lunes, julio 16, 2007

Lo que nos faltaba.

A veces topamos con unas noticias procedentes del exterior que en un primer momento hacen pensar que nos están mamando gallo. Claro que viéndolo bien, las que produce nuestro país también son susceptibles a duda por lo desproporcionadas y absurdas. Porque tiene que ser mucha la impresión que siente un sueco, quien vive en un país donde fácilmente no se presenta ni un homicidio en todo el año, cuando se entera de que en Colombia encontraron a una anciana de más de 100 años violada y asesinada, y que el culpable es un apache que en medio de la borrachera cometió el crimen. O que a otra señora le robaron del vientre, con la ayuda de una cuchilla de afeitar, el bebé que gestaba y estaba a punto de dar a luz, y el cual por fortuna pudieron recuperar cuando ella denunció el hecho después de recobrar el conocimiento en un potrero apartado. Y como para irse de espaldas saber que en una ciudad de nuestro país, en un fin de semana común y corriente, se presentan más de 40 homicidios.

La información que llamó mi atención y que confundí con una inocentada, procedía de Inglaterra y el encabezado obligaba al desprevenido lector a profundizar en su contenido. Resulta que un grupo de científicos ingleses se reunió a discutir los “derechos humanos” de los robots. En un principio sentí rabia al pensar en las necesidades que soportamos en los países del tercer mundo por falta de recursos, para que anden estos desocupados dedicados a semejante absurdo en un simposio que con seguridad les costó un mundo de plata. Luego me entero de que querían era definir responsabilidades entre quienes producen estos aparatos, lo que se cae de su peso porque si no son los fabricantes los que deben poner la cara ante el proceder de sus creaciones, entonces quien carajo la pone. Para tal asunto no cabe la menor discusión, porque cualquier tipo de robot necesita que un ser humano lo programe y esa persona es la responsable directa.

El ejemplo típico es un robot que utiliza el ejército de Corea del Sur para patrullar la frontera con su vecino del norte, aparato que contiene dos cámaras de televisión y un arma que acierta a un blanco localizado a 500 metros de distancia. Sobra decir que en este caso, aunque el aparato es fabricado por una industria particular, son los militares los encargados de soltarlo a que le dispare al que se mueva y por lo tanto responsables de las andanzas del aparatejo. Pero la mayor preocupación es que ahora hablan es de robots con inteligencia propia, lo que no alcanzo a imaginar, ya que fabricar un aparato con esa característica es lo mismo que crear vida artificial. Y los científicos de la robótica ya están inquietos por el comportamiento de robots utilizados como empleadas del servicio doméstico, obreros de la construcción o compañeros sexuales, entre otros.

Aunque no creo que me alcance a tocar ver semejante avance de la tecnología, sí quiero hacer algunas recomendaciones a quienes fabrican esas máquinas para que al momento de programarlas no vayan a cometer algunos errores que podrían menguar sus ventas. En el caso de la empleada domestica, y aunque la máquina es asexuada quedaría bien presentarla con delantal y cofia, deben omitirse en el software algunos detalles que querrán incluir para hacer el robot más real. Es importante por ejemplo que el aparato no aspire a tomar clases de corte o computadores a media tarde para evitar encontrones con la patrona; que no acostumbre hablar horas enteras por teléfono con otros mecanismos afines; que pueda engrasarse con aceite tres en uno y no requiera de oliva o de sésamo; que no chafe el vestido nuevo del señor; y que no guste de ponerse la ropa interior de las mujeres de la casa.

En el caso de compañeros sexuales hay que tener mucho tacto, porque se corre el riesgo que nadie vuelva a tener una relación estable con otro ser humano. Que tal una señora que mantenga su juguetito en el armario, y que solo lo encienda cuando le provoque distraerse un rato. Olvídese de la disfunción eréctil, del depravado que hace propuestas indecentes, del que tiene mal aliento, de la eyaculación precoz y tantos otros males que padecen los hombres, y lo que es peor, que ninguno reconoce como propio. Además, no se lo tiene que aguantar después en franela dedicado a jartar cerveza, eructar y cambiar canales en el televisor para solo detenerse en los que trasmiten programas deportivos.

En cambio cuando se trate de aparatos para satisfacer a los varones, solo unas bobaditas son recomendables para hacerlas prácticas y apetecidas. Basta con que ejerzan su función sin importar que la luz esté encendida, que sea encima del poyo de la cocina, que haya más gente en la casa, que sea viernes santo o que el perro esté mirando. Ni riesgos de irlas a programar con dolores inoportunos de cabeza y mucho menos con “aquella” visita mensual; que no aspiren a muestras cariñosas después de, y que nunca pregunten si las quieren mucho. Algunos más exigentes las querrán todo terreno, sin sistema de audio, con diferentes habilidades y velocidades, y sobre todo, que haya forma de apagarlas en cualquier momento.
pmejiama1@une.net.co

1 comentario:

Jorge Iván dijo...

Lo mejor de todo es quedar excentos de usar esas viejas atornicadas llenas de bombillitos y con ombligo de lata, porque cuando salgan al mercado estaremos atornicados a un cenizario.
¡De la que nos escapamos Pablo!