El mundo entero anda con los pelos de punta por la aparición de un virus que amenaza la humanidad. En todas partes toman medidas de emergencia para evitar que la epidemia traspase las fronteras, lo cual es muy difícil porque los síntomas demoran cierto tiempo para manifestarse, lapso suficiente para que una persona ingrese a un país y contagie a otra gente antes de que su caso sea detectado y atendido. Méjico, país donde empezó el asunto, por ser uno de los mayores atractivos turísticos recibe visitantes de todas partes, además de que cuenta con una numerosa población que mantiene contacto con el resto del mundo. Debido a su extensión no es fácil controlar la epidemia y pasará mucho tiempo para que logren llegar con las medidas de prevención a todos los rincones de su geografía.
Muchos ven la llamada gripa porcina como una venganza de esos animales contra el ser humano, por haberlo explotado durante toda su existencia como fuente de alimentación. En la mayoría de las culturas no se concibe una celebración, fiesta o repichinga sin tasajear siquiera un chancho, y lo único que varía es la forma de prepararlo y consumirlo. Aquí acostumbramos ofrecer lechona cuando los comensales son muchos; en las festividades navideñas sacrificamos un marrano con la tradicional puñalada en el mango, para luego chamuscarlo y proceder a estragarnos con las delicias que nos ofrecen sus abundantes carnes; además consumimos infinidad de platos que llevan como ingrediente principal una presa del sacrificado animal. A pesar de las recomendaciones científicas que aseguran que la enfermedad no se trasmite por el consumo de carne porcina, la paranoia generalizada invita a las personas a evitar ese majar y son los cerdos los únicos que resultarán favorecidos con la aparición del virus.
En estos casos es cuando las autoridades no pueden escatimar esfuerzos para difundir las precauciones que deben tomarse para evitar el contagio, y con la colaboración de los medios de comunicación hacerlas llegar a toda la población. El problema está en que muchos de esos medios explotan la noticia hasta abusar del ciudadano, y al poco tiempo uno ya no quiere oír mencionar el tema. El noticiero de televisión de Caracol del mediodía dedico los primeros 40 minutos, durante al menos dos semanas, a machacar información referente al tenebroso virus. Esa noticia puede resumirse en 5 minutos con los datos que más interesen al televidente y dedicar el resto del espacio a difundir tantas cosas que suceden en nuestro país y en el exterior.
En vez de ofrecer variada información, con un manejo ágil y ameno de las secciones, se dedican a hacer unas notas estúpidas que no contribuyen en nada a la solución del problema. Lo primero es transmitir remotos desde todos los puertos, aeropuertos y terminales de transporte del país, donde los corresponsales repiten exactamente el mismo estribillo; después recorren una buena cantidad de hospitales de las diferentes ciudades para que también digan lo mismo; siguen con la entrevista a la directora de una guardería infantil que dice una sarta de babosadas; a una vendedora de lechona le dedican 10 minutos para que repita hasta el cansancio que está al borde de la quiebra; un reportero detiene a los peatones para indagar si les incomoda usar tapa bocas; otro visita varias droguerías para enterarse de cuántos adminículos de estos han vendido; y por último hacen una extensa nota para mostrar el nuevo timbre de teléfono móvil que imita los chillidos de un caribajito cuando enfrenta al matarife. Habrase visto estupidez igual.
Mucho más práctico es iniciar el noticiero con una información clara y concisa sobre la epidemia, y durante el resto de la emisión, cada cierto lapso, presentar consejos y datos de interés que ayuden a difundir entre el pueblo las medidas de precaución que deben tomarse; claro que dedicarle un espacio exagerado a enseñar algo tan elemental como lavarse las manos y después hacer entrevistas callejeras para preguntar con qué frecuencia la gente práctica esa sana costumbre, también me parece una pendejada.
La función de los medios es informar y difundir las medidas de prevención, pero sin crear falsas alarmas ni fomentar el pánico y la paranoia. Ahora al constipado lo discriminan y todos lo miran como si tuviera la peste negra, y me pregunto si me llega a dar, mientras viajo por ejemplo en un “transmilleno”, una crisis alérgica de unas que me ponen a estornudar más de 20 veces sin parar. Lo mínimo es que me avientan por la ventana en pleno recorrido.
Que al menos esta coyuntura sirva para que la gente aprenda a tener unos buenos hábitos de higiene, conozca cuáles son los medios más comunes de contagio, y dejemos de una vez por todas esa manía de apretar manos ajenas y besuquear a diestra y siniestra. Nada más fastidioso que una mano blandita, resbalosa y caliente. Ni hablar de quienes sin importar que estén sudados se abalanzan a besar sin miramientos, o reparten picos cuando apenas conocen a las otras personas. Nada, dejemos esas confiancitas solo para los seres más íntimos y de resto imitemos a los orientales: una venia respetuosa y punto.
Algo que me preocupa, sin querer ser alarmista, es que nuestro país debe ser territorio abonado para la reproducción del virus porque tenemos sobrepoblación de marranos.
pmejiama1@une.net.co
2 comentarios:
Toy de acuerdo con la venia!!!
tranquilo Pablo que todos los marranos los vacunó DMG.
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