Con tal de que ahora no vayan a salir con el cuento que quienes hicimos el bachillerato hace más de 20 años debemos validar para de esa forma actualizarlo, debido a que casi todo lo que aprendimos en ese entonces está mandado a recoger. Después de que nos torturaron con las matemáticas, donde había que hacer las operaciones a mano porque no se conocían las calculadoras electrónicas, y para colmo los profesores ni siquiera se fijaban en el procedimiento, sino que miraban a ver si la respuesta coincidía; de manera que si el alumno se equivocaba al poner un punto o una coma perdía el examen, y punto. No hay derecho. Porque había que ver lo que era resolver una multiplicación o una división de cinco cifras, operación que se gastaba toda una hoja del cuaderno cuadriculado, y por un simple desliz se iba todo al carajo.
Ahora cuando los menores estudian esa materia utilizan un lenguaje que no está en nuestro léxico y al querer ayudarles con una tarea nos quedamos viendo un chispero. Conjuntos y fraccionarios reemplazaron las cuatro operaciones tradicionales, aunque algunas mortificaciones persisten como las benditas tablas de multiplicar. Qué joda con éso, sobre todo ahora que enciman una calculadora por comprar un detergente o las mismas hacen parte de las muchas funciones que ofrece un reloj ordinario. Es que yo sí le digo lo que es aprenderse por ejemplo la tabla del nueve.
No estamos libres de que digan que todo aquel que haya recurrido a la regla de cálculo como ayuda de consulta, debe repetir las materias que la requerían porque ese hermoso instrumento, elaborado con madera de bambú finamente tallada, dejaba una ínfima posibilidad de error y que ahora con la tecnología ese albur puede evitarse. Pero fíjese que los chinos utilizaron el ábaco y los incas el quipu para dichos menesteres, y a ninguno le hizo falta la electrónica para saber cuánto le debía un vecino. En el colegio siempre fui negado para las matemáticas, y ni hablar cuando en tercero de bachillerato me topo con el algebra y de súbito lo que había logrado asimilar se fue todo al basurero, porque las operaciones ya no eran con números sino con letras. Ahí sí quedé poposiao y el agua lejos.
La religión nos la metieron a punta de amenazas y promesas que hasta hace poco tiempo mantuvieron su vigencia, porque grande fue la sorpresa cuando el mismo Papa Juan Pablo II reconoció que el cielo y el infierno no existen como los pintaban en el colegio. A toda hora muertos del susto porque habíamos roto uno de los mandamientos y a hacer fuerza para que no nos llamaran de arriba antes de que alcanzáramos a confesarnos. Después de hacer la primera comunión el muchachito debía pensar a ver que pecados le confiaba al cura para no salir con el cuento que no tenía nada de qué arrepentirse, y entonces no quedaba sino recurrir a confesar que había jurado en vano, tenido malos pensamientos o peleado con los hermanitos. Porque la única forma de que le creyeran los amigos cualquier cosa era sentenciar, mientras cruzaba el dedo pulgar con los demás: Por este puñao de cruces; o p’a mi Dios bendito; o por Chuchito santo.
Y éso que a tan tierna edad todavía no codiciábamos la mujer del prójimo, porque al muy poco tiempo nos empezaban a gustar todas. A la larga nada de malo tiene que uno se relama viendo tongonear a una vecina o a la novia de fulanito, mientras respete a las compañeras sentimentales de familiares y amigos. Claro que estoy muy desactualizado de cómo será ahora la catequesis porque si sigue vigente aquello de que es pecado fornicar, la juventud moderna desde la misma pubertad, poco le jala a respetar dicho precepto.
Qué tal lo que nos jodieron con la ortografía y la gramática para que en la actualidad con las comunicaciones electrónicas todo quede en ceros, porque es triste ver cómo escriben las nuevas generaciones. Y haga planas y raye hojas del cuaderno de doble línea, para que ahora de tanto teclear en una computadora se nos olvide hasta firmar. Solo queda la satisfacción personal de pulirse al garrapatear aunque sea una línea, porque muy pocos se fijan en esas minucias.
Pero las sorpresas siguen y el más reciente descache se refiere a que el famoso Plutón ya no hace parte del sistema solar. Después de 76 años vienen a darse cuenta de que ese peladero es muy chiquito y por lo tanto no clasifica para hacer parte del combo planetario. Viéndolo bien, por fortuna en épocas pasadas no había forma de mirar con detalle esas lejanías, porque ahora me entero que ese moridero forma parte del cinturón de Kuiper, donde está acompañada de otros 100 mil que tienen características similares. Y póngale la firma que de haberse sabido, nos los hubieran hecho aprender todos de memoria. Además, para qué soban tanto con una vaina que queda a 12500 millones de años luz de aquí. Puedo decir, sin ponerme colorado, que éso queda en la mismísima eme.
Estamos pasados de instaurar una demanda contra quien nos reprobó en un examen porque olvidamos mencionar a Plutón. Y no faltará el que perdió el año por la misma pendejada. Qué plutería.
pmejiama1@epm.net.co
miércoles, enero 31, 2007
jueves, enero 18, 2007
NO ESTA NI TIBIO.
