos libres desempeñaba diferentes oficios; debido a su afición al ciclismo, a los 13 años empezó a visitar emisoras para colarse en los programas deportivos.

Fue así como llegó a Caracol y Luis Salazar, el gerente, notó el potencial del muchacho y lo dejó participar en un programa al medio día, para lo cual debió conseguir permiso en la escuela. Pero como el novel locutor no tenía vínculo laboral con la empresa, Luis le pagaba unos pesos de vez en cuando, que según Héctor Jaime, salían de su propio bolsillo. Tiempo después, Salazar le recomendó a don Julio Arrastía que llevara al muchacho de asistente a la Vuelta a Colombia en bicicleta, lo cual aceptó de inmediato. El viejo macanudo bautizo a la joven promesa como “El Volcán de América”.

Le fue tan bien en su debut, que Arrastía lo lleva a Europa para trasmitir el Tour de Francia y la Vuelta a España. Pues resulta que cuando regresa del viaje, después de semejante experiencia, me entrega toda la plata que le pagaron para que le ayude a conseguir una casa para los papás; que estaba cansado de ver que los amenazaran con desalojarlos por atrasarse con el arriendo. Yo conocía a la monja de Betania, le conté la historia y ahí llevan más de 25 años en el barrio El Guamal, donde aún residen.

Mientras tanto Pinilla, excelente estudiante, termina bachillerato e ingresa a estudiar Derecho en la Universidad de Caldas. Cada semestre luchaba para matricularse; pedía plata prestada, trabajaba y se rebuscaba. Perteneció al Consejo estudiantil en la universidad y algún día me dijo que le ayudara a conseguir trabajo con un político, que a él le gustaba el tema. Pues preciso para la Constituyente del 91, Carlos Fernando Giraldo necesitaba un asistente y de inmediato lo contrató. Después perteneció a los Comandos juveniles que dirigía Marco Aurelio Giraldo, y cuando Germán Cardona hizo la campaña para la primera alcaldía, me pidieron una contribución económica. Entonces le dije a Germán que yo aportaba, pero con la condición que le pagara a Héctor Jaime un sueldo con esa plata; que lo pusiera de portero, chofer o lo que quisiera, pero que debía pagarle porque ese muchacho no tenía ni para el bus.

Quince días después ya era la mano derecha del candidato y al salir este elegido, lo deja como Secretario privado porque todavía no se había graduado; ya con el cartón, ejerce los cargos de Secretario de Desarrollo Comunitario, Secretario de Gobierno y Secretario General, y es Secretario de Tránsito en la segunda alcaldía de Germán. Después viaja a Bogotá, donde hace excelentes relaciones y entre otros cargos gerencia el Canal Capital y por último es Director del IDU.

Hasta ahí el relato de Ramiro, y de él puedo concluir que Pinilla es un hombre que se ha hecho a pulso. Ahora este personaje Inscribe su candidatura sin el apoyo de coaliciones políticas, sin el respaldo de caciques o gamonales, y con el firme convencimiento de que con trabajo honesto y mucha dedicación puede desempeñar una excelente administración. Por lo tanto la candidatura de Pinilla es netamente cívica y queda en manos de los ciudadanos escoger por nosotros mismos, o dejar que nos impongan un alcalde a gusto de los politiqueros de siempre.
pamear@telmex.net.co

jueves, agosto 18, 2011

Pioneros.

Al recorrer la ciudad y ver el desarrollo que presentan la avenida Santander y los barrios orientales, que hasta hace tres o cuatro décadas eran sectores netamente residenciales, no puedo dejar de asombrarme con el cambio tan marcado que ha sufrido Manizales. Y me refiero a barrios como Belén, Estrella, Palogrande, La Rambla, Palermo, Sancancio o la Alta Suiza, porque entonces La Sultana, La Enea, Lusitania o los conjuntos residenciales localizados alrededor de la avenida Alberto Mendoza eran apenas unas comunidades incipientes y muchos de ellos ni siquiera existían.

En las distintas capitales del mundo se impuso la expresión "zona rosa" para referirse a ese lugar de la urbe dedicado al comercio y al esparcimiento, donde son comunes los bares, restaurantes, centros comerciales, gimnasios, heladerías, cafés y demás atractivos que hacen del entorno un sitio agradable y llamativo para propios y visitantes. En Manizales se localizó esa zona en el sector de El Cable, cuyo parque se convirtió desde hace varios años en sitio de reunión y de rumba, donde los ciudadanos se dan cita para disfrutar del lugar y su diversa oferta de servicios; desde los asiduos visitantes de los negocios tradicionales, hasta los jóvenes que debido a su bajo presupuesto prefieren comprar media botella de ron y tomársela en cualquier esquina.

