Con la tecnología de las comunicaciones y la cibernética, las cuales avanzan a pasos agigantados, ya no existen distancias para intercambiar mensajes o enviar correspondencia. Poder escribir un correo electrónico y saber que en instantes será recibido por el destinatario, o comunicarse en tiempo real con otra persona, sin importar dónde se encuentre, por medio de la escritura o a viva voz, y todo ello a un costo muy bajo, es algo maravilloso. Si hace unos años usted tenía un familiar en Singapur cada llamada telefónica le costaba una fortuna, y lo que es peor, debía hablar a los berridos para que le oyeran. Entonces la mayoría de la gente recurría a la tradicional carta, con el inconveniente que se demoraba semanas en llegar y corría el riesgo de envolatarse. Lo mismo sucedió con el télex, el marconigrama, el fax y otros tantos inventos que en su momento fueron la sensación, pero que quedaron archivados ante la tecnología actual. Sin embargo es triste verlos desaparecer ya que por ejemplo la práctica epistolar es hermosa, y por andar pegado todo el día a un aparato de estos se olvida uno hasta de escribir una breve nota. Debe hacerlo concentrado para que al menos le entiendan la letra.
El correo electrónico es sin duda el mejor invento y bien aprovechado nos mantiene informados, vemos cosas curiosas, intercambiamos inquietudes con los demás, recuperamos viejas amistades, hacemos nuevas, agilizamos el envío de documentos, le damos gusto al ojo, nos reímos a carcajadas y mil ventajas más. Lo que pasa es que como toda regla, tiene sus excepciones. Porque la mayoría de la gente reenvía todo lo que le llega, sin detenerse a pensar a quienes puede interesar. Correos muy pesados con mensajes religiosos, de auto superación, filosóficos o científicos; y digo pesados en el sentido que van acompañados de fotografías, postales y dibujos que son demorados de bajar, sobre todo para quienes no tiene el servicio de banda ancha. Entonces la línea telefónica queda ocupada horas enteras, para enterarnos después que lo recibido no tiene ninguna importancia. Comentarios personales, fotos familiares o asuntos privados, solo deben ser enviados a quien le interesen.
Pero sin duda lo peor son las famosas cadenas, donde al final amenazan al lector de los males que le caerán encima si no procede a compartir el dichoso mensaje con al menos 10 contactos. Quiero decirles que yo NUNCA he acatado tal recomendación; mensaje de ese tipo que llega a mi pantalla, mensaje que desaparece. Y qué tal la paranoia que generan en ciertas personas, que por creer en todo lo que leen, amargan su existencia y viven intranquilas.
Alguna vez circuló un mensaje donde advertían que el uso de desodorantes puede causar cáncer en los ganglios de las axilas, y por ello muchos andan ahora con una “chucha” de esas que se suben por un espejo. Y que tal la tragedia que enfrentan al retirar plata de un cajero automático, porque a diario les llega un cuento macabro al respecto. La bebida cola más reconocida en el mundo ha perdido muchos adeptos, porque en la red advierten que sirve para aflojar tornillos, quitar el óxido y despercudir inodoros; como quien dice, al ácido sulfúrico se quedó en palotes.
Si reciben una llamada telefónica y existe alguna duda, rápidamente cuelgan para que no les clonen el número y después llegue la cuenta con llamadas a todos los rincones del planeta. No pueden ver un sujeto que vende perfumes, fuma un cigarrillo u ofrece algún producto, porque no dudan que los va a drogar para desplumarlos. Si viajan en servicio público nunca se sientan porque pueden contraer alguna enfermedad y tampoco van a cine para no sentarse en una jeringa infectada de SIDA.
La compra del mercado se convierte en paseo de día entero, porque deben leer la etiqueta de todos los productos para evitar los colorantes, edulcorantes, ahumados, preservativos y demás aditivos, porque dichos elementos pueden producir desde “pecueca” hasta infarto fulminante. Mucho menos comprar alimentos enlatados, ya que un ratón puede haberse orinado en la tapa y el consumidor queda contagiado; no sirve lavar la lata con jabón o límpido porque esa vaina dizque es peligrosísima. Tampoco comen hamburguesas pues aseguran que las hacen con carne de lombriz.
