viernes, noviembre 18, 2011

¿Qué no hace nada?

Una mujer debe tener un empleo formal para que los demás no digan en forma despectiva que no hace nada, ya que nadie reconoce la labor que significa administrar un hogar, con todas sus arandelas y sacrificios. Basta comparar las tareas que realiza una ejecutiva durante su jornada laboral, con las que adelanta un ama de casa después de que el marido y los hijos salen a cumplir con sus deberes. Ni hablar de aquellas que además de desempeñar un trabajo externo, deben encargarse de administrar la casa.

Al hablar de nuestro Paisaje cultural cafetero salta a relucir el duro trabajo que realizan esos campesinos que se encargan de hacer productivas las parcelas, aunque a veces ni mencionan a las mujeres, quienes cumplen una jornada laboral que pocas personas podrían resistir. Mejor dejo que una de ellas relate cómo transcurre su día, y para ello le pico la lengua al preguntarle si después de que el marido sale para el corte a sudarla y a espantar mosquitos, ella se queda en la casa dándose la gran vida. Entonces responde con algo de rabia contenida:

¡Oín a este! ¿Dándome la gran vida?, no se le dé nada pa eso. Si aquí lo que toca es camellar o sino aquel se consigue otra que le marche. Fíjese que yo tengo que abrir el ojo de primeras, antes que los piones y que´l esposo, que debe madrugar a pelar café. Lo primero que hago, después de desperezame y limpiame las lagañas, es soplar las brazas del fogón a ver si puedo revivirlas sin tener que voliar china otra vez. Entoes monto la olla con el café pa despachales los tragos a todos, antes de que peguen pal corte, y muelo el maíz pa ir armando arepas y poniéndolas en la parrilla. Después dispierto a los niños pa que se arreglen mientras les preparo el desayuno, pa luego dales la bendición y mandalos pa la escuela.

En tiempo frío, como en los julios por ejemplo, debo defendeme sola, pero en cosecha sí me toca contratar a mi amá, a una hermana o cualesquier familiar que venga a dame una mano, porque yo sí le digo lo que es despachale los tres golpes a ese mundo de piones. Y eso no es todo, aguarde le cuento. Entoes apenitas se van los pelaos, córrale a preparar desayuno pa los trabajadores; con decile que en plena cosecha pueden venir hasta cincuenta cogedores, y con lo que traga esa gente trabada. Porque la mayoría se sopla su cacho antes de arrancar la jornada, quisque pa aguantar el voltaje, pero esa porquería lo que les da es un hambre la verrionda. Por eso al contratar la lata con ellos hay que dejales claro qué se les va a ofrecer, porque después empiezan a regatiar que porque les sirvieron bajita la taza de chocolate, que la carne está ñervuda, que los huevos son de paloma y mil jodas por el estilo.

Ahí pongo a mantequiar a la ayudante, pa poder dedicame un rato a tener todo bien arreglao en la casa; porque aquel parece muy buena papa, pero ni le cuento lo fregao que es. Con decile que apenas amanece dentra a fuagarse al servicio, después de pelar café, y como me toca encerrar pollos, gallinas y piscos todas las noches ahí pa que no se los roben ni se los coma el animal, ay de que se tope ese hombre con una rila porque se sale de los chiros. Por eso entre un oficio y otro toca limpiar el escusao hasta dejalo reluciente y así evitame esa cantaleta tan hijuemadre.

A las ocho de la mañana está el desayuno despachao, entoes dígase a pelar revuelto pa´l sancocho del almuerzo. Mientras tanto toca echale cuido a los marranos, desgranale unas mazorcas a las gallinas y a los perros les doy cualesquier bocao que sobre del desayuno. Por fortuna en cosecha el patrón contrata un muchacho al que llaman patiero, pa que colabore con los destinos que se ocurran cerca a la casa y lleve la bogadera al corte. A medio día toco una campana y se viene toda esa tropa a mandase la segunda curva, como dicen ellos.

Después de arreglar cocina dejo a la ayudante adelantando lo de la comida y me voy pa´l lavadero. Ahí restrego primero la ropa de la familia y después la de algunos piones a los que les cobro por pieza lavada y planchada; claro que eso es otra peliadera, porque los jediondos quieren que les queden esos trapos como recién compraos. Luego recojo la ropa que esté seca en las cuerdas, la plancho y me voy a despachar comida. Después ellos se quedan por ahí recochando, aunque debo abrir el ojo porque tengo dos niñas y en cualquier descuido un vergajo de esos es capaz de perjudicalas.

Antes de metese al cuartel algunos me compran gaseosa, tajada de torta, arepa con queso o plátano maduro y leche. Cuando por fin puedo acostame toca atender a aquel, que como buen pobre, no le faltan el hambre ni la gana de pegarse su culumpiada todas las noches. Y al otro día vuelve y juega, pa que venga usté a decir que yo me quedo aquí rascándome la barriga. ¡Va la madre!
pamear@telmex.net.co

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Fenomenal escrito!!!

Creo que al escribirlo se fue en su mente a la cocina de Clara en Don Blas y seguramente a la de otras fincas más, entrevistó a una que otra mujer del campo y volvió! jajajaja

Anónimo dijo...

Pues con todo es una caricatura, que denota el desconocimiento (perdoneme) de la humildad, la simpleza y ternura de las mujeres esposas y madres cafeteras...
Eso aprece mas bien el argumento de una "cleofe" o doncella popular de "Sabados felices".
Ahi parece hablar mas bien la "ayudante"... Yo se por que se lo digo...Digamelo a mi nacido y criado en ese ambiente y aun hoy visitador asiduo de fincas donde mis tias, y muchos familiares y amigos...