Parece mentira que algunas cosas que antes eran un lujo se hayan convertido en la actualidad en verdaderos encartes. La sociedad y las reglas de la convivencia han sufrido cambios significativos con el pasar de los años y el hombre se va acomodando a esas variaciones sin poder hacer nada más que aceptarlas. Quienes tenemos la edad suficiente para hacer la comparación de las variantes que se han presentado, no alcanzamos a entender algunos comportamientos que nos parecen inauditos.
Cómo es posible por ejemplo, que en la actualidad sea un encarte para padres de familia y estudiantes que se llegue la época de vacaciones. Porque aunque parezca increíble, a los muchachitos de ahora les gusta ir al colegio. Si, les parece eterna la temporada de asueto y no ven las santas horas de regresar a las aulas. Y los papás ni hablar, porque no saben qué camino coger con los mocosos a toda hora desprogramados y poniendo perinola. A diferencia de antes, cuando la mamá siempre estaba en casa para poner orden e inventar diferentes actividades para entretener a los hijos, las señoras de hoy en día son ejecutivas que laboran de sol a sol y no tienen tiempo sino de llamar a la casa para que les pongan quejas y los zambos se lamenten por la inactividad a la que están sometidos.
Y pensar que para nosotros no había un momento más esperado que el último día de clases. Tocaba sufrir con los benditos exámenes finales, no faltaban las materias perdidas y por ende los cursos remediales y las habilitaciones, lo cual siempre mortificaba e impedía disfrutar en pleno de las vacaciones, pero a pesar de que eran casi dos meses completos a fin de año, y un mes en la temporada de julio, nos parecía poquito y siempre estábamos añorando más tiempo libre. Que yo recuerde, nadie regresaba contento al estudio. Todo el mundo haciendo cara de mártir y pensando en cuanto tiempo faltaba para el próximo receso.
Si la familia tenía finca esperaban a asistir al acto público y recibir los boletines con las notas, para arrancar al otro día temprano e instalarse en el campo durante todo el período de descanso. Mientras las mamás se quedaban cuidando los hijos, los padres subían a la ciudad a trabajar y regresaban al atardecer. Y aunque no teníamos bicicletas, ni televisor, ni juegos de video y mucho menos computadores personales, nunca nos quejamos por falta de programa, y por el contrario el día no nos alcanzaba para tantas actividades que podíamos desarrollar.
Otro encarte moderno es el carro particular. Fabuloso para pasear o transitar por ciertas zonas de la ciudad, pero si usted necesita ir al centro a hacer una vuelta se pega la enredada del siglo para conseguir dónde parquear, aunque sea por corto tiempo. Es paradójico que mucha gente deba dejar el carro entre el garaje y buscar transporte público para dirigirse a su trabajo, ya que si consigue un espacio para acomodar el vehículo, el costo del parqueadero le sale por un ojo. Y como aquí en Manizales los genios de planeación permitieron en su momento la construcción de grandes edificios sin exigirles los parqueaderos, ahora es imposible encontrar en el centro un rinconcito disponible. Edificios como Seguros Atlas, Banco de Caldas o Banco del Comercio, que albergan gran cantidad de empleados en sus oficinas, no tienen espacio disponible para acomodar vehículos. Entonces los pocos edificios de parqueaderos que hay son un negocio maravilloso y conseguir un cupo allí es como ganarse la lotería.
Hay que ver en Bogotá lo que cuesta parquear un carro en sitio seguro. Si es en un centro comercial usted debe hacer alguna compra para que le tiren pasito al momento de salir, pero ni pregunte lo que cuesta visitar un paciente en uno de los hospitales o clínicas; vale más que la habitación del enfermo. Aunque parezca mentira, ahora la gente gasta más plata en parqueo que en gasolina.
El carro particular tampoco sirve para salir de noche, porque en buena hora se impusieron medidas para impedir los borrachos al timón. La mayoría de la gente prefiere llamar un taxi para sus salidas nocturnas, y así evitar accidentes y graves sanciones. En este punto sí podemos entrar a comparar con la época de nuestra juventud, cuando todo el mundo, inclusive los adultos, manejaba su carro jincho de la perra y muchas veces no entendía como había llegado hasta la casa y además haber metido el pichirilo al garaje.
Pero definitivamente el encarte más curioso de la actualidad es cuando uno escucha que fulanito está embollado porque vendió una propiedad y no sabe qué hacer con la plata. Bendito sea mi Dios, si todos tuviéramos ese tipo de inconvenientes… Porque los ricos no dan puntada sin dedal y saben que meter ese billete al banco genera unos gastos muy altos, y para ponerla a producir renta no es fácil encontrar dónde. Entonces recurren a las maromas para enviarla al exterior e invertirla en dólares, porque debido a la inseguridad son pocos los que resuelven adquirir predios rurales. Y si es de verdad que todos esos paracos se desmovilizaron y van a regresar a su estatus de civiles, ahí sí que se vuelve a complicar la situación para finqueros y hacendados.
