INFANCIA PRECOZ.
Al paso que vamos los muchachitos van a nacer sabiendo inglés, comiendo solos, caminando y haciendo popó en el inodoro. Parece increíble lo que sirven los métodos de estimulación que reciben los bebés desde que están en la barriga de la madre, y ni hablar de la cantidad de vainas que les enseñan en las guarderías y jardines. No puedo imaginar a una mamá de nuestra época alumbrando con una linterna el vientre gestante, o poniéndole música clásica, porque como vivían embarazadas, qué tiempo iban a tener de ponerse en esas enguandas. Luego nacía el muchachito, lo envolvían en una cobija como un tabaco impidiéndole cualquier movimiento durante varios meses (antes no hay más tullidos) y así lo mantenían hasta que nacía el próximo, y defiéndase solo mijo que se le acabó el reinado.
Al colegio entrábamos a los 7 años, sin pasar por guardería, preescolar 1, 2 y 3, para luego hacer transición y así llegar a kinder, que es donde nosotros empezábamos. Claro que si hubiera sido por las mamás, hubieran zampado los mocosos desde los 2 añitos al colegio, pero tampoco había recursos económicos para semejante gasto que representa pagar tantos niveles escolares antes de que el zambo empiece en serio la primaria. En todo caso los muchachitos de ahora son impresionantes de avispados y entendidos, y hacen unos comentarios que lo dejan a uno con la boca abierta.
Mi hermano Daniel y su mujer adoptaron hace un poco más de 4 años a Pedro Luis, un niño muy bello y entendido. Con el paso del tiempo el pequeño presentó algunos comportamientos anormales y detectaron que se trata de un caso de autismo leve. Pero hay que ver lo que influye un diagnóstico a tiempo, el trabajo de los terapeutas que lo tratan, el compromiso del colegio y sobre todo, la paciencia y entrega de los papás para seguir las instrucciones de cómo manejar al muchacho. Hoy en día es otra persona y me parece que ya se está pasando de avispado y sociable. Hace poco estuvimos en una finca y ensillaron unos caballos para que montara quien quisiera. Entonces mi hermano le propuso a Pedro que fueran a dar una vuelta, y aunque el niño se mostró nervioso, sin pensarlo dos veces se encaramó en el animal. Durante el recorrido disfrutó como un enano y en cierto momento preguntó sobre la utilidad de esos lazos que llevaba el jinete en las manos. Cuando el papá le enseñó que se trataba de las riendas y que sirven para frenar el caballo, el mocoso miró por todas partes y volvió a indagar:
- ¿Papi, y dónde queda el clutch?
Yo tengo muchos años y nunca conocí a un muchachito más avispado y entendido que Felipe Escobar, el hijo de unos muy buenos amigos. Tiene 3 años y medio pero actúa y se comporta como si fuera de 7. Desde muy pequeño, cuando los papás salen de viaje lo dejan con la abuela materna en una casa campestre cerca de Cartago. Allí el niño ha desarrollado una personalidad arrolladora y el aprendizaje sobre las labores del campo es total; porque la abuela en vez de meloserías y mimos, le tiene asignada tareas definidas como alimentar las gallinas, recoger los huevos, encerrar los perros, darle comida a los peces y hay que verlo al caer la tarde persiguiendo los pollos y tirándose en paloma a cogerlos para encerrarlos. Además, le tranca y lo mantiene a raya, porque de lo contrario ese chino se la traga viva.
En su última estadía viajaron a Cali a visitar un pariente y en cierto momento Felipe alcanzó a ver el arma de dotación del encargado de la seguridad de la señora. El tipo la escondió rápidamente pero el mocoso ya tenía la curiosidad y le preguntó si esa pistola sirve para matar locos. Con mucha discreción el guardaespaldas le dijo que ni riesgos, y el zambo insistió en que si entonces sirve para matar ladrones. Tampoco, le respondió el empleado, y le dijo que era solo un requisito que él debía cumplir pero que nunca la había utilizado para nada de eso. El culicagao se queda mirando con cierta malicia y le comenta:
- Oiga Julio… ¿y no será que sirve contra las abuelitas regañonas?
En estos días mi mujer atendió el timbre de la puerta y se encontró con Felipe que venía a preguntar por mí. En ese momento yo estaba dormido porque me encontraba algo indispuesto y el niño le pidió que si lo dejaba entrar para poderme ver personalmente. Como un adulto discreto entró sin proferir palabra, me observó un momento y salió comentándole a la empleada que lo acompañaba que lo que sucede es que yo ando como enfermito. Mi relación con ese niño ha sido especial y nos tratamos de locos, chifloretos y patanes, lo que a veces hace que reciba regaños por parte de sus mayores. Llamé al papá a conversar alguna noche y el muchacho desesperado para que le pasaran el teléfono porque quería saludarme y cuando pasó, yo le dije de primerazo: “Quiubo careguatín”. El chino pensó una fracción de segundo y como no reconoció la palabra guatín, supuso lo peor y me respondió: “Quiubo carehijueputa”.
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