Por fortuna existe la diferencia de gustos entre los seres humanos porque de lo contrario la vida sería muy aburrida. Por eso cuando nos preguntamos cómo es posible que a fulano le parezca bonita una cosa determinada, hay que recordar aquel dicho popular que asegura que entre gustos no hay disgustos. De ahí que resulten tan estériles las discusiones donde se trata de argüir que una cosa es mejor que otra, y perdemos el tiempo sin caer en cuenta de que cada uno defiende a capa y espada su forma de ver el asunto en cuestión.
Si a todo el mundo le gustara un solo modelo de automóvil no se venderían otro tipo de vehículos; en las vitrinas puede verse toda clase de ropa e implementos de vestir porque siempre habrá quien esté dispuesto a comprarlos; y es común que al recorrer un gran almacén se tope uno con cierto gallo que le parecerá “lobísimo”, y la pregunta siempre es la misma: quién puede comprar semejante adefesio. Lo cierto es que si el artículo no se vendiera no lo ofrecerían, porque esas grandes cadenas no dan puntada sin dedal.
¿Y acaso la moda no es un artilugio para poner a la gente a consumir? Si una mujer tiene unas botas de cuero muy bonitas, con tacón moderado, chatas y que suben hasta la pantorrilla, y que además le encantan por cómodas y elegantes, no es entendible que de un momento a otro las condene a permanecer en el fondo del armario porque ahora se usan es de tacón alto, puntudas como de mago oriental y que lleguen a la rodilla. Y así estas últimas le produzcan dolor en el juanete, incomodidad para caminar y además le parezcan inmundas, se las chanta a como dé lugar y no vuelve a usar las otras dizque porque están pasadas de moda.
En el caso de las comidas y las bebidas sí que se notan las diferencias de gustos. Pero una cosa curiosa es que con la edad la persona aprende a disfrutar ciertos sabores, o al menos así sucedía antes, porque ahora que lo pienso las cosas han cambiado en ese aspecto. Ahora años los niños no disfrutaban al comer por ejemplo aceitunas, anchoas, alcaparras, encurtidos, quesos y jamones curados, y demás viandas fuertes y de sabores muy definidos, y en cambio ahora usted saca en una fiesta una picadita de este tipo y los mocosos la despachan en un dos por tres. Claro que viéndolo bien, en nuestra época se acostumbraba para estos casos las galletas de soda con carne de diablo, salchichas enlatadas con limón, y salchichón cervecero con tomate verde.
Otra cosa es que los niños son muy amigos de asegurar que no les gusta determinado alimento sin siquiera probarlo, o simplemente porque oyeron a un compañerito decir que eso es muy maluco. Recuerdo que cuando estábamos pequeños mi papá inventaba concursos y métodos para enseñarnos a comer de todo, pero cuando entramos en la pubertad y adolescencia y empezamos a tragar como unas dragas, el hombre se preguntaba a qué horas se le había ocurrido insistirnos para que disfrutáramos de lo que nos sirvieran en el plato. Bastante billete pudo ahorrarse si nos hubiéramos quedado como algunos, que solo comen arroz con huevo, carne asada, papas fritas y tajadas maduras.
Claro que a todos nos quedan resabios y no falta algo que no nos pase por el gaznate. Por ello nunca debe servirse a los invitados comidas como una sopa de mondongo, un plato de morcilla, remolacha, coliflor o lengua en salsa. Son alimentos que mucha gente no puede ver ni en pintura, y por eso es mejor ofrecer pastas, pollo o una carne común para no poner a nadie en aprietos. Es común también que nos insistan en que debemos probar de nuevo tal o cual alimento porque a fulano le fascina y no puede creer que no nos guste. Por ejemplo yo nunca tomo café; ni como tortas, galletas, postres o confites preparados con ese producto. Entonces alguien se empecina en que le dé otra oportunidad a tan deliciosa bebida, y yo respondo que si el café mancha los dientes, es malo para la gastritis, desvela, provoca orinadera en la noche y produce cierta adicción, para qué carajo voy a enviciarme a tomar esa vaina.
