Sin pecar de pesimista, hasta ahorita estaba convencido de que me iría de este mundo sin ver un cambio en el manejo del poder en nuestro país. Desde que tengo uso de razón, y desde siempre, gamonales y caciques han sido quienes manipulan los hilos del poder. Ellos ponen los congresistas a su antojo y después de tener el control del Parlamento, el resto es simple carpintería. Gobiernos de un partido o del otro; presidentes jóvenes o viejos; con fama de honestos o de corrompidos; dirigentes prometedores y aparición de nuevos partidos, pero siempre con el mismo resultado: corruptelas, marrullas, triquiñuelas, desafueros y un desastroso manejo de lo público.
Por fin arranca esta campaña presidencial, estancada por la encrucijada aquella, y en un principio los candidatos con más opción nos prometían lo mismo de siempre. Santos cuenta con el guiño del Presidente Uribe y por ello puntea, porque este gobierno siempre ha tenido muchos adeptos, pero con él seguiremos en la misma tónica politiquera. A Santos el poder y la riqueza lo acompañan desde la cuna, y siempre se ha movido en los más altos círculos del país y el exterior; ha desempeñado importantes cargos en el alto gobierno y en el sector privado, lo que le permite enfrentarse a presidir los destinos del país, y ante la falta de un contrincante que descuelle se perfiló como el más seguro sucesor. Nohemí lo persiguió de lejitos sin representar ningún peligro, porque los conservadores aparte de que son bien poquitos, cometieron el peor error de una colectividad: dividirse. Lo mismo le sucedió al Polo y a esos sí que les ha ido mal.
Vargas Lleras y Pardo crecen como la cola de las vacas, para abajo, todo gracias a que sus coequiperos piensan que el único que tiene que hundirse con el barco es el capitán; esos gamonales prefieren lanzarse en paracaídas y planear un rato mientras se aclara a ver dónde es que toca aterrizar. Por fortuna también hay un partido para los inconformes, para quienes soñamos con un cambio y no queremos saber más de partidos tradicionales ni de promeseros. La ola Verde es la opción que aglutinó a varios ex alcaldes exitosos en sus respectivas administraciones, quienes le cambiaron la cara a las dos principales ciudades del país. Si ellos se le midieron a semejante desafío, algo podrán hacer con este sufrido país.
Que Mockus no es el apropiado para capotear esta leonera, es cierto; que no tiene respaldo político que lo apoye en su gobierno, también es verdad; y que no logra llegarle al público porque su idioma es para académicos y científicos, además de otras tantas falencias, pero tiene un atributo que poco le hemos visto a nuestros dirigentes: principios. El profesor Antanas predica la ética y la honestidad, es didáctico y moderado, y aunque ha sido dado a la excentricidad, creo que siempre lo ha hecho como un medio de difundir un mensaje. Lástima que en el debate televisado no haya alcanzado a responder cómo hará para que en el Congreso le marchen, sin darles nada a cambio. Para mí, esa es la pregunta del millón.
De todas maneras me la juego. Echando a perder se aprende y si logramos sobrevivir a los gobiernos de Turbay, Barco, Samper o Pastrana hijo, para nombrar unos pocos, podemos ensayar a ver qué sucede si elegimos Presidente a un hombre ajeno a los intríngulis de la politiquería. El matemático sabe que no puede descuidar el asunto de la seguridad, y parece muy consciente de ello, porque sin duda ese punto es el que mantuvo al actual gobierno con tan buena aceptación. Vamos a meterle un susto monumental a los grandes electores, a sacudirlos y recordarles que estamos mamados de tanta sinvergüencería.
