martes, septiembre 08, 2009

Un gran invento.

Muchas personas pasan gran parte de su existencia reventando cacumen para idear algo que los saque de la pobreza y el anonimato, pero con el paso del tiempo se reducen las posibilidades porque cuando logran adelantar un esbozo que parece prometedor, casi siempre se enteran de que la vaina ya está inventada. Es imposible clasificar los inventos del hombre en la historia del planeta, porque se trata de algo subjetivo y por ello cada quién tiene su propia elección. Que la rueda, el manejo de los metales, la pólvora, la bombilla, el teléfono, el automóvil y tantos ejemplos que disfrutamos a diario. Porque otra cosa son los descubrimientos como el fuego, los hidrocarburos o el carbón mineral.

El milenario pueblo chino ha legado muchos inventos a la humanidad, entre ellos uno que utilizamos para infinidad de cosas y en todo momento: el papel. Su nombre viene de papiro, cierta planta acuática que era utilizada por los antiguos egipcios para escribir en ella. Durante la edad media en Europa la escritura se hacía en pergamino, una piel de mamífero procesada para tal fin, lo que era muy escaso por su alto costo. Sin embargo, mientras otras culturas desarrollaban ideas para tener dónde escribir, desde muchos años atrás los chinos elaboraban papel con residuos de seda, arroz, cáñamo y algodón. Los árabes aprendieron la técnica y en el siglo X la llevaron a España.

Es dispendioso relacionar las utilidades del papel. Como con todos los artículos, la sociedad de consumo se encarga de crear la necesidad en los compradores de adquirir una inmensa variedad de productos que son costosos y elitistas. Los mundialmente conocidos kleenex, una marca genérica para los pañuelos desechables. La técnica aplicada a los pañales avanza a diario y comprarlos para los bebés, y para muchos adultos, es una renta que desangra a cualquiera; porque pañales de tela utiliza solo el paupérrimo. Para las mujeres inventan a diario diferentes modelos de toallas higiénicas, aparte de protectores para todas las ocasiones imaginables; para antes, para después, para meterse a la piscina o montar a caballo. Con alas, canales especiales, bordes ergonómicos, mayor absorción, mejor adherencia y aromas varios. También ofrecen pañitos húmedos, papel absorbente, servilletas, etc., y el infaltable papel higiénico, el cual tiene su venta garantizada porque eso de picar periódico también está destinado a los más vaciados.

Los medios de comunicación escritos han existido por muchos siglos, aunque la edición virtual de los mismos puede ser el principio del fin de tan maravillosa modalidad. Claro que leer el periódico, así queden las manos negras de tinta, o pasar las páginas de la revista, es un placer que no reemplaza su lectura en una pantalla. Lo que pasa es que el billete no alcanza para varias suscripciones, por lo que toca acostumbrarse a navegar por sus páginas electrónicas. Los sobres y esquelas están pasando a la historia, porque con los adelantos tecnológicos en las comunicaciones son muy pocos los que mandan una carta; lástima grande, porque no hay nada más emocionante que recibir el correo, mirar el remitente, la estampilla, olerlo y proceder a abrirlo para disfrutar su lectura. Miles de artículos se elaboran con papel, unos sofisticados y otros sencillos, como el destinado a empacar regalos; no puedo imaginar a mi mujer en navidad sin este producto, porque eso sí es gustarle ese programa.

Para mí la mejor herencia que nos ha dejado el invento del papel es el libro, porque ninguna otra entretención iguala el placer de la lectura. Este maravilloso “vicio” distrae, mitiga el estrés, acompaña, instruye, agiliza la mente, alimenta la imaginación y se convierte en un compañero inseparable. Por fortuna no nos tocó vivir en el futuro, cuando los libros sean virtuales y deban llevarse el ordenador portátil a la cama para, y después de todo un día frente a la pantalla, seguir en las mismas durante las horas de descanso. El libro hay que sentirlo y si es posible adquirirlo, porque verlo en la biblioteca trae recuerdos y después de un tiempo considerable algunos pueden leerse de nuevo. También toca prestarlos, porque es egoísta no compartirlos, aunque muchas personas lo piden para ponerlo en una estantería durante meses sin siquiera mirarlo. Hay que marcarlos, y no solo en el inicio, sino en páginas interiores y entre los párrafos para que quien quiera desaparecer la evidencia deba picarlo; así por lo menos el indelicado recordará toda la vida a quién se lo tumbó.

Pero ojo, el consumo exagerado de papel atenta contra el medio ambiente porque la tala indiscriminada de bosques es la causa de la desaparición de fuentes de agua, inundaciones, extinción de especies animales, erosión y muchos otros desastres ecológicos. Por fortuna los medios electrónicos han reemplazado infinidad de papeleos, formularios, pliegos y demás documentos de nuestra absurda tramitología, y así en algo reducen el consumo de papel. Da gusto ver ahora a los jóvenes insertar en sus mensajes electrónicos una recomendación que invita al receptor a solo imprimir el documento si es absolutamente necesario. Todos debemos colaborar para frenar la hecatombe que se nos viene encima, porque de lo contrario muy pronto estaremos como algunos europeos que reemplazan el baño por una toallita húmeda que se pasan por la cara y los sobacos. Cómo serán la pecueca y otros hedores.
pmejiama@une.net.co

1 comentario:

Jorge Iván dijo...

El unico papel que no cambia es el papel que interpretamos en nuestra vida.