Cada quien come y bebe lo que le provoca y que nadie se meta. Claro que a los niños hay que insistirles porque ellos necesitan una buena nutrición, y si los dejan comer a su gusto se alimentan solo de paquetes de mecato, helados y confites. Y ofrézcales algo de comida chatarra, ojalá de una marca conocida y bien costosa, para que vea cómo se tragan lo que les sirvan. Una pizza, hamburguesa o perro caliente preparados en casa no tiene ninguna gracia, pero si es de una multinacional que encima un muñeco de dos pesos como regalo, se convierte en un verdadero manjar.
Uno con los años prefiere el cine independiente; le empieza a gustar el gordo de la carne; madura en la lectura; prefiere reuniones privadas y solo con amigos; se pide el pescuezo de la gallina; viste como le provoca; deja de asistir a compromisos por cumplir; empieza a mandarse y no hace sino lo que le da la gana.
pmejiama1@une.net.co
lunes, agosto 25, 2008
martes, agosto 19, 2008
Bitácora desde el cautiverio (II).
Es imposible asimilar, sin vivirla en carne propia, la angustia y desesperación que viven quienes enfrentan el flagelo del secuestro. Sin embargo al leer el libro que lleva el mismo título de este escrito pude aproximarme un poco a esos momentos de aflicción, desesperanza y dolor, que en ocasiones se combinan con sentimientos de optimismo, ilusión y expectativa. Lo que sí queda claro es que la mayor preocupación del secuestrado es el bienestar de su familia y por ello es tan cruel que no les permitan enviar pruebas de supervivencia con regularidad para mitigar la ansiedad de sus seres queridos.
En todas sus cartas el señor Gilberto Echeverri Mejía trata de tranquilizar a su esposa, hijos y amigos cercanos. Mensajes positivos que reflejan un espíritu alegre y optimista, donde habla de la belleza de las selvas, asegura que la comida es aceptable, el tambo donde pasa sus noches acogedor y seguro, que no tiene problemas de salud y hasta alaba las largas caminadas porque le sirven para mejorar su resistencia física. Nunca una queja, un reflejo de depresión o malestar; claro que con el paso del tiempo su estado de ánimo manifiesta los cambios naturales causados por la incertidumbre. En un principio parecía muy tranquilo y confiado en su pronto regreso, pero después, al enterarse de que hace parte del grupo de rehenes canjeables aparece la preocupación, hasta que su espíritu empieza a flaquear cuando debió aceptar que el asunto iba para largo.
Queda comprobado al leer esta especie de epistolario lo vitales que son los mensajes radiales que envían los familiares, y la trascendencia que tienen las noticias referentes al conflicto armado para quienes están retenidos. Mientras que para los ciudadanos del común es una noticia más enterarse de que el Comisionado de paz dice, el Presidente advierte, la Iglesia propone, el ex presidente fulano convoca, los países amigos ofrecen, y entre tanto la guerrilla rechaza y responde con atentados, para el secuestrado y su familia estos informes son motivo de inmensa alegría, o momentos de angustia y desesperanza. Los famosos “inamovibles” son una tortura para ellos.
Una faceta muy humana de quienes sufren este proceso infame es la camaradería que nace entre ellos al compartir la desgracia. Para Gilberto Echeverri y el Gobernador Gaviria fue un beneficio compartir cautiverio con un grupo de miembros de las fuerzas militares, porque mientras ellos dos les enseñaban inglés, literatura y cultura general, los jóvenes militares se encargaban de colaborarles en todo lo necesario, hasta el punto de no dejarlos siquiera lavar los platos. Cuando llegaban a un campamento nuevo les organizaban la cama, un improvisado escritorio, y en los desplazamientos se encargaban de sus equipajes. Siempre demostraron respeto y lealtad, en medio de la familiaridad que nace de compartir un pequeño espacio para sobrevivir a las adversidades de la selva; cumplían la rutina diaria con disciplina militar y agradecían las enseñanzas recibidas de sus eminentes compañeros. Con respecto a esa rutina, en varias oportunidades se refiere a ella en sus cartas y relata cada momento del día desde que se levantan al amanecer, hasta el momento de acostarse en las noches; además describe los diferentes campamentos, los animales que encuentran en el entorno, el trato con los carceleros, los agotadores desplazamientos, la forma como celebran las fechas importantes, los momentos de zozobra y tensión, y la monotonía de una existencia donde el tiempo parece estancado.
