En uno de los tantos videos que nos llegan por internet pude ver una conferencia de la escritora Nigeriana Chimamanda Adichie, en donde se refiere a lo que ella bautizó “La historia única”. Cuenta que desde sus primeros años se interesó por leer cuentos infantiles escritos por ingleses y estadounidenses, y que cuando al poco tiempo ella misma empezó con el ejercicio de escribir sus propios relatos, todos sus personajes eran blancos, rubios y de ojos azules. Y fue su mamá, quien por cierto debía leerse toda la producción literaria de la incipiente escritora, la que le hizo ver que a pesar de haber nacido y crecido en un país donde predomina la raza negra, los protagonistas de sus escritos eran gentes anglosajonas.
La mente del ser humano, sobre todo en sus primeros años, es sumamente influenciable. Por ello crecemos con una cantidad de conceptos, gustos, costumbres y prejuicios que sin darnos cuenta aceptamos como propios; preferencias en la comida, en la forma de hablar, la religión que profesamos, las ideas políticas, la manera de proceder, los principios y demás predilecciones. Muchos creen que la herencia es parecerse a los papás físicamente o imitar sus ademanes. Pero no, la genética se impone en los detalles nimios y cotidianos que asumimos a fuerza de convivir con ellos, hasta apropiárnoslos sin ningún esfuerzo. A quien se preocupa porque sus hijos no son lectores le digo que puede insistirles, conminarlos, ofrecerles premios a cambio, ponérselos como tarea y nunca podrá lograrlo; en cambio basta con que lo vean leer para que ellos solitos acojan la costumbre.
Es una condición de los humanos que la mente del infante sea maleable y asimile todo lo que observa como una verdad única. Muestra clara es la forma como Hollywood moldeó nuestra percepción en aquella lejana infancia. Gracias a las películas dedicadas a las diferentes guerras, para nosotros no existía nada más abominable que un alemán, sin distingo de sexo, edad o condición social; los japoneses, a quienes llamaban amarillos, eran seres diabólicos sin hígados ni sentimientos; y nombrar a los rusos era lo mismo que convocar al diablo. En cambio el soldado estadounidense era un héroe maravilloso a quien no le entraban las balas, y mucho menos las bayonetas. La falta de discernimiento, aparte de que nadie nos hacía ver la realidad, lograban que todos pensáramos de igual manera.
Ya de adultos, sin darnos cuenta, acogemos la costumbre de aceptar como verdad única cualquier cuento o chisme que escuchamos; siempre, sin excepción, debemos enterarnos de la otra versión del asunto en cuestión. Porque es una muestra clara de parcialidad no darnos la oportunidad de poner ambas versiones en la balanza de nuestra conciencia, para sopesarlas y así tener un veredicto claro y ecuánime. Viene alguien y nos habla pestes de un fulano, que es bandido, degenerado y arribista, y nosotros asumimos el hecho como cierto e irrebatible. Aunque nunca hayamos tratado al sujeto referido ya le tenemos ojeriza y muchas veces, al tratarlo en persona, quedamos pasmados ante la injusticia que cometíamos con él. Son comunes los conflictos entre las personas cuando hay dinero de por medio, lo que no debe influir en nadie diferente a los implicados. Casi siempre, en los negocios, hay uno que se siente tumbado y se dedica a hablar pestes del otro.
Cuántas veces hemos caído en la trampa del amigo que rompe con una relación sentimental, y después de que lo oímos despotricar, le servimos de paño de lágrimas y nos compadecernos de su situación, llegamos a odiar a la mujer, a su familia y a todo lo que tenga que ver con ella. Pero no acatamos que la mayoría de las veces el jodido es él, quien tiene mucha de la culpa, el intolerable y machista que logró espantar a su pareja; detalles de los que nos enteramos sólo al escuchar la otra versión. Lo peor es que un gran porcentaje de esas parejas se reconcilia y queda uno sintiéndose como un zapato cada que debe compartir con ellas.
De manera que nunca debemos juzgar basados en una historia única. Lo prudente es conocer ambas versiones antes de calificar o señalar; a no ser que tengamos pruebas fehacientes, que conozcamos de primera mano, que lo hayamos vivido en carne propia. Y aunque nadie es monedita de oro para caerle bien a todo el mundo, también es cierto que existen unos personajes que francamente no se hacen querer de nadie; personas intolerantes, groseras, irreverentes y resentidas que parecen disfrutar su condición anti social.
Es común que en las empresas quien funge de pagador sea engreído, déspota y repelente, además de creer que le hace un favor inmenso a todo aquel que logra sacar su chequecito; como si fuera plata suya. Entonces quienes deben recurrir a ese despacho le llevan regalos y le lamben con tal de mantenerlo aceitado, lo que no hizo un señor muy decente que no sabía cómo funcionaba el asunto, al llegar a gestionar su pago ante una fulana de nombre Aurora. Después de que la vieja le dio caramelo, le hizo perder varios viajes y lo trató con displicencia, el hombre se salió de los chiros y le soltó esta perla, a todo pulmón:
-El cura que te puso Aurora, no ha visto amanecer negra hijue%!.
pamear@telmex.net.co
4 comentarios:
Escuchar la otra versión, es algo a lo cual no estamos acostumbrados. Usted tiene razón en su escrito. Todos hemos sufrido en carne propia las consecuencias de de una determinación tomada sin escuchar la contraparte del conflicto. Que buena reflexión para esta época y para todas las epocas. Debería ser una conducta de vida. Como siempre, me gustó lo que escribe estimado pariente lejano.
Como dicen los amantes de la pelota chica "la sacaste del diamante". Que verdades nos has puesto sobre estos dias propios para revisar nuestra conducta, siempre tan apegada a lo primero que escuchamos.
No nos digamos mentiras: los chismes son deliciosos y especialmente cuando no lo tienen a uno de protagonista; pero tienes toda la razón en tu escrito, pues hablar ya en serio nos hace responsables y entonces es necesario conocer todas las aristas de un problema.
Felicitaciones, pariente cercano.
Completamente de acuerdo!!!
No hay nada como pensar antes de hablar, para no lamentarnos luego... ese "pensar" creo que se puede ver reflejado en escuchar la otra versión... Aunque hay veces nos queda complicado hacerlo, sin embargo esto no es disculpa, de algún modo podremos averiguarla para poder dictar un juicio justo!
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