Bien equivocado es afirmar que alguien domina perfectamente un idioma diferente al suyo, cuando lo aprende en la academia o por intermedio de profesores particulares. Otra cosa es que la persona haya vivido durante mucho tiempo en la tierra donde hablan ese idioma en particular, porque solo practicándolo a diario y con personas de diferentes estratos y regiones, puede llegarse a conocer una lengua a la perfección. Que fulanito es “full inglés”, dicen cuando alguien se defiende muy bien en la lengua anglosajona; que aquel se peina parlando italiano; o que mengano habla francés mejor que cualquier descendiente de Balzac. Y lo mismo afirma un gringo cuando conversa en español como un hispano parlante, pero de ahí a dominar la lengua hay mucho trecho.
Porque un idioma es mucho más que lo que está relacionado en sus diccionarios, lo que enseñan en el aula de clases, lo que dictan sus reglas y todo lo que esté escrito al respecto. Una lengua es sobre todo la forma como la gente del común se entiende entre sí, con sus dichos, expresiones, modismos, apuntes y esas novedades que quienes la utilizan le incorporan a diario. Por ejemplo en nuestro país cambia el significado de una palabra de una región a otra, y es así como los costeños le dicen foco al bombillo; en Medellín llaman perico al café con leche que nosotros denominamos pintado; en Bogotá se refieren a nuestro “algo” como las onces; y en los llanos orientales le dicen camarita al amigo o compañero.
De manera que si conozco por ejemplo a un alemán que asegure conocer al dedillo nuestro idioma, puedo decirle que no está ni tibio y para la muestra le hago algunas pruebas con el fin de comprobarle que para ello debe convivir primero con la gente del común por mucho tiempo y de esa manera cogerle el tiro al asunto. Y ni así, porque uno mismo se queda muchas veces viendo un chispero cuando oye hablar a un adolescente o a un habitante de la calle, porque no entiende ni la mitad de lo que dicen.
Para hacerle la prueba al extranjero de marras, basta con preguntarle por ejemplo si sabe definir qué es un chichipato. Si el tipo pone cara de que no tiene ni malicia, se le puede explicar que es un faltón, que se distingue por agonía y calceto, que es una garra, una pichurria, una garulla, una chucha, que no da pie con bola y que no tiene en qué caerse muerto. Luego le cuento que por chichipato lo quebraron, y si no entiende, le digo que lo levantaron, lo quiñaron, le dieron chumbimba, amaneció con la boca llena de hormigas, le hicieron la vuelta, lo pusieron a chupar gladiolo, a mirar p’a dentro, quedó muñeco, tuqui tuqui lulú, chao pescao. Y todo porque le gustaba andar metido en tropeles, bonches, peloteras y bochinches.
O saco a colación el cuento de otro pato que se abrió del parche, o como quien dice se pisó, se dio el ancho, puso pies en polvorosa, se evaporó, adiós pues.
Y qué tal mencionar que debido a la situación de la vida actual, mucha gente anda de mala vuelta, con el mico al hombro, llevados, con la malparidéz alborotada, enfurruñados, friquiados, bajos de nota y con el carriel caído. O que muchos otros andan vaciados, sin cinco, más pelados que sobaco de rana, nadando y empujando la maleta, en la física olla, pilando por el afrecho, varados y a tiro de robar gallinas.
A ver si entiende cuando le cuente que la parejita aquella anda entrepiernada y que a toda hora revientan cariño, chupan piña, que es lo mismo que parchar o jalar trompa, y que de tanto maniculiteteo y amacice terminaron voliando chuzo, tupiéndole al miriñaque, cascándole al peluche o como quien dice tirando. Y que por lo tanto están güetes, mataos de la dicha, felices de la pelota, transportados y radiantes. Porque aunque dicen que el pirobo es buchepluma, metelagómez y machucho, la verdad es que el pelao es piloso, metelón, camellador, aventado y entucador. En cambio la sardina que se las da de mucho café con leche, no llega ni a mantecotaquígrafa.
Y esa otra pinta que iba con unos parceros en la llaga de pichirilo que tiene, y como viajaban encocaos o a culo alzao, se pegaron un lamparazo que ni le cuento. Salieron pelotiando por una manga y fueron a dar a una chamba; por andar chupando y soplando acabaron marcando cruz y calavera, y tuvieron que seguir la rumba en la güandoca después de pasar por donde el matasanos. Lo peor es que la tomba los tiene pillaos y por dar papaya se les va a ir hondo.
Claro que si está tan convencido de su conocimiento, entonces que traduzca a su lengua expresiones como: ñuco, joto, chispún, angurria, parcero, colmeniar, susquiniao, ñola, atembao, cagalástimas, patrasiar, fufurufa, pelle, desjetao, chuflí, cocianfirulo, pichurrio, copisoliar, raniar o sobremesiar. O si sabe qué quiere decir revolver guadua, estripar el tomate, quedar pagando, gato enmochilao, ponerse mosca, meter el hombro, llevar del bulto, ser mucha gente, hacer conejo, por la pica, caranga resucitada o bajar de pinta.
Si da pie con bola y le suena la flauta, me le quito el sombrero.
pmejiama1@une.net.co
Porque un idioma es mucho más que lo que está relacionado en sus diccionarios, lo que enseñan en el aula de clases, lo que dictan sus reglas y todo lo que esté escrito al respecto. Una lengua es sobre todo la forma como la gente del común se entiende entre sí, con sus dichos, expresiones, modismos, apuntes y esas novedades que quienes la utilizan le incorporan a diario. Por ejemplo en nuestro país cambia el significado de una palabra de una región a otra, y es así como los costeños le dicen foco al bombillo; en Medellín llaman perico al café con leche que nosotros denominamos pintado; en Bogotá se refieren a nuestro “algo” como las onces; y en los llanos orientales le dicen camarita al amigo o compañero.
De manera que si conozco por ejemplo a un alemán que asegure conocer al dedillo nuestro idioma, puedo decirle que no está ni tibio y para la muestra le hago algunas pruebas con el fin de comprobarle que para ello debe convivir primero con la gente del común por mucho tiempo y de esa manera cogerle el tiro al asunto. Y ni así, porque uno mismo se queda muchas veces viendo un chispero cuando oye hablar a un adolescente o a un habitante de la calle, porque no entiende ni la mitad de lo que dicen.
Para hacerle la prueba al extranjero de marras, basta con preguntarle por ejemplo si sabe definir qué es un chichipato. Si el tipo pone cara de que no tiene ni malicia, se le puede explicar que es un faltón, que se distingue por agonía y calceto, que es una garra, una pichurria, una garulla, una chucha, que no da pie con bola y que no tiene en qué caerse muerto. Luego le cuento que por chichipato lo quebraron, y si no entiende, le digo que lo levantaron, lo quiñaron, le dieron chumbimba, amaneció con la boca llena de hormigas, le hicieron la vuelta, lo pusieron a chupar gladiolo, a mirar p’a dentro, quedó muñeco, tuqui tuqui lulú, chao pescao. Y todo porque le gustaba andar metido en tropeles, bonches, peloteras y bochinches.
O saco a colación el cuento de otro pato que se abrió del parche, o como quien dice se pisó, se dio el ancho, puso pies en polvorosa, se evaporó, adiós pues.
Y qué tal mencionar que debido a la situación de la vida actual, mucha gente anda de mala vuelta, con el mico al hombro, llevados, con la malparidéz alborotada, enfurruñados, friquiados, bajos de nota y con el carriel caído. O que muchos otros andan vaciados, sin cinco, más pelados que sobaco de rana, nadando y empujando la maleta, en la física olla, pilando por el afrecho, varados y a tiro de robar gallinas.
A ver si entiende cuando le cuente que la parejita aquella anda entrepiernada y que a toda hora revientan cariño, chupan piña, que es lo mismo que parchar o jalar trompa, y que de tanto maniculiteteo y amacice terminaron voliando chuzo, tupiéndole al miriñaque, cascándole al peluche o como quien dice tirando. Y que por lo tanto están güetes, mataos de la dicha, felices de la pelota, transportados y radiantes. Porque aunque dicen que el pirobo es buchepluma, metelagómez y machucho, la verdad es que el pelao es piloso, metelón, camellador, aventado y entucador. En cambio la sardina que se las da de mucho café con leche, no llega ni a mantecotaquígrafa.
Y esa otra pinta que iba con unos parceros en la llaga de pichirilo que tiene, y como viajaban encocaos o a culo alzao, se pegaron un lamparazo que ni le cuento. Salieron pelotiando por una manga y fueron a dar a una chamba; por andar chupando y soplando acabaron marcando cruz y calavera, y tuvieron que seguir la rumba en la güandoca después de pasar por donde el matasanos. Lo peor es que la tomba los tiene pillaos y por dar papaya se les va a ir hondo.
Claro que si está tan convencido de su conocimiento, entonces que traduzca a su lengua expresiones como: ñuco, joto, chispún, angurria, parcero, colmeniar, susquiniao, ñola, atembao, cagalástimas, patrasiar, fufurufa, pelle, desjetao, chuflí, cocianfirulo, pichurrio, copisoliar, raniar o sobremesiar. O si sabe qué quiere decir revolver guadua, estripar el tomate, quedar pagando, gato enmochilao, ponerse mosca, meter el hombro, llevar del bulto, ser mucha gente, hacer conejo, por la pica, caranga resucitada o bajar de pinta.
Si da pie con bola y le suena la flauta, me le quito el sombrero.
pmejiama1@une.net.co
lunes, enero 15, 2007
PILAS CON LA DEPRE.
Desde mediados de año venimos con la cantinela que esta vaina ya se fue así, como quien dice que se acabó, pero ahora el asunto sí es en serio. Mañana fenece este 2006, de lo que no hay vuelta de hoja. El tiempo pasa de forma irremediable; basta con mirar el segundero de un reloj y pensar que cada que ese palito pega un salto, es el tiempo que sigue de largo y sin retorno. Dichosos los pequeñines que no entienden de relojes o calendarios, por lo que viven su existencia sin afanes ni medidas. El agite actual hace que las personas se convierten en esclavas del tiempo y algunos añoran días con más horas para lograr hacer todo lo que tienen pendiente.
Una pregunta muy común es por qué cuando estábamos chiquitos el año era tan largo y en cambio ahora pasa volando. Las vacaciones se convertían en una prolongada temporada que disfrutábamos en toda su extensión, y los meses dedicados al estudio eran eternos y solo queríamos despacharlos con prontitud. La época de navidad se repetía después de un extenso lapso, y la anterior estaba en el recuerdo de los niños como algo remoto. Tal vez por ello nos la gozábamos, además que se desarrollaba en la fecha correspondiente. Como quien dice, diciembre era cada doce meses. La respuesta a este interrogante, según algunos, es que con el paso de los años el individuo tiene más con qué comparar y por ello cada vez el tiempo corre con más velocidad. Sin duda es un asunto que puede masticarse y hasta para filosofar se presta.