La mayoría de estas cartas nunca fueron enviadas y por fortuna las recuperaron después del fallido intento de rescate a sangre y fuego, donde los rehenes fueron fusilados vilmente por sus captores. De milagro unos pocos quedaron heridos y lograron sobrevivir a la masacre, y en la requisa del campamento encontraron de casualidad las hojas embarradas que contenían este documento que describe a la perfección todos los momentos que vivió Gilberto Echeverri en su cautiverio.
Las notas que dirige a sus pequeños nietos son una lección de vida, ya que debido a su corta edad ellos no comprendían la realidad de la situación y por lo tanto utiliza un lenguaje tierno y simple para trasmitirles sus sentimientos. A Camila, la nieta mayor, le habla desde el corazón para explicarle sobre su condición de adolescente y le da consejos para que enfrente la vida y sepa defenderse. A los dos hijos varones les recuerda sus enseñanzas y a Lina María, la mayor, que siempre fue su confidente, socia, amiga y sin duda la niña de sus ojos, no se cansa de mandarle instrucciones para que siga con el manejo de los asuntos familiares. A Yaya, su mujer, no deja de infundirle optimismo e insiste en que debe salir, divertirse y nunca comportarse como una viuda.
La última carta la escribe cuatro días antes de morir en el intento de liberación y sin duda es una especie de testamento, de premonición. Textualmente dice a su mujer: “…le ruego a Dios que me permita partir para que mi gente pueda volver a la normalidad”. Supe por Lina, su encantadora hija, que quienes lograron sobrevivir relataron que su padre estaba anoréxico y solo pesaba 47 kilos. El secuestro logra minar la fuerza, pujanza, entereza y recia personalidad de hombres como él, y es por ello que esta etapa de Colombia será una vergüenza histórica para nuestra nación. pmejiama1@une.net.co
En todas sus cartas el señor Gilberto Echeverri Mejía trata de tranquilizar a su esposa, hijos y amigos cercanos. Mensajes positivos que reflejan un espíritu alegre y optimista, donde habla de la belleza de las selvas, asegura que la comida es aceptable, el tambo donde pasa sus noches acogedor y seguro, que no tiene problemas de salud y hasta alaba las largas caminadas porque le sirven para mejorar su resistencia física. Nunca una queja, un reflejo de depresión o malestar; claro que con el paso del tiempo su estado de ánimo manifiesta los cambios naturales causados por la incertidumbre. En un principio parecía muy tranquilo y confiado en su pronto regreso, pero después, al enterarse de que hace parte del grupo de rehenes canjeables aparece la preocupación, hasta que su espíritu empieza a flaquear cuando debió aceptar que el asunto iba para largo.
Queda comprobado al leer esta especie de epistolario lo vitales que son los mensajes radiales que envían los familiares, y la trascendencia que tienen las noticias referentes al conflicto armado para quienes están retenidos. Mientras que para los ciudadanos del común es una noticia más enterarse de que el Comisionado de paz dice, el Presidente advierte, la Iglesia propone, el ex presidente fulano convoca, los países amigos ofrecen, y entre tanto la guerrilla rechaza y responde con atentados, para el secuestrado y su familia estos informes son motivo de inmensa alegría, o momentos de angustia y desesperanza. Los famosos “inamovibles” son una tortura para ellos.
Una faceta muy humana de quienes sufren este proceso infame es la camaradería que nace entre ellos al compartir la desgracia. Para Gilberto Echeverri y el Gobernador Gaviria fue un beneficio compartir cautiverio con un grupo de miembros de las fuerzas militares, porque mientras ellos dos les enseñaban inglés, literatura y cultura general, los jóvenes militares se encargaban de colaborarles en todo lo necesario, hasta el punto de no dejarlos siquiera lavar los platos. Cuando llegaban a un campamento nuevo les organizaban la cama, un improvisado escritorio, y en los desplazamientos se encargaban de sus equipajes. Siempre demostraron respeto y lealtad, en medio de la familiaridad que nace de compartir un pequeño espacio para sobrevivir a las adversidades de la selva; cumplían la rutina diaria con disciplina militar y agradecían las enseñanzas recibidas de sus eminentes compañeros. Con respecto a esa rutina, en varias oportunidades se refiere a ella en sus cartas y relata cada momento del día desde que se levantan al amanecer, hasta el momento de acostarse en las noches; además describe los diferentes campamentos, los animales que encuentran en el entorno, el trato con los carceleros, los agotadores desplazamientos, la forma como celebran las fechas importantes, los momentos de zozobra y tensión, y la monotonía de una existencia donde el tiempo parece estancado.
