Nada que le guste más a la gente que apostar. Muchos pasan su existencia a la espera del golpe de suerte que los saque de pobres y el día que ganan algo, resulta que es más lo invertido en tentar la suerte que el monto del premio logrado. Para fortuna de quienes viven del negocio ese tipo de cuentas no las hace nadie y todos siguen fieles a la costumbre de buscar pegarle al gordo. Según la condición social y económica de cada individuo le apunta a una suma determinada, y por ello vemos al obrero que se contenta con echarle mano a unos pocos millones en una rifa de barrio, mientras que el más adinerado espera que el Baloto sortee una cifra exorbitante para comprarlo, con el cuento que los diez o quince mil millones que ofrece en un momento determinado dizque no le alcanzan para nada.
Es típico de nuestra región encontrar en la plaza de los pueblos una carretilla llena de artículos llamativos que conforman un paquete que se rifa: la tradicional cómoda forrada en plástico, un buen televisor, un ventilador de pie, la olla arrocera, una ancheta con rancho y licores (ordinarios todos), varios cortes de tela, una bicicleta todo terreno y un cachorro “frespudel”. Con un altavoz promocionan el sorteo y el sábado, cuando arriban los campesinos a mercar, los compradores hacen fila con la ilusión de alcanzar tan provocativo premio. Tampoco falta una motocicleta llena de avisos promocionales que empujan alrededor de la plaza, sin montarse en ella porque la desvalorizan, la cual se convierte en la envidia de los jugadores que ya se ven en ella sacando pecho por todo el pueblo; y lo mejor es que el paquete incluye cascos y chalecos reglamentarios para conductor y acompañante.
En el centro de las ciudades es común el vehículo último modelo que exhiben en un remolque, mientras los vendedores expertos matriculan incautos al por mayor, con el agravante que muchas de esas rifas son piratas; resulta usted ganador y cuando va a reclamar el premio encuentra el rastro frío. En esta clase de negocio sí que hay timadores y embaucadores. Yo no creo en ningún tipo de rifa o lotería. Después de muchos casos donde se demostró que los sorteos son manipulados, y que en cierta época los políticos se ganaban el mayor de una misma lotería en varias ocasiones, quedé curado. Será por malicioso o desconfiado, pero no creo en esos chepazos. Además me chocan sobremanera las personas que cada que uno se las encuentra le zampan una boleta de cualquier pendejada; y lo malo es que siempre embolato el comprobante o se me olvida revisar el sorteo.
En los barrios populares o sectores comerciales se vende más el chance que el tinto. La gente puede que no tenga para comer pero no deja de hacer su chance diario; personas de todas las edades, colores y condiciones buscan a su vendedor de confianza, quien por cierto fía y es experto en recomendar números. El juego es adictivo, como el alcohol o las drogas, y muchos terminan arruinados por el afán de recuperar lo perdido. Recuerdo que mi padre, en sus últimos años de enfermedad que no salía de la casa, no perdonaba mandar a comprar el Baloto los días que jugaba. Así entretenía las noches de desvelo: se ponía a repartir la plata entre sus allegados y a solucionarle la vida a más de uno (lo malo es que para tanto pobre junto no alcanza la limosna).
Pues creo que el destino quiso castigar mi escepticismo y para desvirtuarlo permitió que me ganara una lotería, y sin comprarla. Abro el correo electrónico y encuentro que resulté escogido por la “Lotería de Asia Vietnam caridad promociones 2009”, la cual asignó un número a mi cuenta electrónica y a pesar de que había que coincidir en una gran cantidad de cifras y series, le di en toda la pepa. De buenas que es uno. Tengo que hablar con un tal míster James Hong a ver dónde reclamo la medio bobadita de 980 mil libras esterlinas. No sé cuánto es en pesos, porque no tengo calculadora a la mano, pero estoy seguro de que será como según un amigo costeño dicen los guajiros: “un bojote de plata que no lo salta ni un chiiiiiiivo”.
En el correo donde anuncian la buena noticia recibo felicitación de los empleados de esa generosa firma y Mrs. Elizabet Grayson me pide que mande todos los datos personales para legalizar el asunto. Que me metan el dedo en la boca esta sarta de babosos si creen que les voy a dar papaya para que me desplumen (claro que tampoco hay de dónde). El otro día oí en el radio a un tipo que mordió el anzuelo y alcanzó a enviarles 25 mil dólares para trámites y papeleos, antes de percatarse de que lo habían tumbado. Tiene que ser uno muy pendejo e iluso para comerse semejante cuento, o muy ambicioso que es lo peor. Porque sin duda es por ambición que la gente cae en las pirámides, en las captadoras ilegales, en rifas piratas, se dejan meter paquetes chilenos, o se restean en un casino en espera de recuperar lo perdido. Claro que no faltan los que caen por atembaos.
pmejiama1@une.net.co
2 comentarios:
Pablo:
No, no, un momentico; como te vas a tirar ese jurgo de plata así como así; nada, hagamos una sociedad y para empezar le damos un poder a Don David Murcia para que nos haga un adelantico; después pedimos más y ahí no vamos yendo.
Pero regalarles más de $234.000 que debe ser esa suma ofrecida, no, ni puel chiras.
O dame el 25% ya y voy y cobro: si pagan, partimos; si era mentiras, para que es tan marrano y les cree...
¿Qué dijo, pues?
Aqui en Medellin, no falta la rifa del carro super engallado montado en un trailer, dizque a favor del cuerpo de bomberos de.... Quimbaya o Salento. Nada raro que algun dia se asomen los "bomberos" de Santagueda.
Si necesitan quien les haga el tercio en la sociedad me avisan con tiempo para ir vendiendo la finca, el carrito y mis acciones en el grupo de caminantes Todo Terreno
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