Es común que a muchos les entre la depresión por estas calendas, porque los coge la pensadera y esa vaina desespera a cualquiera. Que si voy a sobrevivir hasta el final del nuevo año; qué va a suceder con mis seres queridos; cuáles sorpresas me depara el futuro próximo; cuántas cosas deje de hacer en los doce meses pasados; cómo voy a enfrentar las situaciones adversas que se atraviesen en el camino; qué irá a pasar en el mundo con tanto despelote; dónde voy a estar en estas fechas dentro de un año y mil preguntas estúpidas que por más que tratemos, nunca les encontraremos respuesta.
De manera que mi consejo es que la tomen suave, sin angustias ni preocupaciones, porque el destino está escrito y es impajaritable. El tiempo discurre a como dé lugar y lo único importante es el momento. Si estoy vivo y bien en el presente, lo que puede suceder en el futuro no debe desvelarme. Preocuparse por lo que viene es un desgaste innecesario y solo deja zozobra y desazón. Hay que dejar a un lado los pensamientos negativos y pesimistas, e insistir en ponerle al mal tiempo buena cara. Basta con vivir el momento y tratar de hacerlo agradable. Nunca dejar de hacer nada que nos provoque y aprovechar las oportunidades que se presenten.
Por eso me parece una pendejada ponerse en la noche del 31 de diciembre a hacer promesas y a fijar metas difíciles de cumplir, porque después va a recordar todo el año esas intenciones y el no cumplimiento de las mismas solo trae mortificaciones. Claro que el optimismo es provechoso y hacer planes no le hace daño a nadie, pero que no sean compromisos ineludibles. Lo mejor, pienso, es no hacerlos en público para que después no esté nadie recordándole esa cantidad de asuntos que acumula en la carpeta de pendientes. Una solución práctica es que la media noche lo coja copetón y verá que no le da por berrear, ni por echarle cabeza a la existencia.
Lo grave del asunto es que la depresión viene acompañada de angustia existencial, la cual genera más interrogantes: que si me va a alcanzar la plata; que los hijos qué; y si me echan del trabajo; y que tal que me aparezca una enfermedad grave; o que me caiga la administración de impuestos; o que se incendie la casa. ¡Huy!, y estamos pasados de un buen terremoto; o va y me secuestran; y donde se me dañe el matrimonio… Todas vainas que pueden suceder, pero que lo más seguro es que no. De manera que para qué desgastarse con problemas virtuales, si con los reales hay para dar y convidar. Que nadie le gaste cacumen a pensamientos negativos y en cambio se dedique a disfrutar lo que tiene, y en la noche de san silvestre nada de ponerse trascendental. Que sea como cualquier otra, o preferible, si la dedica a la fiesta, la buena comida y a compartir con personas de su agrado.
No haga sino mirar el calendario a ver cuándo es el primer puente, para empezar a planear los paseos que espera realizar. Porque a ese programa sí se le puede botar corriente, ya que mejor que el paseo como tal es la planeación del mismo, las reuniones con los participantes, hablar de lo que piensan comer, beber o los paisajes nuevos que conocerán. Lo mejor es que para salir de viaje no hay que ser rico, porque ese plan abarca cualquier tipo de excursión y no discrimina a nadie. ¡Ah!, y recomiendo no tener en cuenta el primer puente de enero, porque para entonces apenas estaremos como a 38 de diciembre.
pmejiama1@une.net.co
Una pregunta muy común es por qué cuando estábamos chiquitos el año era tan largo y en cambio ahora pasa volando. Las vacaciones se convertían en una prolongada temporada que disfrutábamos en toda su extensión, y los meses dedicados al estudio eran eternos y solo queríamos despacharlos con prontitud. La época de navidad se repetía después de un extenso lapso, y la anterior estaba en el recuerdo de los niños como algo remoto. Tal vez por ello nos la gozábamos, además que se desarrollaba en la fecha correspondiente. Como quien dice, diciembre era cada doce meses. La respuesta a este interrogante, según algunos, es que con el paso de los años el individuo tiene más con qué comparar y por ello cada vez el tiempo corre con más velocidad. Sin duda es un asunto que puede masticarse y hasta para filosofar se presta.
Es común que a muchos les entre la depresión por estas calendas, porque los coge la pensadera y esa vaina desespera a cualquiera. Que si voy a sobrevivir hasta el final del nuevo año; qué va a suceder con mis seres queridos; cuáles sorpresas me depara el futuro próximo; cuántas cosas deje de hacer en los doce meses pasados; cómo voy a enfrentar las situaciones adversas que se atraviesen en el camino; qué irá a pasar en el mundo con tanto despelote; dónde voy a estar en estas fechas dentro de un año y mil preguntas estúpidas que por más que tratemos, nunca les encontraremos respuesta.
