jueves, mayo 19, 2011

Amargo destino.

Una cruz que cargamos la mayoría de seres humanos es conseguir el sustento para sobrevivir dignamente; algunos tenemos la suerte de contar con unos padres que ven por nosotros hasta que alcanzamos la mayoría de edad, con todos los gastos que esto representa, aunque son más los casos de pobreza extrema donde las personas desde su más temprana infancia deben rebuscarse el pan diario. Cualquier sujeto requiere un ingreso que le permita pagar sus cuentas, compromiso que lo angustia y presiona hasta el día que está a punto de entregarle el alma al Creador, cuando todavía piensa si le alcanza para pagar los gastos funerarios. Sin embargo, hay unos pocos que durante su existencia no deben inquietarse por nada referente al dinero, y los miembros de la realeza son muestra clara de tal condición.

La muchacha inglesa que le movió la aguja al príncipe heredero, Cata para los amigos, trabajó como empleada después de terminar sus estudios superiores, pero desde que contrajo nupcias con el apetecido soltero puede olvidarse de cualquier preocupación que surja de la falta de dinero. Que regale la billetera porque así William le de unas libras para que mantenga a la mano, le puedo asegurar que nadie la dejará pagar una cuenta. Jamás se enterará de cuánto cuesta la factura de la luz, de cómo va la hipoteca de la casa o si subieron las pensiones del colegio de los críos. Le importará un pito si el carro se daña, no la desvelará que el mercado se encarezca por el invierno, nunca sabrá lo que es dar una propina ni va a recibir una llamada del banco para recordarle un vencimiento.

Sin embargo no envidio un minuto de la vida que llevará en adelante la ya famosa cenicienta. Debió haberlo pensado muy bien antes de montarse en semejante potro, porque a pesar de no experimentar nunca más la sensación de peladez, no vuelve a tener un minuto de privacidad en lo que le resta de existencia; a excepción de cuando entra al baño o está metida debajo de las cobijas. El protocolo exagerado, que debería llamarse “protoculo”, es la forma de vida más abominable que conozco. Existen reglas para hablar, comer, caminar, relacionarse con los demás, vestirse, reírse y hasta para sentarse. Cualquier falla en su comportamiento, y me refiero a cosas baladíes, causará un terremoto en la monarquía de los Windsor.

Que ni se le ocurra mientras espera a que cambie el semáforo acomodarse el brassier, hurgarse la nariz, retocarse el maquillaje o hablar por el teléfono celular, porque tendrá docenas de paparazis al acecho para pillarla infraganti. No le puede meter un pellizco a un mocoso que esté bien cansón ni sobarse las pantorrillas cuando lleve mucho rato parada, y mucho menos salir el domingo a comprar algo al supermercado en sudadera y sin maquillaje. Le figuró a la muchacha vivir de punta en blanco y mantener siempre una sonrisa a flor de labios, así amanezca con el mico al hombro y le provoque matar y comer del muerto.

La semana de la boda real el canal de la National Geographic presentó todas las noches un programa sobre los preparativos y demás detalles del magno evento, y ahí pude corroborar que la vida de la realeza es insufrible. Todos sus miembros tienen programado el día minuto a minuto y de ahí no pueden salirse; durante las cenas reales, en el momento que la reina decide no comer más, todos los presentes deben imitarla. Qué tal uno bien pachocha y cuando apenas se disponga a empezar, la vieja resuelva suspender porque tiene acidez. Y ni modo de rebañar la salsa con el pan, pedir porción de arroz, hacer “sopas” con el chocolate, o preferir mazamorra pa´ “sobremesiar”.

Cuando le pregunté a mi hijo si pensaba ver en directo el matrimonio, me respondió que estaba dudoso entre ese programa o esperar al domingo siguiente para ver la canonización del papa. Irónica respuesta, porque él tampoco madruga a patearse una vaina de esas ni a palo; los noticieros muestran los detalles más relevantes y así pueden obviarse semejantes ladrillos.

Por fortuna para la joven pareja las costumbres de la corte han cambiado con el paso del tiempo, porque de no ser así estarían en problemas. Y es que en el pasado todos los miembros de la realeza, damas de compañía, ministros, jerarcas, chambelanes, etc., podían asistir para ver en vivo el momento en que los recién casados se metían en la cama la primera noche. Más emocionante todavía la cita que tenían los mismos espectadores, con los reyes a la cabeza, para esperar ansiosos en las afueras de la alcoba nupcial hasta que saliera el marido a mostrar la mancha en las sábanas, rastro que demostraba la pérdida de la virginidad de la muchacha y por ende la consumición... qué digo, la consumación del matrimonio.

En vista de que el Príncipe y la ahora Duquesa han convivido juntos desde hace varios años, lo que por cierto me parece muy civilizado, en este caso no habrían podido cumplir con dicho requisito; imagínese, después de todo ese julepe con el cetro real, y faltan datos de otros municipios, a estas alturas a la regia dama no le deben sangrar ni las encías. O como dicen algunos con sorna: sangra más una cabuya.
pamear@telemex.net.co

2 comentarios:

BERNARDO MEJIA ARANGO bernardomejiaarango@gmail.com dijo...

Vea mi estimado tataratataraprimo: leyendo su artículo, el cual esta vez no me "sacó la piedra" sino que me puso a pensar, estaba analizando cual pueblo es más pendejo, si los ingleses por mantener con sus impuestos o literalmente "mamarse" una momarquía descarada, corrupta (Lease principe Carlos y Camila Parker y sus congéneres), frívola y desvergonzada escondida en una apergaminamiento ancestral, o el pueblo colombiano por nombrar y sostener una caterva de políticos ladrones y corruptos, De verdad que es para pensar. Yo creo que ganamos los Colombianos.

Vero dijo...

Yo estoy totalmente de acuerdo con Poncho, ni a bate voy a dejar de dormir unas horas mas por ver una boda, tampoco pasar por todos los canales a mirar si a "Cata" le gusto el pastel o no, si se engordo, si se rasco en fin... no se por que tanto interés si ni siquiera ellos intervienen en las decisiones políticas de su país y menos mal que ya paso todo ese caos porque ya me tenían mamada en los noticieros, revistas y periódicos, porque mucha ayuda de ellos no es que recibamos.