La mayoría de estas cartas nunca fueron enviadas y por fortuna las recuperaron después del fallido intento de rescate a sangre y fuego, donde los rehenes fueron fusilados vilmente por sus captores. De milagro unos pocos quedaron heridos y lograron sobrevivir a la masacre, y en la requisa del campamento encontraron de casualidad las hojas embarradas que contenían este documento que describe a la perfección todos los momentos que vivió Gilberto Echeverri en su cautiverio.
Las notas que dirige a sus pequeños nietos son una lección de vida, ya que debido a su corta edad ellos no comprendían la realidad de la situación y por lo tanto utiliza un lenguaje tierno y simple para trasmitirles sus sentimientos. A Camila, la nieta mayor, le habla desde el corazón para explicarle sobre su condición de adolescente y le da consejos para que enfrente la vida y sepa defenderse. A los dos hijos varones les recuerda sus enseñanzas y a Lina María, la mayor, que siempre fue su confidente, socia, amiga y sin duda la niña de sus ojos, no se cansa de mandarle instrucciones para que siga con el manejo de los asuntos familiares. A Yaya, su mujer, no deja de infundirle optimismo e insiste en que debe salir, divertirse y nunca comportarse como una viuda.
La última carta la escribe cuatro días antes de morir en el intento de liberación y sin duda es una especie de testamento, de premonición. Textualmente dice a su mujer: “…le ruego a Dios que me permita partir para que mi gente pueda volver a la normalidad”. Supe por Lina, su encantadora hija, que quienes lograron sobrevivir relataron que su padre estaba anoréxico y solo pesaba 47 kilos. El secuestro logra minar la fuerza, pujanza, entereza y recia personalidad de hombres como él, y es por ello que esta etapa de Colombia será una vergüenza histórica para nuestra nación. pmejiama1@une.net.co
martes, agosto 12, 2008
Bitácora desde el cautiverio (I).
Desde hace un tiempo en nuestro país no pasa un día sin que oigamos hablar de acuerdo humanitario, secuestrados, diálogos de paz, comisionados y facilitadores, países amigos y demás frases o palabras que tengan que ver con ese flagelo absurdo e inhumano que agobia a nuestra sociedad. Puede sentirse el clamor de un pueblo que definitivamente se mamó de la guerra, la inseguridad y la violación de los derechos humanos desde todos los flancos, y solo nos queda esperar que los alzados en armas reconozcan ese sentimiento de hartura y saturación que reflejan las marchas y voces de protesta de una sociedad unida en el rechazo.
Es común oír en la radio los angustiados mensajes que los familiares envían a sus seres queridos que permanecen secuestrados, o las entrevistas que les hacen en televisión cuando aparecen en cámara con la foto de quien no pueden abrazar desde hace tanto tiempo. Entonces los que oímos la información pensamos un momento en lo que será vivir esa experiencia, además de que durante las noches frías y lluviosas no podemos dejar de imaginarlos en unas condiciones tan difíciles para cualquier ser humano.
Después de muchas conjeturas acerca de lo traumático que es para una familia enfrentar dicha situación, pude asimilarlo mejor cuando leí el libro Bitácora de un secuestro. Editado por el Fondo Editorial de la Universidad EAFIT, recoge las cartas y escritos que dejó un ciudadano ejemplar, Gilberto Echeverri Mejía, quien perdió su vida mientras luchaba por alcanzar el sueño de tener un país más justo y equitativo. Después de haberle prestado sus servicios a Colombia desde el sector público y privado, decidió que antes de jubilarse para disfrutar de un retiro tranquilo al lado de su familia, podía desempeñar un último papel como comisionado de paz en su departamento, Antioquia.