De manera que mi consejo es que la tomen suave, sin angustias ni preocupaciones, porque el destino está escrito y es impajaritable. El tiempo discurre a como dé lugar y lo único importante es el momento. Si estoy vivo y bien en el presente, lo que puede suceder en el futuro no debe desvelarme. Preocuparse por lo que viene es un desgaste innecesario y solo deja zozobra y desazón. Hay que dejar a un lado los pensamientos negativos y pesimistas, e insistir en ponerle al mal tiempo buena cara. Basta con vivir el momento y tratar de hacerlo agradable. Nunca dejar de hacer nada que nos provoque y aprovechar las oportunidades que se presenten.
Por eso me parece una pendejada ponerse en la noche del 31 de diciembre a hacer promesas y a fijar metas difíciles de cumplir, porque después va a recordar todo el año esas intenciones y el no cumplimiento de las mismas solo trae mortificaciones. Claro que el optimismo es provechoso y hacer planes no le hace daño a nadie, pero que no sean compromisos ineludibles. Lo mejor, pienso, es no hacerlos en público para que después no esté nadie recordándole esa cantidad de asuntos que acumula en la carpeta de pendientes. Una solución práctica es que la media noche lo coja copetón y verá que no le da por berrear, ni por echarle cabeza a la existencia.
Lo grave del asunto es que la depresión viene acompañada de angustia existencial, la cual genera más interrogantes: que si me va a alcanzar la plata; que los hijos qué; y si me echan del trabajo; y que tal que me aparezca una enfermedad grave; o que me caiga la administración de impuestos; o que se incendie la casa. ¡Huy!, y estamos pasados de un buen terremoto; o va y me secuestran; y donde se me dañe el matrimonio… Todas vainas que pueden suceder, pero que lo más seguro es que no. De manera que para qué desgastarse con problemas virtuales, si con los reales hay para dar y convidar. Que nadie le gaste cacumen a pensamientos negativos y en cambio se dedique a disfrutar lo que tiene, y en la noche de san silvestre nada de ponerse trascendental. Que sea como cualquier otra, o preferible, si la dedica a la fiesta, la buena comida y a compartir con personas de su agrado.
No haga sino mirar el calendario a ver cuándo es el primer puente, para empezar a planear los paseos que espera realizar. Porque a ese programa sí se le puede botar corriente, ya que mejor que el paseo como tal es la planeación del mismo, las reuniones con los participantes, hablar de lo que piensan comer, beber o los paisajes nuevos que conocerán. Lo mejor es que para salir de viaje no hay que ser rico, porque ese plan abarca cualquier tipo de excursión y no discrimina a nadie. ¡Ah!, y recomiendo no tener en cuenta el primer puente de enero, porque para entonces apenas estaremos como a 38 de diciembre.
pmejiama1@une.net.co
PILAS CON LA DEPRE.
Desde mediados de año venimos con la cantinela que esta vaina ya se fue así, como quien dice que se acabó, pero ahora el asunto sí es en serio. Mañana fenece este 2006, de lo que no hay vuelta de hoja. El tiempo pasa de forma irremediable; basta con mirar el segundero de un reloj y pensar que cada que ese palito pega un salto, es el tiempo que sigue de largo y sin retorno. Dichosos los pequeñines que no entienden de relojes o calendarios, por lo que viven su existencia sin afanes ni medidas. El agite actual hace que las personas se convierten en esclavas del tiempo y algunos añoran días con más horas para lograr hacer todo lo que tienen pendiente.
Una pregunta muy común es por qué cuando estábamos chiquitos el año era tan largo y en cambio ahora pasa volando. Las vacaciones se convertían en una prolongada temporada que disfrutábamos en toda su extensión, y los meses dedicados al estudio eran eternos y solo queríamos despacharlos con prontitud. La época de navidad se repetía después de un extenso lapso, y la anterior estaba en el recuerdo de los niños como algo remoto. Tal vez por ello nos la gozábamos, además que se desarrollaba en la fecha correspondiente. Como quien dice, diciembre era cada doce meses. La respuesta a este interrogante, según algunos, es que con el paso de los años el individuo tiene más con qué comparar y por ello cada vez el tiempo corre con más velocidad. Sin duda es un asunto que puede masticarse y hasta para filosofar se presta.
Es común que a muchos les entre la depresión por estas calendas, porque los coge la pensadera y esa vaina desespera a cualquiera. Que si voy a sobrevivir hasta el final del nuevo año; qué va a suceder con mis seres queridos; cuáles sorpresas me depara el futuro próximo; cuántas cosas deje de hacer en los doce meses pasados; cómo voy a enfrentar las situaciones adversas que se atraviesen en el camino; qué irá a pasar en el mundo con tanto despelote; dónde voy a estar en estas fechas dentro de un año y mil preguntas estúpidas que por más que tratemos, nunca les encontraremos respuesta.
De manera que mi consejo es que la tomen suave, sin angustias ni preocupaciones, porque el destino está escrito y es impajaritable. El tiempo discurre a como dé lugar y lo único importante es el momento. Si estoy vivo y bien en el presente, lo que puede suceder en el futuro no debe desvelarme. Preocuparse por lo que viene es un desgaste innecesario y solo deja zozobra y desazón. Hay que dejar a un lado los pensamientos negativos y pesimistas, e insistir en ponerle al mal tiempo buena cara. Basta con vivir el momento y tratar de hacerlo agradable. Nunca dejar de hacer nada que nos provoque y aprovechar las oportunidades que se presenten.
