lunes, octubre 29, 2007

Así es que funciona.

Mañana salimos de este parto de las elecciones y podremos descansar de semejante avalancha de candidatos. La contaminación visual es agobiante porque para donde mire en la calle se topa con un pendón, un pasacalle, una valla o un afiche de promoción política. Y aunque cierre los ojos para no marearse con tanta publicidad, por los oídos le meten los desesperantes anuncios; porque la radio y la televisión están saturadas con el tema, y para completar no faltan los vehículos que perifonean arengas electorales sin compasión. Las campañas políticas desenmascaran toda la porquería que en nuestro país representa este oficio, porque con tal de asegurar un cargo los aspirantes se juntan hasta con el mismísimo Satán. Las mañas y marrullas no cambian, y pude comprobarlo cuando le entablé conversa a un cliente que repartía volantes en el centro. Esto fue lo que comentó al preguntarle en qué andaba:

-Si le contara dotor el voleo tan tenaz que es esta vaina en vísperas de eleciones. Eso toca camellar sin sacáselo, y aparte de todo rezar y encomendase a todos los santos p’a que el candidato de uno salga elegido, porque de lo contrario pailas; a comer rila otros cuatro años. Yo heredé esta vena de mi apá que era líder comunal del barrio donde vivíamos, y eso sí p’a qué pero el cucho era un duro p’a politiquiar, ¿oiga? Conocía a muchos dotores importantes y se codiaba con ellos a toda hora, y en campaña había que velo consiguiendo gente y moviéndola p’a donde juera necesario. Porque no vaya a creer usté que eso no es sino convencelos que voten por fulanito y listo el pollo; nanay cucas. A la vaina hay qué trabajale duro p’a que el día de las votaciones no se quede uno viendo un chispero; y lo pior es que los gamonales le echan toda la culpa a los mandos medios y bajos, y sin mediar palabra los mandan p’al carajo.

Yo estaba muy chiquito y con mis hermanos teníamos que madruganos a repartir volantes, a convocar gente a las manifestaciones, a organizar eventos y reuniones, a pegar afiches en los muros y paredes, y a colaborar en lo que fuera necesario. También nos dedicábamos a hacele cagadas a las campañas rivales, como destruiles el material que ellos colocaban y regar chismes en la calle acerca de los otros candidatos; como quien dice p’a sembrar la cizaña, ¿si me entiende? Y a mi amá sí que le tocaba duro, ¿oiga? Llegaba el cucho y le decía que había que preparar sancocho p’a cincuenta porque el candidato visitaba el barrio al otro día, y entoes el voleo en la casa era el más verriondo; todas las muchachas, dirigidas por mi amá, se encendían a mantequiar sin descanso hasta que todo estuviera listo. Claro que en el diretorio le largaban la plata p’a comparar las gallinas y el revuelto, pero no vaya a creer que le daban siquiera una propina por el trabajo. Olvídese papá, que muchas veces no nos alcanzaba sancochito ni a nosotros; con semejante mundo de patos que se pegan p’a esas reuniones políticas.

Además le cuento, pero no le diga a nadies para que después no haiga problemas, que a nosotros nos destinaban p’a escoger la gente que podía recibir alguna ayuda del diretorio. Y no crea que eso era p’a comprales el voto ni nada, sino que usté sabe que la vocación del político es servir a la comunidá. Claro que se aprovecha la época de eleciones p’a que a nadies se le olvide por quien es que hay que meter el dedo. En veces repartíamos por ejemplo bultos de cemento, y hay que ver lo que agradece la gente esa vaina; porque todos necesitan vaciar una plancha, echar un morterito, sacar otra pieza o enchapar el baño, pero el cemento está muy caro y vaya pues ahorre usté de un salario mínimo a ver si es capaz. Con trabajo alcanza p’a pagar el arrendo, las faturas y comprar algo de mercao.

También repartíamos baterías sanitarias, como quien dice ninodoros, ollas pitadoras, tejas de eterní, colchones, cobijas, mercaos y cualesquier cosa que supla tanta necesidá que hay. Porque es que uno de pobre agradece lo que caiga; como dicen por ahí: regalao hasta un puño. Lógico que nosotros tampoco éramos pendejos, y a todo el que se le entregaba algo le pedíamos que nos consiguiera siquiera diez cédulas. Claro que antes sí era más sencillo porque no habían inventao el embeleco ese del tarjetón, y no era sino dale al cliente el votico y advertile que lo teníamos pistiao p’a que no nos fuera a faltoniar. Además no le devolvíamos la cédula sino cuando ya iba a dentrar a sufragar.

Con decile que apenas yo cumplí la mayoría de edá me mandaron con un combo del barrio p’a un pueblo a que inscribiéramos la cédula allá. Severo paseo en buseta, con lechona p’al almuerzo, aguardientico, baño en piscina y p’a rematar de a veinte mil lucas por cabeza. Y cuando eso la plata sí rendía. Luego el día de las eleciones repetimos el paseo, pero regresamos temprano p’a poder votar aquí también.

De manera patrón que colabóreme ahí con el votico que donde no saquemos a este cliente, yo quedo como el ternero de Armando: mamando.
pmejiama1@une.net.co

1 comentario:

Jorge Iván dijo...

Así es Pablo. Claro que aca en Medellín, el asunto llego a límites de "no te lo puedo creer", porque aca, a cambio de sancocho, tejas de eterní y letrinas enchapadas en pedernal, ofrecieron la bobadita de: (oiga pues)
segundos pisos viales
internet gratis para todos
computador gratis para los niños (léase telebolito)
acabar con el pico y placa
rebajar "a justas proporciones" el impuesto predial
los servicios públicos mas baratos de Colombia
un chip antirrobo gratis para todos los carros de Medellín, incluidos los de bestia.
metrocable para todos los barrios
dos circunvalares, una de ellas hasta el barrio Chipre en Manizales.
hostia doble para la comunión
orquesta todos los sábados en cada barrio
extender el metro hasta Santágueda, para tener mas pasiaderos.
dos reinas para Cartagena
por fortuna, y gracias a Dios, no vamos a tener nada de esta listica.