Enciendo el televisor y encuentro ochenta o cien canales originarios de varios continentes, pero después de recorrer el menú puedo corroborar que la mayoría no tiene oficio. Si dicho servicio lo cobraran por canales escogidos, con seguridad no pasan de veinte los que vale la pena tener a disposición. Canales culturales, de historia, tecnología, documentales, gastronomía, vida animal y demás temas de interés; los deportivos para solaz de los hombres, lo que puede compensarse con algunos nacionales para que las damas puedan ver la docena de telenovelas diarias; algunos que presenten películas; los de noticias internacionales y uno que otro que llame la atención.
A finales de los años sesenta Alberto Piedrahita y David Cañón presentaban los sábados por la tarde, por una de las dos cadenas disponibles y en blanco y negro, un programa de deportes que nadie se perdía por ser la única opción en esa materia. Calcule, un partido de fútbol de tercera división en El Olaya, campeonato de lucha libre en el coliseo El Campín, competencias de atletismo en Jamundí, un resumen de la vuelta ciclística al Valle y un torneo estudiantil de tenis de mesa. Y no es que anduviéramos tan desprogramados que nos veíamos semejantes ladrillos, sino que no teníamos con qué comparar. Años después, los miércoles en la noche Andrés Salcedo tenía un programa de fútbol alemán en la cadena 3; con mis hermanos hacíamos corrillo porque fue el primer espacio dedicado a ese deporte. La señal del canal era pésima, debido a que necesitaba una antena especial, y sin importar las interferencias nunca nos lo perdíamos.
Hoy en día pueden encontrarse hasta media docena de partidos de fútbol de distintos países, y como dicen que tanto gordo empalaga, son muy pocos los que despiertan interés. Claro que después de ver cómo juegan en Europa, Brasil o Argentina, es muy difícil encontrarle alguna gracia a los chambones de muchos países que no se cogen el fundillo con las dos manos. Entre ellos el nuestro. Ahora en Colombia transmiten casi todos los encuentros del campeonato nacional y es muy escaso el partido agradable de ver; se caracterizan por sosos, faltos de técnica, desordenados, interrumpidos por diferentes causas, mal pitados por los árbitros y en general de una calidad que da grima.
Lo mayoría de futbolistas de esta parte del mundo son marrulleros, indisciplinados, maliciosos, fantoches, ignorantes y llevados de su parecer. En la cancha simulan faltas inexistentes y mientras se revuelcan en el piso, miran por debajo del brazo qué cara pone el árbitro; salen medio inválidos y a los dos minutos ingresan de nuevo como si nada. Por ello no faltan los expulsados injustamente y las faltas en el área que se pitan sin existir. Aquí los defensas revientan el balón para donde salga y es muy escasa la ocasión que le cae a un compañero; esos mismos defensas y los volantes de marca se hacen sacar tarjeta amarilla al inicio de encuentro; los delanteros no meten un ciego a un charco; muchos porteros son pantalleros y faltos de técnica; un equipo no hace más de tres pases antes de que se las quiten; y los técnicos arengan al público y a los jugadores para que la emprendan contra los jueces. Cuando no se dan trompadas con el colega rival. Mientras tanto en la tribuna los fanáticos se apuñalan, meten vicio, destrozan las instalaciones y a la salida acaban hasta con el nido de la perra. Y aunque el fútbol despierta pasiones, debemos reconocer que por ejemplo los famosos hooligan dejaron de figurar.
Las comparaciones son odiosas pero en Europa cuando entran los camilleros a la cancha es casi seguro que el jugador está lesionado. Nadie reclama las decisiones del árbitro y así sean injustas, bajan la cabeza y obedecen sin chistar; los siempre elegantes técnicos no revelan sus emociones; la destreza, precisión y velocidad son las características del juego; y en algunos estadios, como en Inglaterra, solo unas vallas publicitarias separan la cancha de las tribunas. Otra cosa es que mientras nuestras taquillas no alcanzan ni para echarle gasolina al bus del equipo, en el viejo continente todos los estadios, en cualquier campeonato, presentan llenos a reventar. No importa que caiga nieve o haga calor, la gente ocupa las tribunas y una gran mayoría apoya a su equipo de forma civilizada. Es muy sencillo: jugosas taquillas, excelentes contrataciones y un espectáculo de primer orden.
Con razón renegamos de nuestra selección de fútbol por ineficiente, falta de fundamento y desorganización; por no tener continuidad, porque los jugadores son estrellas en el exterior y con la camiseta nacional unos troncos que de veinte tiros al arco solo atinan uno (y siempre a las manos del portero); porque los dirigentes son tramposos e ineficientes; los técnicos no convocan ni ejercen autoridad; y los jugadores solo piensan en premios, bonificaciones y en la oportunidad de volarse de la concentración para dedicarse a la pernicia. Al mundial de Sudáfrica tampoco vamos, aunque los periodistas deportivos con tal de asegurar la audiencia, sostienen que para clasificar basta con que Perú le gane a Argentina por W, Venezuela golee a Brasil en el Maracaná y se caiga el avión con la selección paraguaya.
De manera que ante tanta desidia e ineficiencia solo queda decir: ¡Es lo que hay!
pmejiama1@une.net.co
1 comentario:
Pablo. Tremendo golazo de chilena resultó tu columna sobre nuestro paupérrimo futbolito criollo.
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