Por eso me parece una pendejada ponerse en la noche del 31 de diciembre a hacer promesas y a fijar metas difíciles de cumplir, porque después va a recordar todo el año esas intenciones y el no cumplimiento de las mismas solo trae mortificaciones. Claro que el optimismo es provechoso y hacer planes no le hace daño a nadie, pero que no sean compromisos ineludibles. Lo mejor, pienso, es no hacerlos en público para que después no esté nadie recordándole esa cantidad de asuntos que acumula en la carpeta de pendientes. Una solución práctica es que la media noche lo coja copetón y verá que no le da por berrear, ni por echarle cabeza a la existencia.
Lo grave del asunto es que la depresión viene acompañada de angustia existencial, la cual genera más interrogantes: que si me va a alcanzar la plata; que los hijos qué; y si me echan del trabajo; y que tal que me aparezca una enfermedad grave; o que me caiga la administración de impuestos; o que se incendie la casa. ¡Huy!, y estamos pasados de un buen terremoto; o va y me secuestran; y donde se me dañe el matrimonio… Todas vainas que pueden suceder, pero que lo más seguro es que no. De manera que para qué desgastarse con problemas virtuales, si con los reales hay para dar y convidar. Que nadie le gaste cacumen a pensamientos negativos y en cambio se dedique a disfrutar lo que tiene, y en la noche de san silvestre nada de ponerse trascendental. Que sea como cualquier otra, o preferible, si la dedica a la fiesta, la buena comida y a compartir con personas de su agrado.
No haga sino mirar el calendario a ver cuándo es el primer puente, para empezar a planear los paseos que espera realizar. Porque a ese programa sí se le puede botar corriente, ya que mejor que el paseo como tal es la planeación del mismo, las reuniones con los participantes, hablar de lo que piensan comer, beber o los paisajes nuevos que conocerán. Lo mejor es que para salir de viaje no hay que ser rico, porque ese plan abarca cualquier tipo de excursión y no discrimina a nadie. ¡Ah!, y recomiendo no tener en cuenta el primer puente de enero, porque para entonces apenas estaremos como a 38 de diciembre.
pmejiama1@une.net.co
Una pregunta muy común es por qué cuando estábamos chiquitos el año era tan largo y en cambio ahora pasa volando. Las vacaciones se convertían en una prolongada temporada que disfrutábamos en toda su extensión, y los meses dedicados al estudio eran eternos y solo queríamos despacharlos con prontitud. La época de navidad se repetía después de un extenso lapso, y la anterior estaba en el recuerdo de los niños como algo remoto. Tal vez por ello nos la gozábamos, además que se desarrollaba en la fecha correspondiente. Como quien dice, diciembre era cada doce meses. La respuesta a este interrogante, según algunos, es que con el paso de los años el individuo tiene más con qué comparar y por ello cada vez el tiempo corre con más velocidad. Sin duda es un asunto que puede masticarse y hasta para filosofar se presta.
Es común que a muchos les entre la depresión por estas calendas, porque los coge la pensadera y esa vaina desespera a cualquiera. Que si voy a sobrevivir hasta el final del nuevo año; qué va a suceder con mis seres queridos; cuáles sorpresas me depara el futuro próximo; cuántas cosas deje de hacer en los doce meses pasados; cómo voy a enfrentar las situaciones adversas que se atraviesen en el camino; qué irá a pasar en el mundo con tanto despelote; dónde voy a estar en estas fechas dentro de un año y mil preguntas estúpidas que por más que tratemos, nunca les encontraremos respuesta.
De manera que mi consejo es que la tomen suave, sin angustias ni preocupaciones, porque el destino está escrito y es impajaritable. El tiempo discurre a como dé lugar y lo único importante es el momento. Si estoy vivo y bien en el presente, lo que puede suceder en el futuro no debe desvelarme. Preocuparse por lo que viene es un desgaste innecesario y solo deja zozobra y desazón. Hay que dejar a un lado los pensamientos negativos y pesimistas, e insistir en ponerle al mal tiempo buena cara. Basta con vivir el momento y tratar de hacerlo agradable. Nunca dejar de hacer nada que nos provoque y aprovechar las oportunidades que se presenten.
Por eso me parece una pendejada ponerse en la noche del 31 de diciembre a hacer promesas y a fijar metas difíciles de cumplir, porque después va a recordar todo el año esas intenciones y el no cumplimiento de las mismas solo trae mortificaciones. Claro que el optimismo es provechoso y hacer planes no le hace daño a nadie, pero que no sean compromisos ineludibles. Lo mejor, pienso, es no hacerlos en público para que después no esté nadie recordándole esa cantidad de asuntos que acumula en la carpeta de pendientes. Una solución práctica es que la media noche lo coja copetón y verá que no le da por berrear, ni por echarle cabeza a la existencia.
