lunes, agosto 25, 2008

Entre gustos…

Por fortuna existe la diferencia de gustos entre los seres humanos porque de lo contrario la vida sería muy aburrida. Por eso cuando nos preguntamos cómo es posible que a fulano le parezca bonita una cosa determinada, hay que recordar aquel dicho popular que asegura que entre gustos no hay disgustos. De ahí que resulten tan estériles las discusiones donde se trata de argüir que una cosa es mejor que otra, y perdemos el tiempo sin caer en cuenta de que cada uno defiende a capa y espada su forma de ver el asunto en cuestión.

Si a todo el mundo le gustara un solo modelo de automóvil no se venderían otro tipo de vehículos; en las vitrinas puede verse toda clase de ropa e implementos de vestir porque siempre habrá quien esté dispuesto a comprarlos; y es común que al recorrer un gran almacén se tope uno con cierto gallo que le parecerá “lobísimo”, y la pregunta siempre es la misma: quién puede comprar semejante adefesio. Lo cierto es que si el artículo no se vendiera no lo ofrecerían, porque esas grandes cadenas no dan puntada sin dedal.

¿Y acaso la moda no es un artilugio para poner a la gente a consumir? Si una mujer tiene unas botas de cuero muy bonitas, con tacón moderado, chatas y que suben hasta la pantorrilla, y que además le encantan por cómodas y elegantes, no es entendible que de un momento a otro las condene a permanecer en el fondo del armario porque ahora se usan es de tacón alto, puntudas como de mago oriental y que lleguen a la rodilla. Y así estas últimas le produzcan dolor en el juanete, incomodidad para caminar y además le parezcan inmundas, se las chanta a como dé lugar y no vuelve a usar las otras dizque porque están pasadas de moda.

En el caso de las comidas y las bebidas sí que se notan las diferencias de gustos. Pero una cosa curiosa es que con la edad la persona aprende a disfrutar ciertos sabores, o al menos así sucedía antes, porque ahora que lo pienso las cosas han cambiado en ese aspecto. Ahora años los niños no disfrutaban al comer por ejemplo aceitunas, anchoas, alcaparras, encurtidos, quesos y jamones curados, y demás viandas fuertes y de sabores muy definidos, y en cambio ahora usted saca en una fiesta una picadita de este tipo y los mocosos la despachan en un dos por tres. Claro que viéndolo bien, en nuestra época se acostumbraba para estos casos las galletas de soda con carne de diablo, salchichas enlatadas con limón, y salchichón cervecero con tomate verde.

Otra cosa es que los niños son muy amigos de asegurar que no les gusta determinado alimento sin siquiera probarlo, o simplemente porque oyeron a un compañerito decir que eso es muy maluco. Recuerdo que cuando estábamos pequeños mi papá inventaba concursos y métodos para enseñarnos a comer de todo, pero cuando entramos en la pubertad y adolescencia y empezamos a tragar como unas dragas, el hombre se preguntaba a qué horas se le había ocurrido insistirnos para que disfrutáramos de lo que nos sirvieran en el plato. Bastante billete pudo ahorrarse si nos hubiéramos quedado como algunos, que solo comen arroz con huevo, carne asada, papas fritas y tajadas maduras.

Claro que a todos nos quedan resabios y no falta algo que no nos pase por el gaznate. Por ello nunca debe servirse a los invitados comidas como una sopa de mondongo, un plato de morcilla, remolacha, coliflor o lengua en salsa. Son alimentos que mucha gente no puede ver ni en pintura, y por eso es mejor ofrecer pastas, pollo o una carne común para no poner a nadie en aprietos. Es común también que nos insistan en que debemos probar de nuevo tal o cual alimento porque a fulano le fascina y no puede creer que no nos guste. Por ejemplo yo nunca tomo café; ni como tortas, galletas, postres o confites preparados con ese producto. Entonces alguien se empecina en que le dé otra oportunidad a tan deliciosa bebida, y yo respondo que si el café mancha los dientes, es malo para la gastritis, desvela, provoca orinadera en la noche y produce cierta adicción, para qué carajo voy a enviciarme a tomar esa vaina.

Cada quien come y bebe lo que le provoca y que nadie se meta. Claro que a los niños hay que insistirles porque ellos necesitan una buena nutrición, y si los dejan comer a su gusto se alimentan solo de paquetes de mecato, helados y confites. Y ofrézcales algo de comida chatarra, ojalá de una marca conocida y bien costosa, para que vea cómo se tragan lo que les sirvan. Una pizza, hamburguesa o perro caliente preparados en casa no tiene ninguna gracia, pero si es de una multinacional que encima un muñeco de dos pesos como regalo, se convierte en un verdadero manjar.

Uno con los años prefiere el cine independiente; le empieza a gustar el gordo de la carne; madura en la lectura; prefiere reuniones privadas y solo con amigos; se pide el pescuezo de la gallina; viste como le provoca; deja de asistir a compromisos por cumplir; empieza a mandarse y no hace sino lo que le da la gana.
pmejiama1@une.net.co

1 comentario:

Jorge Iván dijo...

Esta bien Pablo que no te guste el café, (allá vos) pero que es eso de sacarle los trapitos al sol. ¡No fregués!

Bienaventurados nosotros, que la única comida que no nos gusta es...la poquita.

chaito pues.