viernes, septiembre 29, 2006

Version libre y expontanea.

VERSION LIBRE Y EXPONTANEA.
De varios carriles el chicharrón que le heredó el ministro del interior y justicia a su reemplazo con el asunto de los paramilitares reinsertados. El asunto está más enredado que un bulto de cachos y nadie entiende cómo es la cosa, y el actual ministro, el doctor Holguín Sardi, resolvió dormirse en medio de la primera reunión que tuvo con los personajes recluidos. Qué tal esa vaina; si es complicado torear semejante lío con pleno conocimiento de causa, cómo será echándose un motoso en medio de la discusión. El caso es que los fiscales y demás representantes de los organismos de control del estado están interesados en entender bien cómo es el maní, y por fortuna resultó un personaje que ofreció dar una versión personal de los hechos.

*Resulta de que yo puedo hablar con tranquilidá porque bien dicen por ahí que el que nada debe nada teme. Mi nombre es Jersaín Buriticá y nací en el municipio de Andes, Antioquia; p’a que no friegue distingo a ese cliente que nombraron como nuevo Juan Valdés. Yo me desmovilicé con el frente mineros del Cauca, y mi jefe es don Cuco Vanoy; ese man es un bacán, eso sí p’a qué. El trabajito de nosotros en esa región del bajo Cauca consistía en darle chumbimba a los guerrillos de las FARC, a los elenos o al que llegara a poner pirinola por allá, p’a mantenelos espantaos de esas tierras.

Lo jodido es que ahora salieron con que los jefes de nuestra organización quizque que son unos mentirosos, porque a veces se les olvidan cositas del pasado. Lo que pasa es que nadies es perfecto como p’a tener una memoria fotográfica y que no se le pase ni una. Mire por ejemplo que a Monoleche se le había olvidao por completo el asunto con Carlos Castaño. Pero fíjese que cuando salieron a decir que el que lo mandó quiñar fue don Vicente, el propio hermano, este señor se ofreció hasta a mostrales dónde está enterrao el finao Carlos. Vea hombre, es que no es por justificalo, pero ese cliente se largaba a jartar guaro y a soltar la lengua, y una noche rascao dijo que iba a negocear con los gringos p’a contales toda la verdá de la organización. Y usté sabe pues que uno puede ser lo que quiera, menos sapo.

Y siguen fregando y sacando peros porque los patrones dijeron que ellos no tienen billete. Eso es la pura verdá. Fíjese que por ejemplo don Mancuso solo tiene una finquita y vive de lo que le dejó un ganao que vendió hace días. Y le puedo asegurar que las casas, esas verriondas camionetas que tiene, las otras fincas y el resto de cosas, todo es alquilao. P’a Chuchito bendito que así es. Y vea que don Berna, el cojineto, solo tiene una tierrita con unos cuantos animales. Cuando a el lo encanaron se armó la verrionda y hasta hubo paro de trasporte en Medallo, porque ese día no salieron a la calle buses, busetas, tacis y coletivos, pero eso jue porque el hombre es muy buena papa y la gente lo quiere mucho. Pura solidaridá.

Los otros jefes son todos muy buena gente; Gordo lindo, Macaco, Jorge 40, don Ramón Isaza, al que llaman El Viejo y es toda una istitución, Ernesto Báez y otros tantos, son puros filántropos, como el patrón Pablo Escobar. Y hablando de traquetos, están diciendo que algunos de ellos se están escampando en las autodefensas para colincharse en el proceso de paz. Cuentos. Por ejemplo El Tuso y los Mellizos son paracos como el que más. La única realidá es que nosotros entregamos las armas p’a cumplile al gobierno; el que quiera más que le piquen caña.

Yo le digo pues que algunos personajes joden al contrato y le ponen mucho tiringistingis al asunto, pero todos nosotros estamos en buena tónica p’a arreglar esto como sea. El problema es la gana que nos tiene los gringos p’a mandanos a pagar cana allá, y ahí la cosa se pone peluda. Mejor dicho, ni puel diablo. Otro problema templao son los pirobos reinsertados que la siguen embarrando, pero nosotros qué culpa si usté sabe que en todas partes hay gente torcida; y claro, cualesquiera oye una noticia de esas y cree que somos todos. Si va a mirar, la mayoría somos parceros decentes que no le hicimos mal a nadies; másimo cobrábamos unas cuotitas a los finqueros ricos p’a brindales proteción y que ellos pudieran visitar sus tierras. Un simple negocio como cualquier otro.

Ahora esperamos que el gobierno cumpla y que firme de una vez por todas, y estamos listos a que nos encanen por un tiempito. Pero eso sí, tiene que ser en Colombia porque ni pensar en que nos echen p’arriba. Porque le digo pues que nosotros por las buenas somos facilitos, pero nos sacan la piedra y ahí sí téngase fino. Ya acetamos hasta que sembramos coca p’a vender, pero cómo quiere que enfrentemos a la guerrilla si esos manes esportan de esa vaina por toneladas y no saben qué hacer con la plata que les dentra. O es que esperaban que les frenáramos el macho a punta de escopetas de fisto. Bájese de esa nube papá.
pmejiama1@epm.net.co

jueves, septiembre 21, 2006

De Lo Que Se Perdieron

Advertencia: este escrito no debe ser leído por menores de 13 años sin la compañía de un adulto responsable, para que después no digan que doy malos consejos a los mocosos. Porque cuando los muchachitos nos oyen recordar cómo era nuestra vida de estudiantes, los ojos se les abren como un dos de oros y no lo pueden creer. Para ellos es inaudito que alguien pudiera comportarse de esa manera sin que se armara un problema de la madona.