Trato de recordar cuáles fueron esos negocios pioneros de lo que hoy es un verdadero fogoncito comercial. Las comidas rápidas, tan comunes ahora, no se conocían entonces. El mecato más común en las tiendas de barrio era un pan con salchichón y Coca Cola; o en la puerta de la panadería “La Victoria” nos despachábamos una buena dosis de parva con gaseosa; tiempo después podía comerse un perro caliente en el carrito de “El Joven”, ahí cerca a la panadería. La mayoría de esos negocios funcionaron en la avenida Santander, y uno de los primeros fue una venta de arepas rellenas venezolanas que montaron unos universitarios foráneos en la calle 48, enseguida del parque Rafael Arango Villegas. Después apareció “Casandra”, que ofrecía perros calientes y hamburguesas en un local situado entre las calles 61 y 62; el atractivo eran los perros en piyama, cuya salchicha venía envuelta en tocineta.

También funcionó un negocio vecino al semáforo de la calle 50, “Los pollitos dicen…”, donde lo más apetecido era la arepa con queso y carne asada, acompañados de chocolate o Milo caliente. Por la Paralela, frente al estadio existió “Pio pio”, propiedad de una pareja de jipis muy conocida, lugar famoso por ofrecer las mejores hamburguesas de la ciudad. En esas apareció “Don Juaco” en un garaje del barrio Palogrande, que prosperó hasta convertirse en lo que es hoy; y media cuadra más abajo atendió durante un tiempo “Monos”, también de comidas rápidas y cuya casa matriz queda en Pereira. Otro pionero en este tipo de negocios es “Brunos”, que nació del empuje de Bruno Seidel en un puesto ambulante localizado frente al Seminario Mayor (hoy Universidad de Caldas), hasta que se trasladó a inmediaciones del Batallón Ayacucho, donde después construyeron una sede muy exitosa que funcionó hasta hace poco tiempo.

Para tomarse unos tragos en aquellas calendas debíamos ir al centro de la ciudad, porque en la zona residencial no existían bares ni discotecas. Claro que en algunas tiendas de barrio acostumbraban vender aguardiente por tragos, y en una que nunca ha faltado la tertulia etílica es la abundancia del barrio Estrella. En otra tienda localizada frente al Cable, don Venancio, el propietario, también mantenía las copas escondidas detrás de la vitrina de los confites. Hasta que el dueño de “San Carlos”, en la avenida Santander con calle 60, empezó a ofrecer diversidad de licores a la clientela. Poco después abrieron un negocio muy novedoso en el segundo piso del centro comercial Los Rosales, “Tinto y dinamita”; y luego inauguraron uno que sin duda tuvo mucho éxito: “Caballo loco”, en la falda de la 61, el cual ante la aceptación del público abrió sucursal frente al parque de El Cable.

Hoy en día la zona rosa se extiende por un sector que durante nuestra infancia y juventud estaba destinado sólo a residencias, y aunque ahora en toda su extensión la avenida Santander está colmada de comercios, desde el sector de Las Palmas hasta donde termina la avenida, en la antigua embotelladora, la presencia de bares, restaurantes, cafetines, heladerías y discotecas hacen del sector una rumba general, con mayor énfasis durante los fines de semana. Sin duda la zona de mayor movimiento es el parque de El Cable y sus alrededores, aunque en el sector de Niza, vecindario tranquilo donde no volaba una mosca después de las 9 de la noche, ahora es un hervidero por donde casi no se puede transitar. En el barrio Estrella también empieza a verse movimiento comercial.

Pero tal vez la cuadra con mayor densidad de locales dedicados al entretenimiento nocturno es la comprendida entre las calles 63 y 64, por la avenida, y son muchos los negocios que allí han funcionado. En cierta época coincidieron dos establecimientos, localizados en edificios vecinos y ambos muy exitosos: “Años locos” y “Mango biche”. Esa cercanía se prestó para una de esas confusiones tan comunes en las señoras, cuando le preguntaron a una amiga dónde se había emparrandado la noche anterior y muy convencida respondió:
-¡En Años biches!
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miércoles, agosto 10, 2011

Ambición desmedida.

Los premios de las loterías muestran cómo se ha devaluado nuestro peso, pero sobre todo lo que ha subido el costo de vida. Es fácil recordar qué día de la semana jugaba la Lotería de Manizales hace ya varias décadas, por una frase que hizo famosa el recordado publicista don Arturo Arango Uribe, que decía: “Un jueves mejorará su suerte”.

Ese día pregonaban los loteros en las calles “jueeeeeega Manizaaaaaales” y como pocos podían comprar el billete entero, lo menudeaban en quintos; y eso porque todavía no ofrecían el popular chance, que sin duda desbancó el mercado de las loterías. Por cierto en un principio el chance se vendía de manera informal, pero muy pronto el gobierno procedió a explotarlo y empezó a adjudicar contratos, con las consabidas triquiñuelas que se acostumbran en esos casos.

