Entre las muy nombradas leyes de Murphy debería existir un capítulo dedicado exclusivamente a un asunto que mortifica y descompone. Se trata de una constante que nunca falla, y tiene que ver con que las situaciones adversas y las malas noticias siempre se vienen en tacada. Lo que llaman una mala racha. Por ello la gente comenta, cuando enfrenta una situación de estas, que las malas siempre vienen juntas. Y es común ver a un individuo que se rasca la cabeza y solo atina a decir: Al caído caerle.
Un ejemplo muy común es cuando por ejemplo se rompe una tubería en un baño de la casa, y después de que viene el plomero, tumba la pared para buscar el escape, levanta polvo por toneladas y vuelve la casa un chiquero, cuando por fin le está dando los últimos retoques al remiendo, fijo que empieza a brotar agua por otra pared de la vivienda. Y qué tal cuando se daña un electrodoméstico y arrancan todos en fila a sacar la mano; y entonces la mujer, ante el ofusque del marido y la alegadera, dice que eso es normal porque todos esos “peyes” cumplieron su ciclo y es hora de cambiarlos. Ahí sí que se le salta la piedra al sufrido asalariado que no imagina cómo va a solucionar semejante desfase en el presupuesto familiar.
Al ver las noticias diarias en periódicos y noticieros se nos ocurre pensar que a nuestro sufrido país se le vienen las malas en seguidilla, y no puede uno entender cómo tienen cabeza nuestros dirigentes para atender semejante cantidad de problemas tan complicados. La crudeza del invierno es algo que angustia por los daños que ocasiona, y no alcanzan a solucionar un problema cuando aparecen varios más graves y complicados que opacan el anterior. Y lo peor es que desde hace mucho tiempo vivimos en jornada continua invernal, porque anuncian un veranito y nunca dura más de quince días.
Las carreteras principales sufren lo indecible cuando sus laderas se saturan y empiezan a chorrear, y los peores casos se presentan si el derrumbe es de los que llaman “negativo”, ya que los otros basta con recogerlos y abrir la vía de nuevo. Porque cuando se va la banca de la carretera el problema es delicado, además de costoso, y solucionarlo lleva más tiempo. Entonces no queda de otra que desviar el tráfico por una vía alterna, pero si las cotas de pluviosidad llegan a ciertos niveles las avalanchas son por todas partes y las demás carreteras también sufren. Ni hablar de las vías secundarias que sirven de comunicación entre las áreas agrícolas y las ciudades capitales, y cuando colapsa un puente o la carretera desaparece debajo del lodo, quedan completamente aislados. Por lo tanto es muy complicado exigirle al gobierno que desarrolle nuevas alternativas viales, porque imagino que la plata disponible apenas alcanza para sortear los estragos que causa el “general” invierno.
Mientras tanto el país inundado de vehículos de todo tipo y el problema de movilidad se agrava, y el precio del petróleo no detiene su proceso alcista. Y si ese combustible fósil se utilizara solo para mover el parque automotor, vaya y venga, pero con los derivados de esa porquería fabrican de todo. Productos que uno nunca imaginaría son elaborados a base de petróleo, por lo que su alto costo debe preocuparnos a todos. Otra cosa es que si explotan pozos por cantidades en Venezuela y Ecuador, al otro lado de la frontera, por qué carajo en nuestro territorio no hay. Será que no han mirado bien, o que lo piensan guardar para el futuro cuando empiece a escasear; seguro después inventan otro tipo de energía y nos toca meternos el “oro negro” por donde sabemos.
En cambio el precio del café, que aquí se da “choto” y de excelente calidad, parece un yo yo que fluctúa sin control. Nunca más se repitieron las heladas del Brasil; en otras latitudes decidieron cultivarlo; las bolsas de valores manipulan los precios a su antojo; y por lo tanto nos quedaremos a la espera de una bonanza como la de mediados de los años 70. Basta cualquier eventualidad que beneficie el precio del grano para que, al menos en nuestra región, volvamos a ver el florecimiento del campo. ¡Ah! tiempos aquellos cuando los Comités de cafeteros tenían recursos y mantenían como un lulo las carreteritas, los acueductos veredales, las escuelas y puestos de salud. Además, una bonanza le deja billete a todo el mundo; al dueño de la finca, a las muchachas del prostíbulo, al chofer del yip, al del granero, al que vende cigarrillos “menudiaos”, al almacén de insumos agrícolas, etc. Y para colmo, el abono también lo hacen con petróleo y por lo tanto está por las nubes.
Otro problema bien complicado es el asunto del dólar. Por más que expliquen los economistas y expertos, la mayoría de las personas no logra entender por qué es tan perjudicial que los “verdes” estén más baratos, si toda la vida hemos sufrido porque eran inalcanzables. Lo único cierto es que dicha situación solo beneficia a los importadores y a quienes viajan al exterior, porque los exportadores están a punto de robar gallinas. Me late que no les queda sino invocar al Chapulín colorao.
pmejiama1@une.net.co
1 comentario:
preciso, acompañé la lectura de tu columna con un alguito parvia´o, y traque, se me cayó el pan tajado al piso, cumplíendose la tal ley esa, porque cayó por el lado que tiene untada la mantequilla sobre la baldosa. Esperate voy a limpiar y sigo leyendo.
Publicar un comentario