La rutina diaria nos encasilla en unas formas de proceder que debido a su repetición, cuando menos lo pensamos tenemos una adicción a ellas. Por ejemplo un organismo acostumbrado a la siesta después del almuerzo, el día que por alguna circunstancia no puede hacerla, la persona queda como zombi sin poder concentrarse ni coordinar sus acciones; el día se hace eterno y un malestar general invade todos sus sentidos. Lo mismo sucede con tantos actos que realizamos de manera cotidiana y a la misma hora, como la costumbre de ver noticieros de televisión.
Así juremos no volver a sintonizar esa pendejada, que lo único que hace es amargarnos el momento y aumentar el estrés, cuando faltan pocos segundos para su inicio un acto reflejo obliga a encender el televisor en el canal correspondiente al noticiero. Y empezamos a oír tragedias, a contar muertos, a sorprendernos ante tanta maldad y corrupción, a renegar por los malos manejos de políticos y dirigentes, a ver inundaciones y terremotos, aviones caídos, robos y atracos, y en general todo tipo de noticias malas del país y el exterior. Para colmo, inician la sección deportiva con la paliza que le zamparon al equipo de nuestros afectos.
Lo peor es que los medios de comunicación se empecinan con una noticia en particular y la machacan hasta el cansancio, sin tener piedad con los sufridos ciudadanos que están hasta la coronilla. En la actualidad el asunto del acuerdo humanitario ocupa un gran porcentaje de la prensa hablada y escrita, lo que hace que se vuelva un tema repetitivo y cansón. Nadie desconoce la importancia del hecho, y mucho menos voy a criticar las gestiones que tantas personas adelantan para lograrlo, pero creo que debe haber algo de privacidad en las negociaciones para que no se hable tanto y de forma tan deportiva.
Me da golpe el interés que ha mostrado Francia por el secuestro de Ingrid Betancourt. Una mujer que nació en ese país porque su padre se desempeñaba en nuestra representación diplomática, para luego casarse con un ciudadano galo con quien tuvo dos hijos. Pero es en Colombia donde ha vivido muchos años, donde se volvió a casar y donde adelantó su actividad política y electoral. Como muchos compatriotas Ingrid es de las que tienen doble nacionalidad, situación que sirve mucho hoy en día debido a lo estigmatizados que nos tienen a los nacidos en estos pagos.
El presidente y el alto gobierno, muchos parlamentarios, la prensa, las organizaciones no gubernamentales, algunos gremios económicos y la ciudadanía gala en general aúnan esfuerzos para lograr la liberación de alguien que, al menos para mí, ha sido una colombiana más. En ese país europeo de adelantan marchas, campañas y movimientos cívicos que mantienen latente la retención ilegal de la dirigente política. Han venido al país importantes personajes a adelantar conversaciones y hasta un avión con un equipo de rescate anduvo merodeando por las selvas de sur, lo que casi se convierte en un conflicto diplomático de grandes proporciones.
Mientras tanto los gringos apenas si se refieren a los tres “contratistas” (léase agentes especiales camuflados) que fueron derribados cuando viajaban en un avión, para luego ser hechos prisioneros en los improvisados campos de concentración ubicados en lo más profundo de la selva. Y la ONU nada dice del ex gobernador del Meta, Alan Jara, quien fue secuestrado cuando se desplazaba en una camioneta perteneciente a esa organización y que estaba debidamente identificada, situación que para cualquier ciudadano desprevenido es una clara violación del derecho internacional.
La familia de Ingrid insiste en que el gobierno acceda a las peticiones de la guerrilla para que se autorice el despeje solicitado, proceder que encuentro lógico, porque es seguro que cualquiera en esa situación actúa igual. Pero hay que ser claros en que en el caso de los secuestrados no deben existir estratos ni preferencias. Parece injusto que mientras en el mundo entero se habla de Ingrid, de los gringos y de algunos reconocidos parlamentarios, muchos policías y soldados rasos solo son recordados, y reclamados, por sus familiares más cercanos. Víctimas que solo salen del anonimato cuando logran escaparse, como Pinchao, o si un familiar se inventa alguna movida para hacerse oír, caso del policía Moncayo.
Debe quedar muy claro desde ya que de llegarse a un intercambio de prisioneros, los secuestrados deben regresar en el orden en que fueron privados de su libertad. Que el primero en volver sea el que más tiempo lleva retenido, y aunque suene duro par sus allegados, la última debe ser Ingrid porque a la larga fue la única que dio papaya para que le echaran mano. Ella, en busca de protagonismo pre electoral, se metió literalmente en la boca del lobo a pesar de las claras advertencias que le hicieron.
La gente acostumbra decirle a un fulano que con tal de que se vaya, aunque le vaya bien. Lo mismo pensamos muchos de Chávez y Piedad, que con tal de que sean capaces de enderezar ese entuerto, no importa que se ganen toda la popularidad y debamos aguantarlos en el futuro metidos hasta en la sopa. Son igualiticos y ahí sí cabe aquello de que se juntan el hambre con la necesidad. De semejantes personajes tan malucos solo queda pensar: ¡como para sacarle una cría a esa parejita!
pmejiama1@une.net.co
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