Es menester tener a mano el Diccionario Aristizabal de frases colombianas (http://www.diccionarioaristizabal.com/), para recurrir a él cada que recordemos algún autor o protagonista de nuestro país del cual queramos conocer más. Porque con solo leer las frases allí recopiladas puede darse una idea del estilo o de la personalidad del elegido. Claro que al recorrer sus páginas se encuentran nombres desconocidos, los cuales al consultarlos enganchan al lector desde los primeros renglones. Sigo entonces con algunos personajes que no necesitan presentación.
Quienes no vivimos el 9 de abril de 1948 recurrimos a textos, fotografías y testimonios para conocer ese trágico episodio y saber más acerca de Jorge Eliecer Gaitán, un caudillo que por sus ejecutorias dejó huella en la historia del país. La arenga de su carrera política fue “¡A la carga!”, y en sus discursos pronunciaba frases que enardecían al populacho: “Cercano está el momento en que veremos si el pueblo manda, si el pueblo ordena, si el pueblo es el pueblo y no una multitud anónima de siervos”; “Si avanzo, seguidme; si retrocedo, empujadme; si me matan, ¡vengadme!”. También decía verdades que no pierden vigencia: “El maridaje inadmisible de la política y los negocios”. Al amigo que le aconsejó cuidarse, le respondió: “A mí qué me va a pasar, ¡fíjate como me quiere esta gente!” Y esto le dijo a Plinio Mendoza Neira cuando lo invitó a almorzar, minutos antes de caer acribillado: “Aceptado. Pero te advierto, Plinio, que yo cuesto caro”.
Cómo no recordar a Lucas Caballero Calderón, Klim, tal vez el columnista más exitoso y genial de los últimos tiempos. Vivía sólo en su apartamento y pasaba el tiempo en bata levantadora dedicado a la lectura y a recibir sus pocos y escogidos amigos, condición que puede verse reflejada en sus escritos: “El ocio es tener aptitud económica para ejercitar a todas horas la pereza”; “Sin necesidad de ser millonario ni levantarme a la madrugada, desde hace años vengo haciendo lo que me da la real gana”; “Uno sólo debe trabajar cuando le hace falta plata”. Del matrimonio opinaba: “Son contados los maridos a quienes no les da pena salir a la calle con esos ochenta kilos de abnegación, de bondad y de esferas que es la esposa”.
Klim fue coqueto hasta viejo: “Era el tipo de muchacha que justifica la existencia de las vespertinas y los pecados capitales”; “Lo importante es llegar a cierta edad con el ánimo enhiesto”; “En los barcos, las fiestas de primera se hacen con las pasajeras de segunda”; “Cuando uno llega a cierta edad y le siguen gustando los buenos cuadros, es que tiene sensibilidad artística; si le sigue gustando la buena comida, es un gastrónomo exquisito; pero si le siguen gustando las mujeres, es un viejo verde”.
Ironía y fino humor lo caracterizaban: “Una de las ventajas de haber nacido colombiano consiste en que el placer de viajar se multiplica por mil”; “La manera más efectiva de pescar una apoplejía es hacer el tránsito directo de la plaza de Bolívar de Tunja a la de la Concordia de París”; “La Radiodifusora Nacional pretende difundir la cultura a nivel popular, pero arranca con un Opus no sé qué de Bach, que es como enseñar cálculo infinitesimal en un colegio antes de dar aritmética”; “Mi hermano Eduardo, cuando está sin tema para escribir, se faja una novela sobre Tipacoque”; “¡Gaitán fue el que se tiró a toda esta gente, hip!”.
El escritor Fernando Vallejo es un hombre de amores y de odios. Y tiene tantos malquerientes por la forma sarcástica e irreverente como se refiere a sus coterráneos. De los paisas dice “El antioqueño ha tenido que marcharse siempre en busca de otras tierras donde tumbar los árboles; es la ‘colonización’ antioqueña...”; “Mi raza antioqueña, mezcla de blanco con negro, con indio, con tarado, con loco, es como el sancocho que lleva papa, yuca, plátano, maíz, arracacha, hueso, carne, infame mezcolanza de sangres mal batidas en agua caliente con sal”; “La Universidad de Antioquia que para el pueblo es gratis, que es del pueblo y para el pueblo, por el pueblo vive en huelga desde hace veinte años”. Pero al resto nos va peor: “Somos un país de puesteros legalistas y de lambecuras irredentos”; “Bogotá en 1927 tenía doscientos veinte mil habitantes y era una ciudad de ladrones. Hoy tiene cinco millones, camino de seis, y es una ciudad de ladrones: la capital de un país de ladrones”; “Y aunque Antioquia no es Colombia, como ya expliqué, debería serlo: el resto es un país de zambos, de zánganos y tinterillos que no trabajan ni dejan trabajar”.
Frases de su magín: “En Colombia a los cines los llaman teatros, y a los teatros nada porque no hay teatro”; “Ausente de pecado mortal, la niñez es la época más tediosa de la vida”; “¿Por qué en Colombia el cielo sólo castiga a los que rezan?”. Comentarios típicos suyos: “Sé que hay hambre en el mundo y que existe Biafra, pero me importa un bledo la humana especie”; “La pobreza cohabita con la ignorancia; duermen amancebadas en profusión de olores bajo el mismo techo, sobre el mismo lecho; y se multiplican por diez”. En todo caso a quienes eviten leer a Vallejo por desagradable y repelente, les recomiendo, no se lo pierdan.
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