Contrario a quienes encuentran la
muerte de una manera inverosímil, otros se le puchan a diario y siguen tan
campantes. Tampoco obsesionase con los peligros, como sucede con madres
sobreprotectoras, quienes no permiten al hijo vivir con tal de alejarlo de todo
riesgo. Sin ser osado debe llevarse una existencia normal y dejar que sea el
destino el que decida; muy claro reza el dicho: ‘Cuando no te toca, aunque te
pongas’.
A mediados de la década de 1980 la
Aeronáutica Civil instaló en la cabecera de la nueva pista de aterrizaje en La
Nubia unas luces AVASI, las cuales ayudan a los pilotos en el momento de la
aproximación. Si la operación se hace en el ángulo correcto ve las luces de cierto
color, pero si está más alto o más bajo los colores cambian. Después de los
trabajos en tierra seguía la calibración de los equipos, operación que
adelantaban los técnicos desde un pequeño avión destinado para tal fin.
Por esos días regía el Ideca, ente
departamental propietario del aeropuerto, un señor de apellido León, quien
aprovechó para que le dieran una palomita en la avioneta de marras; consistía
en despegar de La Nubia, hacer un giro sobre la ciudad y aterrizar de nuevo. Pues
preciso en ese vuelo algo falló al momento de tocar tierra y la avioneta golpeó
con la trompa la cabecera de la pista, con la fortuna que por centímetros no se
destrozó sino que alcanzó a seguir por el asfalto en medio de un chispero;
destrozados quedaron la hélice, el tren de nariz y toda la parte inferior del
motor. No acababan de salir los ocupantes del aparato accidentado cuando
llegamos los noveleros, y recuerdo bien la cara de susto de León; la verdad ese
día se salvaron por los pelos.
Rememoro otro accidente increíble.
Transcurría un sábado tranquilo, con pocos pasajeros, y uno de los Twin Otter con
base en La Nubia realizaba uno de los tantos vuelos que nos comunicaban a
diario con Bogotá. La tripulación era manizaleña y después de mediodía se
alistaban para partir de Eldorado, pero debieron esperar porque faltaba un
pasajero del total registrado en la planilla. A los pocos minutos procedieron a
cerrar la puerta del avión, encendieron motores, se retiró el personal de
tierra y solo quedaba iniciar el carreteo.
En esa época los pasajeros debían caminar
unos 50 metros por la plataforma hasta donde parqueaban los aviones y de pronto
apareció el pasajero retrasado como un bólido, con el cuello arriba para no
mojarse con la llovizna y la mirada baja. Ambos tripulantes lo vieron venir y
supusieron lo que pasaría, por lo que el piloto apagó el motor izquierdo; así las
palas de la hélice se giran y dejan de cortar el aire, aunque seguían a gran
velocidad cuando el señor se les metió de frente.