miércoles, noviembre 22, 2006

LA MOCOSOCRACIA

LA MOCOSOCRACIA.
Está bien. Reconozco que soy intransigente con los muchachitos de ahora, pero nadie me quita de la cabeza que a muchos padres de familia que tienen hijos pequeños o adolescentes éstos se les están saliendo de las manos. Es inmensa la diferencia en el comportamiento actual de los menores de edad a como nos tocó a nosotros, porque en muchos casos aquello podía compararse con una dictadura. Claro que no cabe duda de que el derecho es aquél estilo de educación, comparado a la forma como los “mal educan” hoy en día.

A través de la historia muchos pueblos respetaron la opinión de los ancianos para tomar cualquier determinación, sociedades conocidas como gerontocracias. Los viejos mandaban y el resto, sobre todo los menores, obedecía. En otras culturas fueron las mujeres o los hombres los encargados de llevar las riendas, hasta llegar a lo más generalizado y que conocemos como democracia, donde supuestamente el pueblo rige los destinos de una nación. En nuestro país se puso de moda la tal meritocracia, modalidad que se basa en los méritos de cada persona para acceder a un cargo. Claro que la cosa no funciona como debe ser, porque aunque escogen al más idóneo, el candidato debe cumplir con ciertas condiciones tales como pertenecer a un determinado grupo político, y que ojalá sea recomendado por un congresista o un gamonal. Es lo que conocemos como dedocracia.

Ahora en los hogares los que mandan son los hijos. Esta nueva modalidad puede llamarse “mocosocracia” y crece a pasos agigantados porque como los padres no tienen tiempo para compartir con la familia, la forma de mitigar el remordimiento que esto les produce es dándole gusto a los infantes en todo lo que quieran. La manipulación a la que recurren los niños es impresionante y si los adultos se detienen un segundo a analizar la situación, van a aceptar que los tienen completamente ensillados. Al menos yo me quedo abismado cuando veo a una pareja de amigos que está de visita en otra casa y en cierto momento resuelven que quieren irse a acostar porque están rendidos; o simplemente porque ya es hora. Entonces el mocoso, que juega feliz con el niño de la casa, dispone que no salen todavía. Y se amangualan ambos zambos mientras los papás bostezan y hacen fuerza, pero aceptan que sea el culicagao el que resuelva a qué hora pueden despedirse. Parece inaudito pero así funciona.

Las comparaciones son odiosas pero el derecho de las cosas es que los menores respeten y acaten las normas implantadas por los mayores. Cómo es posible que en muchos hogares coman únicamente lo que los niños prefieren. Lo peor es que ellos disponen a diario que esto o aquello no les gusta, por la simple razón que oyeron a fulanito decir que cierto alimento es muy maluco. Sin haber siquiera probado muchos sabores resuelven que no los comen, además que tampoco los dejan comprar en el mercado. Muchos comen a deshoras, prefieren la comida chatarra, para cualquier preparación exigen mil requisitos, cambian sus gustos a diario, inventan las enguandas más rebuscadas y solo consumen bebidas artificiales las cuales desplazan los jugos naturales y la leche.

En la actualidad los niños son muy aprensivos y le tienen terror a perder los padres. Por ello no admiten que la mamá prenda un cigarrillo y les da patatús cuando el papá se toma unos aguardientes. Arman unas pataletas de película y como muchos adultos acatan esas muestras de rechazo, ellos aprovechan para dirigir el comportamiento de los mayores a su gusto y parecer. Joden porque alguien se come un chicharrón y empiezan con la cantaleta que eso produce infarto y otros males por el estilo.

Como los caguetas prefieren quedarse en la casa a cualquier otro programa, no se pierden ninguna tertulia de los mayores y quieren saber acerca de todo lo que se hable en ella. Preguntan más que un perdido y no permiten que la conversación fluya. Meten la cucharada en todos los temas y por ello hay que tener mucho cuidado con lo que se dice delante de ellos.

En muchos colegios existen programas extracurriculares y las criaturas deciden cada año cambiar de modalidad. Escogen el fútbol y cuando ya les han comprado guayos, balón, canilleras y el uniforme completo, resuelven que mejor se dedican al patinaje. Vuelve y juega a aperarlos con el equipo necesario para que al poco tiempo cambien nuevamente de parecer. Además se antojan de tomar clases de baile, pintura, cerámica, cocina y mil pendejadas que abandonan sin siquiera cogerle el gusto al asunto.

Es común que no quieran ir a ninguna parte si no los dejan invitar varios amiguitos, así los padres aduzcan que para qué quiere más compañía si tiene muchos primos y familiares con los cuales compartir. Cuando los niños están solos casi siempre son muy juiciosos, pero no los junte con otros menores porque se enloquecen y arman unas patanerías que provoca es darles una pela.

Mi mujer dice que yo tengo mucho de Herodes y no lo niego, porque solo me gustan los muchachitos educados y obedientes. No resisto un zambo grosero, manipulador, resabiado, melindroso, tata, malicioso o como decían los viejos: de mala índole. ¡Ah!, y si está enmelotado que ni se me arrime.
pmejiama1@une.net.co

No hay comentarios.: