Cuando aparece una noticia de esas que llaman la atención y que por ello crea curiosidad en la gente, empieza a pasar de boca en boca hasta llegar a tergiversarse por completo. Son pocos los que tienen la oportunidad de enterarse directamente del hecho, y menos aún quienes se detienen a analizarlo con detenimiento para asimilar de forma correcta su contenido. Simplemente un fulano oye en el noticiero la información así por encimita, y al encontrarse con algún amigo le comenta el asunto sin entrar en detalle. Entonces el otro, mucho menos empapado del tema, sigue con la cadena de desinformación hasta que el cuento no se parece en nada al original.
Pues resulta que en estos días, cuando ya cabeceaba a la hora de la siesta, alcance a oír en las noticias que El Vaticano acaba de publicar una nueva lista de pecados, entre los que están la contaminación ambiental, la drogadicción, la pedofilia, el aborto, el enriquecimiento excesivo y la manipulación genética. Como ya estaba en ese punto en que uno no está despierto, pero tampoco dormido porque aún no se le ha chorreado la baba, capté la información en forma parcial y equivocada, y por lo tanto al levantarme debí buscar en las noticias virtuales para confirmar el asunto antes de que me pasara lo mismo que aquí denuncio: que me pusiera a armar cuentos sin ningún fundamento.
Lo que sucedió fue que en medio de la inconciencia que se experimenta en esa duermevela que acostumbramos después del almuerzo, la mente divaga sin control y con una libertad absoluta ante nuestra falta de voluntad. Entonces me puse a renegar mentalmente contra las autoridades de la Iglesia Católica, porque por error entendí que el nuevo pecado castigaba la “manipulación de genitales”, cosa muy diferente a la manipulación genética. Porque una cosa es experimentar con seres humanos y animales para hacer clonaciones y demás rarezas, y otra muy distinta lo que yo deduje.
Porque de ser así, habría gente que ya no tendría redención en este mundo. Mire por ejemplo los billaristas. Eso sí puede llamarse manipulación de genitales. El jugador hace su seguidilla de tacadas y cuando debe ceder el turno al contrincante, acostumbra recostar un hombro contra la pared, dobla una pierna de la rodilla hacia abajo, con una mano se apoya en el taco y con la otro procede a rascarse la horqueta, se acomoda el mercado y a cada momento trata de sacarse el calzoncillo que se les metió entre el fundillo; esta acción también puede servir de distracción para rascarse una molesta hemorroides. Llámelo vicio, manía, obsesión o lo que quiera, pero jugador de billar que se respete tiene su propio “tumbao” para ejercer esa maniobra.
Y qué sería del béisbol si el pitcher y el catcher no pueden mandarse la mano al cacao a cada momento. En esa inocente acción está la esencia del juego, porque según la forma como el lanzador se agarre o manipule el paquete que presenta forrado en la ingle, es como el compañero que recibe puede saber cuál es la estrategia a seguir. El pitcher mira a los ojos al bateador de turno, luego de reojo recorre el terreno a su alrededor, después escupe un buche de tabaco que masca desde hace rato, y por último dirige la mirada al catcher, y con un toque de la gorra y una agarrada de las pelotas, le indica cómo va el tiro. Entonces el otro responde si pilló la táctica por medio de unos dedos que le muestra escondidos en la zona de la bragueta. De manera que de ser así la cosa, esta gente necesitaría en vez de entrenador, un cura para que los confiese cada diez minutos.
Cuando los niños están de dos o tres años cogen la manía de meterse la mano entre los calzones para cogerse el pajarito, y hay que ver a las mamás a toda hora regañándolos para que dejen ese vicio tan feo. Y no falta la que va donde la sicóloga infantil a consultar el problema, dizque porque una vecina le dijo que eso se debe a un complejo de inseguridad y que por lo tanto el mocoso se la pasa agarrado del bejuco. ¡Pamplinas! El asunto es innato de los varones y lo suspenden durante un tiempito para que no los jodan tanto, pero ya en la pubertad se lo agarran en el baño o durante la noche cuando nadie los vea. Y espere que crezca para que pase el domingo echado en la cama, en calzoncillos, enguayabado y pegado de un partido de fútbol por televisión, para que note que no deja de sobarse la bujía ni un minuto. La echa para un lado y para el otro como el gato que juega con un ratón.
Hasta aquí me refiero solo a la manipulación unilateral, porque de ser bilateral entonces se salvarían muy pocos. Qué tal por ejemplo lo que era una tarde de matiné en nuestra época, cuando las parejas de novios aprovechaban una de las pocas oportunidades que tenían de “meterse mano” sin restricciones ni vigilancia. En la actualidad ya nadie ejerce en el cine porque los muchachos viven empalagados de sexo, y los mayores nos dormimos al cuarto de hora de empezar la película.
pmejiama1@une.net.co
3 comentarios:
Vea pues, que tan raro Pablo que en el ejemplo de la manipulación bilateral pusiste "aprovechaban"; será mas bien "aprovechábamos", y me puedes incluir en la kilométrica lista. Te las tiraste de manipulador. Excelente la descripción de los peloteros.
Hmmm vea pues ya se porqué el tio Eduardo comentó lo que comentó jejeje
Hablando de lo de tergibersar noticias... hace poro mi abuela me dijo que se había muerto Harry Sasson, yo un poco desactualizado comenté a los pocos días la noticia y se imaginarán la gozada que me pegaron al contarme que el que en realidad se había muerto era Kendon McDonald.
Pablo Primo:
Por eso no pude ser beisbolista: me daba pena cogerme por allá delante de las amigas.
Pero en cambio en cine me desquitaba aunque salía con una de las sensaciones más desagradables que puedan existir: el "dolor de novio", que duraba varios días, como con seguridad sabrás.
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