En el año 2002 la guerrilla tenía bloqueados varios municipios antioqueños y en compañía del Gobernador de ese entonces, Guillermo Gaviria, el señor Echeverri participó en una marcha pacífica que proclamaba la no-violencia como medio de disuasión contra la insurgencia. Acompañados de organizaciones no gubernamentales, la Iglesia Católica y ciudadanos del común, vistieron de blanco y se fueron en busca de un diálogo con los comandantes de los grupos guerrilleros que operaban en la región. Por ello en su momento los acusaron de dar papaya y meterse en la boca del lobo, aunque por fortuna la mayoría de los ciudadanos entendimos su buena voluntad y entrega incondicional.
Lo que es la vida. Después de una existencia intensa y productiva, porque fue Embajador de nuestro país en Ecuador, Director del SENA, Ministro en dos ocasiones, Desarrollo y Defensa, Gobernador de Antioquia, Consejero presidencial para asuntos sociales, además de generador de industrias, partícipe de campañas cívicas y empresariales, gerente de compañías y miembro de muchas juntas directivas, el destino le pagó con una moneda que definitivamente no merecía. Y pensar que cuando él se unió a la marcha, en Santafé de Antioquia, una calamidad doméstica lo hizo dudar y quiso regresar a Medellín, pero sus familiares y amigos le informaron que ya el asunto estaba resuelto y podía seguir adelante con su labor. Cuando se produce la retención, en un primer momento ambos están convencidos de que se trata de algo pasajero mientras se realizan las conversaciones que buscaban con la marcha, pero al poco tiempo se enteran de que hacen parte del grupo de canjeables que tiene la guerrilla.
Entonces empieza un martirio que solo después de leer sus notas, puede asimilarse aunque sea un poco esa angustia aterradora. Porque la escritura de cartas para familiares y amigos, además de un ensayo sobre la educación en Colombia, fueron el bálsamo que lo mantuvieron en contacto, aunque fuera imaginario, con la realidad del mundo exterior. El señor Echeverri escribía casi a diario, aun consciente de que sus cartas solo saldrían en el momento que hubiera envío de pruebas de supervivencia, lo que ocurrió en muy pocas ocasiones. Por ello es que dichas misivas conformaron una especie de diario que su familia muy amablemente aportó para la edición del libro en mención, con la reserva lógica de las que fueran eminentemente personales.
Lo que sí queda muy claro en este documento es que la mayor cabecera del secuestrado es precisamente la preocupación que enfrenta su familia por tan delicada situación, porque al menos él tiene claro las condiciones en que sobrevive. Muy diferente a quienes quedan en casa que no dejan de preguntarse en todo momento si está aliviado, si lo alimentan bien, si tiene un techo para resguardarse de la lluvia, si lo maltratan y lo más angustiante: si su organismo ha resistido tan dura prueba. Y como la vida de la familia sigue adelante, también hay que preocuparse por el aspecto económico y demás minucias del día a día. Por ejemplo el doctor Gilberto gestionaba en esos días su pensión de jubilación y debió redactar un certificado de supervivencia con firma y huella dactilar, y solicitó a su compañero de cautiverio, el Gobernador Gaviria, que firmara como testigo del documento. También redactó autorizaciones para el banco, instrucciones para pago de impuestos y demás obligaciones tributarias. Lo triste es que muchos documentos no fueron aceptados y otros nunca llegaron.
Sigo en la próxima entrega con detalles de este escalofriante testimonio.
pmejiama1@une.net.co
lunes, agosto 04, 2008
Elecciones USA.
Debemos pararle bolas a las elecciones en los Estados Unidos porque definitivamente su destino está ligado al de tantas naciones que dependen de cómo se comporte esa economía. Si allá entran en recesión económica nos afectamos casi todos porque pocos países pueden decir que son autónomos e independientes. El G-8 conforma la orquesta que rige el baile y no cabe duda de que quien maneja la batuta de director es el representante del Tío Sam. Claro que han visto al Premier Chino en cursos intensivos de ese oficio y seguro en unas décadas va a ser el encargado de treparse al atril.
Por fortuna muy pronto veremos a alguien diferente a George W. Bush en la Casa Blanca, aunque dicho reemplazo también servirá de marioneta de lo grandes grupos económicos que a la larga son los que manejan los hilos tras bambalinas. Lo cierto es que, al menos en un principio, ese relevo no producirá la repulsión que genera la sola presencia del enano Bush, quien con su caminado de vaquero y esa sonrisita maliciosa refleja una imagen postiza y banal. No recuerdo a alguien en la historia contemporánea que haya despertado tanta animadversión como el actual Presidente de los Estados Unidos, además de que ha sido blanco de todo tipo de burlas y sainetes.
