martes, abril 17, 2007

NO LA COJAN CONMIGO.

El 7 de marzo fue escogido como día internacional de la mujer. Muy merecido por cierto, y a propósito busqué la fecha en que nos toca el turno a los hombres. Nada de nada, porque basta con decir que en internet no aparece el dato y lo que no pueda encontrarse en la red, es porque no existe. Curiosa la vaina. Porque nadie le va a quitar a la mujer su valor, la importancia que tiene en la sociedad, su posición laboral ganada a puro pulso, la entrega incondicional para con la familia, su responsabilidad, tesón y abnegación, pero hay que reconocer que los varones también tenemos una que otra bobadita digna de reconocerse.

La liberación femenina ha logrado grandes cosas para el mal llamado sexo débil, aunque muchas de sus militantes caen en la exageración y se vuelven chocantes. A toda hora le enrostran al compañero el asunto de la igualdad de géneros y andan prevenidas sin bajar la guardia. Qué bueno que a una vieja de esas el marido, mozo, tinieblo, novio o lo que sea que tenga como compañero le pare el macho y proceda a igualar las cargas. Si a media noche sienten un ruido, que sea ella la que agarre el bate de béisbol y baje a revisar qué fue; que aprovechen cuando al carro se le desinfle una llanta para que la dama aprenda a manejar el gato y la cruceta; no dejar pasar la oportunidad si es necesario cargar maletas o bultos pesados para comprobar que ellas también tienen fuerza; y entregarle formalmente la herramienta de la casa para que proceda cuando haya un corto circuito o la plancha deje de calentar.

La cantaleta del machismo nos tiene hasta la coronilla y por ello hay que recurrir a la historia para recordarle a las féminas que deben agradecer por lo bien posicionadas que andan ahora. Voy a echar mano de algunos ejemplos acerca de cómo fue el trato a las mujeres en épocas pasadas, y espero que por culpa de estos personajes ahora no la vayan a coger conmigo. Yo me limito a transcribir pensamientos y opiniones ajenas.

Por ejemplo en la cuna de la civilización, en Mesopotámia, la constitución Sumeria del siglo XX a.c. decía muy clarito: “La mujer que se niegue al deber conyugal, deberá ser tirada al río”. Se me ocurre que de haber seguido la norma, nuestros ríos no darían abasto y estarían represados. Quince siglos después, el filósofo persa Zaratrustra salió con esta perla: “La mujer debe venerar al hombre como a un Dios y en la mañana, por nueve veces consecutivas, arrodillarse ante él y preguntarle qué quiere que haga”. Imagino que los vergajos aprovechaban las tres primeras arrodilladas y a la cuarta la mandaban a hacer el desayuno.

Por la misma época el gran Pericles, político ateniense, aseguraba que: “Las mujeres, los esclavos y los extranjeros no son ciudadanos”, y Confucio, que no falta en las recopilaciones de frases celebres, decía: “La mujer es de lo más corrupto y corruptible que hay en el mundo”. Un siglo después, nadie menos que Aristóteles, muy seguro enseñaba: “La naturaleza solo hace mujeres cuando no puede hacer hombres. La mujer es, por lo tanto, un hombre inferior” Repito, son cosas de ellos, yo solo transcribo.

La religión sí que le ha tirado duro a la mujer. El Corán, libro sagrado de los musulmanes, pontifica: “Los esposos que sufran la desobediencia de sus mujeres pueden castigarlas, hasta incluso golpearlas. No legó el hombre mayor calamidad que la mujer”. Martín Lutero, el reformador alemán, divulgaba este concepto: “El peor adorno que una mujer puede pretender tener, es ser sabia”. Y Enrique VIII, líder y creador de la iglesia anglicana, y que de mujeres sí sabía porque tuvo seis oficiales, defendía esta teoría: “Los niños, los locos y las mujeres, no pueden y no tienen capacidad para efectuar negocios”. Solo un rey puede decirle eso a la señora.

Ya en el siglo XVIII el filósofo Rousseau, mentor de la Revolución Francesa, se atrevió a divulgar: “Mientras haya hombres sensatos sobre la tierra, las mujeres letradas morirán solteras”. Para deshacer un matrimonio puede echarse mano a la Constitución Inglesa de la misma época: “Todas las mujeres que seduzcan y lleven al matrimonio a súbditos de Su Majestad por medio del uso de perfumes, pinturas, dientes postizos, pelucas y relleno de caderas, incurren en delito de brujería y el matrimonio queda automáticamente anulado”. Ahora cualquiera se casa, mínimo, maquillada y perfumada “por allá”.

En un tratado de conducta moral y costumbres francés del siglo XIX se puede leer: “Cuando un hombre sea reprendido en público por una mujer, él tiene derecho a derribarla de un puñetazo, darle un puntapié y romperle la nariz. Y esto bien merecido, por dirigirse al hombre con maldad en el lenguaje usado”. Mejor no hago ningún comentario al respecto porque resulto con la jeta reventada.

Ojalá estas líneas no lleguen a manos de misiá Florence, la feminista, ni a las de una amiga que vive en Cartago y a quien sería muy difícil convencer de que no estoy de acuerdo con estos postulados. Y a los personajes históricos mencionados les advierto que se tengan fino, porque el día del juicio final los van a capar parados.
pmejiama1@une.net.co

1 comentario:

Anónimo dijo...

En algunos pueblos y, en varias instituciones, se celebra el día del hombre el 19 de marzo, día de San José.