El oficio de periodista es digno, agradable, variado e interesante. Y honorable cuando es ejercido por comunicadores serios, ecuánimes, preparados, cultos y sobre todo responsables. Porque muchos utilizan su tarjeta profesional para manipular y sacar provecho; se creen intocables y esperan que todo el mundo les rinda pleitesía; y dicen lo que les provoca tras la mampara de la libertad de prensa para evadir responsabilidades. Soy empírico en este oficio porque hice radio todas las tardes durante diez años; participé en varios programas en la televisión regional; llevo 15 años como columnista de este diario; he colaborado con otras publicaciones, y lo único que espero es haber respetado siempre la ética y la verdad.
Por ello me ofende oír periodistas amañados que manipulan la información. O la forma sesgada como algunos espacios que son abiertamente gobiernistas, encargan a uno de sus participantes a que funja de “antiuribista” para así darle equilibrio al programa. Ejemplos claros son Félix de Bedout en la W, y Gabriel de las Casas en La Luciérnaga; el problema de este último es que además quiere parecer gracioso, pero se le olvida que el humor es algo innato que no se aprende ni puede comprarse.
Otra situación que choca es que un periodista difunda una información moldeada a su gusto, para darle el significado que él quiere promover. Entonces quienes conocen la realidad del asunto saben que no dice la verdad, pero el oyente desprevenido traga entero y asume el informe como una verdad de a puño. Es lo que sucede con el periodista Gustavo Álvarez Gardeazabal y su animadversión con respecto a la construcción del Aeropuerto de Palestina. Como el tipo anda ahora de moda y está convertido en la vedette del periodismo nacional, porque en este país todo el que sea irreverente y bocón sube como espuma, entonces pontifica desde su micrófono en La Luciérnaga y demás espacios mediáticos nacionales. Cómo hacemos para que entienda que en Manizales no tenemos aeropuerto porque La Nubia en invierno no opera, y como aquí el clima se quedó definitivamente en esa estación, estamos aislados del resto del país por vía aérea.
Y de aquí viene mi cuento: me puse a ojear el libro “Caldas 100 años, memorias”, que me prestó un amigo, publicación que le debemos a la gobernación del doctor Emilio Echeverri Mejía y que fue editado para celebrar dicho aniversario en la administración anterior, y encontré la reproducción de una charla programada para esa efeméride y que sostuvieron el ex presidente Belisario Betancourt y el reconocido caldense Oto Morales Benítez. Cuando el doctor Emilio hace la presentación del evento, agradece a ambos personajes su presencia y el hecho de que hayan tenido que llegar en avión a Armenia y desde allí desplazarse por tierra hasta Manizales, porque infortunadamente las condiciones del tiempo no les permitió arribar a La Nubia. El mismo cuento de todos los días y que es causa de la cancelación de infinidad de eventos, conferencias, reuniones y todo tipo de compromisos.
Resulta que en el mismo libro me encuentro con unas charlas que programaron con el nombre de Cátedra del pensamiento caldense, una de las cuales estuvo a cargo del ya nombrado periodista valluno y que tituló “Del cable a Palestina”. Después de leer lo que este personaje dijo allí, me pregunto por qué ninguno de los presentes se paró a rectificarle sus incoherencias, porque yo sí le voy a refutar dichas apreciaciones desde esta columna.
Dice Gardeazabal que el aeropuerto de Palestina es un embeleco de los “azucenos” y de unos pocos “riquitos” de Manizales que vuelan por La Nubia, y que es mejor destinar el préstamo de los españoles para hacer el Metrocable en Manizales. Que con la Autopista que nos une a Pereira, que según él está de un cacho, viajamos al aeropuerto Matecaña en 40 minutos y al Santa Ana de Cartago en una hora. Si será bien pendejo; se nota que nunca ha atravesado la ciudad de Pereira en hora pico, y más ahora que construyeron un sistema masivo de transporte en donde no cabía, lo que genera un caos vehicular impresionante.
Dice el escritor tulueño que para ir a Palestina hay que llegar a Chinchiná, luego bordear la represa de San Francisco durante un buen tramo y proceder a subir una media hora hasta llegar a la meseta donde quedará el aeropuerto. ¡Mentiroso!. La represa de San Francisco está a orillas del río Cauca. Cerca a Chinchiná hay un pequeño embalse que se llama Balsora o Cameguadua, y bordearlo no lleva más de dos minutos; de allí a Palestina sí hay media hora, pero a pie. Y la idea es subir en carro, lo que demora unos pocos minutos por la trocha actual, la cual por cierto hay que rectificar y mejorar.
Insiste el personaje que demoraremos lo mismo en ir a Pereira que a Palestina, y que un camión cargado gastará solo 15 minutos más en llegar a Cartago. Además nos tilda de estultos por querer sacar adelante nuestro anhelado aeropuerto, que según él es un elefante blanco, un monumento al anacronismo. ¡Embustero, tramador! Tampoco entiendo por qué todos pueden tener aeropuerto menos nosotros, o la razón para que la carga que producimos deba viajar por Cartago. Encárguese de los asuntos del Valle que aquí manejamos los nuestros. ¡Y no joda más!
pmejiama1@une.net.co
2 comentarios:
Hola Pablo, fuiste muy decente con el cacorretas ese, que anda, como bien anotas, pontificando a diestra y siniestra. Manizales merece un señor aeropuerto que no esté sujeto como el actual a los rigores climáticos. Con razón en los tiquetes ponen como hora de salida "la menos pensada" y con este invierno por sécula el nuevo nombre no es la Nubia sino: "salsipuedes" Estos dós últimos comentarios con todo respeto, pero los pongo para significar la realidad de lo que ahora se tiene
Ay pablito, yo acá si estoy en desacuerdo con vos, a mi el aeropuerto de Manizales me parece una pura "enguanda", sobre todo teniendo en cuenta el estado tan deplorable de las carreteras de la zona, la que va hacia Medellín y la que viene hasta Bogotá... yo si pienso que esa platica si definitivamente quedaría mejor invertida en unas buenas vías departamentales, que garanticen que los bienes llegan a un buen precio (la inflación en Manizales es constantemente de las más altas del país) y salen a un precio competitivo (a ver si las empresas se dejan de ir para el valle, o para Bogotá, con el consiguiente desempleo que se genera en la zona)
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