Solamente cuando a uno le suceden las cosas es que se da cuenta que en este mundo nadie está libre de nada. Para morir solo necesitamos estar vivos y a pocas personas se les ocurre por ejemplo que los puede matar un rayo, porque las posibilidades son tan remotas, que uno prefiere gastarse ese chepazo ganándose una lotería. Los peligros están ahí, acechando en todo instante, pero si el sujeto se obsesiona con ellos entonces no tiene paz en ningún momento. En lo que sí somos descuidadas la mayoría de las personas, es en estar preparadas para las emergencias y practicar con cierta regularidad las medidas que deben tomarse al respecto.
Claro que cuando hay un terremoto como el que nos zarandeó a los manizaleños en el año 79, ahí mismo en colegios, hospitales y demás instituciones se prenden las alarmas, ofrecen cursos de primeros auxilios, adelantan planes de evacuación, dictan conferencias y todo lo que quiera, pero al poco tiempo se enfría el tema y a todos se nos olvida. Recuerdo cuando se toreó el volcán Arenas que no se hablaba de otra cosa y todo el mundo andaba con las pilas puestas; mi mujer mantenía a la mano un radio, la linterna, las máscaras y un pito por si las moscas. Vaya que explote esa montaña otra vez sin previo aviso para que vea que nos coge a todos con los calzones abajo.
Cuando escuché la noticia del avión de Air France que se salió de la pista al aterrizar en Toronto y en 95 segundos fue desalojado por más de 300 personas, entre pasajeros y tripulantes, me quedé abismado. Antes de que el aparato hubiera caído en la zanja donde se incendió, el copiloto ya había activado el mecanismo que abre las puertas y despliega los deslizadores. En solo minuto y medio ya corrían todos como conejos por los alrededores y del avión solo quedaron ruinas calcinadas. Y pensar en la mamera que da a los pasajeros cuando el avión carretea y empieza la azafata con la misma cantaleta, mientras todos los presentes piensan que eso de los accidentes le toca es a otros.
En muy pocos hogares de nuestro país se tienen planes de evacuación, elementos para combatir un incendio o procedimientos a seguir en caso de emergencia. Máximo, tienen al lado del escusao un pequeño gabinete con puerta de vidrio y que en su interior contiene una tusa, con la indicación en grandes letras que en caso de necesidad rompa el vidrio. Es un chiste muy pendejo pero que ha hecho carrera en nuestra cultura. En los grandes edificios de oficinas están los gabinetes donde podemos ver un hacha y una larga manguera muy bien dispuesta, pero sería bueno saber cuántas personas saben darle el uso correcto a esos elementos.
Los controles para que en los edificios se mantengan los extintores cargados y operando son muy esporádicos, además que muy pocos porteros, inquilinos o administradores saben exactamente cómo operarlos y cuál es la forma correcta de atacar el fuego con un aparato de esos. Uno piensa que en su apartamento lo máximo que puede pasar es que se rompa una tubería en un baño y se inunde un poco el tapete, pero estoy seguro de que en caso de un conato de incendio a la mayoría nos traga la tierra. Ni hablar de quienes viven en un edificio alto, más arriba de un quinto piso, porque aunque nuestro cuerpo de bomberos tenga muy buena disposición, no creo que cuenten con los elementos necesarios para combatir una emergencia de esas características. Por ahí veo parqueado el carro de bomberos especial para ello que regaló la embajada de Japón al cuerpo de voluntarios, pero no ha habido forma de ponerlo a operar por algún impedimento de esos tan comunes en nuestro medio burocrático.
En los países desarrollados la gente llama al número de emergencias y de inmediato obtiene respuesta, además de asistencia; y llaman porque se metió un cocodrilo a la piscina, o se accidentaron, o escuchan ruidos extraños en la casa o para que calmen a los vecinos que se están dando en la jeta. En cambio por aquí sería bueno hacer un estudio al respecto para ver cuál es el resultado. Hace poco se asentó un panal de unos avispones poco comunes en un poste a todo el frente de nuestro edificio. Eran miles y miles de insectos revoloteando alrededor de la colonia principal y como ya habían puesto a correr a más de un transeúnte y se estaban metiendo a los apartamentos, resolví llamar a los bomberos a ver qué podían hacer. El tipo que contestó me dijo que ellos no se meten con esos animales y que me comunicara con el GER (Grupo especial de rescate). Entonces le pedí el teléfono y casi no dan con él.
