EL PESEBRE PUEDE CON TODO.
Lo mejor del pesebre es que en él se pierden todas las normas de proporción, lógica, medida, profundidad, afinidad o cualquier otra regla por el estilo. Pero hablo de los pesebres que se arman para darle gusto a los niños, y en los cuales ellos pueden meter mano en todo lo relacionado con su decoración y mantenimiento. Porque existen otros en donde la artesanía y el decoro son sus principales ingredientes, por lo que están hechos para el disfrute de quienes los detallan y admiran; montajes espectaculares con mil detalles y miniaturas que llaman la atención, y que son comunes en manos de coleccionistas, aficionados, o para adornar una vitrina o una sala de espera.
En cambio el que arman para los niños desde finales de octubre, cuando empiezan a acosar porque ya en la televisión y la radio se adelantaron con las cuñas navideñas, es un pesebre de combate y ante todo de entretenimiento. Al muchachito no se le debe negar ningún capricho en ese aspecto y mal hacen los adultos que tratan por todos los medios de explicarle a un mocoso que en la época del nacimiento de Jesús no había “transformers” ni tortugas ninjas, y que por ello dichos muñecos no deben hacer parte del paisaje. O tratar de convencer al zambo de que quite el helicóptero que acomodó a un lado del establo, con el argumento que lo deja a disposición de la sagrada familia por si es necesario llevar al recién nacido de urgencia al hospital.
Porque si el muchachito llega a salir muy entendido, va a dejar al adulto que reprocha sus gustos sin qué responder cuando le haga ver algunas inconsistencias que son bien difíciles de explicar. Qué va a responder el papá cuando el chiquitín le pregunte por qué hay un marrano mucho más grande que las casas del pueblito; o a cuenta de qué una de las ovejas es de porcelana y gran tamaño, mientras el resto son de plástico y tan pequeñas que le cabrían todas en el buche a la primera; y cuál es la razón para que el pato que flota plácido encima del espejo, sea del tamaño del buey que le hace guardia a la improvisada cuna.
Otro asunto bien complicado es tratar de convencer a los menores de que el recién nacido no se puede acomodar en su lugar sino el 24 de diciembre a la media noche, hora en que supuestamente llegó al mundo, porque hasta ese momento no existía y por lo tanto no puede estar presente. Entonces los muchachitos arguyen, y con toda la razón, que no se aguantan las ganas de acostarlo y que valiente gracia el Niño dios metido entre una caja mientras el resto de figuras disfrutan de las novenas y las festividades navideñas, y que para sacarlo después de la nochebuena mejor lo dejan ahí, ya que hasta ese día tiene gracia el pesebre.
Como a los pequeños hay que explicarles muy bien, y de una manera didáctica y lúdica cómo fue la historia del nacimiento del niño, es mejor no entrar en mucho detalle en asuntos como el del rey Herodes que mandó a pasar al papayo a todos los infantes recién nacidos para de esa forma hacer desaparecer del mapa al Mesías, porque a los niños les entra terronera y no es fácil que comprendan tan absurdo proceder. Mucho menos ahondar en el cuento de los tres reyes magos, ya que hasta para los adultos es complicado entender por qué se aparecieron esos personajes en semejantes fachas, cómo dieron con el humilde establo y todavía más enredado el tema de los regalos que llevaron.
Tampoco mencionen lo de la estrella de Belén, y mucho menos traten de explicar cómo es la cosa de María sin pecado concebida; y hay que estar preparados, porque con el avispe de los párvulos de ahora no va a faltar el que indague sobre el asunto de la virginidad de la santa Madre. Por lo tanto es mejor meterle ficción a la historia e insistir más en los animales que adornan el pesebre, en los pastorcitos que acudieron a felicitar a los nuevos padres, ponerle nombres chistosos al burro y al buey, y animar a los hijos para que reacomoden a diario los objetos del entorno.
Un pesebre puede con todo y no importa si al frente del modesto hospedaje está parqueado un carro de fórmula uno; o si le acondicionan unos parlantes para acompañar la escena con música moderna; si acomodan un muñeco de nieve al lado de San José; o si ponen al rey león a pastorear el rebaño de ovejas. Los niños tienen sus preferencias y por lo tanto no es raro ver un descomunal balón de fútbol en medio del desierto, la barby patinadora bajando enflechada por el papel aluminio que simula el manantial, o un inmenso osito de peluche a la mano para que el recién nacido se entretenga.
Es importante mantener nuestras tradiciones y hacer énfasis en el nacimiento del Niño dios por encima del papá Noel y demás importaciones. Y que de una vez las mamás sepan que nadie les va a ayudar a desbaratar el pesebre, para que después no empiecen con la cantaleta.
pmejiama1@une.net.co
No hay comentarios.:
Publicar un comentario