A propósito del debate, qué espectáculo tan deprimente. Un show mediático, como todo lo de los canales privados de televisión, donde un moderador arrogante y empalagoso orquestó con tres periodistas de pacotilla un encuentro insípido y anodino; Jorge Alfredo es un tósigo, Arizmendi no convence, Fidel Cano parece muñeco de ventrílocuo y Darío Fernando Patiño no tiene un recorrido importante. Hubiera sido diferente con periodistas punzantes y atrevidos. Otra cosa es que pretender que un candidato responda cómo va a hacerle frente al desempleo, a la emergencia social, la crisis del café o al problema de seguridad, en un minuto, es absurdo. Las preguntas fueron tan estúpidas y utópicas que parecían hechas por alumnos de primaria. Quedarse hasta la media noche, pegado de semejante pendejada, sólo para ver quién pisa una cáscara y la embarra; porque nada distinto sucede.
Vamos pues a empeñarnos en respaldar esta oportunidad que se nos presenta. A convencer a la mayor cantidad de personas de que en la primera vuelta apoyemos a Mockus a ver qué pasa. Si logra una buena votación, tendrá derecho a importante participación en el gobierno elegido. Pero si llegara a ganar en la primera vuelta, para sorpresa de todos, debemos unirnos para apoyarlo y presionar para que los congresistas lo acompañen en su mandato. Quien no arriesga un huevo no obtiene un pollo y de qué otra forma podremos saber si en Colombia es posible un cambio de mentalidad. Y mucho ojo con el candidato, porque no debemos olvidar que muchas ilusiones murieron acribilladas por las balas asesinas.
pmejiama1@une.net.co
martes, abril 27, 2010
martes, abril 20, 2010
La ley del embudo.
La ciencia de la economía es complicada de entender para la gente del común y no todos los columnistas que tratan el tema en los medios escritos son fáciles de leer, porque exponen sus opiniones en un léxico que con seguridad es muy claro para ellos, pero que al resto de los mortales nos deja groguis. Por ello disfruto una columna que publica este diario, escrita por el doctor Luis Alfonso Arias, porque es didáctica, clara y utiliza un lenguaje coloquial y sencillo; además, presenta unos ejemplos que son entendibles para cualquiera que haya terminado el bachillerato. Porque son muchas las inquietudes que tenemos acerca del tema.
El asunto del dólar es algo bien complicado. Uno crece convencido de que si la divisa americana se iguala a nuestro peso es porque somos una economía fuerte, a diferencia de otras que tienen un cambio mucho más disparejo, pero cuando los “verdes” empiezan a bajar ponen el grito en el cielo porque al país se lo va a llevar el patas. Que los exportadores se friegan, es la queja principal, pero no dicen nada de los que se benefician porque importan materia prima u otros productos. La verdad es que el ciudadano del común hace fuerza para que bajen de precio a ver si puede mercarse unos cuantos para salir de paseo al exterior, porque mientras estén caros, olvídese. Claro que yo tengo la fórmula infalible para que el dólar pierda valor y arranque para abajo: no es sino que a mi poder lleguen unos cuantos, así sean poquitos, y eso es como con la mano.
El cuento de la tal inflación sí que menos lo entendemos. Hace varios años, cuando la cifra que marcaba este fenómeno era de dos dígitos, no se oía hablar sino de las medidas para reducirla a como diera lugar. Y arrancó para abajo, y todos igual de jodidos, con la diferencia que los salarios aumentan en la misma proporción que marque la inflación, que cada vez es más baja, mientras todos los demás gastos suben como espuma en mayores porcentajes.
Tampoco es fácil concebir cómo es que funciona el negocio de las entidades financieras en nuestro país, porque en ninguna otra situación se presenta la ley del embudo con mayor precisión como en este caso. Aquí la boca del embudo, que corresponde a las entidades financieras, tiene un ancho mayor al del Cañón del Chicamocha, mientras el tubito angosto nos representa a los millones de marranos que depositamos nuestra confianza en ellos. Y así hagan campañas para que todo el mundo retire sus ahorritos del banco, no haga ningún tipo de transacción, nadie tome dinero prestado, devuelvan las tarjetas de crédito y ni siquiera se utilicen los cajeros automáticos, en una sociedad moderna es muy complicado sobrevivir sin hacer uso del mercado financiero.
Es como dicen, un mal necesario, pero hay que ver lo que reniega la gente de los bancos porque se la quieren ganar toda y en una sucursal bancaria cobran hasta por estornudar. Piensa uno que la mayoría de sus servicios deberían ser gratuitos, para que el cliente utilice su portafolio que a la larga es lo que les interesa, pero por el contrario escurren al usuario con sevicia y fruición. Cómo es posible que consigne usted en Manizales un cheque girado en Pereira y por el canje le cobren un mundo de plata; ni porque mandaran un mensajero en bus a hacer el trámite. Ahora con oprimir la tecla de una computadora esa vaina pasa como por arte de magia, en milésimas de segundo, y nadie tiene desgaste alguno. Y vaya compre una chequera para que se entere de lo que cuesta; como si al girar cheques no se moviera el banco y acrecentara sus ganancias.
Oí al Presidente Uribe justificar las utilidades que reportan los bancos dizque porque ellos generan empleo, pagan impuestos y activan la economía, razones que estarían muy bien si las ganancias fueran razonables. Pero cuando deben utilizar cifras en billones, con B de billete, para cuantificar los montos, los agobiados cuentahabientes quedamos estupefactos. ¡Qué estupefactos!, quedamos es verracos, picados, envenenados y aterrados ante semejante despropósito. Hasta nos aguantamos que tengan unas utilidades mayores a la de cualquier negocio, el doble si quieren, porque nadie trabaja para que lo vean, pero las cifras que presentan son exorbitantes.
Que alguien explique por qué si un cliente lleva al banco 30 millones de pesos y abre un CDT le pagan unos intereses irrisorios, mientras que a quien solicite un crédito de consumo le clavan un interés que supera con creces el que pagan por lo que ellos captan. Y por un sobregiro o el uso de la tarjeta de crédito cobran hasta el 25%; ni hablar de los créditos de vivienda y demás “servicios”. La gente siempre dependerá de los préstamos, así la expriman, porque bien es sabido que la necesidad tiene cara de perro. Otra cosa es que gracias al 4 x mil la mayoría únicamente recurre al banco cuando es estrictamente necesario; de resto, puro “Bancolchón”.
La cifra de utilidades solo es superada por los madrazos que reciben las entidades financieras, expresiones que se generan cuando el sufrido deudor recibe una llamada el domingo a primera hora para recordarle el inminente vencimiento de una obligación.
pmejiama1@une.net.co
El asunto del dólar es algo bien complicado. Uno crece convencido de que si la divisa americana se iguala a nuestro peso es porque somos una economía fuerte, a diferencia de otras que tienen un cambio mucho más disparejo, pero cuando los “verdes” empiezan a bajar ponen el grito en el cielo porque al país se lo va a llevar el patas. Que los exportadores se friegan, es la queja principal, pero no dicen nada de los que se benefician porque importan materia prima u otros productos. La verdad es que el ciudadano del común hace fuerza para que bajen de precio a ver si puede mercarse unos cuantos para salir de paseo al exterior, porque mientras estén caros, olvídese. Claro que yo tengo la fórmula infalible para que el dólar pierda valor y arranque para abajo: no es sino que a mi poder lleguen unos cuantos, así sean poquitos, y eso es como con la mano.
El cuento de la tal inflación sí que menos lo entendemos. Hace varios años, cuando la cifra que marcaba este fenómeno era de dos dígitos, no se oía hablar sino de las medidas para reducirla a como diera lugar. Y arrancó para abajo, y todos igual de jodidos, con la diferencia que los salarios aumentan en la misma proporción que marque la inflación, que cada vez es más baja, mientras todos los demás gastos suben como espuma en mayores porcentajes.
Tampoco es fácil concebir cómo es que funciona el negocio de las entidades financieras en nuestro país, porque en ninguna otra situación se presenta la ley del embudo con mayor precisión como en este caso. Aquí la boca del embudo, que corresponde a las entidades financieras, tiene un ancho mayor al del Cañón del Chicamocha, mientras el tubito angosto nos representa a los millones de marranos que depositamos nuestra confianza en ellos. Y así hagan campañas para que todo el mundo retire sus ahorritos del banco, no haga ningún tipo de transacción, nadie tome dinero prestado, devuelvan las tarjetas de crédito y ni siquiera se utilicen los cajeros automáticos, en una sociedad moderna es muy complicado sobrevivir sin hacer uso del mercado financiero.
Es como dicen, un mal necesario, pero hay que ver lo que reniega la gente de los bancos porque se la quieren ganar toda y en una sucursal bancaria cobran hasta por estornudar. Piensa uno que la mayoría de sus servicios deberían ser gratuitos, para que el cliente utilice su portafolio que a la larga es lo que les interesa, pero por el contrario escurren al usuario con sevicia y fruición. Cómo es posible que consigne usted en Manizales un cheque girado en Pereira y por el canje le cobren un mundo de plata; ni porque mandaran un mensajero en bus a hacer el trámite. Ahora con oprimir la tecla de una computadora esa vaina pasa como por arte de magia, en milésimas de segundo, y nadie tiene desgaste alguno. Y vaya compre una chequera para que se entere de lo que cuesta; como si al girar cheques no se moviera el banco y acrecentara sus ganancias.
Oí al Presidente Uribe justificar las utilidades que reportan los bancos dizque porque ellos generan empleo, pagan impuestos y activan la economía, razones que estarían muy bien si las ganancias fueran razonables. Pero cuando deben utilizar cifras en billones, con B de billete, para cuantificar los montos, los agobiados cuentahabientes quedamos estupefactos. ¡Qué estupefactos!, quedamos es verracos, picados, envenenados y aterrados ante semejante despropósito. Hasta nos aguantamos que tengan unas utilidades mayores a la de cualquier negocio, el doble si quieren, porque nadie trabaja para que lo vean, pero las cifras que presentan son exorbitantes.
Que alguien explique por qué si un cliente lleva al banco 30 millones de pesos y abre un CDT le pagan unos intereses irrisorios, mientras que a quien solicite un crédito de consumo le clavan un interés que supera con creces el que pagan por lo que ellos captan. Y por un sobregiro o el uso de la tarjeta de crédito cobran hasta el 25%; ni hablar de los créditos de vivienda y demás “servicios”. La gente siempre dependerá de los préstamos, así la expriman, porque bien es sabido que la necesidad tiene cara de perro. Otra cosa es que gracias al 4 x mil la mayoría únicamente recurre al banco cuando es estrictamente necesario; de resto, puro “Bancolchón”.
La cifra de utilidades solo es superada por los madrazos que reciben las entidades financieras, expresiones que se generan cuando el sufrido deudor recibe una llamada el domingo a primera hora para recordarle el inminente vencimiento de una obligación.
pmejiama1@une.net.co
lunes, abril 12, 2010
Hasta pecado será.
Pocas cosas me mortifican más que el derroche y la excentricidad. En un mundo donde hay tanta miseria, que presenta altas cifras de mortalidad por hambre, con millones de niños sin derecho a la educación o la salud, con gentes que viven en la calle sin pertenencias ni destino, donde el maltrato, el abuso y la esclavitud son pan de cada día, no soporto que unos pocos privilegiados destinen sus recursos a gastos innecesarios. Para mi gusto el despilfarro y el boato son despreciables, absurdos, insultantes. Y cuando me entero de dichos excesos, solo deseo a quien los comete que el destino se la cobre. Que algún día sepa lo que son el hambre y la necesidad.
Vi en un programa de televisión, dedicado exclusivamente al despilfarro, un hotel en la costa occidental de los Estados Unidos donde van las personalidades del jet set a disfrutar sus vacaciones. El programa se llama “Mundo de millonarios” y se trata más que todo de resaltar ese tipo de excentricidades absurdas. Empieza el presentador a mostrar los diferentes atractivos y en cada uno resalta cuánto hay que pagar por él: un masaje cuesta un ojo de la cara, cena en la playa para sorprender a la mujer amada un dineral, una vuelta en barco otra fortuna y así todo por el estilo, pero lo que me ofendió fue cuando hablaron de ciertos tipos de licores. El barman mostraba las botellas y decía el precio de cada trago, pero tragos como el aguardiente que se mandan de un solo golpe, y empezó a subir el precio hasta llegar a un tequila muy exclusivo cuyo costo era de mil dólares por trago. Entonces pienso en cuántas necesidades pueden paliarse con ese dinero y solo me queda la esperanza de que la Justicia Divina castigue dichos excesos.
