Definitivamente este es el país del yo no fui. Aquí es imposible saber quien tuvo la culpa; además de que nadie vio nada, ni oyó, ni supo. Dicen que desde que las disculpas se hicieron el gato no come queso, y en eso de sacar el cuerpo los colombianos somos unos magos. Está bien que un mocoso se invente cualquier cuento con tal de evitar un regaño o un sopapo, pero que el ministro, el congresista o un personaje público salgan con una babosada es algo que produce rabia y desazón. A diario nos enteramos de acusaciones que no dejan duda sobre la culpa del responsable señalado, pero cuál será nuestra desilusión cuando, en vez de mostrarse arrepentido, renunciar a su cargo o ir a parar a la guandoca, el implicado se sale por la tangente de una forma risible.
El escándalo de moda es la para-política y creo que al presidente no le va a alcanzar su segundo mandato para lograr capotear el temporal. Sucederá lo mismo que con Samper, que no hizo nada por dedicarse a apagar incendios. Falta que todos los jefes paracos recluidos en la cárcel de Itagüí enciendan el ventilador para salpicar a reconocidos personajes, porque solo unos pocos han pasado al tablero, lo que hace suponer que esta vaina apenas comienza. Y ojalá hagan una lista de quiénes son los responsables y los untados, y los zampen al calabozo; claro que de seguir así, no habrá dónde encerrarlos.
Lo gracioso es que se repite el procedimiento con cada uno de los implicados cuando desmiente las acusaciones en su contra, y con cara de ternero huérfano y la lágrima en el ojo, hace pucheros y jura por su madrecita que es tan inocente como un recién nacido. Ya estoy jarto con dicho proceder y me late que nunca veremos a alguien aceptar una culpa. Sin querer fungir de pesimista, tampoco creo que alcancemos a disfrutar de la paz en este bendito país. Porque así logremos un arreglo con guerrilleros y paracos, nos queda pendiente el cartel del contrabando, el de la gasolina, el de la piratería terrestre, ladrones de banco, proxenetas, secuestradores, mafiosos, falsificadores, abigeos, timadores… ¡mejor dicho!
No cabe duda de que la verdad duele. A nadie le gusta que le canten la tabla y le saquen los trapitos al sol, así de labios para afuera agradezca la sinceridad de su acusador. Por ello aquí seguiremos nadando contra la corriente con el asunto de la tal verdad, palabra que se puso de moda en nuestro medio. Las verdades que salen a flote solo sirven para alimentar los cotilleos y los titulares de una prensa amarillista. Porque hasta el momento de nada ha servido que hayamos convertido este país en un criadero de sapos.
En la película “En mi país” (In my country), donde la actriz Juliette Binoche representa a una periodista nativa y Samuel Jackson a uno estadounidense, se presenta la forma como enfrentaron en Sudáfrica el proceso de verdad y olvido. En consejos abiertos al público y transmitidos en directo por radio y televisión, los acusados relataban en detalle la forma como asesinaron, violaron o torturaron a las víctimas, y todo frente a familiares y allegados de los afectados. De igual manera los negros confesaban los atentados terroristas y los asaltos a las propiedades de los blancos, donde asesinaban todo tipo de personas.
Sobre el papel suena muy didáctica la práctica, pero tiene que ser muy difícil para alguien escuchar cómo fueron los últimos momentos de un hijo u otro familiar cercano. Escuchar de boca del asesino cómo procedió, qué gritaba el agredido, dónde sucedió el hecho, a qué hora, frente a quiénes, es algo que hierve la sangre y envenena a cualquiera. Por ello acepto que uno puede perdonar, por el bien general, pero olvidar debe ser imposible.
Llama la atención que aquí nos escandalizamos con declaraciones que son secretos a voces. Que una empresa cualquiera paga vacuna a los paracos para que la dejen operar, es cuento viejo; que las demás señaladas proceden igual, también es cierto; y las que no han sido reportadas, póngale la firma. Las que no aportan a los para-militares, es porque operan en zona guerrillera y en este caso el billete es para ellos. Y muchos tienen que cotizarle a ambos bandos. Sucede lo mismo con los finqueros, para que nadie se aterre si dicen que fulano pagó vacuna, porque no es lógico que todos aporten y a alguien no le cobren porque sí.
En Colombia estamos polarizados; el odio y el resentimiento pueden sentirse cuando la gente opina en publicaciones y emisoras de radio. Si le gusta Uribe es para-militar, fascista, derechista; si lo ataca es guerrillero, comunista, mamerto y contestatario. Quien apoya el TLC es un regalado de los gringos y el que lo ataca un enemigo del desarrollo. El crítico de la iglesia un irrespetuoso, come curas y ateo, y su defensor un beato rezandero. Con lo fácil que es reconocer las virtudes y los defectos de cualquier situación.
No digo más porque me chuzan el teléfono y descubren que pido a la tienda tomates, leche y arepas; pillan dónde es el parche para el fin de semana; y se patean las conversaciones que sostenemos con amigos y familiares. ¡Qué susto!
pmejiama1@une.net.co
3 comentarios:
Apreciado Escritor: que interesante resulta este ameno escrito por las caricaturas extremas que trazan los dueños del "poder" sobre las visiones políticas de los gobernados, y más por sus pronósticos sobre lo probable en materia de lo ocurrido y por llegar, en este país. Un abrazo, Gonzalo
Es verdad Pablo, en nuestro país todos somos "paralocombianos" pagamos por todo: al celador de la cuadra, al gestor del tránsito, al que saca el tal RUT en media hora, al agente de tránsito para que no nos parta, al policía para que no nos encane, compramos los primeros puestos de las filas, compramos las boletas revendidas, compramos fichos cerquita al llamado, pagamos a la aduana para que nos deje entrar el matute; mejor dicho ¿cuanto vale tu columna? jajaja
Felicitaciones por la misma.
Por desgracia, y como dijo sabiamente alguien hace rato ... "la justicia es para los de ruana".
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