En el GER no contestan sino por la tarde porque funciona en una tienda de videos y aunque me prometieron venir a revisar, tampoco hubo forma. Ya va el carro para allá, fue lo último que me prometieron, no sin antes advertir que eso es muy complicado, que necesitaban colaboración de la CHEC y no sé qué cosas más. Pero claro, por eso los llamé, porque es complicado. Si fuera fácil, lo hubiéramos hecho nosotros sin ponernos a rogarle a nadie.
Claro que cuando hay un terremoto como el que nos zarandeó a los manizaleños en el año 79, ahí mismo en colegios, hospitales y demás instituciones se prenden las alarmas, ofrecen cursos de primeros auxilios, adelantan planes de evacuación, dictan conferencias y todo lo que quiera, pero al poco tiempo se enfría el tema y a todos se nos olvida. Recuerdo cuando se toreó el volcán Arenas que no se hablaba de otra cosa y todo el mundo andaba con las pilas puestas; mi mujer mantenía a la mano un radio, la linterna, las máscaras y un pito por si las moscas. Vaya que explote esa montaña otra vez sin previo aviso para que vea que nos coge a todos con los calzones abajo.
Cuando escuché la noticia del avión de Air France que se salió de la pista al aterrizar en Toronto y en 95 segundos fue desalojado por más de 300 personas, entre pasajeros y tripulantes, me quedé abismado. Antes de que el aparato hubiera caído en la zanja donde se incendió, el copiloto ya había activado el mecanismo que abre las puertas y despliega los deslizadores. En solo minuto y medio ya corrían todos como conejos por los alrededores y del avión solo quedaron ruinas calcinadas. Y pensar en la mamera que da a los pasajeros cuando el avión carretea y empieza la azafata con la misma cantaleta, mientras todos los presentes piensan que eso de los accidentes le toca es a otros.
En muy pocos hogares de nuestro país se tienen planes de evacuación, elementos para combatir un incendio o procedimientos a seguir en caso de emergencia. Máximo, tienen al lado del escusao un pequeño gabinete con puerta de vidrio y que en su interior contiene una tusa, con la indicación en grandes letras que en caso de necesidad rompa el vidrio. Es un chiste muy pendejo pero que ha hecho carrera en nuestra cultura. En los grandes edificios de oficinas están los gabinetes donde podemos ver un hacha y una larga manguera muy bien dispuesta, pero sería bueno saber cuántas personas saben darle el uso correcto a esos elementos.
Los controles para que en los edificios se mantengan los extintores cargados y operando son muy esporádicos, además que muy pocos porteros, inquilinos o administradores saben exactamente cómo operarlos y cuál es la forma correcta de atacar el fuego con un aparato de esos. Uno piensa que en su apartamento lo máximo que puede pasar es que se rompa una tubería en un baño y se inunde un poco el tapete, pero estoy seguro de que en caso de un conato de incendio a la mayoría nos traga la tierra. Ni hablar de quienes viven en un edificio alto, más arriba de un quinto piso, porque aunque nuestro cuerpo de bomberos tenga muy buena disposición, no creo que cuenten con los elementos necesarios para combatir una emergencia de esas características. Por ahí veo parqueado el carro de bomberos especial para ello que regaló la embajada de Japón al cuerpo de voluntarios, pero no ha habido forma de ponerlo a operar por algún impedimento de esos tan comunes en nuestro medio burocrático.
En los países desarrollados la gente llama al número de emergencias y de inmediato obtiene respuesta, además de asistencia; y llaman porque se metió un cocodrilo a la piscina, o se accidentaron, o escuchan ruidos extraños en la casa o para que calmen a los vecinos que se están dando en la jeta. En cambio por aquí sería bueno hacer un estudio al respecto para ver cuál es el resultado. Hace poco se asentó un panal de unos avispones poco comunes en un poste a todo el frente de nuestro edificio. Eran miles y miles de insectos revoloteando alrededor de la colonia principal y como ya habían puesto a correr a más de un transeúnte y se estaban metiendo a los apartamentos, resolví llamar a los bomberos a ver qué podían hacer. El tipo que contestó me dijo que ellos no se meten con esos animales y que me comunicara con el GER (Grupo especial de rescate). Entonces le pedí el teléfono y casi no dan con él.
En el GER no contestan sino por la tarde porque funciona en una tienda de videos y aunque me prometieron venir a revisar, tampoco hubo forma. Ya va el carro para allá, fue lo último que me prometieron, no sin antes advertir que eso es muy complicado, que necesitaban colaboración de la CHEC y no sé qué cosas más. Pero claro, por eso los llamé, porque es complicado. Si fuera fácil, lo hubiéramos hecho nosotros sin ponernos a rogarle a nadie.
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