El ser humano es dado a compartir su vida con animales y por ello son tan comunes las mascotas. Está bien que suplan sus necesidades básicas, pero de ahí a la extravagancia hay mucho trecho. Durante mi infancia en la casa siempre hubo perro, gato, conejos, tortuga, gallinas y palomas, pero todos vivían en el patio. Comían sobrados, cáscaras de hortalizas que nos regalaban en la galería, y un poco de maíz amarillo para las aves, mientras que el gato cazaba ratones y pájaros en el vecindario. En cambio ahora el consumismo inventa a diario diferentes alimentos, tratamientos de belleza y hasta juguetes para los animalitos. Y como a ciertos millonarios les gusta es aparentar, ya existe una aerolínea para transportar mascotas y en las principales ciudades del mundo hay hoteles cinco estrellas para alojarlas. No hay derecho. Y me cuenta una amiga virtual peruana, que vive en España, que vio exhibida ropa para perros con precios entre 50 y 300 euros. ¡Válgame Dios!, como si los animales necesitaran vestirse.
Es un gusto para cualquier padre festejar el matrimonio de su hija con una fiesta que reúna a familiares y amigos. Que no falten la torta, el champaña, la buena comida, el traguito y la música para entretener a los comensales, además de todos los detalles que dicta el protocolo, pero la inversión no debe ser exorbitante. Cómo es que hay gente que se gasta un infierno de plata en dicha celebración, si con mucho menos puede programar algo muy completo y el resto de la plata se lo regala a esa hija que empieza una nueva vida. Qué remordimiento si algún día pasa trabajos, saber que se tiraron ese dineral en una fiesta de la que no quedaron sino las fotos y el guayabo. Porque ya ni el sagrado vínculo perdura.
Son muchos los que se derriten al hablar de la plata que tiene otro fulano, de cuáles propiedades posee, cuánto billete mueven sus empresas y negocios, como se codea en un círculo de potentados y pertenece a los clubes más exclusivos. Que los hijos estudian en los mejores colegios y universidades, de los viajes que ha hecho, de las fiestas que celebra para hacer relaciones públicas, de las obras de arte que adornan las paredes de su casa. Y claro, todos quieren ser amigos del personaje, lo aceptan en su círculo social, así a sus espaldas digan que es una caranga resucitada, y se vanaglorian de su aprecio, pero vaya que ese fulano tenga un revés financiero y se quede en la calle. A ver cuántos lo siguen frecuentando, quienes lo saludan siquiera en la calle. Hasta dónde llega la estulticia de quienes creen que la gente vale por los bienes materiales que posee.
Al referirme a las mascotas recordé la anécdota de un amigo de Medellín, quien cierta vez se encontró con una sobrina que andaba güete con un perrito que le regalaron. No se cambiaba por nadie con su cachorro y cuando el tío le preguntó cómo se llamaba el chandoso, ella muy orgullosa respondió que Mateo. El hombre se lamentó por la manía de la gente de ponerles nombres de personas a los animales y le comentó a la niña si no le parecía más oportuno nombrarlo con un apelativo de animal. Pues a los pocos días se topó de nuevo con la zamba y ésta muy orgullosa le contó: Tío, ya le puse nombre de animal a mi perrito, ¡se llama elefante!
