Hay preguntas que nos rondan la cabeza y que se repiten con cierta regularidad, pero que nunca nos detenemos a buscarles una respuesta precisa y definitiva. Siempre que las recordamos nos entra la inquietud, y pensamos que ahora sí es hora de averiguar a ver quién sabe dar razón acerca del asunto. Por lo tanto hoy quiero buscar entre mis lectores alguien que sepa las respuestas a mis inquietudes para que me saque de una vez por todas de algunas dudas.
Cada año, cuando se presenta la temporada de huracanes en la región del mar caribe, desde las islas localizadas más al este, hasta el golfo de Méjico y las costas del sur de los Estados Unidos, me pregunto por qué carajo la gente construye sus viviendas con materiales tan frágiles. Está bien en las islas pobres y demás países subdesarrollados, porque es entendible que sus habitantes muchas veces no tienen recursos para construir edificaciones resistentes y seguras. Pero que los gringos, que en tecnología y seguridad son vanguardistas, además de que tienen billete de sobra, repitan en forma reiterada las mismas técnicas de construcción donde la madera y los materiales prefabricados son la constante, es algo que no puedo comprender.
Al amigo Berceo le tocó en sus últimos años vivir esa situación, y recuerdo que con mucha gracia decía que cuando regresaban de los refugios acondicionados para que la gente se resguarde durante el temporal, a muchos solo les quedaba de su casa de habitación el lote y la llave del portón. Y no es exagerado, porque vemos en las noticias las ruinas dejadas por el paso de esas ventiscas donde en muchos casos no rescatan sino la plancha de cemento sobre la que estaba construida la vivienda. Y el reguero de escombros por toda la zona, lo cual no sucedería si las casas fueran edificadas con cemento y ladrillo como se hacen por aquí. Seguro que el temporal levantaría techos y rompería ventanas, pero el edificio como tal seguiría anclado en su sitio.
Y en el caso de los Estados Unidos esta situación también se vive en las llanuras del centro del país, zona donde los ciclones y tornados hacen de las suyas en cierta época del año. Y vuelve y construyen con babas, para que al poco tiempo venga otro ventarrón y arrase con todo. Aparte de que se trate de una estrategia para mover la economía y el comercio, como sucede cuando se inventan las guerras, no se me ocurre otra explicación para tan obtuso proceder.
Otro asunto que me inquieta, y que estoy seguro mortifica a la mayoría de mis conciudadanos, es el costo de los pasajes aéreos en las rutas de nuestro país. Para simplificar la cuestión voy a referirme solo a la ruta que une a Manizales con la capital de la república, cuyo costo por más que le echemos números y le hagamos cuentas, no se justifica bajo ningún punto de vista. Seguro que las empresas que operan esa ruta tendrán sus explicaciones y la forma de justificar el precio del tiquete, pero para un simple mortal que le aplica a la operación un tris de lógica, las cuentas no cuadran por ningún lado.
Sin buscar asesoría de un aviador y sin tener nociones de navegación aérea, porque desconozco las distancias que separan los diferentes destinos, recurro a lo más simple y agarro un atlas mundial para medir con una regla el trecho en centímetros entre las capitales que me ocupan. Un amigo compró hace unos meses un tiquete Manizales, Bogotá, Nueva York, Boston, con regreso por la misma ruta y el costo del pasaje fue de un millón de pesos. Otro me contó que voló de Bogotá a Buenos Aires, con escala en Lima y en una aerolínea centroamericana, tiquete que costó un millón doscientos mil pesos para el viaje redondo.
Mientras tanto, de nuestra ciudad a Bogotá, en doble trayecto, un pasaje sin descuentos cuesta “hasta” seiscientos cincuenta mil pesos (digo “hasta” como ellos dicen “desde”). Entonces miro el mapa, comparo las distancias y no queda duda de que las diferencias son abismales. Es que no se pueden ni comparar, porque la ruta nacional es una bicoca comparada con las dos internacionales que tomo como referencia. Un vuelo de media hora, en un avión turbohélice con una atención que deja mucho que desear porque ya ni siquiera ofrecen al pasajero el taleguito con maní salado, no puede costar más de la mitad de los que pongo como ejemplo, donde utilizan aparatos más modernos y veloces, y por ser recorridos de 5 o más horas, algo de comer tienen que repartir. Y así puede observarse por todo el país, para concluir que pagamos unas tarifas aéreas escandalosas de costosas. Pero como en todo, dejamos que nos metan el dedo en la boca y no hacemos nada.
Mucha gente se alcanzó a entusiasmar al enterarse de que una aerolínea de bajo costo andaba tras algunas rutas entre nuestro país y gringolandia, para ofrecer a los usuarios tiquetes a unos precios hasta hoy inimaginables. Pero como era de esperarse la escogida fue una de las consentidas, y ya podemos imaginar cómo habrán sido las intrigas, maquinaciones y marrullas en las altas esferas para lograr ese privilegio. Por algo dicen que el poder es para poder.
pmejiama1@une.net.co
2 comentarios:
Que vaina Pablo, pero creo que esas dos preguntas, como la canción aquella, seguiran sin respuesta. alguna vez pregunté porque en USA, construían con cartón, yeso y babas, y alguien me respondío que por el clima (?)
Respecto al costo de nuestros tiquetes nacionales te cuento que un hermano mio viajó hace 15 dias de Fort Lauderdale (Florida) en donde reside, hasta Nueva York, y el tiquete ida y regreso le costo 90 NOVENTA dolares, el viaje fue de 3 horas, eso si, no dan ni las gracias, pero uno como buen paisa lleva las rosquitas y el juguito tutty frutty encaletado. Eso al cambio da como $180.000 que aca en Colombia sirven para comprar un tiquete entre Manizales y Santa Rosa de Cabal o entre Medellín y la Pintada. Eso si, un solo trayecto para que no se hagan ilusiones.
Definitivamente si manizáles es la perla del Ruiz, Don Pablo Mejía es la montura sobre la cual se engasta es aperla. Felicitaciones Pablo y sigue escribiendo, para el gozo y placer de quienes te admiramos y te sentimos nuestro amigo.
JUANFER
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