Podemos estar seguros de que desde el mismo momento en que el ser humano aprendió a comunicarse nació el chisme y la maledicencia. Imagino a una cavernícola murmurando que a fulana la sacó el marido arrastrada de las mechas porque la pilló revolcándose con un vecino de tribu. Mientras tanto los hombres reunidos alrededor de la hoguera comentan que las viejas son chismosas y lengüilargas, pero no dejan de escuchar al que asegura que fulano es como dañado, porque no se le conoce hembra y además prefiere acompañar a las mujeres del clan a cargar agua, en vez de irse a cazar mamuts. Porque la verdad es que los varones no lo hacemos nada mal cuando se trata de comer prójimo; o sino de qué hablamos durante un chico de billar, en la mesa del café, al jugar tejo o turmequé, en los velorios o cuando nos sentamos a jartar trago y a hablar paja.
Es imposible definir cuál época de la historia universal ha sido la más golpeada por ese deporte tan dañino de destruir la fama y la honra de los semejantes, porque es innato del ser humano conspirar, intrigar, denigrar, opinar acerca de lo que no le importa, descalificar al prójimo, criticar sin distinciones, azuzar, sembrar cizaña y repetir sin cansancio cualquier rumor del que se entere. Desde pequeños los niños llegan del colegio a contarle a la mamá que están peleados con fulanita porque dijo esto o aquello, y por fortuna ese tipo de disgustos duran poco porque al otro día aparece otro que lo opaca. Me atrevo a asegurar que no existe dependencia o círculo de personas en la sociedad donde no exista esta nociva modalidad, porque hasta en los conventos de clausura los cotilleos y murmuraciones ruedan sin control.
En las empresas, sin importar el tamaño, las noticias vuelan y nadie se explica cómo se filtran informaciones altamente confidenciales. Se reúnen los directivos a planear un recorte de personal y no ha finalizado la junta cuando hasta el portero sabe quiénes salen por líchigo. O quien tiene un romance con un compañero de trabajo y a pesar de tomar todas las medidas para no ser detectados, todo el mundo se muere de la risa cuando los ven en público tratarse de usted. Las envidias que genera el hecho de que un empleado sea promocionado por su buen desempeño, se ven reflejadas en los cuentos que le inventan para tratar de degradarlo ante los jefes.
Que tire la primera piedra el que nunca haya comido prójimo. Algunos insisten en que son enemigos del chisme, pero en las reuniones son los que más preguntan y se interesan. Porque están equivocados quienes piensan que chismoso es aquel que se inventa un cuento para fregar a otro, lo cual supongo hacen muy pocas personas, ya que el daño se hace, seguro sin mala intención, cuando el rumor pasa de boca en boca y ahí es cuando se distorsiona. Es común que uno comparta con la mujer alguna murmuración, y al rato cuando la oye repetirlo a una amiga por el teléfono, es necesario corregirle varios datos que no corresponden. Si esto sucede con la primera divulgación, cómo será cuando haya pasado por varias estaciones.
Los chismes circulan en estratos sociales determinados, porque es natural que personas de otros niveles no conozcan ni se interesen por lo que suceda a los implicados de un entorno diferente al suyo. Los rumores ruedan sin control en el colegio, en la sala de espera, en la junta comunal, en el equipo de fútbol, entre los socios de un club, en la asociación de profesionales, etc., y existen campos abonados para ese deporte como las tiendas de barrio o las peluquerías. Son innumerables las disputas, con heridos y hasta muertos, que se presentan entre los vecinos porque fulanita dijo esto o aquello. Y lo que ignore un peluquero es porque no ha sucedido.
Entre más pequeño el pueblo es peor el chismerío y en ciudades medianas como la nuestra todavía no podemos sacudirnos de esa maldición. Cualquier reunión empieza con comentarios acerca del último chisme y quien lo cuenta debe repetirlo cada que llega uno de los asistentes. Semanalmente un cuento diferente entretiene las ávidas mentes y los temas preferidos son las infidelidades, divorcios, adolescentes embarazadas, quiebras personales o empresariales, personas aquejadas por enfermedades graves, los que salen del closet, el que gasta más de la cuenta, los políticos y cualquier cuento que clasifique como chicharrón.
Mucha de nuestra clase dirigente anda en la picota pública y lo lógico es que esperemos la decisión de los jueces antes de entrar a condenarlos, pero con justa razón nos hemos vuelto desconfiados ante las arbitrariedades que se cometen a diario en nuestro sistema judicial; claro que a quien acepte su culpa que lo descaderen a punta de lengua.
Los velorios son ideales para el cotilleo y supe de un grupo de amigos reunido en una sala de velación mientras observaban la entrada para hacer comentarios acerca de los asistentes. En esas ingresó un personaje que desde hace años soporta graves quebrantos de salud, y uno de los contertulios anunció que había llegado “cinemark”. Cuando preguntaron a qué se debe ese apodo, la respuesta fue perentoria: - ¡Próximamente en esta sala!
pmejiama1@une.net.co
3 comentarios:
Don Pablo:
Tienes toda la razón en las críticas que haces; pero no nos digamos mentiras: no hay nada más sabroso que un buen chisme; no sólo como fuente de chistes, como el que mencionas, sino en reemplazo de la lectura de periódicos.
Siempre hay alguien mejor enterado que el más curtido periodista, con la condición, que suelta lo que sabe, por el simple placer de ver la cara de sus oyentes.
Semana sin chisme, es perdida.
JuanCé
Tas vez eso me gusta tanto de las ciudades grandes.... no hay tanto chisme...
Para muestra un botón. La esposa del arquero del Boyacá Chicó, Prono Velásquez, estándo en el salón de belleza comenzó a hablar de las esposas de algunos jugadores del mismo equipo, y claro, como algunas de ellas iban al mismo salón, allí las pusieron al tanto. Eso le valió a Prono entregar la titularidad del arco y no se si a la señora también.
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