Cómo es posible por ejemplo, que en la actualidad sea un encarte para padres de familia y estudiantes que se llegue la época de vacaciones. Porque aunque parezca increíble, a los muchachitos de ahora les gusta ir al colegio. Si, les parece eterna la temporada de asueto y no ven las santas horas de regresar a las aulas. Y los papás ni hablar, porque no saben qué camino coger con los mocosos a toda hora desprogramados y poniendo perinola. A diferencia de antes, cuando la mamá siempre estaba en casa para poner orden e inventar diferentes actividades para entretener a los hijos, las señoras de hoy en día son ejecutivas que laboran de sol a sol y no tienen tiempo sino de llamar a la casa para que les pongan quejas y los zambos se lamenten por la inactividad a la que están sometidos.
Y pensar que para nosotros no había un momento más esperado que el último día de clases. Tocaba sufrir con los benditos exámenes finales, no faltaban las materias perdidas y por ende los cursos remediales y las habilitaciones, lo cual siempre mortificaba e impedía disfrutar en pleno de las vacaciones, pero a pesar de que eran casi dos meses completos a fin de año, y un mes en la temporada de julio, nos parecía poquito y siempre estábamos añorando más tiempo libre. Que yo recuerde, nadie regresaba contento al estudio. Todo el mundo haciendo cara de mártir y pensando en cuanto tiempo faltaba para el próximo receso.
Si la familia tenía finca esperaban a asistir al acto público y recibir los boletines con las notas, para arrancar al otro día temprano e instalarse en el campo durante todo el período de descanso. Mientras las mamás se quedaban cuidando los hijos, los padres subían a la ciudad a trabajar y regresaban al atardecer. Y aunque no teníamos bicicletas, ni televisor, ni juegos de video y mucho menos computadores personales, nunca nos quejamos por falta de programa, y por el contrario el día no nos alcanzaba para tantas actividades que podíamos desarrollar.
Otro encarte moderno es el carro particular. Fabuloso para pasear o transitar por ciertas zonas de la ciudad, pero si usted necesita ir al centro a hacer una vuelta se pega la enredada del siglo para conseguir dónde parquear, aunque sea por corto tiempo. Es paradójico que mucha gente deba dejar el carro entre el garaje y buscar transporte público para dirigirse a su trabajo, ya que si consigue un espacio para acomodar el vehículo, el costo del parqueadero le sale por un ojo. Y como aquí en Manizales los genios de planeación permitieron en su momento la construcción de grandes edificios sin exigirles los parqueaderos, ahora es imposible encontrar en el centro un rinconcito disponible. Edificios como Seguros Atlas, Banco de Caldas o Banco del Comercio, que albergan gran cantidad de empleados en sus oficinas, no tienen espacio disponible para acomodar vehículos. Entonces los pocos edificios de parqueaderos que hay son un negocio maravilloso y conseguir un cupo allí es como ganarse la lotería.
Hay que ver en Bogotá lo que cuesta parquear un carro en sitio seguro. Si es en un centro comercial usted debe hacer alguna compra para que le tiren pasito al momento de salir, pero ni pregunte lo que cuesta visitar un paciente en uno de los hospitales o clínicas; vale más que la habitación del enfermo. Aunque parezca mentira, ahora la gente gasta más plata en parqueo que en gasolina.
El carro particular tampoco sirve para salir de noche, porque en buena hora se impusieron medidas para impedir los borrachos al timón. La mayoría de la gente prefiere llamar un taxi para sus salidas nocturnas, y así evitar accidentes y graves sanciones. En este punto sí podemos entrar a comparar con la época de nuestra juventud, cuando todo el mundo, inclusive los adultos, manejaba su carro jincho de la perra y muchas veces no entendía como había llegado hasta la casa y además haber metido el pichirilo al garaje.
Pero definitivamente el encarte más curioso de la actualidad es cuando uno escucha que fulanito está embollado porque vendió una propiedad y no sabe qué hacer con la plata. Bendito sea mi Dios, si todos tuviéramos ese tipo de inconvenientes… Porque los ricos no dan puntada sin dedal y saben que meter ese billete al banco genera unos gastos muy altos, y para ponerla a producir renta no es fácil encontrar dónde. Entonces recurren a las maromas para enviarla al exterior e invertirla en dólares, porque debido a la inseguridad son pocos los que resuelven adquirir predios rurales. Y si es de verdad que todos esos paracos se desmovilizaron y van a regresar a su estatus de civiles, ahí sí que se vuelve a complicar la situación para finqueros y hacendados.
1 comentario:
buenas, llegué acá por casualidad y me gustó lo que encontré. lo del encarte de los carros tiene sentido -calcule los celulares- y además sé lo que es tener un condición médica difícil y esforzarse por evitar que el mundo gire alrededor de ella, así que se le entiende. por acá volveré...
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