Poco a poco el optimismo retorna a nuestra patria. Aunque vivimos en medio del caos se nota en la gente una actitud diferente; más positiva, con mejores perspectivas yejor talante. No dejo de imaginar cómo sería este país si viviéramos en paz y hubiera más justicia social; porque si así, con semejante conflicto armado que enfrentamos la industria crece y muchas multinacionales se la juegan con nosotros, no cabe duda de que en condiciones normales seríamos una potencia mundial. El colombiano es trabajador, amable, emprendedor, simpático, abnegado y buena gente.
Es de admirar que ante el creciente desempleo la mayoría de la gente, antes que dedicarse a robar o a delinquir, se invente unas formas de subsistencia que deja maravillado a cualquiera. El pueblo duda de las cifras que presentan con respecto al desempleo, porque mientras el gobierno insiste en que el porcentaje disminuye, cada día se ven más varados en las calles. Tener camello, conseguir coloca o encontrar destino, son expresiones que utiliza el vulgo para referirse a la condición de contar con un empleo estable.
Lo increíble es que haya personas con necesidad de generar empleo y que nadie se interese en ocuparlos. Sucede por ejemplo con las empleadas domesticas. A diario vemos señoras que buscan desesperadas una “muchacha”, como les dicen coloquialmente, pero el trámite se ha vuelto muy complicado. Un trabajo cómodo, con buena comida y habitación con televisor y agua caliente, derecho a salir cuando le provoque con alguna disculpa que esgrima, manejo de su tiempo, seguridad social, prestaciones y el descanso correspondiente. Otras trabajan por días y así duermen en sus casas.
Sin embargo es muy difícil enganchar a alguien en este tipo de empleo. Después de hablar con infinidad de aspirantes, muchas no le jalan a la coloca porque les parece demasiado grande la casa, o la familia es muy numerosa (rara vez pasan de cuatro), no tienen empatía con la patrona, o el señor les parece muy malencarado. Cuando al fin la señora logra arreglar con alguna, es muy alta la posibilidad de que la mujer no aparezca el día acordado. Seguro que no llama siquiera a disculparse, y de hacerlo sale con una disculpa risible.
En los últimos años por la misma época, cuando inicia la cosecha cafetera, se repite la misma historia: no hay quién la recolecte. En pueblos y ciudades los desocupados recorren las calles sin esperanzas, pero no se les ocurre optar por esta oportunidad que al menos les asegura la comida. En un principio les irá mal por falta de destreza en el oficio, pero no sobra recordarles que así empezaron todos. Seguro que muy pronto serán unas fieras y así podrán contar con una fuente de ingresos segura y confiable. Esas son las paradojas de nuestro pueblo: mientras el café se pierde porque no hay quien lo coja, ejércitos de desempleados acaban los pantalones por el fondillo.
Ante la dificultad para encontrar un empleo digno y estable, muchos compatriotas se rebuscan la forma de conseguir algo para llevar a la casa; lo que llaman la liga. Hay que ver por ejemplo en lo que se han convertido los semáforos en Bogotá. Son hervideros donde una multitud de personas ofrecen los más variados servicios y las ventas informales pululan; aguacates, libros piratas, dulces y cigarrillos menudeados, sombrillas, limpiones, juguetes, aditamentos para el celular, frutas, candelas y cuanto cacharro pueda uno imaginar. Las familias con carteles donde relatan su tragedia como desplazados; los maromeros que derrochan ingenio y habilidad; el minusválido que implora; un fulano que baila con una muñeca, y los que aprovechan un descuido para lavar a las malas los parabrisas de los carros.
En las carreteras la gente explota un cruce o un desvío para con un cartel avisar a los conductores y a cambio recibir una moneda, mientras otros se arman de una pala para tapar los huecos de las vías en mal estado. Hay personas especializadas en madrugar a hacer filas para vender los cupos; otros pasean perros; los hay que se disfrazan de mimos y hágale a remedar al que pase; y el más varado personaliza a un payaso para con un altavoz invitar a la clientela a almorzar corrientazo.
En mi vecindario todos los días ofrecen aguacates maduros, frutas y verduras, buñuelos a trescientos, escobas y traperos; también arreglan sombrillas y pitadoras, y hasta un zapatero remendón anda con el negocio al hombro (me refiero a la herramienta... mejor dicho, al martillo, el pegante y las tachuelas). En el famoso rebusque ha hecho carrera el cliente que grita a voz en cuello: “de puro marrano vendo chorizos”, y ni hablar del aviso clasificado más cruel de todos: “músico sin trabajo vende contrabajo”.
Mis sobrinos Santiago y Arturo están en esa edad en que a los niños les empieza a “resbalar” la plata. Entonces mi hermana mayor, que tiene una perrita muy juiciosa e inteligente, contrata a los sobrinos para que saquen la mascota al parque a hacer sus necesidades. Un día otro de mis hermanos se topa con los muchachos que muy aburridos miraban con desprecio al animal, por lo que el tío les pregunta qué sucede. Y responden al unísono con desespero y desazón:
-No, pues aquí esperando a que esta chandosa cague. No ve que si no hay bollo tampoco hay propina.
pmejiama1@une.net.co
2 comentarios:
Buena idea esa de pagar sólo con "la prueba reina". Ojalá se institucionalizara.
aquí en la Bella Villa es muy común encontrar:
el vago que coge el taxi por uno (cien pesitos)
dotor, bien cuidaito. (500 pesitos)
el que soba los retrovizores con un inmundo trapo (un madrazo)
y el de moda que va gritando por las calles: SE ARREGLA LADEPRESION
(la olla atómica)
aqui las muchachas del servicio cobra según si es "con piense" o "sin piense" Con piense es que ellas hacen el menú, y sin piense es cuando las señores le dicen que hacen de almuerzo. En este último caso cobran mas barato. Otro día seguimos que llegó la negrita que vende...la maaaaazzzzaaaamorra del pueblo
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