miércoles, abril 13, 2011

Pausa y relax.

Para mi gusto el humor fino es el que surge del diario vivir de las personas, ese que brota de la espontaneidad; el comentario oportuno, la salida genial, el suceso risible. Cuentos que para los niños son situaciones normales, pero que para nosotros, los mayores, suenan como genialidades dignas de admirar. A diario nos topamos con este tipo de anécdotas, pero debido a que la mayoría de las personas no acostumbran anotarlas, se pierden en el olvido. Y es una lástima, porque la vida está hecha de estos pequeños detalles. Cuántos momentos maravillosos de la infancia de los hijos suceden en cualquier familia, los cuales ya nadie recuerda por no haberlos dejado registrados de alguna manera; en fotos, en video, como grabación de voz o anotados en una libreta.

Por fortuna adquirí la costumbre de recopilar todos los cuentos que para mi gusto son dignos de repetir, y cada cierto tiempo, como una especie de pausa entre tantas noticias y acontecimientos que nos agobian en este mundo loco, prefiero dedicar una columna a compartir esos hechos que aunque no tienen ninguna trascendencia, no dejan de ser simpáticos.

La vida es una acopio de conocimientos, experiencias y situaciones que poco a poco nos alimentan el disco duro, y con la acumulación de calendarios, cada vez son menos las cosas que logran asombrarnos; me refiero a asuntos comunes y cotidianos, porque los avances tecnológicos sí descrestan al más recorrido. El caso es que nos olvidamos de que los niños ven el mundo desde otra óptica, porque para ellos es novedad lo que para nosotros es sabido. Una muestra de esto le sucedió a una amiga, alguna vez que viajaba por carretera en compañía de sus dos pequeños hijos. En determinado momento se detuvo en un parador del camino y mientras ella compraba lo que buscaba, los muchachitos se fueron a mirar unas vitrinas donde ofrecían diversidad de viandas, entre ellas una provocativa lechona. En cierto momento apareció el menor, que tendría unos 6 añitos, y con los ojos volados de la impresión le preguntó:
-¡Mami!, ¿tú sabías que los marranos, en vez de tripas, están rellenos de arroz?

Y ahora que hablo de acumulación de calendarios, es curioso ver cómo para muchos es difícil aceptar que por nuestra edad ya no somos aquellos jóvenes de ayer, y que los demás nos ven como personas maduras que estamos más cerca de la tercera edad que de aquella juventud perdida. Los hombres vemos a los amigos como a unos pollos y las señoras cincuentonas nos parecen buenísimas; y aunque las sardinas (que ya son mujeres hechas y derechas) también nos desvelan, las preferimos para admirarlas o para echarnos una canita al aire.

Es común que a quienes laboran les hagan encargos desde la casa para que los lleven por la nochecita, y así le sucedió hace poco a un personaje que trabaja en el centro. Se dirigió entonces a un supermercado cercano a su trabajo y aunque el hombre es jovial y vigoroso, porque siempre ha sido deportista y lleva una vida sana y tranquila, ya está canoso y con las arrugas normales que presentan quienes están ad portas de llegar al sexto piso, como decimos coloquialmente. Mientras hacía la compra, el joven que pesa y empaca las verduras, por querer parecer amable, le comentó que si andaba disfrutando de la jubilación; seguro lo confundió con uno de esos pensionados que durante el día hacen mandados para matar el tiempo. Al hombre no le gustó ni cinco el comentario y en tono golpeado le dijo que cuál jubilación, que él trabajaba todos los días, inclusive los sábados. Entonces el muchacho comenta con cierta malicia:
-Pero ya casi ¿cierto?

Va la familia en el carro y de pronto, sin ningún preámbulo, Felipe el niño de 7 años comenta que cuando grande quiere ser bombero. El papá, para darle importancia a lo que dijo el muchachito, preguntó si era que le gustaba el uniforme de los bomberos, si quería que lo llevaran en ese camión rojo y grande con las luces y la sirena encendidas, si soñaba con apagar incendios y echar agua con una de esas mangueras potentes, salvar vidas y demás actos heroicos. El zambo lo mira intrigado y aclara:
-No papi, ¡qué va! Yo quiero ser uno de esos que echa gasolina en las bombas y que siempre anda con un fajo de billetes en el bolsillo.

Un cliente asiduo de una charcutería aquí en Manizales visita el lugar para comprar una botella de vodka, algo de rancho y otros antojos. Después de conversar un momento con el propietario, que es un viejo amigo, hace su pedido y espera mientras lo despachan. Cuando el otro procede a empacar los productos, aprovecha para contarle que le llegó un whisky muy fino y a buen precio. El cliente se interesa y quiere saber la marca, si viene en botella o litro, los años de añejamiento y otros detalles, y al quedar satisfecho con las respuestas decide que también lo lleva. Como el comerciante se dirige hacia la trastienda, al comprador le da mala espina y pregunta si se trata de licor estampillado. El otro voltea a mirarlo y con cierta ironía le pregunta:
-Oíste Chepe… y es que vos te volviste filatelista o qué…
pamear@telmex.net.co

1 comentario:

Jorge Iván dijo...

estaba leyendo tu columna Pablo,y se acerca mi esposa y me pregunta:
que estas leyendo? y le respondi: bobadas de otros.....jajaja