Da tristeza ver cómo pierden vigencia las cosas a una velocidad vertiginosa, debido a que el mundo anda desbocado. Después de cumplir la humanidad los primeros dos mil años de la era moderna, ya nada conserva su actualidad y por el contrario en menos de un año pasa a ser obsoleto. Un ejemplo bien común son los aparatos electrónicos: compra usted una computadora moderna y sofisticada para estar acorde a los requerimientos técnicos del momento, y en menos de seis meses se topa con el inconveniente que determinado programa no corre en su máquina porque esta no tiene la capacidad necesaria para procesarlo. Entonces cabe a la perfección aquello que asegura que todo lo del pobre es robado.
Lástima grande comprobar que los cuentos infantiles, que durante tantas generaciones alimentaron la imaginación de los niños en todos los rincones del planeta, ahora no tienen vigencia porque las condiciones del medio no se acomodan en nada a sus inocentes argumentos. Los muchachitos de ahora son muy diferentes a los de antes, por lo que les va a ser difícil entender semejantes narraciones tan simples; y cuando miren con ojos saltones al adulto que hace el relato, no va a ser por asombro o interés, sino porque lo ven como a un imbécil ingenuo y desactualizado.
El cuento de Caperucita roja era creíble para cualquier mocoso porque hacerle un mandado a la mamá era algo natural y hasta obligatorio, y más si se trataba de llevarle un encargo a la abuelita. Hoy en día le piden ese favor a una zamba y seguro va a responder que qué oso andar por ahí trasteando sobrados, que mejor la catana pida un delivery. Que si quiere ella se lo paga, pero que no va a suspender su juego de video por nada del mundo. Además, a las sardinas de ahora no se las comen los lobos, se las comen los amigos.
El famoso relato de Blancanieves tampoco tiene validez. Si usted le sale con ese rollo a un zambo de 8 años, seguro se preguntará a quién se le puede ocurrir que si una viejota de esas características se aparece en el rancho de un combo de enanos, la van a tratar como a una princesa. Con la fama de arrechos que tienen los enanos, seguro le hacen una vaca muerta de padre y señor mío. Y el dichoso príncipe que ni se aparezca por allá, porque también la lleva.
La historia de Hanzel y Gretel va a ser incomprensible para cualquier infante en la actualidad. Primero que todo porque si ahora los niños son sobreprotegidos y los papás no los dejan ir solos ni al baño, cómo se le ocurre que los van a abandonar en un bosque. En segundo lugar, cualquier culicagao tiene celular y basta con llamar a la casa para que de inmediato vayan a rescatarlos. Si de puro de malas el teléfono está descargado o no tiene señal, ahí está el de la hermanita; y si los dos aparatos están jodidos, recurre al reloj que seguro cuenta con las funciones de GPS, brújula, altímetro y conexión con Google Earth.
Narraciones tan inocentes como la de Pinocho no tienen cabida en la mente inquieta y activa de un niño moderno. Si a un viejo cacreco le da por armar muñequitos de madera es porque tiene que ser del otro equipo, y ese cuento de que con las mentiras se le crece la nariz no se lo traga nadie, porque entonces sus papás no podrían entrar a la casa debido al tamaño de sus apéndices nasales. ¿Acaso no se la pasan todo el día inventando mentiras para mamarse a algún compromiso social, para sacarles el cuerpo a los cobradores o para justificar cualquier pendejada? Otra cosa es que los muñecos de madera ya no existen porque ahora son de silicona, pasta u otro material sintético.
Para no ir muy lejos, las tiras cómicas que tanto nos entretuvieron tampoco tienen posibilidad alguna entre la infancia y la juventud actuales. Quién dijo que un adolescente va a aceptar que un tipo como Bruno Díaz, millonario y pintoso, en vez de dedicarse a la buena vida y a recorrer mundo rodeado de mujeres espectaculares, prefiera vivir solo con un mayordomo y disfrazarse de noche de murciélago para salir a pelear causas ajenas, acompañado de un mocoso maricón a quien le falta muy poquito para ser retardado mental.
O que lord John Clayton III, mejor conocido con el alias de Lord de Greystoke, va a preferir vivir trepado en los árboles, en pelota y columpiándose de los bejucos, en compañía de un parche de micos, a darse la gran vida en la Costa Azul o en Montecarlo rodeado de la crema y nata de la realeza europea. Porque nadie se va a comer el cuento que el tipo continúa perdido en la espesura de la selva africana, ahora que no queda rincón del planeta sin descubrir. Si sigue allá zampado, es por pendejo y cusumbo solo.
Los sardinos de ahora son mucho más adelantados que nosotros a la misma edad. Me parece ver a mi sobrino Santiago, de once años, que cuando el papá sale con cualquier chiste flojo, el zambo lo mira con lástima mientras comenta:
-¡Hum!, solo espero que esa vaina no sea hereditaria.
pmejiama1@une.net.co
3 comentarios:
Asi es. Mi aeroplano era un cucarron pegado a una pita, y mi ferrari un carretel de hilo el cual movia con un clavo que iba pegado a un palo de escoba. Samuel de 6 anos es el nieto de mi mejor amigo, maneja a la perfeccion un helicoptero y un ferrari, ambos a control remoto.
ah, y para poder enviar este mensaje tuve que llamar al peladito del piso de arriba, que tiene tambien 6 anos, para que me desifrara la palabra que hay que verificar. Cambios de la vida
Es un cuento de nunca acabar; ojalá pudieras venirte un día a nuestra Tertulia, entre la que te tenemos como Miembro muy importante, para que gozáramos de lo lindo con tantas anécdotas sobre los cuentos viejos, que además de crueles e incomprensibles eran como para retardados mentales, más o manos así como nosotros.
No olvides al famoso flautista, que tenía más público que Juanes, pero en ratones y uno de los mejores: el sastrecito valiente.
Ay Pablo, quedamos en nada...
Muy bueno y creativo el artículo... por eso es que hoy en día las caricaturas son Bob Esponja, Los Caballeros del Zodiaco, y demás... los tiempos cambian y nos gustaría ir al mismo ritmo pero es complicado.
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