Los republicanos escogieron su candidato con relativa facilidad, porque aunque en un principio las cifras favorecían a dos de sus rivales, el triunfo en las primarias de algunos estados claves lo consolidaron como el aspirante para representar el partido que hoy gobierna esa nación. John Sidney McCain III es el prototipo del dirigente estadounidense; héroe de Vietnam, hecho prisionero y torturado durante 5 años, descendiente de militares reconocidos, millonario, poderoso, casado varias veces y político de carrera. Nació allí no más, en la zona del Canal de Panamá en 1936, y de alcanzar la presidencia sería el más viejo en ocupar ese cargo a sus 72 años.
Por ello es difícil comprender que un negrito nacido en Hawai, con pinta de beisbolista, tenga la balanza a su favor en las encuestas como candidato del partido demócrata. La misma Hillary Clinton, su contrincante por la nominación, casi no acepta que en un país racista por tradición se le fuera a atravesar un langaruto negro de escasos 47 años. Y no solo se le atravesó sino que la sacó de taquito. Barack Hussein Obama Jr. es hijo de un africano y una norteamericana; a los dos años de nacido sus padres se separan y la madre contrae de nuevo con un indonesio, y es en Yakarta donde Barack reside hasta cumplir los 10.
Aunque parezca mentira es muy posible que los gringos, tradicionalistas, excluyentes, chapados a la antigua, ególatras y apegados a sus símbolos patrios, escojan a un negro en vez del estadounidense característico que representa su raza y su historia. No puedo imaginar que un habitante de un estado del sur, Georgia o las Carolinas, criado durante la tiranía del Ku kux klan y enseñado a humillar y linchar a las gentes de color, elija a uno de ellos para que resida en la Casa Blanca. Los estadounidenses empezaron a apreciar a los negros cuando los vieron triunfar en los deportes, para vestirlos con el uniforme de ujier, chofer o mayordomo, para que pusieran el pecho en las guerras, e hicieran los oficios que hoy desempeñan los inmigrantes ilegales.
Tampoco puedo vislumbrar al gringo común y corriente, que vive en un suburbio y juega golf el fin de semana; tiene en su casa un sótano lleno de máquinas y herramientas de carpintería; posee una cabaña a orillas del lago para las temporadas de pesca; y compite con los vecinos en cuanto a lujos e ingresos, que deposite su voto por un negro que tiene el nombre de Hussein. Con esa paranoia que mantienen después del famoso atentado, se les debe confundir Obama con Osama; y peor con el agravante que el tipo hizo su primaria en Indonesia, el país con mayor población musulmana del mundo, por lo que deben figurárselo como un alienado que espera una orden superior para proceder con un plan siniestro.
¿Y será que los demócratas son tan machistas que prefirieron al moreno antes que elegir a una fémina? Al fin y al cabo señora, no importa que sea estudiada, y la imaginarán todos los días buscando las llaves de la oficina oval, agarrada de las mechas con las cocineras de la Casa Blanca, sin saber dónde anotó lo del tratado de desarme con los rusos, poniendo quejas de los congresistas y ranchada en que no sale de gira porque tiene costurero. En todo caso será motivo de muchos análisis sociológicos el hecho que por primera llegue un negro a la presidencia, y que casi lo logra una mujer.
También los debe tener ariscos que negros e inmigrantes ya sean mayoría, lo que se refleja en el apoyo que dan al candidato con que mejor se identifican. Nuestra clase dirigente asegura que nos conviene McCain porque apoya el Plan Colombia y el TLC, aunque nada nos ganamos porque mientras el congreso esté en manos de los demócratas, es misiá Nancy Pelosy la que decide sobre esos temas. El caso es que sin importar quién gane, aquí seguiremos como mariposa de museo: clavados y chapaliando.
pmejiama1@une.net.co
Por fortuna muy pronto veremos a alguien diferente a George W. Bush en la Casa Blanca, aunque dicho reemplazo también servirá de marioneta de lo grandes grupos económicos que a la larga son los que manejan los hilos tras bambalinas. Lo cierto es que, al menos en un principio, ese relevo no producirá la repulsión que genera la sola presencia del enano Bush, quien con su caminado de vaquero y esa sonrisita maliciosa refleja una imagen postiza y banal. No recuerdo a alguien en la historia contemporánea que haya despertado tanta animadversión como el actual Presidente de los Estados Unidos, además de que ha sido blanco de todo tipo de burlas y sainetes.
