miércoles, marzo 03, 2010

El Criticón.

Así se titula una de las grandes obras de la literatura española, escrita por Baltasar Gracián y publicada en tres fechas diferentes a mediados de los años 1600. En ella el autor presenta una semblanza del ser humano en todas sus facetas, y de la sociedad en general, con vivos ejemplos de las pasiones, virtudes y defectos. Alguien dirá que en tanto tiempo el hombre ha cambiado en muchos aspectos, y es válida la apreciación, pero en el modo de comportarse y de sentir siempre ha sido el mismo. Sin importar la época ni la región del mundo, han existido, existen y existirán personas buenas, corrompidas, honestas, perversas, amables, simpáticas, detestables, activas, falsas y miles de particularidades que sería difícil enumerar. Además desde siempre hemos convivido con el odio, la maldad, la envidia, el rencor, la maledicencia, la perversión y otros tantos defectillos que en el mundo han sido.

Y una de las características más odiosas que podemos encontrar en alguien es el pesimismo desbordado. En la vida hay que tener criterio y poner cualquier asunto, sin excepciones, en una balanza imaginaria que nos marque los beneficios y perjuicios que pueda ocasionar. Un ejemplo manido es el que habla del vaso medio lleno o medio vacío, el cual retrata de forma perfecta la diferencia que hay entre optimistas y pesimistas. También debemos evitar los prejuicios que son tan dañinos y engañosos, y no tomar partido por algo o por alguien sin tener antes conocimiento de causa.

Sin duda es chocante ese individuo que a todo le saca pero, que jode porque sí, que nada le parece y siempre se muestra insatisfecho. Es lógico que cualquier situación, por positiva que sea, tenga defectos y deficiencias, pero el negativo redomado prefiere insistir en esos lunares en vez de resaltar aquello que el resto alaba. Ese tipo de sujeto es temido en el club, en la asociación, en el gremio, en el conjunto donde reside y en cualquier situación en la que comparta con otras personas, porque siempre se atraviesa en las decisiones, todo hay que explicárselo varias veces mientras le encuentra alguna maca y nunca está satisfecho con nada. El pesimista extremo es melindroso, obsesivo, cositero, criticón hasta el cansancio y amargado sin remedio. Y quienes viven o comparten con él deben cuidarse porque ese defecto es contagioso.

Las críticas cuando son fundamentadas hay que hacerlas, claro que sí. Por ello insisto en un asunto que tiene a la comunidad incómoda y que a pesar de las denuncias y quejas, no veo que nadie le pare bolas. Se trata de la balacera que generan las prácticas de tiro en el polígono del Batallón Ayacucho, el cual está localizado a pocos metros de edificios, casas y conjuntos residenciales del sector del Morro Sancancio. Volean chumbimba de sol a sol y el estruendo es ensordecedor, por lo que quienes sufren directamente este suplicio están desesperados. Aunque en la actualidad vivo a unos 300 metros en línea recta del lugar, gracias a que el apartamento mira hacia el otro lado el ruido apenas es audible, pero como casi toda mi vida he sido vecino del Batallón conozco ese martirio de primera mano.

Cuando llegué hace casi 50 años a vivir al barrio La Camelia, el batallón quedaba localizado en las afueras de la ciudad y sus alrededores eran potreros y terrenos que apenas empezaban a urbanizar. En esa época el ingreso al cuartel era por la Avenida Santander, donde quedaba La Guardia, que además tenía en el sótano los calabozos. Entonces cuando se les escapaba algún detenido los inexpertos reclutas lo encendían a bala, y las pocas residencias y los vehículos que había parqueados en las calles, quedaban marcados por los impresionantes huracos que dejaban los tiros de fusil. No hubo muertos fue de milagro, porque cuando sentíamos el tropel todo el mundo se escondía.

En la actualidad el batallón está rodeado de viviendas por casi todos sus costados y para quienes habitamos el sector no deja de ser un riesgo. Hace unos años, como a media noche, sentimos unos disparos que sin necesidad de ser experto en el tema podía notarse que provenían de armas de diferentes calibres. Los vecinos del Conjunto Loma Verde vivieron momentos de pánico cuando desde la portería les indicaban que se refugiaran en un lugar céntrico de la casa, y en algunas los disparos impactaron techos y marquesinas. Cuando al otro día llamaron a indagar por lo sucedido, la respuesta fue que se trató de un simulacro. Cómo sería de real el tal simulacro, que utilizaron balas de verdad y apenas amaneció mandaron una cuadrilla de soldados a peinar con machetes todo el monte aledaño al lugar.

Soy consciente de que cambiar el Batallón de lugar no es una decisión que se tome fácilmente, pero por ahora pueden conseguir un sitio alejado para acondicionarlo como polígono de tiro. En mí época juvenil existía un lugar así donde hoy queda el Eco-parque Los Yarumos. Por cierto, durante las noches era visitado por grupos de jóvenes que encontraban allí un ambiente tranquilo para tomar trago y fumar marihuana sin que nadie los jodiera; además, era ideal para quien se levantaba una viejita en el carro y no encontraba dónde parquearse para poderle meter mano. Lo llamábamos Sabrinsky Point.
pmejiama1@une.net.co

2 comentarios:

Jorge Iván dijo...

en efecto Pablo, hay personas que tienen un problema para cada solución. Referente al sonoro y peligroso vecino, hasta bueno sería que entre todos los vecinos invitaran a los del batallon a jugar "guerra declarada" y el que pierda se va.

JuanCé dijo...

Pablo, creo que hay que diferenciar entre un pesimista y un negativista. El primero está enterado del asunto, pero encuentra defectos o problemas, después de analizar el tema; por el contrario, el segundo es como dice Jorge Iván: tiene un problema para cada solución.
El pesimista puede ser de gran ayuda en buscar soluciones, pues siempre se adelanta en los análisis y no come cuentos.