Para nosotros no existió una época mejor que la del colegio. Poco nos interesaba aprender y la única preocupación era ganar las materias a como diera lugar; mínimo sacar un 3 para que en la libreta de calificaciones apareciera la nota en tinta negra, o al menos 2,9 para recurrir a la famosa ley de arrastre que subía automáticamente ese pelito que faltaba. También era importante manejar el asunto de las inasistencias a clase, porque su acumulación es motivo de reprobación. Entonces había que planear alguna disculpa bien convincente, la cual era trasmitida por medio de algún compañero solidario, para que el profesor no pusiera la falla ni informara al coordinador de disciplina; porque la labor de éste era llamar a averiguar la causa de las deserciones.

Mamarse a clase era lo máximo. Y todavía mejor tomarse la tarde libre e irse de programa con unas hembritas, jugar varios chicos de billar en un café del centro o meterse a cine con los amigos a comer salchichas suizas y albóndigas, y luego hacer un concurso de eructos. La gente empezaba a salir mientras mascullaban y trinaban de la piedra, y con toda la razón, aunque para nosotros dicho proceder lo único que hacía era sumarle emoción a la desagradable competencia. Ahora pienso cómo fue que no nos pelaron a garrote, porque si me pasa hoy en día, ahorco los culicagaos maleducados y cochinos que se atrevan a semejante irrespeto. Debemos reconocer que nosotros solo pensábamos en hacer maldades y joder al prójimo, aprovechando que la gente era muy permisiva y la violencia no se toleraba en ningún caso.

Es raro que hoy un muchacho pierda el año lectivo, aunque debe trabajar duro. En cambio uno podía vagar todo el año y si le iba bien en los exámenes parciales, y sobre todo en el final, salvaba la materia. De lo contrario, tuqui tuqui lulú. Pero era un riesgo que muchos tomábamos y bastaba con conocer buenas técnicas para copiar en las pruebas. Pasteles, paquetes, trampas, comprimidos, chanchullos y muchos otros apelativos utilizamos para nombrar ese pequeño papelito con datos y fórmulas que debíamos esconder muy bien, para sacarlo con absoluto disimulo en el momento oportuno y encontrar la tan ansiada respuesta. Además quedaban como recurso la habilitación o los cursos remediales, en los cuales sí había que copiar a como diera lugar, porque si no estudiábamos en tiempo de colegio, mucho menos en vacaciones.

Si no fuera por dicha técnica, en la cual fui un experto, aún estaría en primero de bachillerato. O sexto, como le dicen ahora. A diario inventábamos nuevas modalidades y las mujeres nos llevaban ventaja, porque aprovechaban los muslos para anotar los datos y bastaba con subir la falda un poco para consultar; y ni modo de que un profesor les dijera que se levantaran el uniforme. Entonces uno recurría a llenar los antebrazos de apuntes, un rincón de la superficie del pupitre, en el marco de la ventana, en la regla o con letras diminutas en algunas caras del hexagonal lápiz.

Lo que llama la atención es que si pillaban a un alumno en esas andanzas o preguntándole algo al compañero, el profesor procedía a quitarles el examen y como decíamos entonces: cero pollito. Si el rector se enteraba de que algunos alumnos no asistieron al colegio sin causa justificada, estos eran llamados a su oficina y con seguridad recibían tremendo regaño, mala nota en disciplina y si había reincidencia, los suspendía. En cambio ahora si un colegial se comporta de igual manera, poco falta para que lo excomulguen. Un amigo consultó con una sicóloga porque su hijo adolescente pasaba por al etapa de las embarradas, y la vieja le dijo a quemarropa al confuso padre que él estaba criando delincuentes. De ser así, a nosotros nos hubieran quedado chiquitos Al Capone, El Chacal, Tirofijo y Pablo Escobar.

Mi madre siempre ha sido muy fresca y no se escandalizaba con esas pilatunas. La llamaban del colegio un martes para que fuera a recibir un informe sobre uno de los 6 zambos que estudiaban allá, y ella pedía que le acumularan las quejas de la semana para el viernes, ya que el establecimiento quedaba en los infiernos. Y como mi padre trabajaba todo el día nunca se enteraba cuando llamaban del colegio.