Lo grave del asunto es que la depresión viene acompañada de angustia existencial, la cual genera más interrogantes: que si me va a alcanzar la plata; que los hijos qué; y si me echan del trabajo; y que tal que me aparezca una enfermedad grave; o que me caiga la administración de impuestos; o que se incendie la casa. ¡Huy!, y estamos pasados de un buen terremoto; o va y me secuestran; y donde se me dañe el matrimonio… Todas vainas que pueden suceder, pero que lo más seguro es que no. De manera que para qué desgastarse con problemas virtuales, si con los reales hay para dar y convidar. Que nadie le gaste cacumen a pensamientos negativos y en cambio se dedique a disfrutar lo que tiene, y en la noche de san silvestre nada de ponerse trascendental. Que sea como cualquier otra, o preferible, si la dedica a la fiesta, la buena comida y a compartir con personas de su agrado.
No haga sino mirar el calendario a ver cuándo es el primer puente, para empezar a planear los paseos que espera realizar. Porque a ese programa sí se le puede botar corriente, ya que mejor que el paseo como tal es la planeación del mismo, las reuniones con los participantes, hablar de lo que piensan comer, beber o los paisajes nuevos que conocerán. Lo mejor es que para salir de viaje no hay que ser rico, porque ese plan abarca cualquier tipo de excursión y no discrimina a nadie. ¡Ah!, y recomiendo no tener en cuenta el primer puente de enero, porque para entonces apenas estaremos como a 38 de diciembre.
pmejiama1@une.net.co
QUE LE DAMOS A...
Queda muy poco tiempo para la nochebuena y es hora de resolver qué vamos a regalar a esas personas que por una u otra razón merecen un detallito de nuestra parte. Quienes tienen hijos pequeños se divierten por esta época comprándoles chucherías y empacándoles un mundo de paquetes, porque a la larga es más lo que gozan los papás mientras planean las compras e imaginan la reacción de los menores, que lo que en realidad disfrutan ellos con los presentes. Aunque se trata de una utopía, a uno se le ocurre pensar qué le regalaría a ciertos personajes reconocidos de la vida pública en caso de tener algún compromiso con ellos.
Se me antoja por ejemplo que al Presidente Uribe le podría mandar un sombrero bien titino, acompañado de un tradicional poncho colorido como los que se consiguen en cualquier feria de pueblo; y puedo encimarle cinco galones de valeriana para que bogue, a ver si aguanta los nervios que debe sentir ante el despelote político que vive el país. Para el Ministro Andrés “Carriel” nada más apropiado que un rosario con las cuentas de metal, porque dicen que ese hombre cuando no está trabajando se dedica a voliar camándula sin descanso; parece que es más zanahorio que seminarista recién desempacado.
Al fiscal Iguarán sí está muy fácil regalarle, porque no es sino ir a una tienda de esas donde venden sahumerios, pirámides, budas barrigones, velas de colores y demás pendejadas esotéricas, y con seguridad allá encuentro algún trebejo que satisfaga sus gustos quirománticos. En cambio con los Santos, el ministro y el vicepresidente, igual que con Vargas Lleras, mejor me hago el pendejo porque esa gente es de dedo parao y tocaría darles algo bien cachaco o al menos aparentador. Todo lo contrario debe suceder con un tipo sencillote y descomplicado como Carlos Gaviria, quien seguramente va a quedar güete con cualquier baratija. Pero mejor no sigo con políticos, congresistas y funcionarios del gobierno, porque la mayoría lo que anhela recibir es un buen escondedero.
Ahora con el correo puerta a puerta puede enviarse un paquete a cualquier rincón del planeta, y lo mejor es que lo entregan en tiempo record; el único inconveniente es que en muchos casos puede costar más el envío que el mismo regalo. En todo caso puedo mandarle a George Bush un juego de video para que pase las tardes entretenido con los cañones, los bombarderos y los grandes submarinos nucleares, desde donde envíe los misiles teledirigidos a impactar edificios, centrales eléctricas, puentes y demás puntos estratégicos. Que goce al acumular los puntos que resultan por la cantidad de víctimas civiles y militares que dejan los ataques, porque bien es sabido que su pasatiempo favorito es disponer de la vida de los ciudadanos del tercer mundo.
Al chafarote vecino quiero ofrendarlo con un estuche para su ego, pero de tamaño “king size”; y una réplica del uniforme militar que utilizaba el Libertador, para que cambie esa pinta de cotero que mantiene y se presente estrenando hebra a cuanto acto oficial lo inviten. Lo que sí está muy complicado es la escogencia de presentes para dos personajes que, aunque por causas diferentes, andan en situación muy similar. Me refiero al comandante Fidel y a quien fuera su igual en Irak; porque mientras el líder cubano aparece esporádicamente en la televisión, con una apariencia que puede decirse que se han visto muertos de mejor color, el sátrapa Husseín hace fila para subir al cadalso. No cabe duda de que ambos tienen una pata en el cajón y por ello la escogencia debe ser muy bien pensada para no incomodar a nadie; lo único seguro es que al condenado a la horca no le voy a mandar una corbata.
Al cardenal López Trujillo le cae como anillo al dedo un libro que enseñe a controlar la soberbia, para que se convenza de que los demás tienen derecho a pensar como les provoque, y que no es bien vista la táctica de ponerse furioso y regañar al interlocutor cuando no esté de acuerdo con sus apreciaciones. Para todos los ex presidentes de nuestro país un regalo similar: pastillas para la memoria, a ver si recuerdan las embarradas que hicieron en su momento y dejan de una vez por todas la jodentina. Sobre todo el viejito gagá que ya nos tiene hasta la coronilla.