pmejiama1@une.net.co
Vi en un programa de televisión, dedicado exclusivamente al despilfarro, un hotel en la costa occidental de los Estados Unidos donde van las personalidades del jet set a disfrutar sus vacaciones. El programa se llama “Mundo de millonarios” y se trata más que todo de resaltar ese tipo de excentricidades absurdas. Empieza el presentador a mostrar los diferentes atractivos y en cada uno resalta cuánto hay que pagar por él: un masaje cuesta un ojo de la cara, cena en la playa para sorprender a la mujer amada un dineral, una vuelta en barco otra fortuna y así todo por el estilo, pero lo que me ofendió fue cuando hablaron de ciertos tipos de licores. El barman mostraba las botellas y decía el precio de cada trago, pero tragos como el aguardiente que se mandan de un solo golpe, y empezó a subir el precio hasta llegar a un tequila muy exclusivo cuyo costo era de mil dólares por trago. Entonces pienso en cuántas necesidades pueden paliarse con ese dinero y solo me queda la esperanza de que la Justicia Divina castigue dichos excesos.
El ser humano es dado a compartir su vida con animales y por ello son tan comunes las mascotas. Está bien que suplan sus necesidades básicas, pero de ahí a la extravagancia hay mucho trecho. Durante mi infancia en la casa siempre hubo perro, gato, conejos, tortuga, gallinas y palomas, pero todos vivían en el patio. Comían sobrados, cáscaras de hortalizas que nos regalaban en la galería, y un poco de maíz amarillo para las aves, mientras que el gato cazaba ratones y pájaros en el vecindario. En cambio ahora el consumismo inventa a diario diferentes alimentos, tratamientos de belleza y hasta juguetes para los animalitos. Y como a ciertos millonarios les gusta es aparentar, ya existe una aerolínea para transportar mascotas y en las principales ciudades del mundo hay hoteles cinco estrellas para alojarlas. No hay derecho. Y me cuenta una amiga virtual peruana, que vive en España, que vio exhibida ropa para perros con precios entre 50 y 300 euros. ¡Válgame Dios!, como si los animales necesitaran vestirse.
Es un gusto para cualquier padre festejar el matrimonio de su hija con una fiesta que reúna a familiares y amigos. Que no falten la torta, el champaña, la buena comida, el traguito y la música para entretener a los comensales, además de todos los detalles que dicta el protocolo, pero la inversión no debe ser exorbitante. Cómo es que hay gente que se gasta un infierno de plata en dicha celebración, si con mucho menos puede programar algo muy completo y el resto de la plata se lo regala a esa hija que empieza una nueva vida. Qué remordimiento si algún día pasa trabajos, saber que se tiraron ese dineral en una fiesta de la que no quedaron sino las fotos y el guayabo. Porque ya ni el sagrado vínculo perdura.
Son muchos los que se derriten al hablar de la plata que tiene otro fulano, de cuáles propiedades posee, cuánto billete mueven sus empresas y negocios, como se codea en un círculo de potentados y pertenece a los clubes más exclusivos. Que los hijos estudian en los mejores colegios y universidades, de los viajes que ha hecho, de las fiestas que celebra para hacer relaciones públicas, de las obras de arte que adornan las paredes de su casa. Y claro, todos quieren ser amigos del personaje, lo aceptan en su círculo social, así a sus espaldas digan que es una caranga resucitada, y se vanaglorian de su aprecio, pero vaya que ese fulano tenga un revés financiero y se quede en la calle. A ver cuántos lo siguen frecuentando, quienes lo saludan siquiera en la calle. Hasta dónde llega la estulticia de quienes creen que la gente vale por los bienes materiales que posee.
Al referirme a las mascotas recordé la anécdota de un amigo de Medellín, quien cierta vez se encontró con una sobrina que andaba güete con un perrito que le regalaron. No se cambiaba por nadie con su cachorro y cuando el tío le preguntó cómo se llamaba el chandoso, ella muy orgullosa respondió que Mateo. El hombre se lamentó por la manía de la gente de ponerles nombres de personas a los animales y le comentó a la niña si no le parecía más oportuno nombrarlo con un apelativo de animal. Pues a los pocos días se topó de nuevo con la zamba y ésta muy orgullosa le contó: Tío, ya le puse nombre de animal a mi perrito, ¡se llama elefante!
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