Tampoco falta el iluso que se deja enternecer al ver la foto de una niña que requiere de un trasplante urgente, y procede sin dudas a consignar algunos dólares en la cuenta sugerida. O el que vive pendiente del correo, a ver cuándo le llega el cheque por 25 mil dólares que le enviarán de Microsoft por hacer circular ciertos mensajes. También recomiendan no salir mucho a la calle, porque está de moda que lo agarren, anestesien y le saquen los riñones, las córneas, el hígado o cualquier otra presa que esté cotizada en el mercado; es lo mismo que desguazar un carro. A otro lo buscan la CIA y el FBI acusado de terrorista, por firmar una carta que rechaza la guerra en Irak.
Yo no creo en estas pendejadas pero quien no reenvíe este correo a 200 contactos, se le torean las hemorroides, le ponen los cachos, pierde la casa, le prohíben el trago y además no puede volverse a bañar con agua caliente.
El correo electrónico es sin duda el mejor invento y bien aprovechado nos mantiene informados, vemos cosas curiosas, intercambiamos inquietudes con los demás, recuperamos viejas amistades, hacemos nuevas, agilizamos el envío de documentos, le damos gusto al ojo, nos reímos a carcajadas y mil ventajas más. Lo que pasa es que como toda regla, tiene sus excepciones. Porque la mayoría de la gente reenvía todo lo que le llega, sin detenerse a pensar a quienes puede interesar. Correos muy pesados con mensajes religiosos, de auto superación, filosóficos o científicos; y digo pesados en el sentido que van acompañados de fotografías, postales y dibujos que son demorados de bajar, sobre todo para quienes no tiene el servicio de banda ancha. Entonces la línea telefónica queda ocupada horas enteras, para enterarnos después que lo recibido no tiene ninguna importancia. Comentarios personales, fotos familiares o asuntos privados, solo deben ser enviados a quien le interesen.
Pero sin duda lo peor son las famosas cadenas, donde al final amenazan al lector de los males que le caerán encima si no procede a compartir el dichoso mensaje con al menos 10 contactos. Quiero decirles que yo NUNCA he acatado tal recomendación; mensaje de ese tipo que llega a mi pantalla, mensaje que desaparece. Y qué tal la paranoia que generan en ciertas personas, que por creer en todo lo que leen, amargan su existencia y viven intranquilas.
Alguna vez circuló un mensaje donde advertían que el uso de desodorantes puede causar cáncer en los ganglios de las axilas, y por ello muchos andan ahora con una “chucha” de esas que se suben por un espejo. Y que tal la tragedia que enfrentan al retirar plata de un cajero automático, porque a diario les llega un cuento macabro al respecto. La bebida cola más reconocida en el mundo ha perdido muchos adeptos, porque en la red advierten que sirve para aflojar tornillos, quitar el óxido y despercudir inodoros; como quien dice, al ácido sulfúrico se quedó en palotes.
Si reciben una llamada telefónica y existe alguna duda, rápidamente cuelgan para que no les clonen el número y después llegue la cuenta con llamadas a todos los rincones del planeta. No pueden ver un sujeto que vende perfumes, fuma un cigarrillo u ofrece algún producto, porque no dudan que los va a drogar para desplumarlos. Si viajan en servicio público nunca se sientan porque pueden contraer alguna enfermedad y tampoco van a cine para no sentarse en una jeringa infectada de SIDA.
La compra del mercado se convierte en paseo de día entero, porque deben leer la etiqueta de todos los productos para evitar los colorantes, edulcorantes, ahumados, preservativos y demás aditivos, porque dichos elementos pueden producir desde “pecueca” hasta infarto fulminante. Mucho menos comprar alimentos enlatados, ya que un ratón puede haberse orinado en la tapa y el consumidor queda contagiado; no sirve lavar la lata con jabón o límpido porque esa vaina dizque es peligrosísima. Tampoco comen hamburguesas pues aseguran que las hacen con carne de lombriz.
Tampoco falta el iluso que se deja enternecer al ver la foto de una niña que requiere de un trasplante urgente, y procede sin dudas a consignar algunos dólares en la cuenta sugerida. O el que vive pendiente del correo, a ver cuándo le llega el cheque por 25 mil dólares que le enviarán de Microsoft por hacer circular ciertos mensajes. También recomiendan no salir mucho a la calle, porque está de moda que lo agarren, anestesien y le saquen los riñones, las córneas, el hígado o cualquier otra presa que esté cotizada en el mercado; es lo mismo que desguazar un carro. A otro lo buscan la CIA y el FBI acusado de terrorista, por firmar una carta que rechaza la guerra en Irak.
Yo no creo en estas pendejadas pero quien no reenvíe este correo a 200 contactos, se le torean las hemorroides, le ponen los cachos, pierde la casa, le prohíben el trago y además no puede volverse a bañar con agua caliente.
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