Nada más apropiado que un buen espejo de cuerpo entero para la cantante Marbelle, con el fin que se mire bien por todas partes y acepte que eso de aparecer en pelota en revistas de circulación nacional no es para todo el mundo. A Juanes y a Chaquira basta con una tarjeta de felicitación y el agradecimiento por hacer quedar bien el nombre de nuestro país en todas las latitudes; y que sigan con esa seriedad, carisma y honestidad con que han sabido manejar sus respectivas carreras.
Y para quienes lo requieran, que por desgracia en este sufrido país van desde los más altos funcionarios y dirigentes hasta el ciudadano del común, puede repartirse un manual de ética, moral y decencia. Porque es urgente aclarar de una vez por todas que no todo lo legal necesariamente está bien hecho, pues se volvió costumbre escudarse en los códigos para justificar marrullas, trapisondas y cochinadas.
pmejiama1@une.net.co
Se me antoja por ejemplo que al Presidente Uribe le podría mandar un sombrero bien titino, acompañado de un tradicional poncho colorido como los que se consiguen en cualquier feria de pueblo; y puedo encimarle cinco galones de valeriana para que bogue, a ver si aguanta los nervios que debe sentir ante el despelote político que vive el país. Para el Ministro Andrés “Carriel” nada más apropiado que un rosario con las cuentas de metal, porque dicen que ese hombre cuando no está trabajando se dedica a voliar camándula sin descanso; parece que es más zanahorio que seminarista recién desempacado.
Al fiscal Iguarán sí está muy fácil regalarle, porque no es sino ir a una tienda de esas donde venden sahumerios, pirámides, budas barrigones, velas de colores y demás pendejadas esotéricas, y con seguridad allá encuentro algún trebejo que satisfaga sus gustos quirománticos. En cambio con los Santos, el ministro y el vicepresidente, igual que con Vargas Lleras, mejor me hago el pendejo porque esa gente es de dedo parao y tocaría darles algo bien cachaco o al menos aparentador. Todo lo contrario debe suceder con un tipo sencillote y descomplicado como Carlos Gaviria, quien seguramente va a quedar güete con cualquier baratija. Pero mejor no sigo con políticos, congresistas y funcionarios del gobierno, porque la mayoría lo que anhela recibir es un buen escondedero.
Ahora con el correo puerta a puerta puede enviarse un paquete a cualquier rincón del planeta, y lo mejor es que lo entregan en tiempo record; el único inconveniente es que en muchos casos puede costar más el envío que el mismo regalo. En todo caso puedo mandarle a George Bush un juego de video para que pase las tardes entretenido con los cañones, los bombarderos y los grandes submarinos nucleares, desde donde envíe los misiles teledirigidos a impactar edificios, centrales eléctricas, puentes y demás puntos estratégicos. Que goce al acumular los puntos que resultan por la cantidad de víctimas civiles y militares que dejan los ataques, porque bien es sabido que su pasatiempo favorito es disponer de la vida de los ciudadanos del tercer mundo.
Al chafarote vecino quiero ofrendarlo con un estuche para su ego, pero de tamaño “king size”; y una réplica del uniforme militar que utilizaba el Libertador, para que cambie esa pinta de cotero que mantiene y se presente estrenando hebra a cuanto acto oficial lo inviten. Lo que sí está muy complicado es la escogencia de presentes para dos personajes que, aunque por causas diferentes, andan en situación muy similar. Me refiero al comandante Fidel y a quien fuera su igual en Irak; porque mientras el líder cubano aparece esporádicamente en la televisión, con una apariencia que puede decirse que se han visto muertos de mejor color, el sátrapa Husseín hace fila para subir al cadalso. No cabe duda de que ambos tienen una pata en el cajón y por ello la escogencia debe ser muy bien pensada para no incomodar a nadie; lo único seguro es que al condenado a la horca no le voy a mandar una corbata.
Al cardenal López Trujillo le cae como anillo al dedo un libro que enseñe a controlar la soberbia, para que se convenza de que los demás tienen derecho a pensar como les provoque, y que no es bien vista la táctica de ponerse furioso y regañar al interlocutor cuando no esté de acuerdo con sus apreciaciones. Para todos los ex presidentes de nuestro país un regalo similar: pastillas para la memoria, a ver si recuerdan las embarradas que hicieron en su momento y dejan de una vez por todas la jodentina. Sobre todo el viejito gagá que ya nos tiene hasta la coronilla.
Nada más apropiado que un buen espejo de cuerpo entero para la cantante Marbelle, con el fin que se mire bien por todas partes y acepte que eso de aparecer en pelota en revistas de circulación nacional no es para todo el mundo. A Juanes y a Chaquira basta con una tarjeta de felicitación y el agradecimiento por hacer quedar bien el nombre de nuestro país en todas las latitudes; y que sigan con esa seriedad, carisma y honestidad con que han sabido manejar sus respectivas carreras.
Y para quienes lo requieran, que por desgracia en este sufrido país van desde los más altos funcionarios y dirigentes hasta el ciudadano del común, puede repartirse un manual de ética, moral y decencia. Porque es urgente aclarar de una vez por todas que no todo lo legal necesariamente está bien hecho, pues se volvió costumbre escudarse en los códigos para justificar marrullas, trapisondas y cochinadas.
pmejiama1@une.net.co
Suscribirse a:
Entradas (Atom)