Qué pagadera de impuestos tan tenaz. Así el ciudadano no declare renta, debido a que su patrimonio no alcanza el tope reglamentario, en todo momento paga contribuciones al estado. La mayoría de artículos adquiridos están gravados con el impuesto del valor agregado; al comprar una boleta para cualquier espectáculo, incluido el cine, colabora con parte del importe para espectáculos públicos y contribución al deporte; paga peajes cuando transita por carretera; le tumban un porcentaje de cualquier cifra que reciba por servicios prestados; también le meten diente a su salario y mejor no sigo porque acabo a los berridos.
Todos los gobiernos recurren a reformas tributarias para sanear el déficit fiscal, y aunque en la campaña política prometan tirarles pasito a los contribuyentes, a la hora de la verdad no se salva nadie. El pueblo espera que por fin escojan a los más acomodados para cargarles la mano, pero la decepción es grande cuando publican las nuevas leyes y al ciudadano raso no le queda sino aceptar la dura realidad. Porque no cabe duda de que nuestro pueblo es campeón para aguantar garrote y agachar la cabeza, mientras en otras latitudes se rebotan y obligan a los dirigentes a echar reversa.
Lo que indispone es saber que con menores aportes podríamos tener un país desarrollado y bien dotado, pero el desangre de la burocracia y la corrupción es incontrolable. Los políticos buscan enriquecerse con el billete que casamos todos y dicho proceder envenena a cualquiera, mientras la infraestructura nacional se deteriora a pasos agigantados. Aunque en todos los rincones del planeta existe la corrupción, no hay otra explicación para que haya países donde la plata rinde y se nota en su inversión y desarrollo. Mire que si destinan una partida para adelantar un proyecto en particular y este se pudiera desarrollar como dice el contrato, con seguridad las cosas irían mejor. Pero empiezan a barequiar y a buscar la forma de repartir mordidas, y cuando van a mitad de las obras se termina la plata destinada. Dan ganas de matar y comer del muerto.
Ahora viene el batacazo de turno y en los corrillos se comenta cómo nos va a tocar el bolsillo. El punto que más polémica ha creado es la iniciativa del gobierno de gravar todos los artículos de la canasta familiar con un IVA del 10%. Muchos no tienen con qué comprar lo indispensable para sostener a su familia con los precios actuales, para que ahora salgan con que le van a clavar más alzas con el cacareado impuesto. Hay que ser coherente y aceptar que al visitar un supermercado podemos escoger artículos de todo tipo, pero sin duda los básicos son de uso obligatorio y por ende deben estar exentos de cualquier gravamen.
Nadie debe quejarse porque tiene que pagar más por ciertos productos sin los cuales puede vivir perfectamente, pero que por su condición económica puede adquirir. Ejemplos como el salmón ahumado, la tocineta, las alcachofas, los melocotones, el jamón, los quesos, enlatados y encurtidos, productos de mar, mecato para los muchachitos, jugos congelados y demás antojitos que tientan al comprador, son opcionales y nada tienen que ver con los alimentos básicos; porque yo sí le cuento las cosas tan provocativas que adornan las vitrinas. Pero pretender clavarle el impuesto a los granos, los huevos, la sal y el azúcar, las verduras, la panela o a la brincha de carne, es un despropósito.
Por fortuna quienes planearon la nueva reforma echaron para atrás la medida y resolvieron escuchar el clamor popular. Sin embargo, aterra ver que en dichas excepciones no aparecen por ninguna parte los productos de aseo. Está claro que uno puede mantenerse limpio con sofisticados champúes, jabones de esencia, acondicionadores para el pelo, lociones y menjurjes, talcos y demás aditamentos que ofrece la sociedad de consumo; también hay muchas cosas para echarle a la lavadora o para limpiar los pisos, y ahí están los pañuelos desechables y los copitos para los oídos que tanto se utilizan, pero de igual manera hay opciones de limpieza con productos básicos. El jabón de tierra para el cuerpo y el rey para la ropa son muy utilizados, y en la lavadora basta con un detergente común y corriente.
Lo inaudito es que le metan IVA al papel higiénico. Que le carguen la mano al papel de triple hoja o al importado, pero que dejen tranquilo el rollito ordinario que acostumbra comprar la gente del común. Ya hice mención de muchos productos suntuarios pero nadie puede decir que es un lujo limpiarse los debajeros, porque de seguir así nos tocará fabricar un hisopo con un palo y una esponja para proceder como en la época de los romanos. ¡Gaquis! O que se instaure de nuevo el bidet en los baños para que el usuario recurra a la agüita para lavarse el motor. El problema es que en los espacios modernos con trabajo caben el inodoro y un lavamanos, para buscar la forma de acomodar el desusado mueble.
De manera que a recortar cuadritos de periódico, papel al que por fortuna sacaron del baile del IVA, y a cambiar el adminículo (si la palabra rima con el tema es mera coincidencia) donde se acomoda el rollo, por una puntilla a medio clavar. Y paciencia porque seguiremos como mariposas de museo: ¡clavados y chapaliando!
pmejiama1@une.net.co
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