El oficio de lotero ha sido una forma honesta de conseguir el sustento para muchas personas, pues ellos mantienen una clientela cautiva que les asegura un ingreso diario. En puestos de revistas y periódicos ofrecen lotería, además de los vendedores que con sus billetes recorren calles, entran a los cafés, visitan oficinas y empresas, viajan a las veredas, arriman a las fincas o donde haya un posible comprador. En Manizales ha sido tradicional un grupo de loteros que opera frente del Banco de la República, donde observan las placas de los vehículos para ofrecerles a los conductores los números que coincidan.

El juego de la lotería demuestra que la ambición del ser humano no tiene fondo, ya que los premios no dejan de aumentar para saciar el apetito de los apostadores. Por ello empezaron a aparecer los grandes sorteos, como el Extraordinario de Navidad que vendían por cuotas en todo el país, y que estuvo arraigado entre los colombianos que esperaban ansiosos la fecha en que rifaban el maravilloso premio. La lotería de la Cruz Roja, con Pacheco como figura de su promoción, también ofrecía un gordo muy apetitoso, pero fue hasta que apareció el Baloto y nos dañó la cabeza a todos.

Durante mi niñez un millonario era alguien que tuviera un millón de pesos, y de pronto un poco más, pero no alcanzábamos a imaginar que una sola persona pudiera llegar a poseer dos millones. Esa era una cifra fabulosa, absurda, astronómica, inimaginable. Las loterías ofrecían premios de medio millón de pesos, después subieron a cinco, veinte o cincuenta millones, de ahí saltaron a los cientos y cuando ya se habló de unos pocos miles, el monto parecía sacado de la ciencia ficción.

Estoy seguro de que el Baloto se tiró en las demás loterías, porque ante la posibilidad de ganarse de un solo totazo más de sesenta mil millones de pesos, cualquier otra oferta parece una chichigua. Porque nadie se detiene a pensar que otras opciones ofrecen premios menos atractivos, pero a su vez la posibilidad de ganárselos es mucho mayor; sobre todo que cualquiera arregla su vida con un golpe de suerte de cuatro o cinco mil millones. La prueba está en las filas para comprar Baloto cuando el premio alcanza una cifra récord, pero apenas cae y vuelve a empezar con la cifra básica, que son como dos mil quinientos millones, a todo el mundo le parece una limosna y las ventas se van al piso.

Lo gracioso es que muy pocos saben cuánto le entregan al que se gane por ejemplo cincuenta mil millones. De entrada le quitan el 20% por ganancia ocasional y tengo entendido que al año siguiente le cae el fisco de nuevo para que se baje de otra buena tajada; y lo mantendrán enhebrado el resto de vida porque ya saben cuánto tiene. Pero lo más triste de todo es que usted se gana esa plata y se lo traga la tierra, porque al otro día se tiene que largar para el exterior con todos sus seres queridos, y para regresar siquiera a saludar a los amigos, deberá contratar un verdadero ejército de guardaespaldas y rezar para que no sean esos mismos quienes lo secuestren.

También me gustaría comprobar qué tanto cumple el ganador todas esas promesas que hace mientras sueña con que la suerte lo atropelle, porque es común oír a la gente decir cómo van a repartir una buena parte de lo ganado, las obras de caridad que piensan apadrinar, los problemas de plata que le van a solucionar a más de uno y muchas otras buenas intenciones.

En una tertulia familiar pusieron el tema del Baloto y todos empezaron a decir qué harían de llegar a ser los felices ganadores. Entre tantos planes y propósitos el que más llamó mi atención fue el de un tío de mi mujer, quien durante toda su vida ideó proyectos y empresas que nunca pudo sacar adelante por falta de presupuesto. En ese entonces vivía con su mujer y con la suegra, vaciado, como siempre, y ante la pregunta de qué haría él al saberse ganador, respondió con absoluta sinceridad:
-Yo me levanto normal y como todos los días, a las diez de la mañana me cuelgo el saco del brazo, abro la puerta del apartamento y le grito a mi mujer que voy a la tienda un momentico a comprar cigarrillos. Luego salgo, tiro el portón ¡y no me vuelven a ver en la cochina vida!
pamear@telmex.net.co

miércoles, agosto 03, 2011

Relevo tecnológico.

Al paso que vamos la cibernética y la robótica van a reemplazar al ser humano en la mayoría de los trabajos, y en este planeta muy pronto no habrá coloca sino para ingenieros electrónicos y programadores. Un país como India, que hasta hace unas décadas se encontraba en desventaja frente a las naciones más desarrolladas, hoy en día es una potencia en la exportación de software, gran productor de equipos electrónicos, vanguardista en tecnología de las comunicaciones y ciencias afines, además de considerarse referencia mundial en cuanto a formación de técnicos y profesionales en ese campo. Miles y miles de jóvenes indios, de ambos sexos, se suman cada año al mercado laboral tecnológico en los cinco continentes.

