martes, octubre 21, 2008

El “pienso”.

Se ha vuelto común entre el gremio de las fámulas manejar tarifas diferentes para cobrar por su trabajo, y estas varían según las tareas que deban realizar. En la actualidad es un lujo contar con una persona que ayude con el oficio, así sea por unas pocas horas a la semana. El caso es que al momento de arreglar con la patrona la aspirante pregunta si el trabajo incluye “pienso”, lo que significa que ella debe disponer y planear qué se debe preparar en cada una de las comidas. Porque si comprar el mercado es bien costoso y hacer el oficio mamón, ni hablar de lo que representa pensar todos los días qué carajo hacer de almuerzo o de comida. Y como muchas amas de casa se desempeñan en el mercado laboral, por lo que llegan al hogar estresadas y muertas del cansancio, no tienen cabeza para disponer esas minucias que tanto desgastan; y todo adobado con que el mundo moderno y la tecnología se han encargado de atrofiar la tan necesaria memoria.

Los nuevos adminículos electrónicos almacenan todo tipo de datos y el consumidor depende de ellos para cualquier consulta o decisión. La computadora personal reemplaza la agenda, con el valor agregado que le recuerda al usuario las acciones a seguir el día y hora determinados; igual función cumple cualquier teléfono celular y por ello nadie utiliza las agendas electrónicas. Para qué cargar con otro aparato. Antes la gente debía memorizar gran cantidad de información de su interés. Cuento aparte son los nuevos teléfonos móviles que tienen, entre muchas otras funciones, cámara fotográfica de alta resolución, reproductor de música y lo más novedoso: conexión a internet. Entonces el ejecutivo moderno ya no pierde tiempo en los atascos del tráfico o al hacer una fila, porque saca el juguete, se conecta a la red y a trabajar se dijo.

El problema radica en que muy pronto se nos van a menguar las neuronas de la memoria. Muchas personas no saben siquiera el número de sus teléfonos, o cualquier otro tipo de datos que antes recitaban sin titubeos. Porque nuestra educación fue basada en la memoria. Repetíamos como loras y lo importante no era entender el tema tratado, sino escribir en la hoja del examen fechas y detalles exactos sin fallar en una sola reseña. Usted podía saberse al derecho y al revés la vida de Enrique VIII, pero si se equivocaba al momento de escribir la fecha de su muerte, perdía la materia y punto. Los demás conocimientos no tenían ningún valor para el profesor.

Un ejemplo de la dependencia a la tecnología puede verse en los médicos actuales. El ojo clínico fue reemplazado por la tecnología de punta y así como antes el galeno hacía un examen físico exhaustivo al paciente, lo auscultaba, medía, pesaba, le tomaba la presión, indagaba sobre antecedentes familiares, acerca de su vida actual, su trabajo y preocupaciones, ahora le hace una lista de exámenes de imágenes diagnósticas y de laboratorio, y que regrese con los resultados. Si el enfermo no tiene seguro médico particular debe rogar y hacer mil trámites para que la EPS le autorice los diferentes exámenes, que por cierto valen una fortuna. Muchos médicos de antaño además de su profesión, sabían varios idiomas, escribían, rimaban, eran grandes lectores y humanistas. En cambio la gran mayoría de los actuales son muy sabidos en su especialidad, pero no tienen idea de cultura general.

Para qué pensar, dirán ellos, si todo lo averiguan con solo dar un clic; y lo que no sepa Google es porque todavía no existe. Pero sí es muy triste que jóvenes que pasan por el colegio y la universidad sean tan ignorantes. Hace poco llamé a un call center nacional y la niña me preguntó en qué departamento queda Manizales. Y qué tal un reportero, que se supone pasó por la facultad de Comunicación social, quien viajó al Perú hace un tiempo cuando se accidentó un bus con unos turistas colombianos, y apareció en pantalla desde un puente al fondo del cual había ido a parar el vehículo. El tipo muy orondo dijo que el bus había rodado a un abismo de 300 metros, y yo alcancé a pensar que no iban a rescatar ni los gusanillos de las llantas. Pues ampliaron la toma y se veía el aparato a unos 20 metros de la carretera. Basta con tener una referencia, como que la catedral de Manizales tiene algo más de 100 metros de altura, para imaginar lo que puede ser un abismo el triple de profundo. Otro reportó que en un edificio de 8 pisos se suicidó una persona al tirarse desde la terraza, y el animal dijo que había saltado desde una altura de 80 metros. Cómo serán de desabridos esos apartamentos de 10 metros de altura, cuando los normales tienen 2,20.

Al cerebro hay que hacerle mantenimiento, conservarlo activo y ejercitarlo. Y los patronos deben exigir a sus empleados, sobre todo si son profesionales, que tengan un mínimo de conocimientos generales. Porque al ignorante que no tuvo oportunidad de estudiar se le perdona todo. Como un personaje que vi en el noticiero cuando presentaba una queja contra una entidad de salud, dizque porque le jodieron una pierna al ponerle una inyección en el nervio “asiático”.

1 comentario:

Jorge Iván dijo...

Pablo. hace poco hice la lista del número de claves que debemos tener memorizadas, y llegué a veintisiete (27) eso quiere decir que ahora tenemos que "vivir en clave"
te estoy mandando el documento con la clave para que lo abras y lo leas.