Los republicanos escogieron su candidato con relativa facilidad, porque aunque en un principio las cifras favorecían a dos de sus rivales, el triunfo en las primarias de algunos estados claves lo consolidaron como el aspirante para representar el partido que hoy gobierna esa nación. John Sidney McCain III es el prototipo del dirigente estadounidense; héroe de Vietnam, hecho prisionero y torturado durante 5 años, descendiente de militares reconocidos, millonario, poderoso, casado varias veces y político de carrera. Nació allí no más, en la zona del Canal de Panamá en 1936, y de alcanzar la presidencia sería el más viejo en ocupar ese cargo a sus 72 años.
Por ello es difícil comprender que un negrito nacido en Hawai, con pinta de beisbolista, tenga la balanza a su favor en las encuestas como candidato del partido demócrata. La misma Hillary Clinton, su contrincante por la nominación, casi no acepta que en un país racista por tradición se le fuera a atravesar un langaruto negro de escasos 47 años. Y no solo se le atravesó sino que la sacó de taquito. Barack Hussein Obama Jr. es hijo de un africano y una norteamericana; a los dos años de nacido sus padres se separan y la madre contrae de nuevo con un indonesio, y es en Yakarta donde Barack reside hasta cumplir los 10.
Aunque parezca mentira es muy posible que los gringos, tradicionalistas, excluyentes, chapados a la antigua, ególatras y apegados a sus símbolos patrios, escojan a un negro en vez del estadounidense característico que representa su raza y su historia. No puedo imaginar que un habitante de un estado del sur, Georgia o las Carolinas, criado durante la tiranía del Ku kux klan y enseñado a humillar y linchar a las gentes de color, elija a uno de ellos para que resida en la Casa Blanca. Los estadounidenses empezaron a apreciar a los negros cuando los vieron triunfar en los deportes, para vestirlos con el uniforme de ujier, chofer o mayordomo, para que pusieran el pecho en las guerras, e hicieran los oficios que hoy desempeñan los inmigrantes ilegales.
Tampoco puedo vislumbrar al gringo común y corriente, que vive en un suburbio y juega golf el fin de semana; tiene en su casa un sótano lleno de máquinas y herramientas de carpintería; posee una cabaña a orillas del lago para las temporadas de pesca; y compite con los vecinos en cuanto a lujos e ingresos, que deposite su voto por un negro que tiene el nombre de Hussein. Con esa paranoia que mantienen después del famoso atentado, se les debe confundir Obama con Osama; y peor con el agravante que el tipo hizo su primaria en Indonesia, el país con mayor población musulmana del mundo, por lo que deben figurárselo como un alienado que espera una orden superior para proceder con un plan siniestro.
¿Y será que los demócratas son tan machistas que prefirieron al moreno antes que elegir a una fémina? Al fin y al cabo señora, no importa que sea estudiada, y la imaginarán todos los días buscando las llaves de la oficina oval, agarrada de las mechas con las cocineras de la Casa Blanca, sin saber dónde anotó lo del tratado de desarme con los rusos, poniendo quejas de los congresistas y ranchada en que no sale de gira porque tiene costurero. En todo caso será motivo de muchos análisis sociológicos el hecho que por primera llegue un negro a la presidencia, y que casi lo logra una mujer.
También los debe tener ariscos que negros e inmigrantes ya sean mayoría, lo que se refleja en el apoyo que dan al candidato con que mejor se identifican. Nuestra clase dirigente asegura que nos conviene McCain porque apoya el Plan Colombia y el TLC, aunque nada nos ganamos porque mientras el congreso esté en manos de los demócratas, es misiá Nancy Pelosy la que decide sobre esos temas. El caso es que sin importar quién gane, aquí seguiremos como mariposa de museo: clavados y chapaliando.
pmejiama1@une.net.co
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