Produce desazón ver cómo desaparecen a diario puestos de trabajo porque son desplazados por la tecnología. Estos cambios, que aunque en un principio parecen costosos para quien los adquiere, son aceptados con gusto cuando el vendedor menciona las grandes ventajas que reporta el reemplazar a un ser humano por una máquina. Porque aunque los sistemas electrónicos pueden presentar problemas de configuración, sufrir daños inesperados o inconvenientes por cortes de suministro eléctrico, a diferencia de los seres humanos no son proclives a los desfalcos, nunca amanecen enguayabados o de mal genio, no se les enferman la mamá ni los hijos, nunca requieren vacaciones, no piden aumento de sueldo, no solicitan permiso para salir más temprano, jamás llegan tarde, no ponen quejas y lo mejor de todo: no hay que repetirles a diario sus deberes.

Agradezco a la vida la época que me tocó habitar este mundo, porque así como disfruté de una niñez y juventud inolvidables, alcancé a conocer la tecnología y a convivir con ella; pero con moderación, porque no quiero experimentar en el futuro una bandeja paisa preparada por un robot, o ser atendido por una máquina al momento de subirme a un avión. Una prueba de lo que será este mundo regido por la tecnología, puede verse ahora cuando al llamar a una empresa o entidad para cualquier diligencia contesta un conmutador. Primero obliga a quien llama a escuchar mensajes institucionales, luego empieza con una lista interminable de opciones, y después de brincar de tecla en tecla, es imposible contactar a una persona de carne y hueso para tener la oportunidad de explicarle una necesidad, quejarse, desahogarse o mandarla para el carajo. Ni mencionar cuando en la fila del banco, la EPS o cualquier otra dependencia, anuncian que no hay servicio porque se cayó el sistema; provoca matar y comer del muerto.

Algo que he disfrutado de la tecnología es tener cine desde la comodidad de mi cama. El primer aparato que conocí fue un betamax y recuerdo lo descrestado que quedé cuando quien me lo enseñó, explicó que esa noche había grabado un evento sucedido en Europa a media mañana, hora que correspondía al amanecer nuestro; que simplemente había programado el aparato y sin necesidad de prender el televisor, el betamax se encargó de grabar la señal. El novedoso aparato era voluminoso, abría una tapa superior para insertar allí la cinta y tenía un control remoto conectado al equipo por un cable de varios metros que permitía operarlo desde la cama. Trabajo me dio entender cómo funcionaba el trebejo y cuando por fin tuve el primero, ya era obsoleto porque había aparecido el VHS; lo mismo sucedió con este último porque muy rápido fue superado por el DVD, luego llegó el teatro casero y ahora no es necesario ninguno, porque los televisores modernos traen todo incluido.

Acostumbraba pedir las películas a la tienda de video y cuando hace dos años la propietaria me anunció que cerraba el negocio, le pregunté la razón y respondió que ese mercado estaba próximo a desaparecer; dicho y hecho, porque desde entonces han liquidado la mayoría de los negocios y sus empleados quedaron en el asfalto. Entonces me enteré de que era más barato comprar las películas, pero esa práctica duró poco porque ahora basta conectar el portátil al televisor y en una de las tantas páginas dedicadas al tema en internet (recomiendo cuevana.tv), escoger la película de su gusto. Imagen nítida, subtítulos en español, y con una buena pantalla y teatro casero para un sonido óptimo, tiene todo el cine del mundo al alcance de un clic. He visto desde El Acorazado Potemkin, película muda filmada en 1925, hasta filmes que aún no han llegado a las carteleras de nuestro país. Además, en Youtube encuentro conferencias, documentales, todo tipo de videos musicales o acerca de cualquier tema que pueda interesarme.

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Con regocijo recibimos el nombramiento de don Jorge Echeverri Mejía como Caldense del año. Pocas veces ha sido tan acertada y justa la decisión del jurado, porque ciudadanos como el escogido en esta oportunidad son escasos en una sociedad. Hombre altruista y generoso, durante su larga vida formó equipo con personas como la inolvidable Hermana Francisca, y todos quienes han colaborado con Obras sociales Betania, para lograr que muchas familias caldenses cuenten hoy con un techo propio. Como muchos grandes personajes don Jorge no es amigo de galardones ni reconocimientos y por ello al enterarse del veredicto sólo atinó a decir que no es digno de él. Pues invito a todos mis conciudadanos a que entonemos en coro, todos a una: ¡Sí se lo merece!
pamear@telmex.net.co