Cada quien tiene su opinión, pero el escritor irlandés Bernard Shaw dijo que el único tiempo que perdió durante su existencia fue mientras asistió al colegio. La verdad yo pasé muy sabroso pero no asimilé nada. Lo poquito que sé, lo he aprendido a través de la lectura y sobre todo en la universidad de la vida. Y debo decir que aunque tuve mi época de vándalo y vago, no me arrepiento de nada. Porque a uno nadie le quita lo bailado.

lunes, septiembre 18, 2006

Temas Delicados

Nada más delicado que meter la cucharada en temas relacionados con religión o política. Siempre sale uno regañado. Claro que después de oír tantas pendejadas sobre los hechos que suceden a diario, es muy difícil quedarse callado y tragarse las opiniones. Aquí no se puede hacer bulla, porque al enterarse la prensa cualquier asunto se vuelve un tierrero al que entra a meter la cucharada hasta el mismo gato. Y para ciertos medios de comunicación un escándalo o una polémica de cualquier tipo es un verdadero plato fuerte al que le sacan provecho hasta decir no más. Me parece oír a Julito y a Félix saboreando el bistec de turno.

Un ejemplo claro son los abortos practicados en casos específicos, hecho que sucede en nuestro país y en el mundo entero infinidad de veces y solo se enteran el médico y los directamente afectados. Sin nombrar los que se practican en forma clandestina y con métodos poco ortodoxos, los cuales causan daños permanentes y en muchos casos la muerte de la paciente. Ojalá la gente aprenda que lo más acertado es pasar desapercibido para que nadie tercie en el asunto.

Porque hay que ver los medios de comunicación hacer encuestas acerca de la opinión de los ciudadanos sobre cualquier cosa. Y meten baza los jerarcas de la iglesia, los políticos, los artistas, el concejal lustrabotas, la reina de la panela, un chofer de colectivo, el carretillero, un mocoso cantante, una zamba madurada biche y todo el desocupado que espera horas para decir cualquier babosada en un programa radial. Claro, como es tan fácil opinar desde la barrera, qué carajo. Pero a pocos se les ocurre pensar si vivieran el problema en carne propia, cómo lo enfrentarían. No debemos olvidar que una cosa piensa el burro y otra quien lo monta.

Todos conocemos de cerca a una niña de siete años; puede ser familiar, hija de un amigo, la vecinita o la nieta de un empleado. Basta con imaginar a esa criatura abusada sexualmente por un vergajo corrompido que aprovecha el parentesco para violarla a su gusto durante 4 años, hasta dejarla embarazada cuando a los 11 sus cambios hormonales le permiten concebir. Entonces sale un obispo a decir que si no quiere a la criatura, en vez de asesinarla debe soportar el embarazo, dar a luz y entregarla a la iglesia para darla en adopción. Sencilla la solución. ¿Y el trauma de una pequeña al llevar a término un embarazo, parir y enfrentarse a un bebé que brota de su vientre, sin siquiera entender bien cómo es la cosa? No quiero ni imaginar cómo puede resistir el organismo de una niña la gestación, si cuando vemos a una mujer adulta y corpulenta (caballo grande, que llamamos) después de los 8 meses de preñez parece una nevera a punto de reventar.

Y todo el mundo a señalar a la madre de la pequeña porque se hizo la de la vista gorda y permitió tal atropello, pero no pensamos que si ella lo denuncia y al guache lo zampan a la cárcel, se la traga la tierra a ella y a la tropa de mocosos. Porque bien que mal, el tipo paga el arriendo y algo lleva para echarle a la olla. Una cruel realidad que así nos suene absurda y falta de moral, es la ley de sálvese quien pueda. Muy cómodo opinar para quien nunca ha sentido hambre de verdad ni se le ha mojado la cama en una noche de invierno.

Me partió el alma ver en las afueras del hospital donde estaba recluida la inocente criatura, a un mundo de culicagaos de varios colegios de Bogota quienes esgrimían carteles y gritaban en coro “asesina, asesina”. Cómo pudo sentirse esa pobre niña si escuchó semejante acusación. Unos caguetas azuzados por los directivos del colegio, con toda seguridad, que con tal de capar clase proceden como les digan sin detenerse a pensar si ellos fueran los afectados.

Estamos hasta la coronilla de oír los diferentes argumentos de si debe aceptarse o no el aborto para casos específicos. Ya por lo menos es permitido y de esa forma los médicos se curan en salud para no meterse en líos jurídicos, mientras la iglesia sigue en su campaña de frenar la medida. Nada sacan con excomulgar a los magistrados por cumplir con su deber, y no sobra recordarles que en nuestro país no todos los ciudadanos son católicos, otros no son practicantes y muchos más no comulgamos con este tipo de determinaciones. Basta con que cada persona obre según sus principios morales y religiosos, y al tratarse de un menor de edad, queda en manos de sus padres o acudientes tomar la determinación. Nadie más tiene por qué meter la cucharada.

Que si Fabiola Zuluaga se apresuró en retirarse; que Juan Pablo Montoya la embarró cambiándose de categoría; que si fulanita necesita siliconas; que el técnico del equipo debe renunciar; que por qué tumbaron ese árbol; que mejoren las vías pero sin cobrar valorización; que si usted devolvería la plata de la guaca; que si los del otro equipo pueden casarse; que si fue primero el huevo o la gallina. Hombre, por dios, dejemos la jodentina y verá que la vida es más llevadera.